El 28 de julio de 1945 era un día de niebla en Nueva York. El bombardero B-25, pilotado por el capitán Wiliam F. Smith, hacía una misión de rutina para acompañar a unos cuantos camaradas a casa tras la guerra.
Tras haber combatido 1.000 horas en la Segunda Guerra Mundial, ese iba a ser su último vuelo.
La visibilidad era nula, por lo que llamó al aeropuerto de LaGuardia y solicitó permiso para aterrizar. A pesar de que, desde la torre de control, sugirieron que se quedara en el aire, el piloto inició un descenso que le condujo al centro de Manhattan.
Pilotaba aproximadamente a 362 km/h cuando se estrelló contra el Empire State Building, por entonces el edificio más alto del mundo.
El accidente acabó con la vida de 14 personas: la de Smith, la de los 2 pasajeros que iban a borde del avión y de otras 11 personas que trabajaban en el edificio.
Sin embargo, aquel accidente también nos dejó una sorprendente historia de supervivencia.
En el momento del impacto, partes del motor colisionarion contra el edificio y cortaron los cables de elevación de dos ascensores que estaban en el piso 70º y, en consecuencia, éstos cayeron al sótano.
En el interior de uno de ellos se encontraba la operadora Betty Low Oliver, de 19 años.
Se rompió la pelvis, la espalda y el cuello, pero las leyes de la física hicieron posible lo que parecía imposible: los cables del ascensor se habían colocado en forma de espiral bajo la cabina del ascensor y se creó una especie de muelle que amortiguó la caída. Contra todo pronóstico, sobrevivió.
Décadas después de aquel accidente, es inevitable pensar en los ataques a las torres gemelas de septiembre de 2001. No solo por la combinación de un avión y un rascacielos, sino por los actos de heroísmo que ambos eventos propiciaron.
Y es que, tal y como explicaba la revista TIME, para liberar a la operadora atrapada en sótano, Donald Malony, un aprendiz de la Guardia Costera de 17 años, se coló por un agujero que hizo entre los restos del ascensor, sacó a Oliver e, incluso, le administró morfina para calmar su dolor.
Malony ni siquiera estaba dentro del edificio cuando se produjo el choque, sino que pasaba por delante. Al observar el accidente, corrió a una farmacia, pidió agujas hipodérmicas y medicinas y se lanzó a dar primeros auxilios a todo aquel que lo necesitara.