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Naomi Klein: "¿Y si el calentamiento global no es solo una crisis?"



Durante el último Festival de Cine de Toronto, la escritora y activista Naomi Klein presentó su “Manifesto”, una súplica al gobierno de Canadá para que se abandonen los combustibles fósiles y se tomen medidas radicales hacia una sociedad mucho más sostenible y equitativa.

Apoyado por personalidades como Neil Young, Alanis Morissette, Ellen Page o Rachel McAdams, así como por actores, músicos, activistas y líderes aborígenes, el manifiesto implora a los líderes políticos “aprovechar la oportunidad para abrazar la necesidad urgente de transformación” y defender “nuestro deber sagrado hacia los damnificados por este país, a los que hoy sufren innecesariamente y a todos los que tienen derecho a un futuro seguro”. (Lee el texto entero).

Pero, como es de costumbre, este no es el único frente en el que lucha Klein. El festival de este año también estrenó “Esto lo cambia todo”, una adaptación (en formato documental y dirigido por su marido, Avi Lewis) del bestseller homónimo de Klein publicado en 2014. 

Pero así como el libro era un épico alegato anticapitalista (apodado por el New York Timescomo “el libro sobre medio ambiente más trascendental y polémico desde Silent Spring”), y el manifiesto es un intento muy concreto de lanzar un nuevo paquete de políticas medioambientales, el documental es una mirada mucho más íntima, conducida a través de las comunidades que están en primera línea de la guerra contra el cambio climático: desde las comunidades indígenas que luchan en las áreas donde procesan arenas de alquitrán en Alberta, a los habitantes de Andhra Pradesh, que defienden en India sus pantanos amenazados por una planta de extracción de carbón. Como el libro, la adaptación da una vuelta positiva al asunto. 

“¿Y si el calentamiento global no es solo una crisis?” pregunta Klein al público. “¿Y si es la mejor oportunidad que tendremos de construir un mundo mejor?”

“¿Y si el calentamiento global no es solo una crisis?” pregunta Klein al público. “¿Y si es la mejor oportunidad que tendremos de construir un mundo mejor?”

Antes de desvelar el manifiesto, el medio digital Salon se sienta con Klein y Lewis para hablar del documental, del poder del activismo de base y de su optimista (e indefinida) visión de futuro. Tal y como dice Klein: “No estamos ganando. Eso no quiere decir que podamos relajarnos. Pero quiere decir que la cosa se pone interesante”.

Naomi, nuestros lectores están familiarizados con tu trabajo, pero querría centrarme en el proceso de adaptar tu libro a documental. ¿Cómo empezó todo esto?

Naomi Klein: Los dos proyectos se pensaron a la vez. Se me ocurrió la idea para el libro mientras Avi trabajaba para Al Jazeera English como co-presentador de un espacio llamado “Fault Lines”, un programa de documentales. Yo viajaba para mi libro y Avi viajaba por todo el mundo para Al Jazeera. No nos veíamos, y era totalmente insostenible, así que decidimos empezar un proyecto juntos. Yo tenía la experiencia de haber hecho un largometraje sobre mi anterior libro (“La doctrina del shock”), con Michael Winterbottom. Pero con Michael lo hicimos todo a posteriori, y creo que hubo algunos fallos. Yo siempre tardo mucho en escribir un libro. Son unos cinco años de escritura y, una vez he terminado, lo último que quiero es hacerlo todo de nuevo. Durante la investigación, siempre hay un sentimiento muy genuino de descubrimiento, ya que aún no has acabado de definir tu tesis. Con el documental intentas simular todo eso (volver a los sitios a los que ya has estado, etc.), y quieras que no, el producto final siempre tiene algo de simulación. Así que queríamos hacer algo distinto esta vez, por un lado porque queríamos pasar más tiempo juntos a nivel personal, pero también porque pensamos que quizá el proceso mejoraría: ¿Y si Avi hace el documental mientras yo escribo el libro? De esta forma el proceso genuino de descubrimiento queda documentado. Ese es el lado positivo.

Avi Lewis: El inconveniente fue intentar hacer una adaptación de un libro que aún no se había escrito, y eso fue duro. Se trataba de ir más allá de nuestras razones personales y conseguir una autenticidad en toda la investigación. Lo bueno es que creo que los dos tenemos la convicción de que, si uno quiere hacer florecer una idea, una idea radical en el seno de una cultura muy abarrotada de conceptos, vale la pena intentarlo en cuantas más plataformas mejor, de forma simultánea. Así que no solo teníamos el proyecto del libro y la película en paralelo, también trabajábamos en comprometer a la gente con nuestra web y con otras plataformas digitales.

