Marcaba mi reloj justamente las 3:34 cuando caminaba ya dentro del campus de la Universidad Pedro Henríquez Ureña en dirección al auditorio. Redoblaba mi paso luego de haberme estacionado fuera del recinto, con la ingenua intención de tomar asiento en las primeras filas, tras haberme anticipado dos horas a la convocatoria, que estaba pautada para las 5:30.
Mi sorpresa no vino de no haber sido el primero allí, sino de la increíble tracción que demostró tener el expresidente uruguayo en el pueblo dominicano.
Al ver la fila no pude evitar sentirme orgulloso de la participación masiva evidenciada (antes de estar desilusionado de no poder sentarme cerca de la eminencia), pues no nos referimos a un concierto de dembow de Los Pepes, sino a un conversatorio con Pepe Mujica, una figura política de envergadura. Él, un verdadero héroe para muchos (me incluyo), célebre por su especialísimo approach al servicio público, es un político extranjero al final, por lo que sorprendía sobremanera ver como la fila se convertía en una serpiente sin fin, envolviéndose alrededor del campus universitario y tomando curvas indudablemente nunca vistas en esa casa de altos estudios.
Tomé mi lugar en la cola, encontrándome durante el largo camino con amigos y conocidos y resistiendo en numerosas ocasiones la tentación de hacer un chat and cut al estilo Curb Your Enthusiasm y acortar la espera.
No es que me encuentre en ningún pedestal moral... para nada, pero consideré que cortar la fila sería antidemocrático e iría en contra del mismo espíritu de Pepe.
Abrió el auditorio y todos avanzamos pausada y decididamente. Era obvio que no entraríamos todos, pero la esperanza es lo último que se pierde, y restando tan solo quince personas para mi turno, se “acabó” el cupo.
Todos permanecimos tranquilos al principio, decepcionados, pero tranquilos.
Luego ocurriría lo que desataría el malestar y el desorden que siguió.
Mientras los Desafortunados esperábamos desconcertados alguna directriz que aclarara nuestro futuro cercano, fuimos testigos del desfile de los Hombres con Traje, que se paseaban como si flotaran por al lado de nosotros.
Sin voltear la mirada y abriendo su paso entre algunos Desafortunados, iban entrando sin demasiada prisa al solicitado auditorio.
Pude identificar diputados y funcionarios gubernamentales entre estos, también políticos prominentes, y mucha, mucha, mucha prensa.
El murmullo empezaba.
Los que estábamos más cerca de la entrada olíamos cierta injusticia.
Hacía tanto, cuando estábamos muy atrás, habíamos escuchado “rumores” de que habían mandado a diputados a la cola, que no habían privilegios, que todo se hacía con el espíritu de Pepe.
Creo que precisamente esto, el espíritu de Pepe, o la falta de este en los hechos que presenciábamos los Desafortunados, fue lo que catalizó los primeros cánticos. Sucedieron inmediatamente después de que un reconocido Hombre con Traje (ex candidato presidencial) hiciera su entrada amena y casual, apartando sin atropello un tumulto de Desafortunados que bloqueaba la entrada.
Al momento que todos pudimos ver quien era esta excepción a la regla, esta persona que no llevaba horas en el sol esperando, este Hombre con Traje, hubo algún Desafortunado indignado que gritó, lo llamó por su nombre acompañado del típico insulto al político latinoamericano.
La indignación era casi total.
Hasta aquí llegó la calma.
A nosotros, los Desafortunados de adelante, nos habían mantenido sedados con promesas de dejarnos entrar y quedarnos de pie en los pasillos, pero nuestra esperanza finalmente se evaporó con el calor, y nos sumamos a los cánticos dirigidos por un hermano Desafortunado que llevaba rastas y ondeaba la bandera de Uruguay.
Con el paso de los minutos la euforia colectiva aumentó considerablemente, cantábamos de forma sincronizada y exigíamos inquisitivamente a cada persona que se estaba dejando entrar alguna identificación que justificara su presencia (hasta personal de seguridad tuvo que rendirnos cuentas y enseñarnos sus carnets, prensa por igual).
La gente de Opción Democrática intentó por todos los medios apagar los ánimos, con justa razón, y comenzaron a instalar un proyector, pantalla y bocinas para transmitir los sucesos que estaban ocurriendo adentro.
Tengo la impresión de que esto solo sirvió para recordarnos a los Desafortunados que seguíamos afuera, y que no había forma de ver en carne y hueso a nuestro querido Pepe.
Y justo ahí, donde yacía esa mesa con el proyector, ya abandonado, me imaginé un podio, y me imaginé a Pepe hablando con los jóvenes, como siempre debió de haber sido. Sin burocracia, sin privilegios ni mesas de honor, sin fronteras ni divisiones, sin Hombres con Traje. Ahí, sencillo, con la gente sentada o de pie en la amplitud del parque, al aire fresco, como el espíritu de Pepe. Fue entonces que en un arrebato de pasión, y sin pensarlo demasiado, grité:
“¡Que Pepe hable afuera! ¡Que Pepe hable afuera!”
Primero se unió a mi un compañero Desafortunado que había venido de La Romana para ver al líder en carne y hueso.
Luego, como bola de nieve se adhirieron inmediatamente las personas que estaban a mi alrededor, mi colega Desafortunado de más atrás con rastas y su bandera de Uruguay también, y con él, el resto de los Desafortunados.
Gritamos a todo pulmón, agitados por el calor y la indignación, exigiendo nuestro encuentro con Pepe, pidiendo lo que considerábamos nuestro y que nos había sido de alguna forma arrebatado.
Gritábamos en vano.
La euforia no duró demasiado, alguien vio por redes sociales que el evento había comenzado sin nosotros, y la desesperanza se regó como gripe porcina entre los Desafortunados .
Poco a poco se empezó a dispersar el tumulto general, y nos quedamos los románticos e ingenuos, los belicosos, y los que no podíamos salir porque estábamos semi atrapados delante. Por estos momentos llegó algún medio de comunicación a cubrir la indignación de los Desafortunados, lo que dio un nuevo auge a aquellos que querían que ser escuchados, y a los que simplemente les gusta el foco y la atención.
En un desliz de la seguridad (que estaba compuesta por el staff de la UNPHU que vestían como de Safari y los jóvenes de Opción Democrática) cruzó la primera puerta un pobre Desafortunado, que fue recibido violentamente por un staff de la UNPHU, lo que despertó la furia de los Desafortunados restantes en la escena, quienes procedieron a golpear el cristal de la entrada fuertemente, con la intención de intimidar al staff. Funcionó.
Pude hacerme paso y finalmente salí del tumulto por un lado, donde me dediqué a descansar y pensar por unos minutos la próxima movida.
Al parecer el evento ya había concluido y Pepe saldría por la puerta de atrás (por la misma que entró).
En ese momento se dividieron los últimos de los Desafortunados .
Algunos con la intención de ver al líder salir por detrás, otros pensando que saldría por delante.
Por mi parte yo ya tenía casi cinco horas allí por lo que me aventuré a la puerta de atrás a buscar mi premio de consolación.
Vi pelo blanco y un bigote canuco montarse en un carro.
Me di media vuelta, respiré profundo y comencé a caminar.
PD: Irónicamente yo llevaba traje también, pero eso no me hacía un Hombre con Traje.
Era un Desafortunado.
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