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¿Qué es lo que puede ir mal en Medio Oriente?


Introducción de Tom Engelhardt//

Era el 23 de mayo de 2012 y el presidente Obama estaba pronunciando su discurso en la ceremonia de graduación de la Academia de la Fuerza Aérea cuando les dijo a los cadetes reunidos allí que ellos “nunca apostarían contra Estados Unidos... [porque] Estados Unidos ha sido, y siempre será, la nación indispensable en los asuntos mundiales”. 

Sobre esta base, sugirió él, el siglo XXI, como lo había sido el XX, sería un siglo estadounidense. Meses después, el 23 de octubre del mismo año en el debate presidencial final con Mitt Romney, Obama reiteró este punto diciendo: EEUU sigue siendo una nación indispensable y el mundo necesita un Estados Unidos fuerte; este país es más fuerte ahora que cuando yo llegué al gobierno”.

Esta expresión, “la nación indispensable” ha sido acuñada relativamente hace poco tiempo, pero parece ser algo indispensable en el discurso de cualquier político estadounidense; por lo tanto, de ningún modo es sorprendente que el presidente continúe aferrado firmemente a ella.

 El 28 de mayo de 2014, por ejemplo, en otro discurso inaugural –esta vez en West Point– volvió una vez más a esta letal retórica.

 “Y cuando un tifón azota Filipinas”, aseguró a los cadetes, “o unas adolescentes son secuestradas en Nigeria, o unos enmascarados ocupan un edificio en Ucrania, se acude a Estados Unidos en busca de ayuda. Por eso Estados Unidos es, y continúa siendo, la nación indispensable. Esto ha sido verdad durante el siglo pasado y será verdad en el siglo que comienza.” (Lo cierto es que hoy esas adolescentes continúan secuestradas* y sigue habiendo enmascarados en edificios del este de Ucrania, pero estas son minucias.) 

El pasado 26 de agosto, Obama insistió en el tema en un discurso ante la convención nacional de la Legión Americana: “Ninguna nación”, les dijo a los veteranos, “hace tanto para ayudar a que la gente del último rincón del planeta pueda librarse de la pobreza, el hambre y la enfermedad, y se haga conciente de su dignidad. A la hora de la verdad, hasta los países que nos critican saben a quién tiene que acudir, y nos llaman a nosotros. Así es el liderazgo de los estadounidenses. Es por esto que Estados Unidos es, y seguirá siendo, la nación indispensable del mundo”.

Sí, habéis captado la idea. Somos... a coro: ¡indispensables! Este es nuestro siglo... si no os importa que yo complete la frase... y vaya hasta el fondo de la cuestión. Sucede que se utiliza la palabra “indispensable” sin ninguna indicación de en qué consiste exactamente esa indispensabilidad. Sin embargo, si observamos los últimos 13 años de nuestra historia, es evidente que hemos sido excepcional, indispensable, innegable e inescrutablemente importantes cuando se ha tratado de desestabilizar substanciales regiones del planeta y de alentar el crecimiento de organizaciones yihadistas.

 Ahora, en la excepcional carrera posterior al 9-S, el presidente Obama y su equipo (con los lobos de la guerra republicanos aullando en sus talones) han decidido superarse a ellos mismos lanzando otra guerra aun más coja que las anteriores, una guerra basada en una campaña de bombardeos con destino a ninguna parte. Hoy, el denunciante** del Departamento de Estado y miembro regular de TomDispatch, Peter Van Buren, nos ofrece un abanico de las peores derivas posibles de la indispensabilidad de Estados Unidos en Medio Oriente. Relato de los potenciales desastres en el horizonte –¡no titubeo al escribirlo!–, es a la vez excepcional e indispensable leerlo por tratarse de la última repetición de la caída de un siglo estadounidense envuelto en llamas.

* * *

Los siete peores escenarios posibles en la batalla contra el Estado Islámico

¿Conocéis aquel chiste? Describes algo que parece obviamente destinado al desastre –un amigo que cruza el Valle de la Muerte en coche y está a punto de quedarse sin gasolina– y después agregas “¿Qué es lo que puede ir mal?”.

Así están las cosas hoy en Medio Oriente. Estados Unidos está otra vez en guerra en esta región, bombardeando Iraq y Siria a discreción, aconsejando aquí, atacando con drones más allá, y en todo sitio construyendo coaliciones –para conseguir un poco más de poder de fuego– con una colección de recalcitrantes aliados y buscando desesperadamente alguna fuerza de infantería –no estadounidense– dispuesta a poner los pies sobre el terreno.

