Muchas cosas son lamentables. Que un estado ataque a un pueblo, a una sociedad o a un estado ajeno a él es bastante lamentable.
Como el vaso de la codicia no tiene fondo, hay cosas más lamentables aun.
Que un estado ataque a un pueblo al que se le ha negado históricamente ser un estado, que no es reconocido y además está dividido por la cara mediante fronteras estúpidas entre múltiples estados mediante una decisión en un despacho entre potencias mundiales ajenas a todas ellas.
Es algo así como el colmo de lo lamentable en la relación entre pueblos y comunidades.
Eso es exactamente lo que pasa en parte del Kurdistan, donde la marioneta de hilos demasiado largos llamada estado islámico o ISIS, hija de guerras proxy, imperialismos profundos e intereses inconfesables intenta cercar a la población kurda y asaltar sus vidas.
El mundo siempre ha jugado políticamente con el Kurdistan. La nación más grande en número de habitantes de este podrido planeta que no está reconocida su autodeterminación.
Sin embargo, incluso en las horas más oscuras siempre surgen pequeñas luces y en este caso incluso llegan a ser cegadoras.
La sociedad kurda, como todas las comunidades, es hija de su historia, costumbres y tradiciones, algunas mejores y otras peores.
Como en todo, aquí también opera la dialéctica. Generalmente en muchos lugares la familia kurda entrega a sus hijas para casamiento y a partir de ahí su vida está destinada y ligada completamente a servir en las tareas del hogar, cuidado de hijos y poco más.
Esto empezó a cambiar hace tiempo en parte con el ingreso de mujeres en el PKK y a partir del 2011 hasta hoy con las unidades YPG que son las que se han enfrentado al ISIS en una lucha de trincheras y calle a calle y de las que en los últimos tiempos han llamado la atención mediática sus unidades exclusivamente femeninas.
Cuando empezaron a aparecer por las calles, de las que hoy están bajo asedio del ISIS, chicas uniformadas y armadas causó una gran conmoción entre todas las mujeres kurdas, especialmente las más jóvenes y las más pobres.
Veían algo increíble para ellas.
No ya el simple hecho de portar armas sino que eran amigas, no esposas, de sus compañeros de la guerrilla y se mezclaban con ellos. Algo casi impensable. Entonces estalló una revolución dentro de la revolución y una generación entera de chicas de las clases más bajas kurdas decidió dejar atrás una vida de dependencia y atacar además a aquellos que desean invadir su patria. Con ello generando a su vez el mayor miedo posible en el enemigo, ya que si hay algo que teman de verdad los yihadistas ligados al ISIS es que les mate una mujer, ya que creen plenamente que si así ocurre, entre otras cosas, no acceden a su tan ansiado como falso paraíso.
Me llamo Tolhindan (Venganza). Me dedico a la preparación de las reclutas.
Llevo cuatro años sirviendo en las unidades de protección (YPG -YPJ) desde el principio.
Esta región ya de por sí es pobre pero los kurdos viven peor que los demás.
Las que vienen con nosotras provienen en su mayoría de familias pobres, los ricos se ocupan de otras cosas, mientras que los pobres envían a sus hijos a servir por la patria.
Los niños de las familias pobres saben lo que es tener necesidades y eso les impulsa a luchar por un futuro libre.
Yo misma vengo de una familia así. Comandante Tolhindan
En este vídeo está parte de la historia de la comandante Tolhindan y sus reclutas, que resplandece desde Rojava en una época oscura para alumbrar de esperanza a los pueblos oprimidos y a toda la clase obrera de todo el mundo.
https://borrokagaraia.wordpress.com/2015/11/25/peleas-como-una-chica/
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