Palestina: Un grito en la oscuridad: Hind Rajab, “Por favor, ven, ven y llévame”

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Sobre la transición al socialismo


[Nota: el siguiente documento fue realizado por el PCCh en 1957 y aborda el tema de la transición al socialismo, el cual sigue siendo objeto de discusión y polémica en el presente. 

Queremos destacar la flexibilidad del documento, que aunque considera muy remota la posibilidad de la transición pacífica y condicionada a que se operen cambios drásticos en la situación internacional o interna, no la descarta. 

También lo aborda como cuestión formal de cara evitar la represión y los ataques del enemigo. 

En este como otros temas se trata de ser flexibles tácticamente e inflexibles estratégicamente]


RESEÑA DE OPINIONES SOBRE EL PROBLEMA DE LA TRANSICIÓN PACÍFICA

(10 de noviembre de 1957)

1. Respecto al problema de la transición del capitalismo al socialismo, corresponde señalar las dos posibilidades, la pacífica y la no pacífica, en lugar de señalar una sola. Esto será más flexible, y nos dará la posibilidad de mantener la iniciativa políticamente en todo momento.

1) Señalar la posibilidad de la transición pacífica demuestra que para nosotros, el empleo de la violencia es ante todo una cuestión de defensa propia. 

Esto permitirá que los Partidos Comunistas de los países capitalistas eviten ser atacados sobre este problema, y es políticamente ventajoso, o sea, ventajoso para ganar a las masas, y también para privar a la burguesía de sus pretextos, y aislarla.

2) En el futuro, si surgiera en países aislados la posibilidad práctica de una transición pacífica, cuando se operen cambios drásticos en la situación internacional o interna, podríamos entonces hacer uso a tiempo de esta oportunidad para ganarnos el apoyo de las masas y resolver por medios pacíficos el problema del Poder estatal.

3) Sin embargo, no debemos atarnos las manos a causa de este deseo. La burguesía no se retirará por su propia voluntad del escenario de la historia. Esta es una ley universal de la lucha de clases. El proletariado y el Partido Comunista de ningún país, no deben aflojar jamás ni en lo más mínimo sus preparativos para la revolución. 

Deben estar preparados en todo momento para rechazar los asaltos de la contrarrevolución y, en el momento crítico de la revolución, cuando la clase obrera esté tomándose el Poder, derrocar a la burguesía por la fuerza de las armas en caso que ésta recurra a las armas para reprimir la revolución popular (lo que, por regla general, es inevitable).

2. En la actual situación del movimiento comunista internacional, es ventajoso, desde el punto de vista táctico, señalar nuestro deseo de la transición pacífica. Sin embargo, no conviene destacar con exceso la posibilidad de la transición pacífica, porque:

1) Posibilidad y realidad, el deseo y si se puede lograrlo, son dos cosas distintas. Debemos referirnos al deseo de la transición pacífica, pero no debemos cifrar nuestras esperanzas principalmente en ella; por eso, no debemos destacarlo excesivamente.

2) Si se pone demasiado énfasis en la posibilidad de la transición pacífica y, sobre todo, en la de conquistar el Poder estatal mediante la conquista de una mayoría en el parlamento, esto puede conducir fácilmente al debilitamiento de la voluntad revolucionaria del proletariado, del pueblo trabajador y del Partido Comunista, y a su desarme ideológico.

3) Hasta donde sepamos, no existe todavía ningún país en que semejante posibilidad tenga algún significado práctico. Incluso si en algunos países aislados esta posibilidad fuese algo más aparente, tampoco convendría destacarla excesivamente, pues ella no corresponde a la realidad de la inmensa mayoría de los países.

 Aun si semejante posibilidad apareciese realmente en algún país, el Partido Comunista allí debe, por un lado, esforzarse por realizarla y, por el otro, estar preparado en todo momento para rechazar los ataques armados de la burguesía.

