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La noche del 10 de mayo de 1975, mientras dormía, recibió un tiro en la cabeza por decisión de tres de los cuatro miembros de la Comisión Militar del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP): Joaquín Villalobos, Alejandro Rivas Mira y Vladimir Rogel Umaña. Ellos mismos se encargaron de la ejecución.

Roque Dalton nació el 14 de mayo de 1935, en San Salvador. Su padre, Winnall Dalton, era un millonario texano criado en la frontera con México. 

Su madre, María García, fue una modesta enfermera salvadoreña. Realizó sus primeros estudios en un colegio jesuita. Después estudió Derecho en El Salvador y Chile y cursó Antropología en México.

En 1953 entrevistó en Santiago al muralista mexicano Diego Rivera para la revista literaria de la Universidad de Chile. 

Él mismo relató más tarde su encuentro con el pintor: “Me preguntó, con aquella manera exuberante que tenía, que cuántos años tenía yo. Yo le dije que 18 años. Entonces me preguntó que si yo había leído marxismo. 

Yo le dije que no. Entonces me dijo que tenía yo 18 años de ser un imbécil. Y me echó”.

En 1956, Roque fundó con un grupo de poetas salvadoreños y centroamericanos el Centro Literario Universitario (CLU). Ese mismo año ganó el Premio Centroamericano de Poesía otorgado por la Universidad de El Salvador. A los 22 años de edad, se afilió al Partido Comunista, al que abandonó pocos años después.

Dalton tuvo un “costado” argentino, muy anterior a su amistad con Julio Cortázar y la admiración por la poesía de Juan Gelman. Comenzó en su infancia con la lectura de las revistas Billiken y Mundo Argentino, además de libros de texto escolares que el primer gobierno peronista distribuía en casi todos los países centroamericanos a través de sus embajadas.

 En febrero de 1969, entrevistado por el escritor uruguayo Mario Benedetti para la revistaMarcha, dijo que había crecido “en la órbita del fútbol, de El Gráfico, Borocotó,Rico Tipo, César Bruto”.

La revolución salvadoreña, la del pulgarcito centroamericano, experimentó toda clase de conflictos que hicieron que fuera extremadamente difícil que ese proceso consiguiera el éxito que inmediatamente antes había conseguido la revolución sandinista de Nicaragua. 

El imperialismo aprendió la lección, e iba a hacer todo lo posible para que no emergiera otra revolución en Centroamérica.

Mientras los sandinistas tuvieron la suerte de encontrar al demócrata y humanista James Carter en la presidencia norteamericana, a los salvadoreños les correspondió la desventura de topar con uno de los pilares de la reacción contemporánea, el inefable actor hollywoodense que fue Ronald Reagan.

Reagan fue, en pareja con la Iron Lady, Margaret Thatcher, un patrocinador del neoliberalismo que, en los tiempos que corren, no solo reduce al hambre a los países más pobres, sino que está quebrando los fundamentos mismos del estado de bienestar del que tanto presumía Europa Occidental.

Se recuerda el brutal asesinato de la comandante Ana María, y el posterior suicidio de Marcial, directamente implicado en el crimen.

La causa del pueblo salvadoreño había arraigado con tal fuerza desde los tiempos de Farabundo Martí, que sobrevivió a estos bárbaros desmanes capaces de sacar de quicio cualquier proceso histórico.

En 1975 conocimos, consternados, la inesperada, absurda noticia de la muerte del amigo, poeta y revolucionario salvadoreño Roque Dalton, “ejecutado” –decían– por la jefatura del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) al que pertenecía, nada menos que por traidor y agente de la CIA.

Pese a que el convulso panorama político de aquel país hacía posible esa explicación, quienes conocimos de cerca a Roque no podíamos aceptarla. 

No podíamos creer que el autor de Taberna y otros lugares, del impresionante testimonio biográfico sobre Miguel Mármol, el poeta varias veces encarcelado, el amigo de Cuba, fuera un traidor a todo lo que vivió y escribió.

El tiempo fue despejando las incógnitas: se conocieron las discrepancias ideológicas y políticas de Roque con la cúpula que regenteaba el ERP.

 Los propios “ejecutores” de Roque hablaban de haber cometido un error, porque no querían hacerse moralmente responsables de la muerte de Roque. 

No revelaban donde quedaron los restos del poeta –el mejor que haya tenido El Salvador–, a quien su país y su familia querían rendirle el homenaje que merecía.

 La supuesta “ejecución” iba revelándose, cada vez más, como un imperdonable asesinato.

Empezó a saberse que eran varios los ejecutores materiales del crimen que había tenido, además como autor intelectual, al mismo jefe del ERP, el llamado comandante Joaquín Villalobos.

Cuando llega el proceso de pacificación a El Salvador, y se desmontan las guerrillas izquierdistas, varios de sus jefes pasan a la lucha política pacífica, integrando el Frente Farabundo Martí que entonces participaría en las contiendas electorales, desde posiciones revolucionarias.

El caso de Villalobos era diferente, muy diferente. 

Desmontó el Ejército Revolucionario del Pueblo y pasó a una misteriosa vida apolítica. 

Tuvo la oportunidad de ocupar una cátedra en la prestigiosa universidad inglesa de Oxford, ignoro a partir de cuáles méritos académicos. 