En Toronto lanzamos el manifiesto “The Leap Manifesto”. Naomi tuvo una idea brillante (muy típico de ella). 2016 es año bisiesto [leap year, en inglés], así que pensó que lo que debemos hacer, socialmente, culturalmente y económicamente, era precisamente esto, dar un salto [leap]. Ya no hay tiempo para los pequeños pasos. Aparte del libro y el documental, nos hemos organizado muchísimo durante estos últimos meses: hemos tenido reuniones con organizaciones de todos los campos, niveles y espectros. Tuvimos un encuentro en Toronto que reunió a activistas, sindicatos, ecologistas, coordinadores de derechos y de justicia social. Este manifiesto, pidiendo en Canadá una transición hacia una economía de pocas emisiones contaminantes, para que se ejemplifiquen los principios de justicia y se aborden las injusticias, se lanza en medio del festival de cine.

Una película no argumenta meticulosamente ni da evidencias. Las películas son emoción, conexión y dimensión humana. En los grandes libros de no-ficción es difícil crear personajes y darles vida de la manera en la que lo haría una película. Y ninguna de esas dos plataformas sigue siendo idónea para lanzar un paquete de medidas. Así que estamos explorando la posibilidad de verter todos esos conceptos y sus implicaciones en distintas plataformas, según los puntos fuertes de cada medio.

El documental se centra mucho en esos movimientos de base llamados “ecología de los pobres”, así como en un gran número de ese tipo de grupos que acaban teniendo mucho éxito, como ahora los manifestantes que pararon la explotación de una mina de oro en Halkidiki, Grecia.

AL: La gente está ganando, por todas partes. El movimiento por la justicia climática está empezando a andar en serio. Si miras dónde estábamos hace un año, había medio millón de personas en la calle en Nueva York. Y era por el clima. Nunca nadie había visto una manifestación similar antes. La poca inversión en combustibles y carburantes fósiles ha estallado en los últimos años, con repercusiones que van mucho más allá de los campus universitarios americanos en donde empezó todo, de las ciudades, los pueblos, de Europa, Australia… Ahora tenemos todos esos proyectos de oleoductos que se están aplazando, en algunos casos incluso interrumpiendo. Tenemos el movimiento para parar el fracking, un movimiento que ha explotado y ha conseguido que se establezcan prohibiciones, en Nueva York o en Escocia. Hay muchas cosas que celebrar y en las que inspirarse. El movimiento por el medio-ambiente está expandiendo su noción de lo que es y se está ampliando por todo el mundo. Es un momento intenso, de mucho crecimiento. Se trata de una historia en la que los puntos no acostumbran a conectarse.

Me interesa este fenómeno internacional denominado Blockadia* como una forma de conectar a todos esos movimientos medio-ambientales de base que parecen a priori muy dispares.

AL: De hecho, están todos conectados. Hemos conocido a gente en Estados Unidos que se declaran activistas en contra de las arenas de alquitrán, y no es porque estén conectados con los activistas del norte de Alberta (Canadá), sino porque los grandes equipos encargados de las infraestructuras de alquitrán (las piezas de Lego enormes que utilizan para construir refinerías y tuberías) pasan por su estado. Y eso es porque hay petroleros llenos de bitumen que han explotado cerca de sus ciudades. Así que la gente está facilitando el encuentro de unos con otros.

¿Siente que estamos en la cúspide de algo, en una especie de punto de inflexión?

NK: Cuando el otro día miraba por primera vez el documental, me impresionó darme cuenta de que esto es una guerra. Lo ves cuando te fijas en cómo se desarrollan los acontecimientos cuando la gente intenta parar una planta de carbón o una mina: aparecen las armas. Es así, y es difícil que la gente lo vea. Pero hay bandos. Y cuando intentas pararlo es cuando más ves que hay bandos muy definidos. Así que diría, para no utilizar términos militares, que se trata de una carrera.

AL: Vamos, ¡a la carrera!

NK: Diría que empezamos muy atrás. En lo que a emisiones respecta, y porque nos hemos retrasado durante tantísimo tiempo, tenemos que hacer mucho, y muy rápido. Es una tarea muy difícil, y por eso utilizamos el término “salto”, porque realmente hablamos de una transformación que debe tener lugar en muchos frentes. Aun así hay señales muy emocionantes: el precio de la energía solar ha bajado en un 75%. Es ahora más barata que los combustibles fósiles, al menos en muchas partes del mundo. Si miras el porcentaje al que el sol se está introduciendo en un país como Bangladesh, es impresionante. Creo que la industria de los combustible fósiles está empezando a asustarse por la combinación desplome del precio–desinversión y por la tendencia que hace que las renovables se estén abaratando muchísimo en muy poco tiempo. Eso no quiere decir que ganemos. No estamos ganando. Eso no quiere decir que podamos relajarnos. Pero quiere decir que la cosa se pone interesante.