4) Con subrayar esta posibilidad no se logrará debilitar la naturaleza reaccionaria de la burguesía, ni adormecerla.

5) Tampoco se logrará con ello hacer un poco más revolucionarios a los partidos socialdemócratas.

6) Tampoco se puede hacer con ello más fuertes a los Partidos Comunistas. Por el contrario, si algunos Partidos Comunistas ocultan su fisonomía revolucionaria por esta causa y se confunden así con los partidos socialdemócratas a los ojos de las masas, sólo se debilitarán a sí mismos.

7) La acumulación de fuerzas y la preparación para la revolución son tareas sumamente arduas, en tanto que, después de todo, la lucha parlamentaria es relativamente más fácil. Debemos aprovechar plenamente la forma parlamentaria de lucha, pero su papel es limitado. Lo más importante es trabajar duro para acumular fuerzas revolucionarias.

3. La conquista de una mayoría en el parlamento no equivale a la destrucción de la vieja máquina estatal (principalmente las fuerzas armadas) ni al establecimiento de una nueva máquina estatal (principalmente las fuerzas armadas).

 Sin la destrucción de la máquina estatal militar-burocrática de la burguesía, la mayoría del proletariado y sus aliados de confianza en el parlamento es, o bien imposible (pues la burguesía puede enmendar la Constitución, toda vez que le sea necesario, con el objeto de facilitar el afianzamiento de su dictadura), o bien insegura (por ejemplo, la burguesía puede declarar nulas las elecciones, declarar ilegal al Partido Comunista, disolver el parlamento, etc.).

4. No se debe interpretar la transición pacífica al socialismo meramente como la transición mediante una mayoría parlamentaria. Lo principal es el problema de la máquina estatal. En la década del 70 del siglo XIX, Marx consideró posible la victoria del socialismo en Inglaterra por medios pacíficos, porque Inglaterra “era entonces el país en que se manifestaban en el menor grado la casta militar y el burocratismo”. 

Por algún tiempo después de la Revolución de Febrero, Lenin esperó que la revolución se desarrollase pacíficamente y triunfaría, mediante el paso de “todo el Poder a los Soviets”, porque en ese entonces “las armas estaban en manos del pueblo”.

 Ni Marx ni Lenin querían decir que la transición pacífica podía efectuarse mediante la utilización de la vieja máquina estatal. Lenin explicó repetidas veces la conocida frase de Marx y Engels de que “la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines”.

5. Los partidos socialdemócratas no son partidos del socialismo.

 A excepción de ciertas alas de izquierda, son partidos servidores de la burguesía y del capitalismo. Constituyen una variante de los partidos burgueses. En el problema de la revolución socialista, nuestra posición es fundamentalmente distinta de la de los partidos socialdemócratas. 

No se debe ocultar esta diferencia. Ocultar esta diferencia ayuda a los dirigentes de los partidos socialdemócratas a engañar a las masas y nos impide conquistar a las masas que se encuentran bajo la influencia de dichos partidos.

 Sin embargo, no cabe duda de que es muy importante fortalecer nuestra labor con relación a los partidos socialdemócratas y esforzarnos por establecer un frente único con sus grupos de izquierda y de centro.

6. Así entendemos nosotros este problema. Sostenemos opiniones diferentes. Atendiendo a diversas consideraciones, no manifestamos nuestras opiniones acerca de este problema después del XX Congreso del PCUS. Ahora, como se va a hacer pública una declaración conjunta, no podemos menos que exponer nuestros puntos de vista. 

Esto, sin embargo, no impide que encontremos un lenguaje común en el proyecto de declaración. Para mostrar una conexión entre la formulación de este problema en el proyecto de declaración y la del XX Congreso del PCUS, estamos de acuerdo en tomar como base el proyecto presentado hoy por el CC del PCUS, proponiendo algunas enmiendas en ciertos pasajes.
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Publicado por Odio de Clase

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