En octubre de 2019 se han cumplido 18 años de guerra de agresión por parte de Estados Unidos y sus secuaces contra Afganistán.
Los aficionados a las actuaciones de mandatarios gore pueden ver todavía hoy en la cadena estadounidense ABC la grabación del anuncio de los primeros ataques ordenados por el presidente George W. Bush el 7 de octubre de 2001.
A continuación sus palabras sobre lo que iba a hacer con su coalición de naciones y lo que ha hecho en estos 18 años.
Menciona en primer lugar a su "primer aliado, Gran Bretaña", luego a "amigos cercanos: Canadá, Francia, Australia y Alemania", añade "más de 40 países que aportan logística” y "muchos más que colaboran con inteligencia".
Como sus consejeros eran conscientes de que una guerra de agresión sin justificación sería algo difícil de tragar, al menos por una pequeña parte de la opinión pública internacional, culmina diciendo que cuenta "con la voluntad colectiva del mundo".
Aunque la mayoría de países son convidados de piedra, todos, del primero al último, son responsables del crimen de agresión, cada uno en su grado, por lo que las víctimas –y la humanidad con éstas- siguen en espera de un nuevo juicio de Núremberg.
Sigue Bush: "Hace dos semanas exigí de forma clara y específica al líder talibán cerrar los campos de entrenamiento de terroristas y entregar a los líderes de al-Qaeda y no ha hecho nada, así que ahora el talibán pagará un precio."
No hay cifras precisas de afganos muertos -entre 150.000 y 500.000- y los que ordenaron matarlos no tienen ninguna gana de contarlos, identificarlos, darles sepultura, pedir perdón a las víctimas e indemnizar a éstas y sus familias.
Dejan esa tarea a los hijos y las viudas para que añadan a su dolor por las pérdidas el de no poder olvidar que Bush dijo: “Estados Unidos es un amigo de los afganos, somos amigos de mil millones de musulmanes que practican su fe por todo el mundo.”
Quizás porque los ciudadanos de esa benemérita coalición tampoco muestran interés por las víctimas que causan los gobiernos a los que votan, la ONU se sintió obligada a publicar en el décimo octavo aniversario del comienzo de la guerra, el 17 de octubre de 2019, que éste es un año récord de muertes de civiles afganos.”
Entre 2009 y 2019 ha subido la cifra constantemente: de casi 5.000 por año a más de 8.000.
La responsabilidad, por tanto, no es sólo de los que cobran millones, sino de los que se los pagan con sus impuestos, algunos encantados además.
En el primer caso se trata de cifras millonarias: “el contrato de la CIA con los creadores y directores del programa de torturas a detenidos conocido como “técnicas avanzadas de interrogatorio”, dos psicólogos estadounidenses llamados James Elmer Mitchell y Bruce Jessen, superaba los 180 millones de dólares, pero éstos recibieron solamente 81 millones cuando el contrato se rescindió en 2009.”
En el segundo caso la compensación a los contribuyentes consiste en dosis aleatorias pero constantes de satisfacción emocional para racistas, supremacistas, xenófobos, alienados y otros trastornados, mediante noticias en televisión y prensa sobre el castigo infligido a seres humanos inocentes.
Bush saca pecho: "Nuestras acciones los sacarán de sus cuevas y los llevaremos hasta la justicia; al mismo tiempo los oprimidos afganos conocerán la generosidad de los Estados Unidos y sus aliados."
Casi 800 'terroristas' han estado detenidos en Guantánamo.
Han sido juzgados dos y 27 siguen detenidos indefinidamente sin juicio y sin cargo.
Más cifras al respecto: www.humanrightsfirst.org/resource/guantanamo-numbers
Cuando el Secretario de Estados Unidos, Mike Pompeo, amenazó en marzo de 2019 a los togados de la Corte Penal Internacional con perseguirles a ellos, éstos reunieron todo su valor para declarar solemnemente que “ninguna instrucción y proceso tendrán éxito porque no tenemos expectativas de que los acusados, Estados Unidos, autoridades afganas y el talibán cooperen”.
