Desde el derribo de aquellos tranques infames de abril de 2018 la inmensa mayoría de los nicaragüenses que los sufrimos quedamos activados para imponernos que nunca más nos los volverían a montar y desde entonces hemos trabajado para disuadir a quienes persisten en ellos y decirles que eso de la no repetición, que marcó la esencia de aquella amnistía que liberó de responsabilidades, aunque no de culpas a todos los terroristas que se complotaron para ofender al país y sus ciudadanos, que se hablaba en serio, que esa etapa nunca más volvería a repetirse y así ha sido y así será.
No obstante, aunque no lo han logrado y repito ni lo lograran, el terrorismo insiste en crear formas, métodos, circunstancias que generen y propicien situaciones que desemboquen en una refriega que permita intoxicar el ambiente para que los dispositivos que sirven de apoyo logístico manejados por el imperio disparen las alertas y se repita la infame campaña que nos pone como un país en guerra.
Contra toda esa situación y desde una paciencia y tolerancia fundamentalista la mayoría de los nicaragüenses nos la hemos pasado luchando en los últimos meses desde las diferentes trincheras apaciguadoras en las que nos encontramos.
Esto ha sido posible por la sabiduría de quien gobierna, por la responsabilidad de quienes le colaboran, por la disciplina de quienes les siguen y por la madurez de un pueblo que está convencido que esa fue la ruta correcta en una determinada coyuntura que nos permitió estabilizar al país, reorientar con las pequeñas y medianas empresas la alianza público-privada, para recomenzar a reactivar la economía que los terroristas se trajeron al suelo y en términos más amplios estabilizar al país.
Esto fue una tarea titánica y heroica que tuvo por resultado ponernos donde hoy estamos, lo que para los anormales que no ven que aquí todo está normal es inaceptable, y en consecuencia siguen pensando que los cuatro esperpentos que son, además en constante enfrentamiento entre ellos mismos, harán posible someter a una inmensa mayoría de nicaragüenses que estamos hartos de sus payasadas.
Esos payasos de los que hablo son individuos no son capaces de modificar sus vidas porque no son dueños de su destino pues todo lo que hacen es para satisfacer el deseo de quien los convierte en mercenarios.
Luchamos contra ciegos que no quieren ver que el coterráneo, el connacional, el familiar o el vecino ya no muere de frío como antes, que su hambre es menor, que es menos paupérrimo de todo lo que fue en la historia republicana que tuvimos desde la independencia hasta antes del 2007, pero que lamentablemente solo tienen ojos para sus míseros problemas y pequeños dolores.
Luchamos contra aquel que no tiene tiempo de oír el clamor de un pueblo que demanda paz, que les dice basta de tanto odio y resentimiento, pero no escucha porque está más ocupado en imponernos el dolor, el espanto y la zozobra con la que quisieron hacerse del poder.
Luchamos contra los mudos que no dicen nada de las grandes y maravillosas cosas que se están haciendo por el país, pero sí tienen boca y lengua para lanzar todos los días maldiciones contra esta nación.
Luchamos contra paralíticos cerebrales que por masa gris tienen estiércol y no son capaces de interpretar el significado de la responsabilidad, el patriotismo y el respeto a la nacionalidad y a todos los trascendentales valores que encierra, lo que nos les permite caminar en la dirección de aquellos que lo necesitan.
Luchamos contra diabéticos que no consiguen ser dulces, de llenarse de la felicidad de otros y por tal creen que sus frustraciones y amarguras obligadamente también debemos padecerlas quienes únicamente queremos tener por insignia común la armonía.
Luchamos contra enanos mentales que no saben dejar crecer el amor como energía de paz, la amistad como fuente fraterna, la lealtad como insignia de respeto o el nacionalismo como coraza contra toda agresión a nuestra nicaraguanidad.
