La segunda guerra contra Siria
El 18 de julio, una explosión destruye la sede del Consejo de Seguridad Nacional en Damasco. El general Daud Rajha, ministro de Defensa; el general Assef Chawkat, jefe de la inteligencia militar y cuñado del presidente Assad; y el general Hassan Turkmani, presidente del Consejo de Seguridad sirio mueren en ese atentado.
El general Hicham Ikhtiar, jefe del contraespionaje, fallece poco después debido a la gravedad de sus heridas.
Al parecer, un traidor había instalado una bomba en una lámpara cenital, pero no es imposible que se tratara en realidad de un misil disparado desde un drone.
Ese atentado decapita las fuerzas armadas y los servicios de seguridad sirios.
Los combates se extienden por toda la ciudad y citadinos mueren en las calles. La mayoría de los habitantes huyen de la capital siria.
Los generales Hassan Turkmani, Daud Rajha y Assef Chawkat, asesinados el 18 de julio de 2012, en el atentado perpetrado contra la sede del Consejo de Seguridad Nacional sirio.
Al referirse al atentado que ha costado la vida a los miembros del Consejo de Seguridad Nacional sirio, los dirigentes occidentales se niegan a condenar el terrorismo. Estiman que las víctimas de este atentado sólo tuvieron lo que merecían.
Los mercenarios que atacan la capital siria traen planes y blancos bien definidos. Una unidad ataca mi domicilio, en el barrio de Mezzeh, al extremo de la ciudad, frente a un extenso campo de nopales.
El ejército instala un mortero en la azotea de mi edificio, para mantenerlos a raya. Tres días después, al terminar la batalla, los cuerpos hallados en el campo de nopales son identificados como pakistaníes y somalíes.
En otros lugares de la capital, los mercenarios muertos son tunecinos y afganos, entre otras nacionalidades.
Son hombres que sólo habían pasado un breve periodo de adiestramiento en el manejo de armas, en Jordania, a veces no más de una semana.
Las unidades estaban organizadas por nacionalidades, pero no constituían un ejército en el verdadero sentido de esa palabra, ya que carecen de estructura jerárquica.
Muchos de sus miembros no saben absolutamente nada de Siria, algunos incluso creen que están salvando a los palestinos de Israel.
Conferencia de prensa del general Robert Mood sobre la batalla de Damasco, enfrentamiento que este general noruego, enviado de la ONU, “observa” desde la habitación de su hotel.
Se instala un estudio de televisión en los sótanos del hotel Dama Rose, el mismo hotel donde el general noruego Robert Mood y los observadores de la ONU esperan cómodamente a que todo termine. Su presencia allí, garantiza la seguridad del inmueble.
El gobernador del Banco Central sirio, Adib Mayaleh, comparece ante las cámaras para desmentir las informaciones de las televisiones Al-Jazeera, de Qatar, y Al-Arabiya, de Arabia Saudita, que anuncian un derrumbe de la libra siria. ArabSat y NileSat cierran las transmisiones de las televisiones sirias que aún salían al aire a través de esos dos satélites.
Mientras tanto, la CIA piratea la cuenta de Twitter del canal sirio Ad-Dounia para anunciar la retirada del Ejército Árabe Sirio y la caída del régimen.
Cuando las televisiones sirias “reaparecen” en ArabSat y NileSat, las señales ya no vienen de Siria sino de Australia y se transmiten desde una base de la National Security Agency (la hoy célebre NSA estadounidense).
En Qatar, France24 participa en las reuniones del pool de medios de difusión convocados para transmitir la propaganda de la OTAN.
El plan prevé la difusión coordinada de un conjunto de reportajes, filmados en estudios o al aire libre, o fabricados con imágenes computarizadas, que “muestran” la huida del presidente Assad y la caída de la «dictadura alauita» [1]. A pesar de todo, el Estado sirio resiste y los mercenarios se repliegan de Damasco.
En el Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia y China oponen su tercer veto a un proyecto de resolución que pretendía autorizar una intervención militar occidental.
Estados Unidos retrocede. Los reportajes de las falsas televisiones sirias que supuestamente muestran la fuga del presidente Assad nunca llegarán a transmitirse.
Gravemente herido en un atentado, el príncipe saudita Bandar ben Sultan desaparece de la escena política por más de un año. Su regreso será catastrófico y el príncipe “Bandar Bush” nunca llegará a retomar sus actividades.
El 24 de julio, el rey Abdallah de Arabia Saudita recompensa al príncipe Bandar ben Sultán por el ataque contra Damasco y lo nombra jefe de los servicios secretos del reino.