¿Cómo ven el reciente esfuerzo por parte de las empresas de apropiarse del movimiento por el clima, como la campaña de BP “Beyond Petroleum” (“Mucho más que petróleo”)?

AL: Con la campaña de BP ves exactamente lo que significan las palabras escogidas, ya que la abandonaron al cabo de muy poco de empezarla.

NK: Dijeron todo lo que debía decirse, lo escogieron muy bien. Dijeron que se convertirían en una multinacional diversificada y que irían más allá del petróleo, pero entonces el precio del crudo aumentó, vendieron su parte de energías renovables y duplicaron su apuesta por los combustibles más contaminantes del planeta. Así que no creo que podamos dejar esto en manos del mercado. Es demasiado importante. Es nuestro hogar. Es la vida en la tierra. Uno no debería apostar o jugar con un bien tan preciado e irremplazable. Eso no quiere decir que el mercado no tenga ningún papel, pero la idea de esperar lo mejor y poner algunos mecanismos favorables al mercado y dejarles hacer su trabajo… Creo que estamos ante una cuestión que solo se soluciona con normativas.

En el documental te fijas en la trayectoria de activistas a título individual, lo que lleva a escenas muy emotivas: los rancheros de Montana, devastados por el vertido de petróleo en su patio trasero o las mujeres del Alberta Beaver Cree Nation, a quienes la burocracia pone trabas de forma constante. ¿Cómo fue conocer y hablar con esta gente, y cómo escogió las historias que debían formar parte del documental?

AL: Fue muy difícil escoger. Decidí que, para que estuviera a la altura del trabajo que realizaba Naomi, debía ser un proyecto global. También vi que uno no puede hacer un documental sobre el cambio climático y el capitalismo en 2012 y no ir a China o India, no estar en los sitios donde se ganará o perderá la batalla por el cambio climático. Y como es muy complicado (y caro) viajar para realizar un documental (especialmente cuando intentas hacerlo con una buena producción y llevas veinte maletas encima cada vez que subes a un avión) tuvimos que reducir el tiempo que pasábamos en cada sitio al que íbamos. Habría sido magnifico haber tenido un par de meses para cada localización, pero tuvimos solo semanas. Eso lo compensamos con más investigación previa, charlando antes con la gente y estableciendo con tiempo las relaciones críticas con los sujetos que nos interesaban más. Cuando estás sobre el terreno y ocurre algo dramático en tiempo real… Bueno, podríamos decir que eso son los dioses sonriéndote. No se ven en el documental las innumerables veces que esto no ocurrió.

Con los documentales… no dejes nunca que nadie te diga que hay una fórmula mágica. Cualquiera que actúe haciendo ver que sabe lo que está haciendo, miente. Se basa todo en conjeturas; con los años pules tu intuición, tus corazonadas. Pero una cosa está clara: si la comunidad está a bordo del proyecto, entonces tienes una apuesta segura. Cuando sabes que un colectivo está luchando contra algo, o que se han juntado para luchar, cuando tienes ese sentimiento de que hay una lucha real… Sabes que vas a encontrar esos momentos de emoción, de drama. Además sabes que conocerás a gente de la cual aprenderás muchísimo y que te inspirarán. Gente que dirá cosas que cambiarán tu mundo y la manera que tienes de pensar y ver las cosas.

Me quedé muy impresionada con un momento en el que una mujer que participa en una protesta (la que se opone a la construcción de una mina de carbón en Grecia) dice mirando a cámara: “Daría mi vida para poner fin a esto”. No me pareció ni planificado ni orquestado con antelación.

AL: Esa mujer no se andaba con gilipolleces.

NK: Vino ella a buscarnos. Y otra cosa que quería decir es que las escenas del norte de Alberta, con Crystal y su familia en la comunidad de Beaver Cree Nation, son únicas, ya que ellos nunca se habían abierto a las cámaras de ese modo. Crystal ha hecho muchísimas entrevistas, pero nunca había invitado a nadie a su ámbito más familiar. Y esto tiene que ver con que Crystal y yo estamos involucradas en este movimiento desde hace mucho, y nos conocemos. Eso es lo que nos permitió hacer todo esto. Aunque no estuviéramos allí por mucho tiempo, la gente nos bendijo con su tremenda confianza. Y es algo que no damos por sentado. Es algo impresionante, dejar que alguien entre en tu casa con su cámara, que tenga acceso a tus momentos familiares más íntimos. Crystal me dijo después de acabar la grabación: “Cuando dije que ellos me tratan como a una ‘India estúpida’, crees que se ha entendido que este no es un término que nosotros utilicemos?”. Le aseguré que absolutamente todo el mundo a quien le habíamos enseñado esa escena lo había entendido de la forma que ella pretendía. Ese fue precisamente un momento espontáneo de intimidad, y estamos tremendamente agradecidos por toda esa confianza.