He aquí, entonces, los siete peores escenarios en una parte del planeta donde por lo general lo peor es lo mejor que está a la vista. Después de todo, con todo ese poder militar aguantando en la región más volátil del mundo, ¿qué es lo que puede ir mal?

1. Los kurdos

La tierra que los kurdos consideran suya desde hace mucho tiempo está dividida entre Turquía, Iraq, Siria e Irán. Ninguno de esos países está dispuesto a renunciar al territorio que detenta en beneficio de una etnia minoritaria e independentista, menos aun encontrarse en su frontera con un estado kurdo fuerte y poseedor de ricos yacimientos de petróleo.

En Turquía, la zona fronteriza con Iraq poblada de kurdos lleva años siendo una zona de guerra de baja intensidad, con el poderoso ejército turco bombardeando con su artillería o sus aviones; de tanto en tanto, su ejército ataca por tierra a los rebeldes. 

En Irán, la población kurda es más pequeña que en Iraq, y la zona fronteriza entre ambos países está más abierta a la posibilidad de vivir y comerciar (hay información, por ejemplo, de que los iraníes refinan petróleo para los kurdos iraquíes, quienes lo colocan en el mercado negro; también compran gas natural a Irán). De cualquier modo, de vez en cuando, Irán castiga la frontera kurda con su artillería.

Los kurdos luchan por un estado propio al menos desde 1923. Hoy día, a efectos prácticos, dentro de Iraq existe un estado independiente de facto con su gobierno y se ejército. Desde 2003, es lo suficientemente fuerte como para desafiar al gobierno chiíta de Bagdad con más agresividad que antes. El deseo de aumentar este desafío se ha visto limitado por la presión de Washington, que quiere mantener la integridad de Iraq. En junio de este año, sin embargo, sus militares –los peshmerga– se hicieron con la muy disputada y rica en petróleo ciudad de Kirkuk tras el colapso del ejército iraquí en Mosul y otras ciudades del norte por obra de los combatientes del Estado Islámico (EI). Sin otra alternativa, la administración Obama permitió el avance kurdo.

Los peshmerga son una parte importante del problema actual. En la cuasi desesperada necesidad de una fuerza sustituta medianamente competente, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN están ahora armando y entrenando a los pershmerga, que resultan tan útiles como su fuerza aérea, y respaldándolos mientras avanzan poco a poco en territorio que continúa estando en disputa con Bagdad como la respuesta más oportuna al nuevo “califato”. Esto significa, lisa y llanamente, que en el futuro Washington tendrá que enfrentar el problema de como hacer regresar al genio dentro de la lámpara si alguna vez el Estado Islámico es expulsado o derrotado.

Mosul, la segunda ciudad iraquí –ahora controlada por el EI– es el ejemplo más obvio. Debido al lastimoso estado del ejército iraquí, es posible que algún día los kurdos se apoderen de ella. Esto no caerá bien en Bagdad y la consecuencia puede ser una enorme violencia sectaria cuando el EI se haya marchado. En el pueblo de Hassan Sham, ya hemos tenido un anticipo a pequeña escala de lo que puede pasar: los curdos lo recuperaron el mes pasado; se informó de que en esas circunstancias, algunos residentes chiítas tomaron partido por sus enemigos, los militantes sunníes del EI en lugar de ayudar el avance de los peshmerga.

El peor escenario: De la enmarañada política estadounidense actual surge un poderoso Kurdistán; esto estimularía otra importante guerra sectaria en Iraq que tendría el potencial de extenderse más allá de sus fronteras. Sea que Kurdistan se convierta en un miembro reconocido de Naciones Unidas o en un estado al estilo de Taiwan (real en todo sentido menos en el nominal), cambiará la dinámica de poder en la región de una forma que podría empequeñecer los problemas actuales. La modificación de un equilibrio de poder de larga data siempre tiene consecuencias imprevisibles, especialmente en Medio Oriente. Preguntad a George W. Bush acerca de su invasión a Iraq en 2003, que fue el inicio del caos actual.

2. Turquía

Por supuesto, es imposible hablar de los kurdos sin hablar de Turquía, un país apretado en un tornillo de banco. Sus fuerzas armadas han combatido durante años contra el movimiento separatista kurdo, personificado por el PKK, un grupo al que tanto Turquía como la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos catalogan de organización terrorista. El enfrentamiento entre los turcos y el PKK se ha cobrado 37.000 muertes –en los ochenta y noventa– antes de que gracias a la diplomacia de la Unión Europea se lograra reducir a una olla hirviendo lo que había sido una caldera a presión. En Turquía, el “problema” no es algo menor: la minoría kurda, alrededor de 15 millones de personas, representa el 20 por ciento de la población.

Cuando se trata de actuar en Siria, los turcos se encuentran en medio de un verdadero conflicto porque Washington ha anunciado que los kurdos son sus “botas sobre el terreno”. Más allá de lo que EEUU pueda pensar, la verdad es que está ayudando a que la minoría kurda de Siría –incluyendo a los elementos del PKK desplegados a lo largo de la frontera turca– aumente su poder gracias a la entrega de armas y entrenamiento.

El partido turco que gobierna en Ankara no tiene ninguna simpatía por el Estado Islámico, pero su aversión por el presidente sirio Bashar el-Assad es tan profunda que sus líderes llevan tiempo ayudando al EI mediante el sencillo recurso de mirar hacia otra parte. Durante algún tiempo, Turquía ha sido el más obvio lugar de entrada de “combatientes extranjeros” en camino a Siria para unirse al EI. Turquía también ha sido el punto de salida de gran parte del contrabando de petróleo –entre1,2 y 2 millones de dólares por día– con que se financia el EI. Es posible que, para compensar, el Estado Islámico haya soltado a 49 rehenes turcos que mantenía en su poder, entre ellos algunos diplomáticos sin los habituales vídeos incendiarios de decapitaciones. En respuesta a los pedidos de EEUU de “hagan algo”, Turquía empezó a multar a los contrabandistas de crudo, aunque el total de multas apenas ha llegado a los 5,7 millones de dólares en los últimos 15 meses; esto muestra hasta dónde llega el compromiso de Turquía con la coalición.

La situación en la ciudad de Kobani, sitiada por el EI, es una muestra de este problema. Hasta ahora, los turcos se han negado a intervenir en ayuda de los kurdos sirios. Los tanques turcos están apostados en las colinas contemplando tranquilamente la lucha cuerpo a cuerpo a poco más de un kilómetro de su posición. La policía antidisturbios turca reprime a los kurdos turcos que tratan de llegar a la ciudad sitiada para ayudar en su defensa. Los cazas turcos han bombardeado a unidades rebeldes del PKK en territorio turco junto a la frontera iraquí.

Mientras tanto, los ataques de la fuerza aérea de Estados Unidos hacen poco más que dejar en claro los límites del poder aéreo y aportar material para que los historiadores del futuro puedan escribir sobre la incapacidad de las bombas estadounidenses a la hora de detener al Estado Islámico pero no pueden recapturar una ciudad asediada. A punto de destruir Kobani para salvarla, las posibilidades de EEUU son limitadas sin la infantería, la artillería y los blindados turcos. En las circunstancias actuales, los combatientes del Estado Islámico tanto pueden tomar la ciudad como destruirla mientras combaten con los kurdos hasta derrotarles.

El precio de la intervención turca –lo ha explicitado Ankara– es la creación de una “zona de amortiguación”, cuidada por EEUU, a la largo de la frontera. Los turcos necesitarían ocupar militarmente esta zona –territorio sirio de hecho cedido a Turquía–, ya que una zona de amortiguación ocupada por kurdos no serviría. Esto implicaría un compromiso aún mayor por parte de Washington, que podría poner a los aviones estadounidenses en contacto con las defensas antiaéreas sirias, que tendrían que ser bombardeadas ampliando aún más la guerra. Una zona de amortiguación también haría trizas cualquier acuerdo secreto que pudiera haber entre EEUU y el-Assad. Esta zona representaría otro compromiso de final abierto que requeriría recursos estadounidenses adicionales en un conflicto que ya está costando a los contribuyentes por lo menos 10 millones de dólares por día.

Por el otro lado, la política actual de Washington requiere esencialmente que Turquía deje de lado sus objetivos nacionales para ayudar a que nosotros podamos alcanzar los nuestros. Ya hemos visto cómo ha funcionado en el pasado un escenario como ese (buscar en Google “Pakistán y el talibán”). Pero con Kobani en la primera plana de los periódicos y los telediarios, Estados Unidos todavía podría tener éxito si presionara a los turcos hacia gestos más limitados, como permitir que los aviones estadounidenses utilizaran bases turcas y dejar que EEUU entrene a algunos rebeldes sirios en territorio turco. Esto no cambiaría la realidad de que, en última instancia, Turquía se centre en sus propios objetivos independientemente de todas las Kobanis que puedan surgir.

