Aguantando la emoción, Um Mohammad al Adas recuerda que cuando Aisha Al Lulu perdió las fuerzas para sollozar y llamar a gritos a su madre, las lágrimas seguían rodando silenciosamente por su rostro. “Estaba tan triste de verse sola que mientras estuvo consciente nunca dejó de llorar y reclamar a su familia”.
Aisha Al Lulu falleció el 15 de mayo en la franja de Gaza. Tenía cinco años y sufría un tumor cerebral. Probablemente hubiera muerto en cualquier otro lugar del mundo debido a la gravedad de su cuadro médico, pero si no hubiera sido una niña palestina de Gaza, con certeza podría haber vivido algunas semanas o meses más y sus últimos momentos habrían sido muy diferentes.
Aisha comenzó a sentirse mal hace algunos meses. Tenía fuertes dolores de cabeza y vomitaba. Sus padres la llevaron a varios doctores y centros médicos de la franja de Gaza que le diagnosticaron desde infecciones diversas hasta meningitis. Finalmente, un escáner confirmó el diagnóstico: la niña tenía un tumor en el cerebro.
Un diagnóstico tardío debido en parte a que los hospitales de Gaza no poseen los medios técnicos adecuados, están abarrotados y sus especialistas muchas veces carecen de la pericia médica para detectar a tiempo ciertas enfermedades.
Israel impuso un bloqueo sobre Gaza por tierra, mar y aire en el 2007, después de que el movimiento islamista Hamas se hiciera con el poder. Este cierre hermético de la franja costera afecta a personas y a mercancías y ha hundido en la miseria y el aislamiento a la mayoría de los casi dos millones de habitantes de Gaza.
Para salir de la franja se necesita un permiso que Israel concede a cuentagotas, fundamentalmente por razones humanitarias.
Al bloqueo israelí se sumó un cierre casi total de la frontera con Egipto, al sur, por la que desde 2018 pueden circular gazatíes con visado, respetando unas listas reducidas y pagando para poder salir.
En otras circunstancias, probablemente el cáncer de Aisha Al Lulu podría haberse detectado antes.
“Aisha pasó semanas tomando analgésicos que no le hacían ningún efecto, seguía vomitando y se tardó demasiado tiempo en hacerle un escáner completo”, explica Fadwa, su tía paterna.
Una vez confirmado el diagnóstico, el hospital Al Shifa de Gaza, uno de los más grandes de la franja, operó a la niña para drenar el líquido que se estaba almacenando en su cerebro y empeoraba su estado. Tras la operación la pequeña mejoró.
Fadwa, muestra un vídeo de Aisha en el hospital. Una niña sonriente con cabello rizado que juega con una muñeca Barbie.
“Era una niña tan espabilada…”, piensa su tía en voz alta.
Carrera frenética por un permiso
Aisha Al Lulu necesitaba una operación urgente para extraer el tumor y empezar la quimioterapia. La intervención quirúrgica no podía realizarse en Gaza y la familia comenzó una carrera frenética con el fin de obtener los permisos necesarios para salir cuanto antes de la franja.
El visto bueno de la Autoridad Palestina, que aprueba y financia estos tratamientos, llegó rápidamente y se previó una operación en el hospital Al Makassed de Jerusalén-Este, la parte palestina de ciudad. Pero la autorización israelí para los acompañantes de Aisha no fue tan sencilla.
“Solicitamos el permiso al menos ocho personas de la familia y empezaron a rechazarnos uno a uno, comenzando por el padre, Wissam”, recuerda Fadwa, que tuvo autorización israelí hace un año para ir a Jerusalén y en esta ocasión, “sin ninguna explicación”, recibió un ‘no’ por respuesta.
Aisha tenía dos hermanos y una hermana. Su padre, ingeniero, regenta un pequeño ultramarinos en el campo de refugiados de El Bureij de la franja. Para los israelíes, su edad, 37 años, era un obstáculo, ya que conceden más fácilmente permisos a hombres que superan los 50.
La madre de Aisha, Muna, palestina que vivió gran parte de su vida en Libia, no pudo ni siquiera solicitar el permiso a Israel ya que retornó a Gaza desde Egipto como turista hace unos ocho años y no tiene ninguna identificación israelí para obtener una autorización. Es decir, para los israelíes Muna simplemente no existe.
"Para los israelíes la edad del padre -37 años- era un obstáculo, ya que conceden más fácilmente permisos a hombres que superan los 50"
La lista fue avanzando y poco a poco todos los familiares fueron rechazados, incluidas las abuelas. Cada día que pasaba contaba y finalmente, Um Mohammad Al Adas, una mujer que ayudaba a Fadwa en las tareas de casa, se ofreció como voluntaria y consiguió el permiso israelí. Era la última de la lista, jamás había visto a Aisha, pero los padres, desesperados, aceptaron que la acompañara y la cuidara para intentar salvarle la vida.
“Propuse acompañarla porque sabía que la situación de la niña era grave. Me dieron el permiso en un día y no me separé de ella desde que salimos hasta que regresamos”, explica esta humilde mujer de 49 años en su casa, en el campo de refugiados Al Shate de Gaza.
