John Scopes
Tal día como hoy de hace 90 el estado de Tennessee prohibía enseñar en las escuelas la teoría de la evolución, siendo la visión creacionista la única que tenía cabida en las aulas.
Poco tiempo después el profesor John Scopes puso a prueba dicha ley al impartir una clase en la que habló sobre los parecidos morfológicos entre los orangutanes, gorilas, chimpancés y humanos.
También explicó que los seres vivos actuales han evolucionado desde formas más primitivas del pasado.
Esto le costó una condena tras el ya famoso “juicio del mono”, una causa mediática que puso de relieve la mentalidad de la América profunda y el fanatismo religioso de una parte importante de los Estados Unidos.
En esos 90 años los biólogos evolutivos se han encargado de recoger miles y miles de pruebas experimentales que demuestran que la evolución es un hecho.
Mientras tanto los creacionistas no han podido demostrar ni uno sólo de sus postulados.
La razón es obvia, la evolución se demuestra mediante el método científico, el creacionismo no se puede demostrar es un dogma religioso basada en la fe.
Pese a ello millones de personas cierran sus ojos a las evidencias, a las pruebas que se extienden por centenares de museos y miles de centros educativos de todo el planeta, prefieren seguir anclados en el neolítico.
Incluso esto días hemos asistido, con una mezcla de incredulidad e indignación, a observar como la supuestamente moderada iglesia católica española introduce en su temario docente enseñanzas creacionistas.
Algunos no necesitan máquina del tiempo para viajar al pasado porque jamás lo han abandonado.