El peor escenario: Caos en el futuro del este de Turquía, mientras que el sol brilla para el-Assad y los kurdos. El flujo de refugiados ya está pesando económicamente sobre los turcos. El actual descontento sectario dentro de Turquía puede ponerse al rojo blanco, con los turcos en lucha abierta contra las fuerzas kurdas mientras EEUU se haría a un lado sin decir palabra y mirando cómo dos aliados luchan entre sí, una consecuencia no deseada de su intromisión en los asuntos de Medio Oriente. Si se implementara una zona de amortiguación, cabría la posibilidad de confrontación directa entre Estados Unidos y el-Assad; además, el presidente ruso Valdimir Putin encontraría una razón para regresar a la región.

3. Siria

Pensad en Siria como la guerra de Estados Unidos que nunca debería haber ocurrido. A pesar de los llamados a una intervención estadounidense y ciertos flirteos con el entrenamiento de grupos rebeldes sirios, la administración Obama se las ha arreglado (apenas) para mantenerse a distancia de ese particular cenagal. En septiembre de 2013, el presidente Obama estuvo casi al borde de enviar bombarderos y misiles de crucero contra las fuerzas de el-Assad por el supuesto empleo de armas químicas. Entonces, usó la escasa cooperación del Congreso y una hábil maniobra de Putin como excusa para echarse atrás.

El modelo del año –ignorar a el-Assad y atacar al EI– lo que había sido diseñado como una acotada misión humanitaria, en pocas semanas se metamorfoseó en un combate a muerte contra el EI en Iraq y después en el bombardeo de la propia Siria. Como sucede con los trucos de un mago, todos mirábamos lo que sucedía pero no pudimos entender cabalmente qué había pasado.

Hoy día, Siria es un país en ruinas. Pero, como los unicornios –unas criaturas de las que se habla mucho pero nadie ha visto nunca– que pastan sueltos en algún lugar de la Tierra, así son los “rebeldes sirios moderados”, tan publicitados por la administración Obama. ¿Quiénes son? Según la definición más difundida, serían algo así: personas que se oponen a el-Assad; por ahora no luchan contra él pero mientras tanto pueden combatir al EI; no son “demasiado fundamentalistas”. Los planes de Estados Unidos son armarlos y entrenarlos tan pronto pueda encontrarse a algunos de ellos, investigarlos y transportarlos a Arabia Saudita. Si alguno de vosotros está en Siria comprando ganado, buscad alguno que lleve la etiqueta de “caudillo moderado”.

Al mismo tiempo que Estados Unidos y su coalición atacan al EI, algunos países del mismo bando (o al menos algunos de sus habitantes más ricos) continúan canalizando dinero hacia el nuevo califato para reforzar su autoproclamado papel de protector de sunníes y sustituto a mano contra el poder de los shiíes de Iraq. El vicepresidente Joe Biden mencionó recientemente a algunos de estos “compañeros” de EEUU en una de sus famosas metidas de pata, dando lugar a numerosos pedidos de disculpas. Si queréis tener una idea del futuro escenario sirio echad una mirada a Libia, un país que tras la intervención estadounidense se ha convertido en un caos, dividido y en manos de decenas de milicias diferentes.

El peor escenario: Siria es un espacio sin gobierno, un nuevo santuario para terroristas y grupos enfrentados que están financiados por personas de fuera (el talibán pakistaní prometió que enviará a combatientes para apoyar al EI). Entre las posibilidades de este escenario está la de que algún grupo se haga con armas químicas o proyectiles tierra-tierra tipo Scud, ambos procedentes de los arsenales de el-Assad, con un enorme potencial de muerte y destrucción. Este escenario está expuesto a extenderse a Israel.

4. Israel

La frontera entre Israel y Siria, caracterizada por los Altos del Golán, ha sido la más tranquila de las fronteras israelíes desde la guerra de 1967, pero eso está cambiando ahora. Insurgentes sirios se han apoderado recientemente de aldeas y un paso fronterizo en esas alturas. Las fuerzas de paz de Naciones Unidas, que una vez patrullaban la zona, han sido retiradas en su mayor parte, por su seguridad. El mes pasado, Israel derribó un avión sirio que entró en su espacio aéreo y no dudó en advertir a el-Assad de que cuidara de sus asuntos en lugar de volar donde no debía.

