Pablo Gonzalez

Palestina: Lucha contra los bantustanes


Manifestantes palestinos enfrentándose a soldados israelíes en el curso de una protesta por la prohibición de entrar en el recinto de la mezquita de Al-Aqsa, cerca de un puesto de control en el asentamiento israelí de Beit El, Cisjordania, el 8 de octubre de 2015. (AA)

Los últimos días vividos en Palestina nos han recordado imágenes de la primera Intifada. Neumáticos ardiendo en las calles, jóvenes tapados con la kufiya palestina lanzando piedras y el ejército israelí enfrentándose a ellos con gases lacrimógenos, granadas sónicas y fuego real. Pueblos enteros palestinos están bajo asedio. Los enfrentamientos se extienden como el fuego a través de Jerusalén y las zonas palestinas a ambos lados de la Línea Verde.

Las causas profundas de esta rebelión son las mismas de siempre: el régimen israelí de ocupación, apartheid y colonialismo hace insoportables las vidas de los palestinos. Sin embargo, hay diferencias fundamentales entre ahora y entonces porque van a ser las acciones de la nueva milicia de colonos israelíes las que determinen cuándo, no si, estallará una Intifada a gran escala.

La diferencia más visible entre la realidad sobre el terreno con la primera y segunda Intifada es el destacado papel que ahora están jugando los colonos israelíes en los ataques contra los palestinos. La población colonial se ha convertido en una milicia bien armada, bien organizada e ideológicamente impulsada. Merodean por los pueblos palestinos y atacan a sus habitantes en las calles e incluso en sus hogares. A partir de la horrenda acción de quemar vivo al joven Muhammad Abu Khdeir en Jerusalén, hasta el reciente ataque incendiario en el hogar de los Dawabshah en Dima en el que murieron los padres y un bebé, los colonos han ido perpetrando toda una serie de ataques terroristas contra los palestinos. Israel mantiene y apoya que esta fanática milicia lleve a cabo las partes más sucias de la agresión y represión israelí en Cisjordania.

Empujando a los palestinos hacia los bantustanes

La retórica inicial del primer ministro israelí Netanyahu sobre una “guerra total”, incluida la reocupación de las principales zonas residenciales palestinas en Cisjordania, que el Acuerdo de Oslo definía como Áreas A, fue muy del agrado de esta milicia de colonos y de sus partidos en el gobierno. Sin embargo, como se apresuraron a señalar las agencias de inteligencia y el ejército israelí, un despliegue militar masivo por las Áreas A no le interesa ni a los colonos ni al resto del establishment político de Israel. Todos ellos tienen un objetivo común: expulsar tantos palestinos como sea posible de Jerusalén y del resto de Cisjordania hacia los bantustanes cercados que han ido creando. Esto se consigue más fácilmente concentrando la presión fuera de esos bantustanes.

De las cuatro brigadas militares adicionales enviadas a Cisjordania, ninguna se halla en las principales ciudades palestinas. A diferencia de la primera Intifada, cuando el ejército utilizó una violencia extremada patrullando constantemente por las ciudades palestinas para mantener su control o volver a invadir Cisjordania, o de lo que hicieron durante la segunda Intifada intentando destruir la infraestructura de la Autoridad Palestina, en esta ocasión las Áreas A no son el objetivo.

Siguiendo una lógica parecida a las masacres perpetradas con el pueblo palestino en Gaza, Israel ataca desde los perímetros. Los guetos siguen bajo control palestino mientras Israel hace imposible la vida en el restante 60% de Cisjordania a través de la construcción del muro del apartheid, la demolición de casas, la amenaza de destrucción inmediata de 89 comunidades, la negativa a poder acceder al agua, los puestos de control, la confiscación de la tierra y los ataques de los colonos.

Los jóvenes pierden el miedo

Esas políticas impactan en la resistencia palestina. Los palestinos que están bajo la inmediata amenaza de limpieza étnica están a la vanguardia de las protestas. Los jóvenes palestinos de Jerusalén continúan con su misión de “sacudir” del yugo opresor israelí a su economía, escuelas y hogares. Nada les intimida: ni los asesinatos a quemarropa ni la nueva ley que castiga el lanzamiento de piedras hasta con veinte años de cárcel.

En cualquier caso, la represión cada vez más despiadada es la razón por la que los jóvenes palestinos de Jerusalén son en la mayor parte de los casos quienes están llevando a cabo los actuales ataques a cuchilladas. A partir del asesinato de Mohammed Abu Khdeir, se puso en marcha la Intifada de Jerusalén. En el resto de Cisjordania, periódicas oleadas de protestas van y vienen en una marea siempre creciente. En la última semana (*), siete jóvenes han muerto asesinados y ha habido casi 800 palestinos heridos. Los palestinos que se encuentran dentro de la Línea Verde, que se enfrentan al racismo virulento, al apartheid institucional y a las políticas de limpieza étnica, han organizado protestas en sus ciudades y pueblos.

Los palestinos que residen en las Áreas A en Cisjordania, con la excepción de los campos de refugiados, se han mantenido hasta ahora apartados de la movilización. Para muchos de ellos, el completo vacío de liderazgo político pesa demasiado aún para que alcancen a implicarse. Ni la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ni los partidos políticos palestinos son capaces de ofrecer direcciones estratégicas frente al rechazo israelí de un Estado palestino. No pueden cumplir las demandas de autodeterminación palestina, incluyendo el derecho al retorno y el fin del apartheid para los ciudadanos palestinos de Israel. Y han fracasado a la hora de crear estructuras para defender a su pueblo.

