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Los sirios están siendo sometidos a múltiples capas de asedio. En la primera capa, el ejército y otros grupos armados tienen rodeados y atrapados alrededor de un millón y medio de personas dentro del país. 

La mayoría de las fronteras de Siria están cerradas a los que escapan de la violencia, caracterizando la segunda capa de asedio. 

Y, finalmente, Europa está construyendo vallas cada vez más altas y poniendo en marcha una serie de políticas aberrantes diseñadas para dejar fuera a los refugiados.

 Hay una cadena de complicidad que busca socavar la capacidad de las personas para buscar refugio, una cadena que va desde Siria al continente europeo.

Como táctica militar, el uso del asedio tiene como objetivo impedir que lleguen suministros y evitar que la gente se mueva a fin de forzar la derrota. 

Esta táctica de controlar la ayuda y los movimientos de población puede apreciarse asimismo en las políticas de control de fronteras de los Estados. 

Mientras algunos Estados y grupos armados utilizan controles militares, francotiradores y artillería para mantener atrapadas a las personas, otros cierran sus fronteras, usan vallas cada vez más altas y ponen en marcha obstáculos políticos para que la gente no pueda entrar.

Siria no es en absoluto el único país en sufrir asedio. Arabia Saudí ha puesto en marcha un bloqueo sobre Yemen, restringiendo el flujo de ayuda y el movimiento de personas dentro y fuera del país. 

El ejército iraquí ha puesto a Faluya y otras ciudades bajo asedio militar en su batalla contra el Estado Islámico. 

El bloqueo de Israel contra Gaza es el asedio de mayor duración en la historia moderna, mientras el muro construido en Cisjordania cerca literalmente a las comunidades, creando una situación de asedio perpetuo. 

Al igual que Europa, Australia está haciendo grandes esfuerzos para echar de sus costas a las personas que buscan refugio. 

Los opositores políticos, separados por intereses e ideologías, están sin embargo unidos en la utilización de esta táctica.

¿Qué significa el asedio para quienes sufren sus consecuencias? 

Para la gente que se encuentra dentro de Siria, el asedio implica estar rodeado principalmente por las fuerzas del gobierno, morir de inanición, no poder acceder a los alimentos ni a un tratamiento médico y no poder escapar de la violencia. 

En cuanto a Siria como un todo, el asedio significa que las fronteras están selladas. Significa que los guardias fronterizos pueden dispararte o someterte a abusos mientras intentas cruzar a un lugar seguro. 

Significa no tener un estatuto legal en los países vecinos, donde la movilidad para los sirios, y otros refugiados, está restringida. 

Para los refugiados que tratan de alcanzar Europa, asedio significa arriesgarlo todo para entrar en la “fortaleza Europa”. Significa navegar por una carrera de obstáculos de diseño político y arriesgar la vida en una embarcación sobrecargada para cruzar el Mediterráneo.

La retórica de los responsables de los asedios levanta una pantalla de humo para ocultar políticas injustificables. El gobierno sirio y sus aliados están combatiendo a “terroristas”. 

La coalición liderada por EE.UU. hace lo mismo mientras afirma también que está contra el “régimen”; a su vez, Rusia hace otro tanto afirmando que actúa en apoyo de un “Estado soberano”.

 Los vecinos de Siria están “desestabilizados” y Europa trata de cerrar sus fronteras por razones de “seguridad nacional”. 

Y se refiere a los refugiados como una “carga” –carente de contexto e historia- que hay que compartir.

Toda esta retórica omite convenientemente una serie de hechos fundamentales: Los Estados tienen la responsabilidad de proporcionar refugio a quienes escapan de una catástrofe. 

Existe también una responsabilidad respecto a permitir que la atención médica y la ayuda esencial lleguen a quienes las necesitan, y asegurar que la ayuda humanitaria se suministra en base a la necesidad en lugar de utilizarla como una herramienta para promover una política que no hace sino apuntalar la crisis.

Las consecuencias de los fracasos a la hora de cumplir estas responsabilidades son tangibles y devastadoras. Médicos Sin Fronteras (MSF) está apoyando a más de 150 instalaciones médicas dentro de Siria, centrándose en las zonas asediadas. Sólo en los alrededores de Damasco, por estas instalaciones pasaron 93.162 heridos de guerra en 2015 y registraron 4.634 muertes a causa de la guerra. 