Es comprensible que si un psicólogo-torturador cobra unos 20 millones de dólares al año por un trabajo para el que no hace falta estudiar nada, un magistrado que se sabe muy bien la ley internacional se niegue a hacer el suyo por sólo 176.437 dólares al año.
No todo se ha perdido, al menos los jueces han visto satisfechas sus expectativas de seguir cobrando por no hacer nada y gracias a ello los que trabajan asesinando a afganos mantienen las suyas de seguir matando y cobrando.
Es lógico, por otro lado, que los jueces que no ocupan su tiempo juzgando a los mayores criminales se aburran, así que para evitar estados depresivos, se dedican desde entonces a detener a negros, moros y antiimperialistas. Hoy están de moda los Mohammed, luego los Ahmed, pero también hay Ahmad, Ali y algún Abdullah.
Los presidentes de gobiernos de la coalición, por su parte, han encontrado un nuevo sentido a sus vidas mediante la responsabilidad de proteger, la intervención humanitaria, las primaveras árabes, etc., de modo que arrasando aquí y bombardeando allí, van pasando los días tan ricamente entre reelecciones, premios nobel de la paz y otros pasatiempos tan honestos como cristianos, sin que falten sus lloros y golpes de pecho en cada aniversario del Holocausto.
El corolario es que Hitler, con todos sus Mengeles, Goebbels, Riefenstahls y sus panzers era un enorme gilipollas. Ni siquiera sospechaba que la democracia, los derechos humanos y la lucha eterna contra cualquier “enemigo de nuestras libertades” da resultados mucho mejores y más beneficios.
Además, ¿alguno de los genocidas actuales ha sido colgado boca abajo como Mussolini, enviado a la horca o a cadena perpetua en Spandau, alguno se ha suicidado al menos?
"Al tiempo que golpeamos a objetivos militares, llevaremos comida, medicinas y suministros a los hombres, mujeres y niños hambrientos que sufren en Afganistán. Estados Unidos es un amigo de los afganos y somos amigos de mil millones de musulmanes que practican su fe por todo el mundo."
Hoy hay 250.000 huérfanos afganos aproximadamente.
17 millones de afganos viven en áreas afectadas por los combates.
En 2020 nueve millones y medio de afganos requieren asistencia y protección humanitaria, de ellos más de cinco millones son menores de edad.
Es rutina para millones de afganos la exposición continuada a la violación de sus derechos humanos, entre otros los ataques deliberados contra centros educativos y de salud, violencia de género, desplazamiento forzado, malnutrición, etc.
A Bush no le cuesta convencer a su electorado: "Ganaremos esta guerra mediante la perseverancia de un éxito tras otro, con determinación, voluntad y una causa."
El 14 de octubre de 2001, siete días más tarde de la amenaza de Bush, el talibán ofrece entregar a Osama bin Laden a un tercer país si Estados Unidos presenta pruebas de su implicación en los ataques del 11-S. La Casa Blanca rechaza la oferta (ya tenía pagadas las bombas y los cazas y cobradas las comisiones correspondientes).
El 15 de febrero de 2007 Bush pide a la OTAN que incremente las tropas en Afganistán (ya tenía 50.000 soldados y habían pasado casi siete años de guerra contra campesinos con guaraches y un surtido de AK47).
El 20 de agosto de 2009 se celebran las segundas elecciones en Afganistán con un masivo fraude que obliga a un desempate el 7 de noviembre. Éste es cancelado y Hamid Karzai es nombrado presidente (relacionado por wikileaks con tráfico de drogas, corrupción, gansterismo, etc.)
El primero de diciembre de 2009 Obama anuncia un despliegue de tropas de 30.000 soldados adicionales, lo que supone un total de 100.000 estadounidenses además de los 40.000 de la OTAN. Mientras tanto el talibán usa los ‘artefactos explosivos improvisados’ con la misma soltura que el pakul.
El 18 de septiembre de 2010 se celebran elecciones parlamentarias, pero hay que retrasar los resultados por la corrupción.
El 22 de junio de 2011 Obama anuncia el fin de las operaciones de combate a finales de 2014.
El 21 de febrero de 2012 se producen protestas en Afganistán cuando se conoce que se han quemado ejemplares del Corán en una base militar estadounidense. El resultado de es de unos 50 muertos y cientos de heridos.
