Cuando la poesía se alinea al lado del dolor humano, es mas fácil nombrar la tragedia.
Un poema del poeta palestino NAJWAN DARWISH, para sacudir la inmovilidad que suelen traer los domingos.
Un poema necesario para recordar la masacre de Sabra y Chatila.
EL AUTOBÚS DE LA PESADILLA
Los vi rellenar bolsas de plástico con los cuerpos de mis tías
En las esquinas de las bolsas se anega su sangre aún caliente
(Pero no tengo ninguna tía)
Supe que asesinaron a Natasha, mi hija de tres años
(Pero no tengo ninguna hija)
Me dijeron que violaron a mi esposa arrastraron su cuerpo por las escaleras
la tiraron en la calle
(Pero ni siquiera estoy casado)
De hecho esos son mis anteojos, los que fueron aplastados por sus botas
(Pero yo no uso anteojos)
Me quedé a dormir donde mis padres y tuve entonces un sueño sobre una casa
Al despertar miré a mis hermanos
en la horca colgados
del techo de la Iglesia de la Resurrección
El Señor dijo inmisericorde: este es mi propio sufrimiento
Junté el orgullo que les quedaba a los ahorcados respondí: en mi opinión, es el nuestro
El dolor alumbra todo lo amo más que a mis peores sueños
No voy a huir al norte
Señor
no me cuentes entre los refugiados
En breve continuaremos este informe
Debo dormir ahora
no sea que pierda el autobús de pesadilla que se dirige a Sabra y a Shitila*
* Las tropas israelíes, que en ese momento ocupaban Beirut y eran comandadas por Ariel Sharon como ministro de Defensa, permitieron la entrada a los campamentos de las milicias libanesas para que perpetraran una masacre contra una población compuesta principalmente de adolescentes, niños y mujeres.
Esta masacre mereció la calificación de acto de genocidio por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas a través de su resolución 37/123.
Sabra y Chatila eran dos campos de las Naciones Unidas para albergue de los exiliados palestinos, en los arrabales de la ciudad de Beirut, capital de la República del Líbano.
Estos dos campamentos -como resultado de la invasión israelí a el Libano y de la posterior evacuación de las tropas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) convenida entre las partes, con la intervención de los Estados Unidos- quedaron bajo control y jurisdicción del Ejército de Israel, el cual, moral y jurídicamente, era responsable y garante de la vida de los moradores de esos dos campamentos, de acuerdo con las Convenciones Internacionales respectivas.
Entre los días 16 y 18 de septiembre de 1982 y como resultado de una conspiración urdida por los jefes del Ejército israelí de ocupación, los campamentos fueron invadidos por bandas criminales que, con amplio respaldo logístico de las tropas sionistas -incluyendo una profusa iluminación de los campamentos con luces de Bengala- procedieron a masacrar a la inerme población civil.
Esa población civil era en su mayoría ancianos, mujeres y niños, provocando un número de víctimas fatales las que, según la procedencia de la información, varía entre los 1.500 y los 3.000.
En su furia homicida los criminales no respetaron ni a los animales domésticos y con idéntica saña ametrallaron caballos y perros.
Luego procedieron a derrumbar viviendas para sepultar a las víctimas entre los escombros.
La difusión por los medios de comunicación de esta incalificable masacre produjo un estremecimiento de horror en la opinión pública mundial y desde los más diversos sectores se alzaron airadas voces de protesta clamando el total esclarecimiento de los hechos y el castigo tanto de los responsables como de sus agentes actores.
Mientras el gobierno israelí creó una comisión ad hoc para investigar lo sucedido en Sabra y Chatila (Ver: Comisión Kahan), por otro lado un grupo de juristas de reconocido prestigio internacional de los Estados Unidos, Canadá, Francia, Sudáfrica e Irlanda, creó una comisión para investigar las violaciones israelíes de las leyes internacionales en el Líbano.
Presidente de la comisión fue designado el poeta irlandes y Premio Nobel de la Paz, Sean Mac Bride.
Empero y mientras la comisión ad hoc israelí resultaba ser nada más que un subterfugio para enmascarar y diluir responsabilidades y una válvula de escape para la creciente presión de la opinión pública, la comisión internacional presidida por Sean Mac Bride ponía en descubierto todos los detalles de la confabulación urdida para perpetrar tan horrendo crimen.