Revuelta contra Israel y la ANP

El actual estallido de protestas no se dirige únicamente contra Israel. Es también una manifestación de la frustración de la gente que se enfrenta a la peor parte de la agresión israelí en Cisjordania. Sus protestas expresan también un deseo total de acabar con una representación inepta e ineficaz.

La AP es consciente de esta ira. El reciente discurso de Mahmud Abbas en las Naciones Unidas advirtiendo de que las políticas israelíes “amenazan con socavar la estructura de la Autoridad Nacional Palestina e incluso con poner fin a su existencia” no fue más que una súplica dirigida a Israel y a sus partidarios para que no socaven completamente la capacidad de la AP de ejercer el control en los bantustanes de las Áreas A. La actual oleada de protestas puede incluso servir para subrayar el aspecto de que la ANP es fundamental para el plan de limpieza étnica de Israel y la bantustanización de Cisjordania a corto plazo.

En última instancia, el actual reparto de poder entre la ocupación israelí y la AP como garante de la estabilidad en los bantustanes del Área A no puede durar. Para que la AP pueda mantener un mínimo de credibilidad frente a su pueblo tendrá que hacer un remedo de movimiento nacional por la liberación poniendo fin a la coordinación en materia de seguridad y a los acuerdos económicos con Israel y hacer un llamamiento al boicot total, la desinversión y las sanciones para aislar el régimen de apartheid colonial israelí y proteger a su pueblo. Si la ANP hace todo eso, Israel la aplastará. Si no consigue cumplir este mínimo programa, el pueblo palestino se levantará.

Todo el contexto político, social y económico está preparando a la población palestina para este levantamiento. Los partidarios de la solución de los dos Estados han perdido la esperanza en un Estado palestino. La situación continúa deteriorándose velozmente, incluso en las Áreas A. El desempleo aumenta y la desesperación se dispara. La gente busca un futuro digno, buscan libertad e independencia para su nación y están dispuestos a pagar el precio. Los jóvenes son los protagonistas en esta rebelión. Con cada oleada de protestas están construyendo nuevas estructuras de base de la resistencia.

Todavía está por ver si Israel y la AP son capaces de controlar el actual incremento de la rebelión. Hace dos días, las agencias de seguridad palestinas e israelíes estuvieron de acuerdo en calmar la situación y Netanyahu y Abbas hicieron declaraciones pidiendo el fin de las confrontaciones. Pero hoy han estallado protestas más fuertes que nunca por toda Cisjordania y en el interior de la Línea Verde mientras los colonos están de nuevo en las calles atacando a los palestinos.

La pregunta correcta no es si se producirá una tercera Intifada sino si será lo suficientemente fuerte para que dure. El factor decisivo es el proyecto colonial de asentamientos de Israel. Incluso en ausencia de un liderazgo palestino eficaz, si los colonos y su Estado continúan atacando al pueblo palestino, más temprano que tarde veremos la aparición de una Intifada total erigida sobre la organización popular.

N. de la T.:

(*) Este artículo se publicó el viernes 9 de octubre de 2015. Las cifras de muertos y heridos han aumentado de forma trágica durante el fin de semana.

Jamal Juma nació en Jerusalén y estudió en la Universidad de Birzeit, donde se hizo políticamente activo. Desde la primera Intifada, ha centrado sus trabajos en el activismo popular. Es desde 2002 el coordinador de la Campaña Popular Palestina Anti-Muro del Apartheid, y desde 2012, coordinador de la Coalición en Defensa de la Tierra, una red de movimientos de base palestinos.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/next-intifada-struggle-against-bantustans-1061996685.
 
Bantustán es el término que designa cada uno de los veinte territorios que operaron como reservas tribales de habitantes no blancos en Sudáfrica y África del Sudoeste (actual Namibia), en el marco de las políticas segregacionistas impuestas durante la época del apartheid. Tanto en la República Sudafricana como en el territorio aledaño de África del Sudoeste (por entonces, bajo su ocupación y administración), se establecieron diez reservas de esta clase, destinadas a alojar y concentrar en su interior poblaciones étnicamente homogéneas.

Desde los inicios, en 1959, de la implementación legal del concepto, hasta su desmantelamiento final en 1994, algunos bantustanes recibieron independencia nominal (Transkei, Venda, Bofutatsuana y Ciskei, en Sudáfrica; Ovamboland, Kavangoland y Caprivi del Este, en África del Sudoeste); otros (como KwaZulu, Lebowa y QwaQwa) permanecieron en una condición de relativa autonomía administrativa, pero nunca fueron declarados independientes. No obstante, a ninguno de ellos le fue reconocida internacionalmente la condición de nación soberana; solo fueron admitidos en esos términos por la propia Sudáfrica y, recíprocamente, entre ellos mismos.

La palabra «bantustán» comenzó a utilizarse en 1940; tiene su origen en bantú (que significa «gente» en la lengua bantú) y en el sufijo -stan («tierra de», en lenguaje persa, en forma similar a la terminación -land de origen germánico). Era un término usado por los críticos de los gobiernos del apartheid, en oposición a la expresión homelandspatrias»), que era la promovida por el discurso oficial para designar el mismo fenómeno.

En la actualidad, el término «bantustán» se emplea a menudo con intención peyorativa, cuando se pretende aludir a un país o región carente de legitimidad, que emerge producto de un proceso de gerrymandering. El término ha vuelto a alcanzar gran difusión, apareciendo sobre todo en forma extrapolada; por ejemplo, en discursos críticos a las políticas israelíes para con los Territorios Palestinos de la Franja de Gaza y de Cisjordania y, particularmente, en relación a la barrera israelí de Cisjordania, llamada por sus detractores «muro del apartheid» o «muro de la vergüenza».
 
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=204389

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