Pero a poco volvía a América Latina, escribía para el diario español El País y se convertía en asesor político de ¡¡Álvaro Uribe!!. Como última noticia –para redondear el currículum del asesino en jefe–, ha escrito hace muy poco un artículo que titula, pragmáticamente, ¿Cómo enfrentarse al chavismo?

Lo que allí dice es lo de menos, pero el propósito del libelo responde una pregunta –no la muy compleja de cómo derrotar al pueblo venezolano– sino otra que nos hemos hecho muchos amigos de Roque Dalton: ¿cuál fue la verdadera causa de su asesinato?

Creo que está muy claro que Villalobos, el guerrillero jefe del ERP, el asesino de Roque, ha sido desde el primer momento un agente de la CIA, un ejecutor de claros y ambiciosos proyectos del imperialismo.

Este supuesto “hombre de izquierda”, tan de izquierda como para considerar traidor a Roque Dalton porque “llevaba una vida bohemia, escribía poesía y amaba la Revolución Cubana”, fue asesor de Álvaro Uribe, el más fiel servidor que, en los últimos tiempos, han tenido los Estados Unidos en América Latina; colabora en un diario que ha girado enteramente a la derecha, pero el asesinato de Roque Dalton fue su máxima colaboración con la CIA.

Como el cubano-americano Félix Rodríguez llevó a Bolivia la orden enviada por la Agencia de asesinar a Ernesto Che Guevara, Villalobos cumplió la tarea de asesinar al poeta, al brillante intelectual, al revolucionario que podía ser decisivo en la toma del poder en El Salvador.

Villalobos ha ido, poco a poco, develando su infamia.

Ahora sabemos sin lugar a duda, dónde estaba la traición. 

Quién, con el asesinato del poeta, estaba sirviendo a la pura contrarrevolución en América Latina.

De ese estercolero, surge incólume la figura del poeta revolucionario. 

Un añadido más para la gloria de Roque Dalton.

Revolucionario de corazón, miltante íntegro y comprometido hasta el final, en Historias y poemas, Roque Dalton se desdobla en cinco heterónimos, poetas de su invención: la joven activista Vilma Flores, el líder estudiantil Timoteo Lúe, el también narrador Juan Zapata, el ensayista literario Luis Luna y el de mayor edad, Jorge Cruz, asesor jurídico del movimiento obrero católico, especialista en Paulo Freire y presunto autor de una Oda solidaria a Camilo Torres; su alter ego Dalton transcribe la serie Poemas para salvar a Cristo, incluyendo el memorable Credo del Che.

Entre sus ensayos y narraciones se cuentan: César Vallejo (1963), El intelectual y la sociedad (1969), “¿Revolución en la revolución?” y la crítica de la derecha (1970), Miguel Mármol y los sucesos de 1932 en El Salvador (1972) y Las historias prohibidas del Pulgarcito (1974), donde figura el célebre “Poema de amor”, dedicado a sus compatriotas:


Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como “silver roll” y no como “gold roll”),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
(“me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño”),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
(“La gruta azul”, “El Calzoncito”, “Happyland”),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas, mis hermanos.

Villalobos le obsequia su fusil AK-47 al presidente Salinas de Gortari
**************
Joaquín Villalobos llegó a ser uno de los comandantes del FMLN, y tras los acuerdos de paz del Castillo de Chapultepec, que dieron fin a la guerra de El Salvador en 1992, regaló su arma al presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari; arma que a su vez había entregado a Villalobos el comandante Fidel Castro.

El gesto le ganó un boleto de primera clase a la Universidad de Oxford, donde sufrió unametamorfosis, como ha ironizado Roberto Bardini.

 Los estudios de posgrado hicieron de Villalobos especialista en problemas de seguridad y le permitieron asesorar al gobierno fascista de sus antiguos enemigos de ARENA, y más recientemente al presidente colombiano Álvaro Uribe.

Su deuda con Salinas era grande, y no dudó en trasladarse a México en enero de 1994 para sobrevolar la selva Lacandona junto con mandos del Ejército federal, para orientarlos en la ofensiva que preparaban contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a raíz del levantamiento indígena de Chiapas.

El asesino de Roque Dalton vuelve a México en 2010 para hablar en Los Pinos ante el cuerpo diplomático y el gabinete del presidente Felipe Calderón, evaluar positivamente suguerra contra el crimen organizado y delatar los mitos que la intentan desprestigiar (La Jornada, 9/01/10). 

Coincide la visita con la nueva publicación (¡en Australia!) del libro más emblemático y polémico de su víctima, Historias y poemas de una lucha de clases (editorial Oceansur, Melbourne, 2010), que Dalton escribió hacia 1975, póstumamente conocido como Poemas clandestinos (1981).

En diciembre de 1998, el periodista británico John Carlin publicó en el diario español El País una entrevista a Villalobos, a quien describe como “un luchador por la libertad que se muestra aliviado por no haber ganado la guerra a principios de los años ochenta” y “un antiguo marxista que confiesa que siempre se ha sentido más cerca de la cultura norteamericana que de los soviéticos”. 

Un par respuestas del ex comandante guerrillero del ERP son más elocuentes que un ensayo de cien páginas acerca de su travestismo político: “Pobrecito mi país si hubiéramos ganado”, dice.

 “Éramos la generación del rock.

 ¿Qué teníamos que ver nosotros con ese aburrido mundo soviético?”.

por Guillermo Rodríguez Rivera

http://segundacita.blogspot.com/2014/03/el-curriculum-de-un-asesino_8.html

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