Yo soy de Canadá, y me conmovió muchísimo la descripción que hace el documental de las comunidades indígenas en este país. Parece que el tema de la protección del medio ambiente realmente encaja con todos estos otros problemas que aquejan a las comunidades indígenas canadienses en cuanto a la opresión del gobierno y en cuanto a su derecho de auto-determinación. Durante toda la película vemos que la lucha por el clima se entrelaza con temas relacionados con los derechos de la mujer y la pobreza.

NK: Una de las cosas que más me gusta de la película es que hay muchísimas mujeres, y muchas mujeres líderes. Y no es algo que Avi haya intensificado o magnificado.

AL: Es un reflejo claro de quién está liderando, un reflejo de quiénes son las figuras que inspiran.

NK: Es simplemente quien lidera. Crystal, Vanessa, Sunita, así como todas las mujeres de Grecia, son increíbles. Supimos de esa lucha por una carta abierta que escribieron desde Halkidiki al mundo sobre lo que estaban experimentando. Es una carta increíble sobre la opresión que estaban experimentando. En ella decían: “Queremos hablar contigo, de mujer a mujer”. Era algo muy directo, pero no hicimos una gran montaña de ello. Quizá tendríamos que haberlo destacado más, pero me alegra que hayas reparado en ello.

Poniendo la mirada en las presidenciales estadounidenses, ¿hay algún candidato que creáis que sea la opción ‘verde’ más obvia?

AL: Hay mejores y peores candidatos, pero de hecho creo que el sistema político americano no tiene las condiciones para el tipo de cambio que hace falta, y eso nos marca el camino de lo que debemos hacer como sociedad. Lo mismo pasa aquí en Canadá. Cuando tienes un Congreso bloqueado, el ejecutivo en pie de guerra con una o las dos cámaras… No hay una receta para un solo candidato, independientemente de su situación, para que este pueda realizar el cambio radical que pide el planeta y que la ciencia nos está diciendo que es necesario. Y eso está bien. Porque este es precisamente uno de los relatos que debemos quitarnos de encima.

Debemos dejar atrás este relato de más de 400 años de historia que nos dice que podemos controlar la naturaleza, moldearla a nuestro antojo, y que no habrá consecuencias para las sociedades basadas en estas premisas. Debemos madurar y abandonar esa historia, salir de la idea de que un político vendrá a salvarnos –independientemente de cómo sean o de cuánto inspiren a la población. Lo que necesitamos es similar a lo que pasó en Alemania, donde movimientos sociales presionaron a los políticos y crearon tanto apoyo público que ya era un tema de egoísmo político el hacer lo correcto. En torno a potenciar las energías renovables, a crear buenos empleos, a regular las grandes corporaciones y, sobre todo, en torno a un paquete completo de medidas para combatir la crisis climática y las desigualdades de nuestro sistema. Aquí es donde se ve que algo está cambiando. Y eso solo ocurre cuando hay un apoyo público enorme y unos políticos que llegan a donde está la gente. Y por suerte, ya podemos hacer eso, porque nosotros somos ellos.

Exacto. Somos nosotros.

NK: Siento que estamos en este momento en el que tenemos una clase política “seria” que nos está constantemente diciendo que se trata de un tema opcional, y que nos está empujando hacia esas medidas blandas totalmente insostenibles pero que hacen que nos quedemos en este camino suicida. Medidas que han demostrado, una y otra vez, ser erróneas. Es increíble que Bernie Sanders esté avanzando a Hillary Clinton en New Hampshire y Iowa. Eso demuestra que los expertos están equivocados. Así como es increíble que Jeremy Corbyn haya ganado el liderazgo del partido laborista en el Reino Unido.

AL: O que Alberta haya echado a los conservadores después de 44 años de gobierno de un único partido.

NK: Para mí es eso de lo que va este momento histórico: ¿Cómo encontramos esa realidad, donde los expertos están equivocados, donde la gente quiere más, donde todo mundo está listo para dar un paso adelante, pero donde hay un claro vacío de visión y de ideas?

Nota:

* Blockadia: fenómeno internacional cuyo objetivo es detener los proyectos de extracción de combustibles fósiles o de minerales allí donde surjan.

Entrevista publicada originalmente en ‘Salon’. Anna Silman es editora de ‘Salon’.


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210751

Traducción Anna Galdón

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