Israel dice que es mentira
La versión de la familia ha sido negada por el gobierno israelí. Las autoridades aseguran, ante las informaciones publicadas por organizaciones de derechos humanos israelíes y palestinas, que los padres de Aisha al Lulu expresaron por escrito que “no deseaban salir de la Franja con ella”.
“Solicitaron que entrara en Israel acompañada por una amiga de la familia, que estuvo con ella en el viaje y durante el tratamiento”, explicó en un comunicado el Coordinador de las actividades del gobierno israelí en los territorios palestinos (Cogat), que se encarga de administración civil de Israel en Gaza y de autorizar, entre otros, estos traslados, en comunicación con la Autoridad Palestina.
El organismo israelí recordó que “los padres deben acompañar a sus hijos menores que reciben tratamiento médico porque los niños necesitan a sus padres en momentos como estos. Pero en el caso de Aisha ellos decidieron no hacerlo”.
“Es mentira. No nos dieron permiso”, zanja Fadwa, la tía de Aisha.
Gisha, una organización de derechos humanos israelí, ha denunciado que en los últimos años, el porcentaje de pacientes de Gaza que salen de la franja sin acompañantes aumentó de manera significativa. De 7% en 2014 a 14% en 2019.
Sola en el hospital
En total, Um Mohammad pasó tres semanas cuidando a Aisha en Jerusalén y dando noticias a su familia por teléfono.
“Los médicos dijeron que la operación había salido bien, que habían conseguido limpiar el tumor, luego nos dijeron que no habían podido retirar todo. La niña estuvo bien dos o tres días, se despertó y parecía recuperarse hasta que de repente cayó en picado”, explica Fadwa, la tía de la niña, mostrando un video desolador de Aisha en Jerusalén, con el rostro inmóvil y la mirada perdida mientras Um Mohammad intenta darle pedazos de naranja para que se alimente.
Mientras tanto en Gaza, la familia seguía intentando en vano conseguir permisos para poder acudir al hospital de Jerusalén donde estaba Aisha.
“Um Mohammad puso toda su voluntad, pero no la conocía ni la niña a ella tampoco. Tal vez Aisha habría reaccionado de otra manera a la operación si al despertar hubiera visto a sus padres. Pero Israel nos forzó a esto. Yo no dejo de pensar en que, si hubiéramos estado allí, la habríamos podido abrazar, reconfortar y tener más información de los médicos”, explica Fadwa.
Finalmente, Aisha Al Lulu fue trasladada a otro hospital de Jerusalén donde iba a comenzar a recibir quimioterapia, pero los médicos, al ver su estado, consideraron que lo mejor era que volviera a Gaza con su familia.
"Me dijeron que era mejor que la llevara con su familia. Pero la ambulancia costaba 1.500 shequels que no tenía y que había que pagar por adelantado"
“La niña no reaccionaba, estaba muerta en vida y los médicos no me explicaban a qué se debía ese deterioro. Me dijeron que no podían hacer nada más, que era mejor que la llevara con su familia. Pero la ambulancia costaba 1.500 shequels (375 euros) que yo no tenía y que había que pagar por adelantado”, explica tristemente Um Mohammad.
Finalmente, la mujer arropó a la niña en una sábana del hospital y la llevó en su regazo, inconsciente y en un taxi, hasta el cruce de Erez, entre Israel y la franja de Gaza, situado a unos 80 km de Jerusalén.
"Nadie actuó con humanidad"
Al llegar a la frontera Aisha Al Lulu pudo ser transportada en una silla de ruedas, pero tuvo que recorrer en lo que los palestinos llaman un ‘tuc-tuc’, una especie de precario coche de golf, el túnel de casi dos kilómetros que da acceso a Gaza. Sus padres la esperaban al otro lado y la llevaron al hospital Al Rantissi de Gaza, especializado en oncología. Era el 7 de mayo y Aisha falleció días después.
“Era un cuerpo muerto. Sólo su corazón latía. Nunca más habló o abrió los ojos. No sabemos si supo que estaba en casa de nuevo”, lamenta Fadwa.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el pasado marzo 2.004 pacientes de Gaza solicitaron un permiso para salir de la franja vía Israel para recibir tratamiento en Jerusalén-Este o Cisjordania. De ese total, un 32% eran enfermos menores de 18 años. Finalmente, 1.470 pacientes y 1.250 acompañantes pudieron salir de Gaza en marzo.
La organización palestina de derechos humanos Al Mezan, que ayuda a los gazatíes enfermos a obtener permisos de salida de la franja, estima que en 2018 25.658 enfermos solicitaron permiso para recibir tratamiento fuera de Gaza.
Un 38% de estas solicitudes fue denegado o quedó sin respuesta. De 2016 a 2018, la entidad ha contabilizado 54 muertes de pacientes de Gaza que habían solicitado un permiso médico a Israel.
“Pero el número real es sin duda mayor”, advierten los responsables.
“Culpamos a los médicos porque perdieron tiempo y culpamos a Israel porque impidió que sus padres estuvieran con ella. Nadie en esta historia actuó con la humanidad necesaria. Lo más duro para nosotros no fue el cáncer, sino saber que Aisha estuvo lejos de su familia en los momentos más duros de su vida”, concluye Fadwa.
Fuente: Beatriz Lecumberri, El Confidencial