Supuestamente, la administración Obama está trabajando entre bastidores, algo que recuerda a la Guerra del Golfo en 1991, cuando los misiles Scud empezaron a caer en las ciudades israelíes para mantener a Tel Aviv apartado de la lucha cada día más generalizada. Sin embargo, no estamos en 1991: las relaciones entre EEUU e Israel son ahora mucho más volátiles y muy tensas. Israel está ahora mejor armado, y las coacciones que Estados Unidos pueda intentar para acotar los deseos israelíes son significativamente más débiles que antes.

El peor escenario: Una acción israelí, bien para asegurarse de que la guerra se mantenga lejos de los Altos del Golán, o bien alguna de carácter más agresivo como para apoderarse de una parte del territorio sirio, puede hacer estallar la región. “Es como una enorme bombona de gas rodeada de velas. Solo es necesario encender una de ellas para que todo vuele en un instante”, dijo un general israelí ahora en retiro. Aun así, si pensáis que a Israel le preocupa Siria, esto no es nada en comparación con que Irán esté cada día más cerca de ser una poderosa potencia regional; esta situación hace que el liderazgo israelí esté que echa chispas.

5. Irán

¿Qué puede pasar de malo a Irán en el conflicto actual? Si bien es cierto que en relación con Medio Oriente siempre es posible que surja algo inesperado, hoy día Irán parece ser el caballo ganador en la carrera iniciada por el Estado Islámico. ¿Se mantendrá en el poder un gobierno chiíta proiraní en Bagdad? Se aceptan apuestas. ¿Se le ha dado carta blanca a Irán para que mueva sus tropas en territorio iraquí? Jaque. ¿Atacará la fuerza aérea de Estados Unidos a fuerzas iraníes implicadas en combate contra el EI (en una situación extraoficial, por supuesto)? Sin ninguna duda. ¿Podría Washington tratar de recortar un poco el poder de un hueso tan duro de roer en las negociaciones nucleares? Es una probabilidad. ¿Podría dejarse entreabierta la puerta a una relajación de las sanciones económicas si los estadounidenses necesitaran más de Irán en Iraq? ¿Por qué no?

El peor escenario: Algún día, en el centro de Teherán habrá una estatua de Barack Obama; en Iraq, no.

6. Iraq

Oficialmente, Iraq es la tumba del “imperio estadounidense”. El “nuevo” plan de Washington para este país depende del éxito de un puñado de iniciativas que ya fallaron cuando se intentó que funcionaran, entre 2003 y 2011, una época en la que los “edificadores de naciones” estadounidenses tenían infinitamente más recursos a su disposición y muchísimo menos en relación con un caos regional, como el que se produjo después.

El primer paso del ultimísimo de plan maestro de Estados Unidos es la creación de un gobierno “inclusivo” en Bagdad, con el que los estadounidenses sueñan meter una cuña entre una población sunní, rebelde e insatisfecha, y el Estado Islámico. Después de que esto ocurra, un ejército iraquí –entrenado una vez más– expulsará a las fuerzas del nuevo califato de las zonas que ocupa en el norte del país y retomará Mosul.

Todo esto es muy poco realista, si no sencillamente una ilusión. Después de todo, Washington ha invertido 25.000 millones de dólares para entrenar y equipar el mismo ejército, y varios miles de millones en la policía paramilitar. El resultado: nada menos que la incautación por parte del EI de un arsenal de primera calidad de origen estadounidense cuando en junio los soldados iraquíes se dieron a la fuga abandonando las ciudades del norte del país.

Ocupémonos ahora de ese gobierno inclusivo. Estados Unidos parece que piensa que la formación de un gobierno iraquí es como elegir jugadores para un equipo de fútbol de fantasía. Ya sabéis, se gana alguno y se pierde otro, se hacen algunos apaños; si nada de esto funciona, todavía se puede esperar a la próxima liga y ganar el año que viene. Desde que Haider el-Abadi, el último primer ministro y la gran esperanza de los inclusivistas, es un shií y antiguo colega del una vez ungido, ahora desilusionado, Nouri el-Maliki, como también miembro del mismo partido político, en realidad casi nada ha cambiado en las altas esferas. Por eso, las esperanzas de una “inclusividad” hoy recaen en la elección de los ministros clave de defensa e interior. Ambos ministerios han sido durante años herramientas de represión dirigidas contra los sunníes del país. De momento, el-Abadi sigue siendo ministro en funciones de ambos ministerios, tal como lo fue el-Maliki durante su mandato. De verdad, ¿qué es lo que puede ir mal?

