Hoy se invierten recursos financieros cada vez más cuantiosos en la creación de nuevas tecnologías de guerra y armas de destrucción masiva, sin que exista la menor justificación defensiva para ello en las condiciones del mundo de posguerra fría.
Europa, que tanto se benefició con la conquista y colonización de América, África y Asia, ha tenido la responsabilidad de arrastrar al mundo a dos guerras mundiales.
El llamado viejo continente debía haber hecho un supremo esfuerzo por evitar una catástrofe como la que se desarrolló en la antigua República Socialista de Yugoslavia, en Afganistán, Irak, Libia y Siria, así como las acciones criminales de exterminio que hace muchos años libran las fuerzas sionistas contra el martirizado pueblo palestino, para citar solo las más cruentas.
Entre la primera y la segunda guerras mundiales transcurrieron solamente 19 años.
Hace 71 años que terminó la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, desde entonces ha habido conflictos y guerras que han arrojado varias veces más explosivos y armas químicas que ambas guerras mundiales juntas.
La política de adjudicar partidas más masivas para la guerra y disminuir simultáneamente los impuestos a los contribuyentes más poderosos significa menos dinero para gastos sociales.
No afecta, por ello, a toda la población estadounidense por igual. La práctica neo liberal y la globalización garantizan que los ricos sigan incrementando su opulencia y los pobres sean cada vez más y que sean cada vez más pobres.
Se reducen o eliminan en Estados Unidos programas federales de educación, de desarrollo comunitario, subvenciones a las agencias de protección del medio ambiente, financiamiento para el desarrollo de energías alternativas de bajo costo, control de enfermedades, tratamientos por abuso de drogas, administración sanitaria y seguridad ocupacional y seguridad pública, por solo señalar las más golpeadas recientemente.
Estados Unidos presenta la paradoja de ser el país más rico del mundo y, al mismo tiempo tiene una de las mayores incidencias de pobreza entre los países desarrollados. Actualmente tiene proporcionalmente el número más elevado de pobres, de personas sin cobertura de salud y con inseguridad y deficiencia alimentaria, ente los países ricos.
Estas tristes realidades sociales para el pueblo de Estados Unidos, inducidas por las guerras imperialistas en términos de vidas soldados y secuelas de heridos no se pueden comparar, sin embargo, con el enorme daño que han significado para los pueblos agredidos las desproporcionadas guerras que han provocado.
Las farsas representadas por Estados Unidos para justificar la ocupación, primero, y posteriormente para salvar su imagen ante la evidencia de una guerra perdida han sido grotescas.
Esto ocurre cuando Washington no encuentra cómo salir de los países agredidos sin poder materializar los cuantiosos beneficios económicos para los monopolios transnacionales que fueron la verdadera razón de la agresión.
La noble aspiración de la humanidad de hacer del siglo XXI el primero sin guerras en la historia murió tempranamente.
Frente al cúmulo de penurias, atrocidades, crueldades y sacrificios que caracterizan la realidad de las guerras, la lucha de la humanidad por la paz deviene necesidad vital.
La Humanidad tiene hoy cultura y experiencia suficientes como para rechazar la idea de que la paz deba ser impuesta por las guerras. La paz puede y debe ser un objetivo consciente de la inteligencia humana y de la solidaridad.
El pueblo de Estados Unidos, se ha dicho muchas veces, es el único que podrá llevar a cabo la titánica hazaña de hacer caer al imperio más poderoso y sanguinario que haya conocido la humanidad.
¡La humanidad toda espera ansiosa ver a ese pueblo actuar para brindarle la solidaridad a que se hará acreedor!
Por estos días los pueblos de todo el mundo han podido seguir, a veces con repugnancia, el proceso de elecciones que, como cada cuatro años se lleva a cabo en la nación estadounidense.
En esta ocasión, sin embargo, se han podido observar, nuevas y sorprendentes manifestaciones de la crisis profunda por que atraviesa el sistema político de la única superpotencia de esta era.
La campaña del candidato republicano Donald Trump ha permitido ver, con toda crudeza, el terrible peligro fascista que se cierne sobre la humanidad, en tanto que, en contraposición, en la del candidato del partido demócrata, Bernard Sanders, se dijeron esperanzadores anuncios que nunca antes habían sido escuchados desde el seno de la más alta política imperialista.
Exclusivo para el Diario ¡Por esto! de Mérida, México.