Según un alto funcionario del Pentágono, hace meses Mike Pompeo habló con Trump sobre el posible asesinato del prominente general iraní, informa The Washington Post.
El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, presionó durante meses al presidente estadounidense, Donald Trump, para que ordenara eliminar al general iraní Qassem Soleimani, según afirman altos funcionarios que hablaron con The Washington Post bajo condición de anonimato.
Según una fuente del Pentágono, Pompeo habló con Trump sobre el posible asesinato de Soleimani, pero el presidente y otros funcionarios no habrían aceptado llevar a cabo la operación.
Los militares también se opusieron, porque la campaña de las sanciones contra Irán había aumentado la tensión entre los dos países, situación que requirió cada vez más recursos militares en Oriente Medio, según The Washington Post.
Sin embargo, todo cambió después del ataque con misiles contra una base militar de EE.UU. en Irak ocurrido el 27 de diciembre, en el que un contratista civil estadounidense murió y cuatro militares resultaron heridos.
El 29 de diciembre Mike Pompeo, junto con el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, y el secretario de Defensa, Mark Esper, se reunieron con Trump para discutir contramedidas contra el país persa y la eliminación de Soleimani fue una de las variantes que estuvo sobre la mesa.
La decisión de Trump sorprendió a varios políticos de alto rango, debido a las preocupaciones del Pentágono sobre el empeoramiento de las relaciones en la región y la renuencia del presidente a usar la fuerza militar contra Irán.
"El asesinato de Soleimani no habría sucedido bajo el mando de [el ex secretario de defensa Jim] Mattis", declaró al diario un alto funcionario de la Administración del presidente, que argumenta que el Pentágono de Mattis era reacio al riesgo. "Mattis se opuso a todo esto. No es un éxito para Mattis, es solo su predisposición. Milley y Esper son diferentes", añadió.
El periódico subraya que, si bien el ataque aéreo cerca del aeropuerto de Bagdad representa una victoria para Pompeo, también conlleva riesgos tan graves como el de que estalle otra guerra regional prolongada en Oriente Medio, que se produzcan posibles asesinatos de represalia entre el personal estadounidense en todo el mundo, o que se interrumpa la lucha contra el Estado Islámico.
A ello se une el cierre de vías diplomáticas para contener el programa nuclear de Irán o la reacción negativa en Irak, cuyo Parlamento aprobó este domingo una resolución que "pone fin a la presencia de tropas extranjeras en suelo iraquí" y les prohíbe "usar su suelo, su espacio aéreo o su aguas bajo ningún motivo".
El 29 de diciembre, EE.UU. bombardeó las bases de la milicia chiita proiraní Kataib Hezbolá. Al menos 25 militantes fallecieron en la operación.
Dos días después, una multitud asaltó la Embajada de EE.UU. en Bagdad. Trump acusó a Irán de "orquestar el ataque" y advirtió que Teherán "pagará un precio muy grande" por ello.
El pasado 2 de enero, 12 personas, entre ellas el prominente general iraní Qassem Soleimani y el líder de Kataib Hezbolá y de las Fuerzas de Movilización Popular, Abu Mahdi al Muhandis, murieron en un ataque aéreo de EE.UU. El Pentágono asumió la responsabilidad del asesinato.
Por su parte, el presidente de Irán, Hasán Rohaní, declaró que Teherán y otras naciones de la región "vengarán" el asesinato de Soleimani y aseguró que esta acción hará que Teherán esté "más decidido" en su resistencia contra EE.UU.
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