Durante todos los años de la guerra ha abundado la tortura de prisioneros y el asesinato de civiles, niños incluidos, por parte de soldados de la coalición y de mercenarios (contratistas); ha habido bombardeos y tiroteos indiscriminados, presentados como errores, fallos y ‘daños colaterales’, en definitiva, “éxito tras éxito” –Bush dixit- hasta llegar al mayor de ellos:
El 9 de diciembre de 2019 “documentos oficiales obtenidos por el diario The Washington Post, revelan que los más altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos han engañado a sus ciudadanos sobre la guerra para disimular las dudas sobre la probabilidad de que Estados Unidos pudiese vencerla tras casi 20 años.”
Este engaño mayúsculo no ha sido suficiente para que la cúpula militar del mayor ejército de la historia dimita, ni tampoco el gobierno en pleno del país más poderoso, paladín de la democracia en el mundo y garante de las libertades de la humanidad.
De toda esta montaña de podredumbre y degeneración que es la ‘civilización occidental’ formada por la coalición militar encabezada por Estados Unidos, emerge un único lamento creíble, el del dinero malgastado: “Washington ha gastado enormes cantidades de dinero intentando reconvertir a Afganistán en una nación moderna”.
Los muertos afganos, ya se sabe, no se cuentan, el esfuerzo costaría dinero a los contribuyentes.
La parte final de la alocución es la más asquerosa, Bush amenaza a los países neutrales y opuestos a la guerra con convertirlos en víctimas de sus ataques y la presenta como un servicio altruista al mundo por parte de Estados Unidos; al tiempo se presenta a sí mismo como un padre responsable y amoroso, decidido a salvar al planeta, de paso blasfema un par de veces.
"Hoy nos centramos en Afganistán, pero la guerra es más amplia, cada nación tiene que elegir, en este conflicto no cabe la neutralidad, el que tome partido por los terroristas lo hace a su propio riesgo."
"Nosotros no elegimos esta misión, pero vamos a cumplirla. Su nombre es Libertad Duradera. No defendemos solamente nuestras queridas libertades, sino las de los demás en cualquier lugar donde los padres quieran criar a sus hijos sin miedo."
"Un comandante en jefe únicamente envía a los hijos e hijas de los americanos a la guerra con el máximo cuidado y tras mucho rezar."
"La guerra ya está en marcha, no renunciaremos, no nos cansaremos, no titubearemos y no fallaremos. La paz y la libertad prevalecerán."
"Que Dios siga bendiciendo América".
¿Quién podría dudar de que no se trata de crímenes de agresión, guerra y lesa humanidad cometidos por la coalición contra uno de los países más pobres e indefensos del mundo?
Nadie que tenga un mínimo de humanidad o de conocimiento.
Lo primero alerta claramente de una agresión injustificada por parte de los países más poderosos contra Afganistán, pero también la doctrina de la Ley Internacional y la Guerra Justa obliga a millones de ciudadanos, entre éstos especialmente los católicos, a denunciar y no colaborar en esa guerra.
Lo segundo obliga a los que lo tienen porque hace 48 años que Estados Unidos hizo exactamente lo mismo en Vietnam cuando la excusa era el comunismo en lugar del ‘terrorismo islamista’:
“Los ‘papeles de Afganistán’ no dicen nada que no sepamos ya. Confirman meramente lo que debimos aprender hace casi 50 años.
En 1971 el New York Times publicó el Informe de la Oficina del Secretario de Defensa encargado de la Fuerza de Combate en Vietnam, más conocido como ‘los papeles del Pentágono’.
Ese informe, filtrado a la prensa por el héroe americano Daniel Ellsberg, reveló que ‘la administración Johnson mintió sistemáticamente, no sólo a la ciudadanía, sino que también al Congreso’, sobre los logros y perspectivas de la guerra de Estados Unidos en Vietnam.
La conclusión es que la guerra es rentable en todos sitios para políticos que quieren ser reelegidos, funcionarios que buscan su propia promoción y empresas de ‘defensa’ que quieren vender más armas, más bombas, más aviones, más de todo.”