Sólo 4 días después, una explosión destruye la oficina del príncipe Bandar, que resulta gravemente herido, y yo anuncio prematuramente su muerte.
En realidad, quien muere en la explosión es Mishaal al-Qani, el segundo del príncipe Bandar. El príncipe tendrá que pasar todo un año hospitalizado y nunca logrará recuperar todas sus facultades [2].
La prensa revela que el presidente Barack Obama ha firmado una directiva que autoriza una intervención militar secreta bajo la coordinación de la OTAN.
Consciente de que todos sus esfuerzos serán aprobados públicamente y saboteados en secreto, Kofi Annan renuncia, el 2 de agosto, a sus funciones como mediador.
Como desertor, el “primer ministro” sirio Riad Hijab resultará tan inútil como el general, también desertor, Manaf Tlass. Como primer ministro, Riad Hijab sólo dirigía un equipo gubernamental pero no tenía absolutamente ningún poder real.
El 5 de agosto, el «Primer Ministro» sirio, Riad Hijab, huye del país, con ayuda de la DGSE francesa [3]. La nueva deserción tiene más valor simbólico que la del general Manaf Tlass, pero carece de importancia a nivel ejecutivo.
Hay que recordar que Siria es el Estado más antiguo del mundo.
Constituida hace 6 000 años en una tierra de tránsito donde confluyen múltiples culturas, Siria aprendió a perdurar organizándose de manera secreta.
Hoy en día, el presidente Bachar al-Assad es el único jefe visible del Ejecutivo. Assad responde ante el pueblo y preside 3 círculos concéntricos.
En primer lugar, el Gobierno, que dirige la administración. Sus ministros son de hecho equivalentes a los directores de la administración central en un país como Francia.
Más arriba están los consejeros del Palacio, con autoridad sobre los ministros.
Y luego, los consejeros privados del Presidente, con quienes este último toma sus decisiones.
Es un régimen republicano, ya que el Ejecutivo actúa en función del interés general y el Pueblo puede sancionarlo, pero no es democrático en la medida en que las decisiones más importantes no se discuten en público. Riad Hijab nunca fue un verdadero “Primer Ministro” –función que no existe en la Constitución siria– sino secretario del Consejo de Ministros, lo cual es muy diferente en ese sistema.
Su función consistía en recibir el orden del día y las directivas ya trazadas por el Palacio para transmitirlas a los ministros y recibir de estos la información sobre las actividades de sus ministerios. Contrariamente a la muerte de los miembros del Consejo de Seguridad Nacional, la deserción de este personaje carece de importancia.
Aún recuerdo incluso mi asombro cuando, en una reunión a la que asistí meses antes, el general Hassan Turkmani me preguntó qué aconsejaba yo sobre un asunto de gran importancia. Al responder sugerí, entre otras cosas, que habría que poner al tanto al “Primer Ministro” Hijab. El general me respondió, con una sonrisa: «Es una decisión demasiado grave para que lo molestemos a él.»
Para París todo es válido, hasta los golpes más bajos. La DGSE logra reclutar a un consejero del presidente Assad, pero esa fuente no tiene acceso a los secretos de Estado.
Más tarde, el 17 de agosto de 2012, el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, declara públicamente: «Estoy consciente de la fuerza de lo que estoy diciendo: el señor Bachar al-Assad no merecería estar sobre la tierra.» Se trata de una posición que resulta como mínimo sorprendente de parte de un ministro a cargo de la diplomacia de un Estado contrario a la pena de muerte.
En septiembre, el presidente Hollande y el propio Fabius se reúnen en Nueva York con el entonces primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan para organizar los homicidios de sus homólogos sirios: el presidente Bachar al-Assad y el ministro de Exteriores Walid Moallem [4].
No es la primera vez que la Francia de la V República trata de asesinar a un presidente extranjero. En 2008, el entonces presidente Nicolas Sarkozy envió a Caracas un equipo de asesinos encabezado por «Frederic Laurent Bouquet», encargado de matar al presidente venezolano Hugo Chávez [5].
Aquella misión no tuvo éxito, como tampoco lo tendrá la ordenada contra el presidente de Siria. La DGSE trata de utilizar el personal de limpieza del Palacio, varios kurdos a los que cree poder manipular. Pero el complot es descubierto.
El 12 de diciembre, mientras participa en la 4ª conferencia de los «Amigos de Siria», en Marrakech, el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, muestra su descontento ante la decisión de la Casa Blanca de incluir el Frente al-Nusra (vinculado a al-Qaeda) en la lista de organizaciones terroristas.
En la conferencia de prensa final de la reunión, Fabius afirma que «todos los árabes están resueltamente en contra» de la posición estadounidense «porque, en el terreno, ellos [al-Qaeda] están haciendo un buen trabajo».
