¿Cómo el Trauma Infantil Creó el Mito Cristiano, y Por qué Importa a los Ateos? Por.- Dr. Benjamín Abelow.
En medio de fuertes debates sobre religión. Un simple hecho con profundas implicaciones ha ido casi completamente desapercibido: que los mitos que funcionan de fundamento de algunas de las religiones más extendidas retratan temas relacionados a castigo corporal infantil, abandono, y negligencia.
Quizás la presencia de tales temas no deba de ser sorprendente, dado que las mayores religiones de el mundo nacieron de contextos históricos donde la crianza de los niños, abusiva y traumatizante, eran normas culturales.
De las religiones ampliamente practicadas hoy en día, los temas traumáticos son casi transparentes, penetrantes, y cercanos a la superficie, en los mitos de la Cristiandad —por lo tanto el punto de este artículo—.
Para comenzar, daremos una revisión rápida a la evidencia correspondiente a el abuso corporal infantil en el Oeste [ Nota: civilización que se desarrolla en la parte este de Europa, la cual, más tarde, adoptaría el cristianismo, ] con un énfasis en el antiguo mundo donde el Cristianismo surgió. Entonces, luego exploraremos cómo los temas de los traumas infantiles están reflejados en el mito cristiano. Al final, ofreceré mis opiniones sobre cómo esas ideas pueden ser de particular valor para aquéllos que adoptan el ateísmo, el racionalismo, y el humanismo
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A pesar de que el patriarcado ha sido la forma dominante de organización social en muchas culturas, el patriarcado, en la Roma antigua, que proveyó el más inmediato escenario para la escritura de el Antiguo Testamento[1], fue excepcionalmente explícito y bien definido, formando un elemento central de la ley romana, las éticas, y la percepción propia. Podemos obtener una visión de cómo este contexto patriarcal afectó a los niños al considerar dos fuentes contemporáneas sobre las leyes de patria potestas [latín para ”Patria potestad”, inmediatamente se hará una citación que dará luz a lo que esto significa], que fueron centrales para ambas, la jurisprudencia y la identidad propia en el Imperio Romano.
Dionisio de Halicarnaso, un profesor griego de retórica que vivía en Roma desde el año 30 AC. a el 8 AC., escribió:
El fundador de la constitución romana le dio al padre el poder irrestricto sobre sus hijos. Ese poder duraba hasta la muerte de el padre, él podría encarcelarlo o golpearlo, encadenarlo y mandarlo a trabajar en el campo, e inclusive ejecutarlo[2].
Gaius, en su influyente libro de texto sobre la ley romana del segundo siglo de la Era Común, describe cómo las mismas leyes aplicaban para ambos, esclavos y niños:
Algunas personas son legalmente independientes, algunas están sujetas a otras. De esos que están sujetos a otros, algunos están en potestas [poder]… Los esclavos están en potestas de sus amos. Estas potestas descansan en ley universal, pues es observable que entre todas las personas por igual, los amos tienen el poder sobre la vida o muerte de sus esclavos… Además en nuestras potestas están cualquiera de nuestros hijos que sean descendientes de un matrimonio legal. Este derecho es peculiar de los ciudadanos de el Imperio Romano, pues virtualmente no hay otra gente que tenga tal poder sobre sus hijos como nosotros lo tenemos… [3]
Esas dos citaciones son de significado especial para nosotros, porque agrupa cronológicamente el escaso período de 100 años (50 AC. al 150 DC.) cuando prácticamente todos los libros de el Nuevo Testamento fueron escritos.
Mientras que la ejecución de niños por parte de los padres podría haber sido extremadamente rara, un fuerte disciplinado corporal en los niños, especialmente hijos, era común y era atestiguado por varias fuentes.
Aquí unos ejemplos, ordenados toscamente por orden cronológico, comenzando en el siglo antes de el nacimiento de el cristianismo. La Rhetorica ad Herennium (siglo 1 AC. o Antes de la Era Común), apoya que padres y profesores «castiguen [maltrato corporal] a los jóvenes, con particular severidad (4.17. 25)», para formarlos para una vida virtuosa. Cicero (106-43 AC.) indica que los muchachos deben de ser golpeados por sus padres, madres, abuelos, y profesores [4].
Seneca (3 AC. – 65 DC.) explica que los niños son golpeados por la misma razón por la cual se golpea a los animales, «para que el dolor supere su obstinación»(De ConstantiaSapientis 12.3) Seneca también describe cómo el rol de el padre es primariamente disciplinario, en contraste con la crianza maternal (Essay On Providence 2.5)
Quintilian (35-95 DC.) indica que, durante las palizas, los niños del Imperio Romano frecuentemente quedaban tan aterrorizados que perdían el control de los intestinos y la vejiga [defecaban o se orinaban durante las palizas*]. «Cuando los niños son golpeados», el escribe, «el dolor y el miedo frecuentemente dan como resultados que no son agradables de hablar, y que más tarde serán fuente de vergüenza» (Institutio Oratoria, 1.3.16).
Galen (130-200 DC.) [Galeno de Pérgamo*] , una autoridad médica, indica que el castigo físico podía comenzar en la infancia: una vez que los niños lleguen a un año de edad, a ellos «se les puede hacer que obedezcan mediante el uso de golpes, amenazas, reprimendas, y amonestaciones» (Oribasius, Libriincerti, 17).
El Nuevo Testamento mismo asegura que el castigo corporal por parte de los padres era realmente universal, al menos entre los hijos varones legítimos. Epístola a los hebreos [también conocido como Carta a los Hebreos, es un traducción valida para The Book of Hebrews*], escrita cerca de el año 65 DC. y reflexionando sobre las normas culturales romanas, dice llanamente que todos los hijos son castigados, y luego pregunta «¿a qué hijo no lo corrige su padre?», y luego responde: «si no conocieran la corrección, que ha sido la suerte de todos, serían bastardos y no hijos» [Epístola a los Hebreos 12: 7-8], normas similares probablemente existían entre los judíos, como también lo hacían en muchas otras culturas.
Por ejemplo, las dos fuentes judías más importantes del primer siglo de la Era Común, Filón de Alejandría y Flavio Josefo, ambos escriben aprobando leyes mosaicas [Leyes de Moises] que hacen de la ofensa a nuestro padre un crimen capital.
En relación a el castigo por la desobediencia ordinaria de la infancia, el bien conocido tipo de amonestaciones de «el que escatima la vara odia a sus hijos»[Proverbios 13:24*], de la sabiduría de las escritura hebrea, especialmente en Proverbios y Eclesiástico, estaban ciertamente operativos [5]
A pesar de que la mayor parte de nuestro enfoque histórico en este artículo se centra en los años tempranos del período formativo del cristianismo, cuando los libros del Nuevo Testamento estaban siendo escritos, es importante notar que patrones similares de castigo corporal han persistido a través de la historia de Occidente, y que, muy a menudo, han continuado hasta el presente.
* Teniendo en mente esos patrones endémicos de abuso corporal infantil en el mundo antiguo, especialmente esos infligidos por padres a hijos para forzar la obediencia —el patrón estereotípico—, consideremos las escrituras de el Nuevo Testamento, viendo a ambos núcleos de narrativa teológica de el Nuevo Testamento y sus principales enseñanzas de salvación.
Un tema central de la narrativa del Nuevo Testamento es que el Hijo, Jesús, sufre abuso corporal correspondiendo a la voluntad de su —celestial— Padre. Algunos ejemplos adelante. De acuerdo a Pablo de Tarso, el Padre «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» [Romans 8:32].
En el evangelio de Juan, Jesús reprende a Pedro cuando el intenta prevenir su arresto por parte de los romanos: “la copa que mi Padre me ha dado, ¿no deberé beber de ella”? (18:11) La copa, por supuesto, representa el sufrimiento que Jesús sabe, le aguarda. En el evangelio de Juan, el Padre, hablando “como una voz desde el cielo”, le indica su rol directo en la crucifixión (12: 27-28).
En los Hechos de los Apóstoles se sostiene que Jesús fue “entregado por un determinado plan y por el conocimiento previo de Dios” (Hechos 2: 23). De hecho, en Hechos se dice explícitamente que todos los humanos participantes de la crucifixión eran meramente intermediarios quienes “fueron reunidos” por el Padre para llevar a cabo su plan (Hechos 4: 27-28). Al describir al Padre celestial como la fuente del sufrimiento de su Hijo, el Nuevo Testamento se acerca a la situación histórica real de los niños ordinarios, en especial, los hijos, en el mundo antiguo.
Es Mateo 27: 46 Jesús en la misma cruz reclamándole a su Padre. (Absurdos del plan divino bíblico de salvación. )
Las narrativas del Nuevo Testamento también reflejan la realidad psicológica interior del niño. En Getsemaní, Jesús lucha con sus pensamientos de su inminente pasión. En el evangelio de Mateo[26:38] y Marco[14:34] «Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte». En el Evangelio de Lucas[22:44] Jesús está en «agonía» emocional. En la Epístola a los Hebreos[5:7] Jesús emite «grandes clamores y lágrimas». Respondiendo a esos estados internos intensos de devastación y desolación, Jesús le pide a su padre que no proceda: «Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; » [Marcos 14:35-36; Mateo 26:39; Lucas 22:42]. Estas representaciones del hijo son paralelas a la agonía emocional y a la suplica desesperada de los niños ordinarios cuando se enfrentan a castigos corporales. Al final Jesús se rinde a su padre, diciendo: «Padre… pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» [Marcos 14:36; Mateo 26:39; Lucas 22:42] —una postura de sumisión tal como aquélla forzada a los niños que había sido castigados corporalmente desde tiempos inmemorables—. Entonces, en la imagen de Jesús, encontramos una representación mítica casi perfectamente formada de circunstancias externas, estados de sentimientos, reacciones de conducta y, por último, un colapso de la voluntad de el niño castigado corporalmente.
Reflejos de el miedo de la infancia a un padre que maltrate están, también, presentes en el Nuevo Testamento. En el Evangelio de Lucas [12:4-5], Jesús dice del Padre: «te avisaré a quién temer: témele a él que, luego de haber matado, tiene poder de enviarte a el infiero; sí, te lo digo, ¡témele!».
En Epístola a los Efesios [2:2-3] se deja claro que la ira de el padre se genera en respuesta a la desobediencia de sus hijos humanos. En las primeras lineas de los textos más tempranos conocidos de el cristianismo, Primera Epístola a los Tesalonicenses, año 50 Después de Cristo, leemos de el rol central de el miedo en las primeras conversiones a el cristianismo: los tesalonicenses se convirtieron de sus Ídolos a Dios y esperaron por «Jesus, quien nos libra de la ira venidera» [Tesalonicenses 1:9-10].
San Agustín de Hipona.
Casi tres siglos y medio más tarde, Agustino segura: «muy rara vez, no nunca, ocurre que alguien viene a nosotros con el deseo de ser cristianos que no se le haya sido infundido algún miedo a Dios» (On Catechizing the Uninstructed, 5.9).
Esas declaraciones extraordinarias proveen una mirada profunda en el mundo psicológico dentro en el cual el Cristianismo se expandió primero —un mundo que parece haber estado lleno de miedo a el Padre, un miedo que se desplazó de inmediato a el reino teológico.
Paralelos notables con la infancia común también están presentes en las enseñanzas de salvación más importantes y explícitas de el Nuevo Testamento.
Cuando los niños son castigados, la causa próxima puede ser un tanto variada, dependiendo en la circunstancia particular y en la naturaleza de la exigencia parental que ha sido violada; pero la causa final es homogénea y general: el niño es castigado por desobediencia.
La desobediencia es el «crimen» por excelencia de la niñez. Por el contrario, la vía esencial y requerida para evitar el castigo, y para eludir la intensificación de el castigo una vez que ha comenzado, es la obediencia. Nótese que si un niño es castigado por desobediencia, y el castigo es eludido por causa de la obediencia, el niño es salvado efectivamente del castigo por la obediencia.
Los paralelos teológicos son obvios: la desobediencia —el pecado de Adán en el jardín bíblico— conduce a el castigo paternal para los humanos; mientras que la obediencia a el Padre —la estancia conductual y actitudinal de Jesús— lleva a la salvación. Este concepto está expresado más claramente en la carta de Pablo a los romanos, que se convirtió en algo fundamental para el cristianismo:
«Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos [Romanos 5:18-19]».
Observen que para ambos, los niños dentro de la familia y el creyente dentro del marco paulino [se refiere a el marco establecido por Pablo en Carta a los Romanos*], la salvación se obtiene a través de obediencia filial, eso es, obediencia de el hijo a el padre.
El paralelo se hace más preciso por el hecho de que, los seres humanos, son considerados, dentro de el marco cristiano, hijos de el padre celestial. Entonces, en ambos, la infancia común y en enseñanzas cristianas sobre la condena, son los niños quienes están sujetos a el castigo por el Padre.
El paralelismo se encuentra aún más profundo cuando se nota que el mismo Adán, quien es entendido como la fuente de desobediencia, es considerado como «el hijo de Dios» [Lucas 3:38] y, como muchos comentadores han observado, su pecado tiene una cualidad claramente infantil [que posee una cualidad que se asocia a la de un niño*] [6]. Entonces, la connotación obvia de el texto bíblico es que el pecado de Adán es específicamente la desobediencia filial.
Entendido en sus propios términos, la función de el cristianismo como una religión de salvación es la de proveer proceso metafísicamente interpretado como niño, reemplaza la desobediencia filial con obediencia filial. Este objetivo es personificado en la frase: “morir a uno mismo y ser reencarnado en Cristo [«morir a uno mismo y renacer con Cristo» puede ser otra traducción deseable y posible]» —lo que significa: morir al innatamente desobediente uno, que es identificado con Adán, y renacer en el prodigiosamente obediente hijo, Jesús—.
( El vídeo es de The Thinking Atheist y esta relacionado al tema de este artículo. Fue traducido y sub por nosotros. )
Cuando uno reconoce que Adán y Jesús representan y personifican, respectivamente, la desobediencia filial y la obediencia, el significado subyacente y la importancia psicológica de la estructura de salvación cristiana se hace clara: es un sistema que recapitula míticamente un tema traumático central de la niñez, proveyendo al creyente de una manera de escapar de el castigo al realinearse metafísicamente a él o ella misma de un estado de desobediencia a uno de obediencia.
Al renunciar míticamente a el infantil y desobediente uno, y convertirse en totalmente obediente y a través de Cristo, el creyente, conceptualizado como un niño, busca evadir el castigo —un castigo que por la mayor parte de la historia, y aún muy frecuentemente, era inevitable en la infancia real.
Los mismos conceptos son evidentes en la estructura de el rito cristiano (o más específicamente, sacramento), que encarna y da la expresión de conducta a el mito de salvación subyacente.
Esto es más obvio dentro de el contexto de la teología bautismal de Pablo, que conceptualiza la inmersióncomo una muerte ritualmente construida de el viejo e intencionalmente desobediente uno, que es identificado con Adán, y laemersión como una elevación, en una nueva vida, con o en el totalmente obediente hijo de Cristo.
Infancia destruida, descripción gráfica religiosa-sectaria.
De hecho, esta secuencia de muerte ritualmente construida (de la testaruda versión infantil de el uno) y el nacimiento (de el nuevo y obediente uno que se parece a Cristo) es frecuentemente entendida como estando míticamente atada directamente a la crucifixión y resurrección de Jesús: se dice que el uno desobediente es crucificado con o a través de Jesús [Romanos 6:3-4].
Aquí deberían de señalarse que al tratar de causar sacramentalmente un cambio de identificación de el desobediente Adán a el obediente Jesús, el individuo está, sin conciencia plena, asumiendo voluntariamente, al nivel de mito simbólico, el mismísimo proceso de transformación interna que el niño, bajo la amenaza de castigo, fue forzado a tomar durante su niñez.
Para aquellos familiares con los mecanismos y manifestaciones de los traumas psicológicos, añadiré que para el individuo que fue sometido a la supresión coercitiva de la voluntad durante la infancia, este proceso sacramental, en su propiamente dirigido y propiamente empoderado regreso a una victimización anterior, demuestra paralelos asombrosos con el fenómeno de repetición de conducta postraumático.
En términos generales, hemos estado considerando un proceso por el cual los mitos religiosos, incluyendo ambos, los mitos narrativos y de salvación, atraen mentes individuales y la cultura a lo grande, al evocar fuertes emociones de la infancia y un sentido compartido de verdad máxima en respuesta a traumas infantiles estereotípicos endémicos. Rasgos increíbles y fundamentales de este proceso fueron reconocidos casi 3 siglos atrás por Susanna Wesley —una devota religiosa y madre de John y Charles Wesley, los fundadores del Metodismo Cristiano. En una carta, en 1732, Susanna explicó sus opiniones en el castigo corporal:
Insisto en conquistar la voluntad de los niños con anticipación, pues esta es la única fuerte y racional fundación de una educación religiosa, sin la cual ambos, el precepto y el ejemplo serán inútiles… Esto es aún más evidente si vamos más lejos y consideramos que la religión no es nada más que hacer la voluntad de Dios, y no la nuestra…[7]
En este extraordinario pasaje, Wesley plantea que la forzada sumisión a la voluntad de el padre deja una fundación psicológica y cognitiva necesaria para el desarrollo tardío de un sistema de creencias centrado en la sumisión de Dios.
Wesley vivió en un mundo muy diferente a el nuestro, y sus ideas reflejan un acérrimo apoyo a el castigo físico, sin embargo, sus comprensiones fundamentales son profundas, y son casi completamente concordantes con las ideas que estamos considerando aquí.
En la historia de la Cultura Occidental, el abuso corporal infantil ha sido visto constantemente como ambos, necesario y benéfico. Además, el potencial de daño psicológico, incluso en el contexto de castigos físicos graves y con potencialmente riesgo de muerte, ha sido, como mucho, débil y contradictoriamente percibido.
En este contexto cultural, no era posible rozar conscientemente o comunicar literalmente sobre la experiencias subjetivas sobre traumas, porque la fundación necesaria del entendimiento estaba ausente.
No obstante, un «lenguaje simbólico», tal como ese provisto por el cristianismo, podría llenar esa diferencia —siendo posible expresar, sin importar cuán indirecto a inadecuado, la experiencia de el sufrimiento infantil endémico y su persistente efecto en los adultos.
Las mismas ideas pertenecen a la larga historia de el abandono y negligencia infantil. Aunque mucho menos conocido para la mayoría de las personas que la historia de el castigo corporal, el abandono y la negligencia de los niños ha sido endémico, incluso normativo, en el Occidente desde tiempos antiguos hasta el presente. Sobre el Imperio Romano, que como hemos notado proveyó el contexto inmediato para las escrituras de los libros de el Nuevo Testamento, el tardío historiador de la Universidad de Yale, John Boswell, estimó que de todos los niños nacidos en Roma durante los primeros tres siglos la de Era Común, entre un 20 y un 40% fueron abandonados[8].
Científica Sarah Blaffer Hrdy.
Altos niveles de abandono continuaron durante el período medieval y mucho de el período moderno también. Escribiendo principalmente del siglo 18 y 19, la antropóloga Sarah Blaffer Hrdy (Miembro de The National Academy of Sciences.) [9] nota que el abandono europeo afectó no a decenas o cientos de miles de bebés, sino millones; y el historiador y antropólogo David Kertzer ( Galardonado en 2015 con el Premio Pulitzer. ) [10] ha mostrado que en la Europa de los mediados de el siglo 19 cerca de 100.000 bebés eran abandonados anualmente.
Varias formas de «abandono temporal» (e.g., enviar a los bebés con las amas de crianza, o enviar a los niños a ser aprendices o trabajar de sirvientes) [las amas de crianza, resumido, eran mujeres que amamantaban a los hijos de otras mujeres en caso de éstas no poder o no querer*], como también una negligencia física y emocional [entiéndase esto como una negligencia descarada, de la cual los padres no tendrían algún sentimiento de culpa*], también han sido bastante extendidas.
En este contexto, consideren la representación evangélica de el tan llamado llanto de abandono de Jesús en la cruz —«¡Dios mío, por qué me has abandonado!»[Mateo 27:46, Marcos 15:34]—. Este llanto fue tomado literalmente de salmo 22, en las escrituras hebreas y, en el evangelio, colocado dentro de el contexto de una relación Padre-hijo. Ya no es más un lamento hebreo genérico a Dios; es un hijo llorándole a su padre —tal como podríamos esperar de los incontables niños abandonados o desatendidos por sus padres—. Entonces, con respecto a ambos, el castigo corporal y el abandono —dos traumas por excelencia de la niñez— encontramos en la pasión de Jesús unos paralelos temáticos estrechos con la «pasión» de los niños comunes.
Esta imagen de un niño abandonado por su padre ofrece una fuerte resonancia con cualquier persona que fue descuidada durante su niñez —algo que permanece demasiado común incluso en nuestro tiempo y circunstancias culturales—. En siglos anteriores, cuando el abandono real era bastante extendido, estas resonancias fueron, muy probablemente, mucho más poderosas.
Finalmente, podemos ver en el mito cristiano algo que añade otra capa más de poder emocional, profundidad, y resonancia: una inversión de la realidad de la niñez, una que “deshace” el trauma de el mundo real que esta representa. Estoy hablando de el mito de la fiesta de Resurrección, que representa la necesidad desesperada de el niño de creer que los horrores que él o ella experimentaron no fueron reales, permanentes, o irreversibles en última instancia.
A través de la intensa identificación de el creyente con Jesús (entendido dentro de el cristianismo como el compartir la vida de Cristo, o inclusive una unión metafísica con Cristo) la reversión de el dolor corporal y el abandono de Jesús se convierten también en las de el creyente. Entonces, la potente visión de la resurrección de un amoroso, no-punitivo, y infinitamente tolerante reunión Padre-Hijo puede funcionar inmediatamente como un poderosamente atractivo bálsamo para los muy frecuentemente terrores absolutos, añoranzas, y tragedias permanentes de esta niñez mundana.Sospecho que esta substitución psicológica de una añoranza por un final feliz, por una realidad irremediable de la niñez, que explica la exaltación experimentada por tantos cristianos en conexión con la visión de la resurrección de pascua.
De esta manera, la estructura ideacional cristiana, englobando la crucifixión, resurrección, y la muy estrechamente ligada enseñanza de salvación de Pablo, ofrecen al creyente, en el nivel del mito, ambas, una poderosa repetición de el trauma original y los medios para «deshacerlo» o prevenirlo. Esta explicación es sorprendentemente simple en sus rasgos esenciales. Sin embargo, va tan lejos como para no sólo explicar el desarrollo original del mito cristiano en su contexto antiguo, pero también la motivación subyacente del esfuerzo religioso cristiano en los dos últimos milenios. Trata los aspectos cognitivos, afectivos, y de conducta del cristianismo, y los ata con precisión a realidades históricas documentadas a la niñez de este mundo.
Antes de concluir esto, necesitamos considerar rápidamente cómo esta «traducción» del reino de lo infantil al reino de lo mítico ha ocurrido. Podemos analizar sintácticamente en dos grupos de procesos, los cuales, por simplicidad, podemos describir como aquellos que crean contenido mental muy profundos, y aquellos que traen a este contenido mental recientemente formado a el mundo exterior de interacción humana y de creación de textos (en este caso religiosos. )
En el primer grupo, una variedad de mecanismos psicológicos son relevantes, incluyendo.
A) La tendencia natural de la mente humana a crear narrativas simbólicas que reflejen las realidades de la vida (evidente en ambas figuras de charlas y sueños);
B) Los procesos de la memoria de la infancia temprana, que guarda recuerdos mnemotécnicos que son bastante duraderos pero son «no-autobiográficos» en su forma (i.e. son guardados en nuestra memoria sin una conexión clara con el sentido del uno) y pueden, así, ser experimentados en otros contextos;
C) La fragmentación de la memoria que ocurre con el trauma psicológicos, seguido por la reconstitución de los fragmentos de el trauma psicológico en escenarios relacionados temáticamente;
y D) La«transferencia» de un sentimiento poderoso de la niñez en contextos completamente diferentes, inclusive más tarde en la vida. Todos esos mecanismos y más seguramente jugaron un rol, y continúan a jugar un rol. Juntos o individualmente, proveen los cimientos psicológicos requeridos para la mistificación de los temas infantiles.
Un segundo grupo de mecanismos —esos que traen contenidos mentales recientemente formados a el mundo exterior de interacción humana y creación de texto— al menos dos procesos bien conocidos juegan un rol: la experiencia de «revelación», tal como aquéllas a las cuales Pablo atribuyó su conocimiento de Cristo y el evangelio, y la transmisión de narrativas, como esas a través de las cuales historias más tempranas sobre Jesús fueron pasadas de boca a boca antes de que fuesen escritas finalmente en el evangelio, al rededor de el año 70. Una experiencia percibida como una revelación es un ejemplo por excelencia sobre cómo una fuente interna de información puede ser malinterpretada como una fuente externa, incluyendo una imaginaria, y las tradiciones orales son bien reconocidas como bastante susceptibles a la modificación continua en respuesta a las necesidades y esperanzas de la comunidad e individuales que hacen tal transmisión.
Cuando ocurren junto con los mecanismos psicológicos fundacionales que describimos hace un momento, las experiencias de revelación y la transmisión oral de narrativas pueden proveer de un vehículo para incorporar temas infantiles a tradiciones religiosas y textos escritos, incluyendo esos que luego se convierten en canónicos.
Finalmente, es importante notar que, al describir cómo los procesos simbólico y otros procesos psicológicos que pertenecen a la infancia a la larga dieron forma a el mito cristiano, no estoy afirmando que el mito cristiano surgió a través de una creación psicológica ex nihilo [ex nihilo significando «de la nada», de el latín a el español*].
Adán y el mito judeo-cristiano Vs Origen Evolutivo.
En vez de eso, la estructura mítica de el cristianismo parece haber surgido mayormente a través de la modificación, combinación, y recontextualuzación de elementos culturales y religiosos preexistentes.
Ya hemos observado que el llanto de abandono de Jesús en la historia evangélica —que tiene raíces en una modificación direccional específica de un verso de el salmo 22 de la Biblia hebrea.
Como otro ejemplo, considere la imagen de Isaías de un sirviente sufriendo [e.g. Isaías 53], la cual muchos estudiosos creyeron proveyó un modelo literario para la imagen de Jesús de el Nuevo Testamento. En Isaías, el sirviente es un inocente recto mal definido que sufre acorde a la voluntad de Dios. Pero en el Nuevo Testamento, el sirviente se convierte en un hijo que sufre de acuerdo a la voluntad de el Padre, reflejando de ese modo con mayor precisión las experiencias de los niños en el contexto formativo de el Nuevo Testamento.
Muchos ejemplos similares podrían ser ofrecidos.
De esta manera podemos decir que un patrón de trauma-infantil estereotípico dentro de una cultura puede actuar como un «principio de organización» en la formación de un mito religioso, construyendo narrativas emocionalmente resonantes y temáticamente precisas a parir de los materiales culturales a la mano.
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Notas del autor del artículo:
Espero que para este momento esté claro cuán fuerte es la base lógica, probatoria, y teórica del argumento que estoy haciendo. Desde una perspectiva cultural y académica, es difícil exagerar la importancia de esas ideas, dado que el cristianismo esencialmente ha dado forma a la literatura de Occidente, filosofía, arte, arquitectura, las estructuras y patrones de nuestra vida diaria, y mucho de la historia política y militar de Occidente también.
Las implicaciones más bastas de el argumento aquí presentado son que nuestro mundo y cultura a sido formada, inclusive en algunos casos ha surgido en respuesta a, por el abuso de los niños.
Más allá de su importancia general, las ideas presentadas en este artículo pueden proveer de una mejor comprensión de los valores particulares de aquéllos que aceptan el ateísmo, racionalismo, y humanismo. Para concluir este artículo, sugiero que estas ideas puedan proveer:
1. Una explicación más poderosa y natural para la religión. Muchos intentos naturalistas y científicos para entender a la religión tienen sus raíces en un entendimiento abstracto o idealizado de lo que es la religión, y tienen relativamente poco para decir sobre las particularidades que forman la substancia real de las religiones.
Las ideas aquí presentadas pueden ayudar a explicar los temas específicos de los mitos religiosos, y la naturaleza de sus rituales y sacramentos asociados, al mostrar punto a punto a correspondencia con patrones bien documentados de interacción social humana —en particular, patrones de el período formativo emocional y cognitiva de la niñez—.
Estas ideas puedes ser ampliamente aplicadas y pueden enriquecer una variedad de perspectivas sobre los orígenes cristianos. Por ejemplo, estos no presuponen una posición particular sobre si un «Jesús histórico»puede ser excavado de (o si inclusive estuvo alguna vez presente) bajo las capas de mitificación evidentes en el Nuevo Testamento.
En términos de el entendimiento cultural-evolucionario de la religión, incluyendo esos que hacen uso de el concepto meme[concepto introducido por Richard Dawkins sobre difusión social, ver el Libro «El Gen Egoísta» para mayor información*], las ideas en este artículo apuntan a una presión selectiva bastante importante y en buena parte no muy reconocida que influencian el desarrollo, la supervivencia, y el esparcimiento de las ideas religiosas entre culturas.
2. Un entendimiento de las motivaciones psicológicas de las creencias religiosas. Los debates entre teístas y ateos a menudo toman la forma de argumentos sobre cuestiones de verdades históricas. Es, por ende, entendible que, desde una perspectiva racionalista, la visión de el mundo religiosa es a menudo vista como siendo surgida, en última instancia, de percepciones cognitivas erróneas.
El acercamiento que presento aquí centra su atención en los factores emocionales y personales poderosos que pueden dar cuenta y haber debajo de las creencias religiosas, y que pueden hacer que las percepciones erróneas de los religiosos sean resistentes a el cambio.
Para los ateos que tratan de comunicar persuasivamente una visión humanista y secular de el cosmos a los creyentes religiosos, las ideas en este artículo puede ayudar a que esté claro que las dimensiones cognitivas de la creencia religiosas puedan ser sólo la punta visible de el iceberg.
3. Mejor comprensión sobre las las raíces de el trauma religioso. Como el Dr.Richard Dawkinsha enfatizado elocuente, poderosa, y reiteradamente, enseñanzas religiosas específicas, tal como las ideas cristianas sobre el infierno, pueden tener un profundo efecto traumatizante en niños. Las ideas presentadas en este artículo pueden ayudarnos a contextualizar y comprender la fuente de esos aspectos traumáticos de el mito cristiano. Hacen claro que el trauma esconde trauma —que patrones históricos endémicos de abuso corporal promulgados en un contexto patriarcal, al final explican el énfasis cristiano en el castigo por parte de el Padre celestial. Aquí debería notar que otros estudiosos, especialmente el historiador social Philip Greven (ver, por ejemplo, su libro: Spare the Child) ha explorado el enlace entre el castigo corporal infantil y el miedo por el fuego eterno; explorar a este estudioso puede beneficiar a aquéllos que deseen entender mejor estos conceptos.
