Un barranco creado naturalmente, ubicado en cercanías de la ciudad siria de Raqqa (donde actualmente se lleva a cabo la lucha contra el autoproclamado Estado Islámico) se ha convertido en una de las fosas comunes más sangrientas del grupo terrorista.
Los yihadistas ejecutaban en el despeñadero, en cuya superficie se pueden observar todavía los huesos de las víctimas, a quienes se oponían a seguir sus órdenes.
A los vivos les tapaban los ojos, luego les disparaban por encima de sus cabezas para asustarlos; ellos huían y caían en este foso
"En cuanto llegamos aquí, al liberar este barrio, nos encontramos entre kurdos y árabes.
Preguntamos por los delitos del EI. Averiguamos que en el foso hay miles de personas, víctimas inocentes", cuenta Muhammad Dzhirkis, comandante de las fuerzas de autodefensa kurdas.
El horror inolvidable
En el camino hacia la fosa común se encuentra el pueblo de Suluk, una localidad cercana controlada ya por las milicias kurdas.
No obstante, en la zona todavía quedan muchas minas dejadas por los yihadistas.
El equipo de RT logró llegar al lugar exacto donde se encuentra el barranco, pero a pesar de haber bajado unos 50 metros, no pudo alcanzar su fondo.
Es una tierra llena de tristeza.
La población no puede olvidar el horror de lo sucedido.
"Llevaban a vivos y muertos a ese foso.
A los vivos les tapaban los ojos, luego les disparaban por encima de sus cabezas para asustarlos; ellos huían y caían en este foso.
A los muertos los traían envueltos en sábanas y los tiraban en este agujero.
Como prueba de los hechos podemos ver huesos y sangre en esta excavación.
Nadie sabe qué profundidad tiene", explica Abdel Khalif Al Dzhasim, un testigo.
Habitantes locales afirman que incluso un grupo de geólogos, enviados por el Gobierno sirio hace 12 años para explorar esta zona, no pudo determinar con certeza su profundidad; indicaron que tendría más de 150 metros.
Las milicias kurdas sostienen haber perdido allí a muchos de sus combatientes que eran rehenes del EI, que también llevaba allí a los civiles que provocaban su ira.
Todas estas vidas acabaron en un precipicio que ahora es uno de los símbolos más crueles de las atrocidades del grupo terrorista.