«Eso es muy claro, y esa es también la línea del presidente de la Coalición», agrega Fabius, refiriéndose al presidente de la Coalición Nacional Siria, que reúne a la oposición externa [6].
En menos de 10 años, Francia –el país que había sido aclamado en el Consejo de Seguridad de la ONU cuando Dominique de Villepin pronunció su discurso contra la invasión de Irak– se ha rebajado a la categoría de «Estado renegado» o «Estado canalla», recurriendo al asesinato político –o al menos, en lo que me concierne, a los intentos de asesinato– y apoyando terroristas islamistas contra un Estado laico.
Peor aún, Francia ya ni siquiera disimula su regreso a inconfesables ambiciones: el 25 de septiembre, el presidente Hollande solicita en la ONU autorización para «proteger las zonas liberadas», o sea el restablecimiento paulatino del mandato colonial que la Sociedad de las Naciones había concedido a Francia de 1923 a 1944.
Durante el siguiente año, Francia mantiene la ficción de que los elementos que luchan contra el gobierno sirio son militares sirios desertores.
Ese es el mito del llamado «Ejército Sirio Libre» (ESL), cuyos miembros supuestamente luchan por la democracia. Sin embargo, en 5 años de conflicto nunca se ha presentado absolutamente ninguna imagen de alguna manifestación donde se reclame democracia.
Lo máximo que podría encontrarse es algún que otro eslogan a favor de la «libertad». Pero no se trata de la Libertad que reclamaban los revolucionarios franceses –cuyo ejemplo inspira al Baas sirio– sino de todo lo contrario ya que esos manifestantes lo que reclaman es el derecho de aplicar «libremente» su propia interpretación de la sharia, o sea de la ley islámica.
Varios escándalos incluso contradicen la narrativa occidental sobre lo que sucede en Siria.
El 13 de mayo de 2013, uno de los cabecillas de la Brigada al-Faruk (del «Ejército Sirio Libre») divulga un video donde se le ve comer las entrañas de un soldado del Ejército Árabe Sirio mientras declara: «Juramos ante Dios que devoraremos los corazones e hígados de ustedes, soldados de Bachar. ¡Oh, héroes de Baba Amro, masacrad a los alauitas y sacadles el corazón para comerlo!».
La imagen del «Ejército Sirio Libre» queda también muy malparada cuando sus miembros perpetran la matanza de cristianos de al-Duvair.
El 11 de enero de 2013 surge una nueva contradicción en la política exterior francesa, ya no entre la retórica y la práctica sino en el seno mismo de sus alianzas.
Según dice el proverbio, «el apetito viene cuando empezamos a comer» y Francois Hollande decide iniciar una intervención militar en Mali. No es este otro episodio de la primavera árabe sino de una consecuencia directa de la destrucción de la Yamahiriya Árabe Libia, consecuencia que Mohamed Siala, ministro de la Cooperación de Muammar el-Kadhafi y administrador del fondo soberano libio, había anunciado con gran antelación [7].
Los tuaregs son un pueblo nómada que vive en el Sahara Central y en los bordes del Sahel, enorme territorio que comparten Libia y Argelia, así como Mali y Níger.
El pueblo tuareg obtuvo la protección de Libia y de Argelia, mientras que Mali y Níger lo abandonaban a su suerte.
Es por eso que, desde los años 1960, los tuaregs han venido impugnando la soberanía de Mali y Níger sobre el territorio que ellos habitan. Muy lógicamente, los grupos armados por Francia finalmente decidieron hacer valer sus reclamos en Mali.
El Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA) toma entonces el poder en casi todo el norte de Mali, donde viven los tuaregs. Pero Ansar Dine, un grupúsculo de tuaregs islamistas entrenado por Arabia Saudita y vinculado al AQMI (al-Qaeda en el Magreb Islámico) aprovecha la situación para imponer la sharia en varias localidades.
El presidente francés Francois Hollande y su ministro de Exteriores Laurent Fabius viajan a Bamako para entronizar a Dioncounda Traoré, convertido en presidente de Mali sin elecciones.
El 21 de marzo, se produce en Mali un extraño golpe de Estado [8].
Un misterioso «Comité Nacional para la Rectificación de la Democracia y la Restauración del Estado» (CNRDRE) derroca al presidente Amadou Toumani Touré y declara querer restaurar la autoridad maliense en el norte del país.
La asonada en realidad crea la mayor confusión ya que los golpistas son incapaces de explicar de qué manera su golpe de Estado puede mejorar la situación.
El derrocamiento del presidente resulta tanto más extraño cuanto que faltaban sólo 5 semanas para la elección presidencial y que el presidente depuesto ni siquiera aspiraba a la reelección.
El CNRDRE, que se compone de oficiales formados en Estados Unidos, impide la elección presidencial y pone en el poder a uno de los candidatos, el francófilo Dioncounda Traoré.
Esta pirueta recibe el aval de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), cuyo presidente de turno no es otro que Alassane Ouattara, a quien las tropas francesas habían puesto en el poder el año anterior en Costa de Marfil.
El golpe de Estado acentúa la división étnica en Mali. Las unidades de élite del ejército –entrenadas en Estados Unidos– cuyos comandantes son tuaregs se unen a la rebelión con todo su armamento y medios de combate.
Con el apoyo de otros grupos islamistas, Ansar Dine ataca la ciudad de Konna, saliendo así del territorio tuareg para extender la ley islámica en el sur de Mali.
El presidente impuesto por los golpistas de marzo, Dioncounda Traoré, proclama el estado de emergencia y pide ayuda a Francia. En cuestión de horas, París interviene militarmente en Mali para impedir la caída de Bamako, la capital del país.
El presidente Hollande ya había preposicionado en Mali elementos del 1er Regimiento Paracaidista de Infantería de Marina (conocida en Francia como «La Colonial») y del 13er Regimiento de Dragones Paracaidistas, varios helicópteros del Mando de Operaciones Especiales (COS, siglas en francés), 3 aviones de guerra Mirage 2000D, 2 Mirage F-1, 3 aviones de transporte C135 y 2 aviones más de transporte militar –un C130 Hercule y un C160 Transall.
La prensa francesa asume sin complejos el carácter colonial de la “Operación Serval” iniciada en Mali. El 29 de enero de 2013, el diario “Le Monde” anuncia en primera plana: “El ejército francés toma Tombuctú”.
Es una operación militar bien ejecutada, pero que designa como enemigo a al-Qaeda, cuando en realidad apunta contra los independentistas tuaregs.
Pero se trata del mismo al-Qaeda que, según Fabius, «está haciendo un buen trabajo» en Siria y que constituye el «Ejército Libre Sirio»… respaldado por Francia.
Presa del pánico, la presidencia de Francia ordena al ejército francés que interrumpa su avance en Mali para que los consejeros militares qataríes de los yihadistas puedan replegarse.
Qatar rompe sus relaciones privilegiadas con Francia mientras que, en el escenario sirio, el «Ejército Libre Sirio» organiza manifestaciones donde se corea: «Los franceses son cochinos. Nuestra nación [islámica] saldrá victoriosa».
Francois Hollande trata de reparar su estúpido error reconciliándose con su benefactor, el emir qatarí al-Thani. Viaja apresuradamente a Doha, donde la acogida es glacial. Sin embargo, como la naturaleza no aprecia el vacío, Arabia Saudita y Turquía se apresuran a tomar el lugar de Qatar.
[1] «La OTAN prepara la mayor operación de intoxicación de la Historia», por Thierry Meyssan, Komsomolskaya Pravda (Rusia), Red Voltaire, 12 de junio de 2012, artículo reproducido en diarios de 45 países. Ver también, «De faux reportages sur la Syrie sont filmés au Qatar», Sputnik, 19 de julio de 2012; «Inminente operación de guerra sicológica de la OTAN contra Siria», Red Voltaire, 21 de julio de 2012.
[2] «Siria parece haber eliminado a Bandar ben Sultan en represalia por el atentado de Damasco»; «Riad no confirma, ni tampoco desmiente, la muerte del príncipe Bandar», Red Voltaire, 29 y 31 de julio de 2012, «Thierry Meyssan and Prince Bandar bin Sultan», Ali Bluwi, Arab News, 4 de agosto de 2012.
[3] «Siria: Desenmascarado, el presidente del Consejo de ministros huye al extranjero», Red Voltaire, 6 de agosto de 2012.
[4] «Presidente de Francia y primer ministro de Turquía ordenaron asesinar al presidente Assad y a su ministro de Exteriores», Red Voltaire, 3 de marzo de 2013.
[5] «Nicolas Sarkozy ordenó asesinar al presidente de Venezuela Hugo Chávez», Red Voltaire, 1º de enero de 2013.
[6] «Pression militaire et succès diplomatique pour les rebelles syriens», por Isabelle Maudraud, Le Monde, 13 de diciembre de 2012.
[7] «La guerra contra Libia es una catástrofe económica para África y para Europa», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 9 de julio de 2011.
[8] «Mali: Detrás de una guerra puede esconderse otra», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 21 de enero de 2013.
(Continuará)