No creo en dios y no me hace ninguna falta.
Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante.
Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo.
Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia.
En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros.
Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar.
No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona.