Pablo Gonzalez

El Octubre Rojo: una revolución incomparable


“La historia mundial conoce un gran número de revoluciones y de insurrecciones.

 Pero sería inútil buscar en la historia otra insurrección de la clase oprimida que haya sido fijada con anticipación y públicamente para una fecha precisa, y realizada victoriosamente en el día establecido. Desde ese punto de vista, como así también desde otros. La Revolución de Octubre es única e incomparable”. (León Trotsky, “La Revolución de Octubre”)

Luego de la Revolución de Febrero, las masas fueron haciendo una rápida experiencia con un Gobierno Provisional incapaz de otorgarle sus demandas más sentidas como el reparto de la tierra, el pan y la finalización de la guerra. 

Esta experiencia se extendió hacia los partidos conciliadores, Mencheviques y Socialistas Revolucionarios, que utilizaban el poder de los soviets (consejos) para apoyar al Gobierno Provisional.

Los Bolcheviques, a partir de la intervención de Lenin luego de su llegada a Rusia en abril, no apoyan al gobierno provisional, aprovechando la experiencia de las masas levantaron las demandas de las masas, desarrollando rápidamente su influencia en los soviets.

Según Trotsky: “En el período de Febrero a Octubre, al efectuar un trabajo de agitación y de organización entre las masas, el partido hizo un examen último, una selección final de sus armas, antes de la batalla decisiva. 

En Octubre, y después, se comprobó la importancia de tales armas en una operación de vasta envergadura.” (“Lecciones de Octubre”)

Hacia la hora señalada

Luego de la derrota del golpe contrarrevolucionario de Kornilov, los Bolcheviques aumentan considerablemente su prestigio ante las masas, ganándose la confianza de los soldados de la guarnición de Petrogrado. Este fue un elemento clave en la preparación de la insurrección. Los conciliadores que influían en los regimientos fueron desplazados por los soldados que se unen a la revolución. 

Los intentos de Kerensky y los altos mandos militares de dispersar la guarnición de Petrogrado son derrotados. ëstos se unen a las Guardias Rojas de los Soviets y se pronuncian por el armamento de los obreros. Los mítines de obreros y soldados se multiplican y días antes de la propia revolución se forma el Comité Militar Revolucionario que bajo la dirección de Trotsky se dedicará a planificar minuciosamente la toma del poder.

Una semana después del intento de golpe de Kornilov, el Soviet de Petrogrado, a iniciativa de los delegados bolcheviques, vota una resolución donde se reclama: 

¡Todo el poder a los soviets!

 En Moscú, Kiev y otras regiones de Rusia, los Soviets siguen los pasos de Petrogrado, donde Trotsky es elegido su presidente. Más de 500 soviets, de los alrededor de 670 que existían a lo largo y ancho del extenso territorio ruso se pronuncian a favor de la toma del poder. 

Este apoyo de las masas obreras, campesinas y de los soldados al desplazamiento del poder al Gobierno Provisional por parte de los soviets explica no sólo que los bolcheviques hayan podido conquistar el poder, sino que hayan podido mantenerse en él, contra la expectativa de un rápido derrumbe pronosticada por sus oponentes.

Así se allana el camino hacia el II Congreso, la hora señalada para llevar adelante la toma del poder. En el Congreso de los Soviets de toda Rusia, los Bolcheviques contaban con 390 delegados sobre un total de 650.

Esta mayoría coronaba la victoria política que los bolcheviques habían alcanzado previamente a través de una actividad “paciente pero persistente”, como lo definía Lenin, para acelerar la experiencia de las masas con los conciliadores.
Finalmente, el Congreso de los Soviets comenzó sus sesiones mientras se sucedía la misma insurrección.

Lenin, el “cerebro” de la Insurrección

La preparación de la Insurrección se iba a encontrar con un importante escollo adicional: la ausencia de Lenin del “teatro de operaciones”, que se encontraba obligado a la total clandestinidad desde el 6 de julio y pudo regresar a Rusia el mismo 25 de octubre.

Según Trotsky (Historia de la Revolución Rusa): “Además de las fábricas, los cuarteles, las aldeas, el frente y los soviets, la revolución tenía un laboratorio todavía: el cerebro de Lenin”.

La clandestinidad no pudo impedir que ese cerebro pudiera conducir la insurrección triunfante. Además de reflexionar sobre las tareas cotidianas, Lenin, en su primer mes de destierro, escribe su libro El Estado y la revolución plasmando su profunda convicción de que la teoría es una guía fundamental para orientar la acción.

 Si se trataba de la lucha por el poder del Estado hacía falta restablecer la verdadera “doctrina marxista del Estado” vapuleada por la bancarrota de la socialdemocracia.

En septiembre, Lenin iniciará una fuerte lucha exigiendo al partido la inmediata organización de la insurrección enfrentando las fuertes resistencias de la dirección bolchevique que, con la excepción de Trotsky y un puñado de dirigentes, en su mayoría la consideraba prematura.

Las cartas de Lenin al CC bolchevique no cesaban, a veces escritas en pequeños pedazos de papel. “La crisis ha madurado” es uno de esos documentos que son una verdadera declaración de guerra contra las vacilaciones y la indiferencia de la dirección (que llega a quemar sus cartas para que las mismas no sean conocidas por el partido).

Lenin no se cansaba de señalar que las masas se encontraban más a la izquierda que el partido. Y el partido estaba más a la izquierda que su propio núcleo dirigente: los “viejos bolcheviques” como Stalin.

Fue, entonces, la despiadada e infatigable lucha de Lenin la que explica, en última instancia, que las vacilaciones terminaran dando paso a una fuerte determinación para conducir la Insurrección al triunfo.

El Arte de la insurrección

La planificación minuciosa y científica de la Insurrección, como un verdadero “teorema matemático”, puso en evidencia la enorme capacidad que Lenin, Trotsky y los Bolcheviques tenían del manejo de lo que el “Viejo” Engels ya había llamado “el arte de la insurrección”.

Para los marxistas este arte plantea justamente la necesidad de combinar la insurrección con la conspiración. 

Vale recordar que Marx discutía mucho con el revolucionario francés Augusto Blanqui. 

En la teoría política marxista, el blanquismo se identifica con la idea de reducir el proceso revolucionario al momento al momento de la conspiración subestimando totalmente las condiciones objetivas de la revolución.

 La organización de la conspiración es necesaria pero no suficiente para el triunfo revolucionario.

Para los Bolcheviques había que combinar las condiciones objetivas, la organización correspondiente, el plan insurreccional y la conspiración.

 Para derrocar el viejo régimen y construir su propio poder, el proletariado necesita de una organización como los soviets, para preparar a las masas para la insurrección, realizar la insurrección y la base para organizar el poder luego de la victoria.

Pero los soviets no pueden por sí mismo resolver la cuestión.

 Dependen del programa y los dirigentes que tengan al frente.

 El partido revolucionario es el único que puede dotarlo de un programa para triunfar y de concentrar las lecciones anteriores para organizar la insurrección. 

La conquista del poder sólo puede resolverse satisfactoriamente a través de la combinación del partido con los soviets (u otros organismos de masas similares).

Esta es la gran lección que nos ha dejado, y que mantiene toda su actualidad, la incomparable Revolución de Octubre.

Walter Moretti

http://banderaroja.blogspot.com/

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