4. Incrementar el reconocimiento sobre nuestra humanidad compartida. Dado el amplio clima cultural, al menos en los Estados Unidos y otros lugares donde el cristianismo aún está en alza, el gran daño hecho por ciertas enseñanzas religiosas a niños y algunos otros, es fácil entender cómo los ateos podría verse como una minoría asediada confrontando una fuerza cultural peligrosa y extraordinariamente poderosa. En un nivel individual, el creyente podría incluso ser visto como una especie de enemigo, un «otro» que representa y encarna un «ellos» bastos y poderosos. Las ideas presentadas en este artículo pueden ayudar a reconocer que los creyentes a través de su aceptación de la estructura mítica cristiana, podría estar expresando en realidad, sin conciencia plena, un sentido profundo de vulnerabilidad, victimización, y necesidad. Una vez que esta posibilidad es reconocida, se hace más fácil ver a el creyente como alguien que, como uno mismo, está tratando —muy frecuentemente al frente de unas horrorosas experiencias infantiles y largas variables psicológicas— de crecer emocionalmente, el sentido de juicio eviscerante [juicio por el cual se descompone y se desentraña las ideas*] puede ser desechado y ser reemplazado por un sentimiento de conexión interpersonal. Al atraer atención a la experiencia compartida de la niñez, una conciencia de nuestra humanidad compartida puede venir a la primera página.
Autor del Artículo: Benjamin Abelow.
Tiene una Licenciatura en historia. Miembro de Phi Beta Kappa, de la Universidad de Pennsylvania y un Doctorado en medicina de la Yale School of Medicine, donde además sirvió en la clínica de su facultad. Él ha presentado su investigación sobre la relación trauma-religión en conferencias académicas en Estados Unidos y Europa, y ha publicado sus conclusiones en artículos revisados por expertos y en capítulos de libros. Su investigación esta conformada por un riguroso interés intelectual por la religión, psicología, e historia, y es motivado por una profunda preocupación empática por la situación de los niños, en el pasado y el presente.
Editor de Metrópolis Escéptica – Krisangel23 – Divulgador en ratos libres junto con el grupo Traducciones Herejes sobre temas como: Ateísmo, ciencia, escepticismo, racionalismo, diversidad afectiva sexual, humanismo secular etc. Por medio de vídeos y artículos traducidos del inglés al español además de material originalmente escrito por el editor y de otros autores de habla hispana.
Traductor del artículo: UnInternauta. Colaborador de traducción: Matías1428.
Fuentes:
1) Artículo en inglés How Childhood Trauma Created Christian Myth— And Why It Matters to Atheists.https://richarddawkins.net/2016/03/how-childhood-trauma-created-christian-myth-and-why-it-matters-to-atheists/
2) Página oficial de Benjamín Abelow .– http://www.benjaminabelow.com/About_Me.html
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+ Notas Extra del editor Krisangel23: Quema manos de sus hijos por tomar 80 pesos.-
Recientemente en este año 2016 en México hubo una noticia donde una mamá que le quemó sus manos en una estufa a sus 2 hijos uno de solo 6 años de edad y otro de 10 años como castigo por agarrar dinero, en la sección de comentarios de la noticia gran parte de la sociedad mexicana que comentó, apoyó y defendió esa desproporcionada acción por parte de la madre a sus 2 hijos, mientras las autoridades por su parte afortunadamente detuvieron a esa potencial psicópata y le quitaron a sus hijos, los defensores de la “moralidad” y “buenas virtudes” la siguieron apoyando, pueden verlo en el enlace de arriba ( hay que remarcar el hecho de que gran parte de la sociedad en México es muy religiosa y conservadora. ) Este es un ejemplo reciente de como la influencia religiosa judeo-cristiana-católica en la sociedad actual fomenta comportamientos medievales y realmente criminales incluso contra los propios hijos y de como una sociedad puede estar gravemente enferma por el virus de la fe.
Las creencias religiosas sectarias no dudan en poner los actos cometidos por un infante al mismo nivel que los de un adulto.
Hay que ver como en países musulmanes incluso a niños se fomenta castigos como amputación de miembros, hace poco hubo un caso en Pakistán donde un menor de 15 años por si mismo se amputó su mano derecha por haber “blasfemado” accidentalmente con ella sobre el profeta Mahoma ( La gente religiosa de su comunidad lo felicitó al punto de convertirlo en un héroe. ).-