América Latina está libre de dictaduras. Las horas tenebrosas de las desapariciones, el Plan Cóndor, los asesinatos y las torturas quedaron atrás como la página más negra de nuestra historia.
Lo que se olvida con frecuencia es que la caída de todos los tiranos se le debe, en primer lugar, a la Revolución Nicaragüense que triunfó el 19 de julio de 1979.
La entrada triunfal del Frente Sandinista de Liberación Nacional a Managua, tras derrotar al ejército más potente de Centroamérica, armado y financiado por Estados Unidos, terminó con la dictadura de los Somoza, una de las más longevas del hemisferio y marcó el punto de partida de todo lo que vendría después: la caída de los Romero, Videla, Pinochet, Figueiredo, Alvarez, Morales Bermúdez, Bánzer, Stroessner y Duvalier.
Con esa acción, los sandinistas y el pueblo nicaragüense quebraron el orden de las tumbas impuesto desde Washington en América Latina, y desde entonces tratan de restablecerlo.
Vietnam: ¡Qué paliza!
Todo empezó 10 años antes, en julio de 1969, con el comienzo de la retirada de las tropas de Estados Unidos de Vietnam, hace exactamente medio siglo.
Ese verano de 1969 quedará grabado en la memoria: en mayo, la cifra de bajas estadounidenses en Vietnam llegaba a 43.300 y se generalizaba la resistencia a la guerra.
En junio, John Lennon y Yoko Ono grababan Give Peace a Chance; en agosto, medio millón de jóvenes se reunían en Woodstock para escuchar a Jimmy Hendrix entonar el himno estadounidense con su guitarra para protestar contra la Guerra, al tiempo que estaba en curso el juicio contra el célebre campeón mundial Muhammad Ali por evadir la conscripción.
En esas circunstancias, el presidente Richard Nixon se vio obligado a anunciar el comienzo de la retirada de las tropas del país asiático.
La batalla del pueblo vietnamita y el Viet Cong, la resistencia de los jóvenes estadounidenses y el movimiento mundial contra la guerra, provocaron uno de los mayores acontecimientos del siglo XX: la derrota militar de Estados Unidos.
Cuando se terminaron de retirar sus tropas, en 1973, el mundo ya había cambiado para siempre. Goliat había sido noqueado por David.
La derrota de Estados Unidos en Vietnam fue el mayor acontecimiento desde la derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, consecuencias que duran hasta hoy.
Estados Unidos pierde el control
Los años setenta fueron de inmensa confusión en Washington, que no sabía cómo reaccionar ante semejante derrota, facilitando nuevos tropiezos.
En febrero de 1979, meses antes de que los jóvenes sandinistas llegaran a Managua, la revolución sacudió a Irán, terminando con el reinado del Sha, el guardián de Washington en Medio Oriente.
Desde entonces, la región ha sido el centro de la crisis, las guerras y la inestabilidad mundial y hasta hoy, Estados Unidos no logra recomponer su dominio, como lo demuestran todas sus aventuras sangrientas y fracasadas: el desastroso intento de rescate de los rehenes en la embajada de Irán en ese mismo año, la trágica guerra de Irak contra Irán impulsada por Estados Unidos en 1980, la guerra del Golfo contra Irak en 1991, la invasión a Afganistán e Irak en este siglo.
En esta década, otra 'exitosa' intervención, esta vez en en Libia, asesinando a Muammar Gadafi, terminó dejando una tierra de nadie en el norte de África, desatando la crisis de los inmigrantes al asalto de la rica Europa. Y por último, sus intentos de derribar militarmente a Bashar Asad en Siria echando mano de los terroristas de ISIS, que ha terminado en otro espectacular fiasco.
La caída de todas las dictaduras
En los años setenta, América latina y Centroamérica vivían bajo la bota de los militares. La revolución cubana de 1959 había sido aislada y contenida con el bloqueo y el embargo económicos. Los marines invadieron República Dominicana; El Salvador, Honduras y Guatemala vivían de dictadura en dictadura, la dinastía Duvalier reinaba a sus anchas en Haití.
El sur del continente era un cono de sombras: en Brasil Joao Goulart fue destituido en 1964, la avanzada militar continuó en Uruguay y Chile, siguió en Argentina, mientras que en Bolivia, Perú y Ecuador se sucedían los gobiernos totalitarios.
El triunfo sandinista operó como la caída del Sha: la desaparición del baluarte de Washington que garantizaba la estabilidad de la región se propagó por América Latina, que contemplaba, atónita, cómo el principal ejército del mundo estaba atado de pies y manos, inhabilitado para repetir sus aventuras intervencionistas.
Debilitado por Vietnam e incapaz de ahogar la Revolución Nicaragüense con una típica invasión, Estados Unidos recurrió a los contras, mercenarios entrenados con la asistencia de las dictaduras del sur del continente. Pero ese intento también fue derrotado.
Los años ochenta marcaron la caída de los militares y el retorno de la democracia en todo el continente. En Perú en 1978 se instaló la asamblea constituyente, la Junta Militar de Argentina cayó en 1983, en Brasil hubo elecciones directas en 1985, retornó la democracia a Uruguay, Chile, Bolivia y cayó Alfredo Stroessner en Paraguay, limpiando al hemisferio de totalitarismos.
Sin sus gendarmes militares, Estados Unidos recuperó energías en los años noventa y recurrió a la asfixia económica de la deuda externa y los planes neoliberales.
Pero a comienzos del siglo XXI los pueblos latinoamericanos repelieron estos planes con grandes movilizaciones como el Argentinazo de 2001, la guerra del gas en Bolivia, las grandes movilizaciones indígenas en Ecuador, llevando al poder a movimientos progresistas como el de Hugo Chávez, Evo Morales y el Partido de los Trabajadores en Brasil.
Otra vez, impidieron a Estados Unidos retomar el control sobre el continente, como se plasmó en el rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, en la famosa Cumbre de Mar del Plata de 2005.
Sin embargo, estos gobiernos no lograron satisfacer las esperanzas puestas en ellos, ni adoptar las medidas para sacar definitivamente al continente de la pobreza.
Por eso, hoy han vuelto al poder gobiernos como los de Mauricio Macri y Jair Bolsonaro.
El continente vive un nuevo intento de sometimiento. Washington pretende volver a imponer su control sobre Venezuela, Cuba y Nicaragua, y ha vuelto a la asfixia de la deuda externa y el ajuste, como lo evidencia el enorme endeudamiento de Argentina con el FMI.
Pero a pesar de todo, no logran hacer retroceder la historia a los viejos tiempos de Somoza y Pinochet. Los países latinoamericanos están en mejores condiciones para ejercer sus derechos y enfrentar estos planes, como quedó claro en Venezuela, donde a pesar de todos los esfuerzos, no pudieron imponer al títere Juan Guaidó.
Dominio era el de antes, el de los Somoza, los Trujillo y los Duvalier. Pero esa época se cerró para siempre el 19 de julio de 1979. Eso es lo que festejamos 40 años después.
https://mundo.sputniknews.com/firmas/201907191088078438-nicaragua-la-revolucion-que-cambio-el-continente/