Luchamos también contra lo peor que puede tener un ser humano, contra la más grande de las miserias, contra esa que no le permite tener el menor sentido de Dios en sus vidas y cómo va a ser así si tienen en obispos y sacerdotes, supuestos pastores y profesionales de la fe, a los más grandes comandantes del odio, que no se cansan de ser la antítesis de la espiritualidad, si son los cabecillas de un terrorismo criminal que se sabe fracasado pero que en su necedad insiste en jugar con fuego.
Estoy cierto que es de ilusos pensar que alguna vez podremos estar totalmente libres de problemas, pues siempre tendremos algo que nos incomode, nos robe el sueño, o nos haga sentir insatisfechos con la vida. Tan pronto resolvamos un problema descubriremos otro nuevo, o lo que es peor, presenciaremos el retorno de un problema que creímos ya superado.
Tanto así que es lógico que en ocasiones nos desanimemos, perdiendo la ilusión por vivir el día a día, pensando que la vida ya no podrá sorprendernos ni alegrarnos y eso es lo que quiere el terrorismo golpista. Las malas experiencias nos motivaron a crecer fuertes y más en los últimos meses. La vida nos ha dado razones para llorar, pero somos fuertes y seguimos adelante y aquí estamos preparándonos para nuevas jornadas de lucha contra esas amenazas que viven del lado oscuro de la vida.
En conclusión, yo siento que hoy y por esas mismas razones nos encontramos en una etapa distinta. Logramos estabilizar al país, pero ahora debemos defender la paz que la inmensa mayoría de nicaragüenses hizo posible desde diferentes trincheras porque ahora tenemos que dejar muy claro que con la paz no se juega y mucho menos con fuego y si la paz es el resultado del respeto al derecho ajeno entonces vamos a defender ese derecho a vivir en paz y lo debemos hacer viéndonos en el espejo de Bolivia porque hay vampiros envalentonados en seguir chupando sangre y a esos hay que cortarles las alas.
Los puchos tras el golpe de estado en Bolivia contra Evo Morales, que trataron de aplicarlo aquí con Daniel Ortega, sin lograrlo quieren reeditar el intento y tras intentar sacar las narices rápidamente se desinflaron porque se estrellaron con la determinación de la mayoría de los nicaragüenses de acelerar y profundizar sus mecanismos de organización y hoy está en las calles un sandinismo y sindicalismo diciéndole a la desestabilización ni se te ocurra intentarlo porque podremos ser mansos pero no mensos y aquí para lo único que hay espacio es para la paz.
Para los descerebrados esto no es ni computable ni digerible, no porque el mensaje no sea claro, sino porque no tienen materia gris para entenderlo, porque creen que las estupideces que hacen son parte de la democracia y que a nombre de ella la tolerancia debe cruzarse de brazos y hacerse la Skakira mientras las hordas Atilianas, bendecidas y santoleadas por obispos y sacerdotes católicos siguen destruyendo el país para satisfacción de Estados Unidos, el enemigo de la humanidad.
Con lo que pasa en Bolivia, víctima de un golpe de estado, ejecutado por la O.E.A, que tiene un Secretario general como un descarado enemigo de la democracia, donde el derecho internacional es solo papel mojado, a la mayoría de los nicaragüenses no nos van a seguir viendo con cara de tarados y podrán gritar, patalear, llorar, pero aquí vamos a establecer muy claramente que con la paz no se juega y que todo dentro del derecho y la democracia y que no habrá espacio para condescender con nada que esté fuera de ese marco.
El tiempo es como un río. No puedes tocar la misma agua dos veces, porque el flujo que pasó nunca pasará otra vez y eso ahora es más cierto porque hoy disfrutamos de las corrientes frescas que ayer el odio nos quiso empantanar para que se pudrieran.
Recuerda esos momentos en los que nos parecía que Nicaragua se iba a acabar, que no había ninguna salida, que nunca encontraríamos la solución. Luchamos y hoy
estamos de pie, como vencedores y en guardia para evitar el retorno del pasado.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.