Mientras los líderes mundiales se reunían en Jerusalén la semana pasada para elogiar a Shimon Peres como un "gran pacificador", el campo de la paz del que fue el mascarón de proa fue a la guerra contra sus interlocutores, los palestinos, en Israel.
Ayman Odeh, dirigente del único partido compuesto por judíos y árabes en la legislatura israelí, es el representante más destacado de 1,7 millones de ciudadanos palestinos de Israel. También se desempeña como presidente de una coalición llamada la Lista Común, formada con otros partidos palestinos, que ahora es la tercera fuerza del Parlamento.
Odeh, sin embargo, enfureció al público judío israelí al negarse a asistir al funeral de Peres.
El líder de la Lista Común es conocido por sus esfuerzos para construir puentes hacia las comunidades judías necesitadas y vulnerables. Está comprometido con el fortalecimiento de la confianza entre los judíos y palestinos, en lugar de enfatizar el conflicto nacional.
Su defensa de una nueva identidad cívica, la supresión de las categorías étnicas judía y árabe en las instituciones de Israel le valió el año pasado un lugar en la lista de los 100 pensadores globales compilada por la revista Foreign Policy.
Entonces, lamentan los medios de comunicación, ¿cómo no va a tributar sus últimos respetos a Peres, arquitecto de los Acuerdos de Oslo?
El boicot de Odeh a los funerales fue tanto más chocante para los israelíes porque Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, llegó para despedirse de Peres, después de que Israel le otorgase un nada frecuente permiso para entrar en Jerusalén. Las imágenes de Abbas y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu estrechándose las manos subrayaron la ausencia del Odeh.
Pero incluso eso se aprovechó a toda prisa para aumentar la beatificación de Peres. Si Peres había harto demostrado su dedicación a la causa de la paz, la conducta de Odeh ante su muerte confirmó que Israel carece de un socio palestino, incluso dentro de Israel.
Esta es una narrativa con la cual los judíos israelíes están demasiado familiarizados. Después de que el proceso de Oslo se derrumbase en la cumbre de Camp David del año 2000, el primer ministro de Israel Ehud Barak -entonces dirigente del campo de la paz- acusó el líder palestino Yasser Arafat de no ser "un socio para la paz". Esto abrió el camino a la Segunda Intifada.
De manera similar los políticos judíos asociados con el movimiento por la paz dirigieron sus ataques contra Odeh. Erel Margalit, un miembro del Parlamento de la Unión Sionista de centro-izquierda, lo acusó de "obstructor" en el campo de la paz.
Por el contrario lo que desconcertó a la mayoría de los palestinos fue la asistencia de Abbas al funeral, no el boicot de Odeh.
Mientras Odeh reconoció la íntima pena de la familia Peres, sostuvo que el funeral era "parte de un día de duelo nacional en el cual no tengo lugar".
El Peres mítico honrado por el mundo es desconocido para los palestinos. Estos consideran incluso su logro más visible, los Acuerdos de Oslo, una trampa cínica.
Nunca estuvieron diseñados para dar lugar a un Estado palestino viable, sino más bien para dejar a la AP en una zona de penumbra de semisoberanía y como fuerza de policía servil a la ocupación.
Además los ciudadanos palestinos de Israel, como Odeh, encontraron que los acuerdos de Oslo deliberadamente los separó de sus parientes en los territorios ocupados, con la culminación de un muro de separación de acero y hormigón que fragmenta aún más al pueblo palestino.
La narrativa interna sobre Peres excluyó todavía más a los ciudadanos palestinos de Israel, dijo Odeh.
Los elogios en hebreo ensalzaron a un Peres que armó al ejército israelí para destruir la tierra palestina en la Nakba de 1948; luego supervisó dos décadas de represión militar interna contra la minoría palestina de Israel; construyó una bomba nuclear para asegurarse de que Israel pudiera intimidar a todo el Medio Oriente y diseñó el proyecto de colonias como una manera de tornar irreversible la ocupación.
Estas eran razones suficientes para no asistir. Pero Odeh expresó una preocupación más personal.
Dada su posición única dentro de Israel, los ciudadanos palestinos conectaron con el "dolor histórico" de un pueblo largamente perseguido. Pero esa empatía nunca había sido correspondida, incluso por los partidarios de la paz de Israel.
Odeh no se refería sólo a la Nakba. El funeral de Peres coincidió con el aniversario de los sucesos del inicio de la Segunda Intifada, cuando la policía israelí mató a 13 manifestantes palestinos desarmados.
Entre ellos estaba el hermano de la esposa Odeh.
A pesar de que una investigación judicial posterior llegó a la conclusión de que la policía tenía una visión institucional de la minoría palestina de Israel como un enemigo, ningún oficial fue acusado. Tampoco hubo ni siquiera una disculpa formal de Peres, que ocupó el cargo de presidente por muchos años.
En la elección de asistir al funeral, Abbas, sin duda, tuvo que sopesar muchos factores, incluyendo su posición internacional, el protocolo diplomático y reforzar su propio legado como pacificador.
El objetivo más importante para Odeh, por el contrario, era si su presencia podría reforzar aún más los autoengaños y evasivas morales del autodenominado campo de la paz de Israel.
La corrección de su decisión tuvo muy ponto repercusión interna. El martes los medios israelíes informaron de que Isaac Herzog, jefe del bloque de la paz en el Parlamento liderado por la Unión Sionista, estaba cerca de un acuerdo para unirse al Gobierno más derechista de la historia de Israel.
Si Herzog se decide a apuntalar un Gobierno comprometido con el militarismo y el afianzamiento de la ocupación, solo continúa el trillado camino del propio Peres.