Hernán Cortes y otros hechos desconocidos sobre el canal de Panamá

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Nicaragua: Olvidemos este asunto


En el hemisferio latinoamericano están pasando eventos políticos, económicos y sociales de gran envergadura. Son en sus diferentes expresiones conflictos serios, complejos y muy volátiles que en muchos casos representan una olla de presión que no se sabe por dónde encontrará su vía de escape, aunque en muchos casos la explosión ya se hizo escuchar.

Uno ve hacia la cola del cono sur y te encuentras por ejemplo a una Argentina nuevamente en crisis luego de ver pasar en muchos momentos gobiernos efímeros que surgieron después que los procesos electorales sustituyeran las dictaduras y los golpes de estado, hasta la polarización entre kirchneristas que hoy recienten cómo los macrinianos se trajeron al suelo lo mucho que ellos habían hecho para enderezar a un país Albiceleste que ahora llora arrepentido haber confiado en un neoliberal que tiene en desahució económico a un país que aunque usted no lo crea está casi a la par de Haití donde sí hay una crisis humanitaria pavorosa de la que nadie quiere hablar.

Chile que es un país que gozó por varias décadas de bonanzas hoy suena a muchos como un absurdo verlo sumido en su propia crisis económica y social donde su desempleo, con la llegada reeleccionista del ultra conservador y multi millonario, Sebastian Piñera, aumentó 10,8 por ciento, lo que significa unas 783 mil personas sin trabajo, según cifras oficiales. 

Los trabajadores asalariados son quienes han sufrido en carne propia las mayores consecuencias de la pérdida del empleo generando un gran impacto social y a una crisis política chilena que ha decaído considerablemente en la última década producto de la corrupción, la falta de transparencia, el financiamiento turbio, el oportunismo, los discursos hipócritas y del distanciamiento con el electorado. 

A mediados del año 2016, el ex presidente Ricardo Lagos ya decía que “esta es la peorcrisis política e institucional que ha tenido Chile” y esa conclusión es tan real como las escenas violentas que la semana pasada sorprendieron viendo a manifestantes protestando violentamente contra sus políticos, pero de eso nadie dice nada, menos aún la O.E.A que no ve, no oye, no escucha.

Brasil fue bajo los gobiernos de Lula D´Silva y Dilma Rousseff una nación resucitada económica y socialmente, pero como el Partido de los Trabajadores, de tendencia de izquierda, podía alargarse en el poder con el retorno candidatural de su líder histórico, Lula, entonces desde afuera, ya sabemos quiénes, crearon una crisis insostenible que ha puesto en el gobierno a un fascista como Bolsonaro que gobierno por decreto y que está incubando peligrosamente reacciones de las que en cualquier momento estaremos hablando, pero eso no es observado por la O.E.A.

Perú ahora mismo no termina de digerir el suicidio de Allan García que prefirió la muerte antes de ser apresado por una corrupción que salpica a varios de sus expresidentes que huyen, están presos o están siendo juzgados por ladrones lo que ha traído al seno de su propia realidad política una crisis donde la credibilidad en los suspirantes al poder no tiene ningún valor y donde los peruanos tienen un desprecio absoluto por sus opciones partidarias y claro de esto la O.E.A no prevé que lo peor pudiera estar por venir porque responde a otros intereses.

En Ecuador se vive una especie de noche de los cuchillos largos. En ese país la traición es una moneda de curso corriente y la persecución del Judas de Lenín Moreno, contra su mentor Rafael Correa, ha generado el desprecio de los ciudadanos contra el presidente actual que por añadidura se puso ante la opinión pública la soga en el cuello con la entrega al imperio de Julian Assange quien fue sacado de la embajada ecuatoriana por agentes británicos en Londres, pero de esto no dijo nada la O.A.E porque quien está detrás de esto es el Imperio.

En Colombia los esfuerzos de paz, que se balancean sobre un fino hilo de costura como producto de trogloditas como su ex presidente Álvaro Uribe, aunado a la actitud interventora e invasiva contra Venezuela y además rebelde contra las normas del derecho internacional, está creando un pasto de cultivo que pudiera involucrar al hemisferio en una conflagración militar que encabezada por Estados Unidos puede perfectamente abrir heridas por décadas hacia el futuro con consecuencias impredecibles para nuestra américa y sobre eso la O.E.A calla.

Costa Rica la que se nos quiere pintar blasfemamente como la Suiza centroamericana tiene internamente una crisis económicamente monstruosa, un resentimiento social expresado en sus ciudadanos y un desprestigio nunca visto de su clase política que cuidado tiene encapsulado una erupción pavorosa sobre la cual la O.E.A debería estar atenta, pero que al respecto no dice esta boca es mía.

Seguramente si me propusiera hacer un repaso pormenorizado sobre las cosas que cada país latinoamericano está atravesando política, económica o socialmente, me tomaría una gran demanda de tiempo exponerlo porque ninguna de estas naciones está libre de pecado como para abstenerse de lanzar a otros piedras o mucho menos bolones como algunos hacen desde la O.E.A contra Nicaragua.

Hay evidentemente un descaro absoluto de la O.E.A que con saña y odio ha focalizado sus baterías contra Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia prontamente ahora que Evo Morales barra en las próximas elecciones con la certificación de gobernar al país con mayor crecimiento en la región.

Yo no digo que Nicaragua esté en un lecho de rosas, pero junto con Venezuela es el bolero de tarro de una O.E.A que presidida ahora por el delegado del imperio se propuso a hacer de nuestras vidas un infierno sin reconocer, simplemente porque no les ronca, los esfuerzos que se hacen por concretar en un diálogo la salida que nacionalmente los nicaragüenses encontremos a nuestros problemas, a nuestras distancias, discrepancias o conflictos.

Esta O.E.A bajo la ambivalencia de un Luis Almagro que además de errático e incoherente está siendo acusado en su país porque hizo desaparecer 250 mil dólares de la cartera de su ministerio cuando fue canciller de su país, pero que es el mismo que se llena la boca señalando de corruptos a otros países, está demostrando únicamente que el significado de O.E.A es “Olvidemos Este Asunto” porque francamente es una sociedad de naciones solo inclinada rastreramente hacia quien le sirve de anfitrión y de financiero y que desde ella ha creado organismos como la CIDH que deliberadamente es una marioneta más de los dictados imperiales de los Estados Unidos.

Venezuela está próxima a abandonar la O.E.A. porque se hartó de la actitud invasiva e intervencionista de esta sigla buena para nada, Cuba aunque la invitaron a retomar su lugar luego de décadas de estar excluida por la voluntad del Tío Sam por dignidad dijo “NO”, de larguito estoy en paz y seguramente en la medida que la dependencia servil y rastrera de su Secretaria Ejecutiva con el Departamento de estado se haga más evidente habrán más pensamientos que nos acerquen a consensuar la conveniencia de que formemos los latinoamericanos una identidad hemisférica propia que excluya a los anglosajones que nos ven como de tercera o cuarta categoría porque no tenemos la abundancia economía que ellos tienen gracias al despojo que de nuestras riquezas nos hicieron desde hace más de doscientos años.

La O.E.A en realidad solo sirve para ayudar a las transnacionales a saquear América Latina; la O.E.A solo sirve para promover guerras de Estados Unidos contra países latinoamericanos; La O.E.A solo sirve para apañar a los corruptos de derecha en América Latina, donde ahora podemos incluir al propio Luis Almagro.

La O.E.A es un organismo hecho a la medida del imperio, es la antítesis de lo que pretende representar porque es un violador conspicuo del derecho internacional que hace de su propia constitución una letra muerta que pestila hedores nauseabundos que naturalmente asquean a los pueblos de un continente que como el nuestro repulsan la actitud rastrera de algunos de sus gobiernos que se prestan a santificar la crucifixión que el Tío Sam ejecuta contra nuestro desarrollo y vocación de paz.

Por: Moisés Absalón Pastora.

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