En las zonas bajo asedio, MSF ha documentado 49 casos de muerte por inanición. 63 instalaciones sanitarias apoyadas por MSF fueron bombardeadas en ataques aéreos sólo en 2015. Los niveles sin precedentes de violencia dirigidos contra el pueblo de Siria no muestran indicio alguno de remitir.

Los sirios que intentan cruzar a los países vecinos se enfrentan a obstáculos legales que les impiden tener acceso a cualquier tipo de asistencia. 

Por ejemplo, en el Líbano ya no es el Alto Consejo para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) quien se ocupa de registrar a los refugiados. Su precario estatuto legal significa que muchos temen moverse ante el temor de que les paren en un puesto de control, les arresten y les deporten. 

Esto obliga a los enfermos a ocultarse y da como resultado enormes retrasos en sus posibilidades de acceder a un tratamiento. 

Son afortunados los que sí pueden recibir atención. 

Los refugiados palestinos que estaban viviendo en Siria y han buscado refugio en el Líbano se pierden a menudo entre las grietas de los diferentes mandatos de las agencias de la ONU: la UNRWA para los palestinos y el ACNUR para el resto de los refugiados.

En Europa, los que llegan a tierras griegas son enviados a centros donde les mantienen detenidos en condiciones de hacinamiento. Esto se suma a un trato inhumano y degradante. 

Muchos de estos refugiados están atrapados en un patrón incierto de espera; algunos serán enviados de vuelta a Turquía en función del acuerdo recientemente firmado entre la Unión Europea y ese país.

 Este acuerdo es un ataque al derecho a buscar asilo. Incentiva el cierre de fronteras y propugna soluciones para la crisis de desplazamiento global hacia los países vecinos de Siria.

Desde Europa se están canalizando inmensos recursos financieros y de seguridad hacia esos países vecinos a cambio de que contengan el flujo de refugiados.

 La ayuda humanitaria se manipula para mantener a la gente fuera de Europa y se pervierte utilizándola como herramienta de gestión de la crisis de la política exterior de la U.E. 

Esto convierte a los refugiados en moneda de cambio político y en sujetos de múltiples intereses políticos internos e internacionales. 

Se proporcionan recursos no para atender necesidades sino para impedir el movimiento de las personas, lo que crea necesidades nuevas.

Los refugiados y las personas atrapadas en un conflicto necesitan urgentemente ayuda humanitaria. Sin embargo, las decisiones políticas disfrazadas de “soluciones humanitarias” que los Estados están vendiendo actualmente en respuesta a la crisis siria no responden sino a sus propios intereses y desvían la atención política de la necesidad de levantar esas capas de asedio.

 Un hospital de campaña en Siria es inútil para la persona que necesita suministros médicos que son sistemáticamente eliminados de los convoyes de la ayuda. 

Un hospital en funcionamiento en un país vecino es inútil para la gente que no puede acceder a él porque tienen mucho miedo a moverse sin documentación. Una clínica sanitaria en Grecia es inútil para la gente que está atrapada en un campo de concentración y es devuelta a los lugares de los que han huido.

Lo que se necesita son medios eficaces para poner fin a la táctica de mantener atrapadas a las poblaciones y a la negativa a que fluya la ayuda humanitaria hacia las zonas de conflicto, desde sus capas más internas en Siria, Palestina, Iraq y Yemen, a sus capas más externas en Europa y Australia. 

En el caso de Siria, esto significa permitir el libre flujo de asistencia dentro del país; significa que los países vecinos abran sus fronteras a quienes tienen necesidad de refugio o asilo; y significa permitir el paso legal y seguro hacia Europa. 

Para conseguir todo esto, es preciso desafiar la cadena de complicidades que va desde el “antiimperialista” gobierno sirio y sus aliados, hasta esa Unión Europea que promueve los “derechos humanos”.

Jonathan Whittall es director de Análisis Humanitarios de Médicos Sin Fronteras, donde dirige un equipo en la Dirección General de la organización en Bruselas encargado de investigar y proporcionar apoyo estratégico operativo en las temáticas de negociación del acceso, desafíos a que se enfrenta la ayuda humanitaria y apoyo a los refugiados y migrantes. 

Ha trabajado para MSF en Afganistán, Libia, Siria, Ucrania y Sudán del Sur, entre otros contextos de conflicto.

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