Para los sunníes, la estrategia estadounidense descansa sobre el supuesto de que ellos pueden haber sido sobornados y coaccionados para que rompieran con el EI; poco importa cómo sean vistas las cosas en Bagdad. Es muy difícil imaginar esto, a menos que ellos hayan perdido completamente la memoria. Como pasó con al-Qaeda durante los años de ocupación estadounidense, el Estado Islámico es el poder político sunní contra los shiíes que, abandonados a su propia suerte, continuarán siendo marginados, si no simplemente asesinados. A partir de 2007, los funcionarios de EEUU ciertamente sobornaron y coaccionaron a algunos jefes tribales sunníes para que aceptaran armas y dinero a cambio de luchar contra grupos insurgentes, incluyendo al-Qaeda. Este acuerdo, llamado después “Despertar de Anbar”, llegó acompañado de las seguridades de que EEUU siempre estaría junto a ellos (el general John Allen, que ahora coordina la novísima guerra estadounidense en Iraq, fue la figura clave en el rompimiento de ese “despertar”). Estados Unidos no se atuvo al compromiso; en lugar de eso, dio vuelta totalmente el programa de un gobierno shií y le mostró la puerta de salida. Los shiíes de inmediato incumplieron el acuerdo.

Gato escaldado del agua fría huye, dice el refrán. Entonces, ¿por qué, solo unos pocos años después, acordarían algo que tanto se parece a un mal acuerdo? Además, desde el punto de vista de Estados Unidos, este acuerdo en particular parecería tener aspecto especialmente contraproducente. Según los planes que se manejan hoy, EEUU crearía una “guardia nacional” sunní –una milicia sunní con un nombre más comercial– para combatir contra el EI a cambio de armas y dinero. Esta milicia combatiría solo en territorio sunní y bajo liderazgo sunní. No tendrá más conexión con Bagdad que la que tiene usted. ¿Cómo puede ayudar esto a construir un estado inclusivo y unitario? ¿Qué pasará en el largo plazo cuando se formen otras milicias armadas y sectarias que vayan por libre? ¿Qué es lo que puede ir mal?

A pesar de un historial de “fracasos” –que no deja lugar a dudas–, el Despertar de Anbar permanece como un mito incombustible entre los pensadores conservadores de Estados Unidos. Entonces, en el corto plazo, no os dejéis engañar por los medios que presentan con bombos y platillos ejemplos locales de cooperación sunní-chií en la lucha contra el Estado Islámico. Consideradlos como lo que son: alianzas de conveniencia tribu-con-tribu que no durarán hasta el próximo ataque. Esto ni por asomo es una estrategia para una victoria nacional. No lo fue antes, y no lo es ahora.

El peor escenario: La violencia sunní-chií llega a un nuevo nivel, uno que atrae a terceros países que no son de la región, tal vez los estados sunníes del Golfo, en procura de prevenir una masacre. ¿Permanecerían quietos los shiíes de Irán, que ya tienen fuerzas en Iraq? ¿Quién está en condiciones de predecir cuánta sangre correrá, todo a causa de una nueva insensata guerra estadounidense en Iraq?

7. Estados Unidos

Si Irán puede llegar a ser el gran ganador geopolítico en este conflicto en el que tantos países están implicados, Estados Unidos será el gran perdedor. Finalmente, el presidente Obama (o su sucesor) indudablemente tendrá que elegir: o bien una guerra lejana, o bien implicar fuerzas de combate estadounidenses en la lucha por el territorio. 

Es probable que ninguna de las dos opciones produzca los resultados deseados, pero la de “botas sobre el terreno” significará la ampliación de la tragedia en los días por venir. La fantasía de Washington que siguió al 11-S consistió siempre en que el poder militar –sea al nivel de una invasión a gran escala, sea al de operaciones “quirúrgicas” con drones– es capaz de cambiar el paisaje geopolítico de un modo predecible. De hecho, la única certeza es que habrá más muertes. Todo lo demás, como los últimos 13 años lo han dejado en claro, está disponible, y en lo está en las formas que Washington menos espera.

Este es uno entre los escenarios posibles: el Estado Islámico está a unos pocos kilómetros del Aeropuerto Internacional de Bagdad, y éste a solo a 14,5 kilómetros de la Zona Verde, en el corazón de la capital (ninguno de los cañones M198 capturados por el EI después de la retirada de los soldados iraquíes alcanza los 25 kilómetros). El aeropuerto es esencial para la eventual evacuación del personal de la embajada de cara a una potencial gran operación futura similar a la de Bengazi o para llevar más personal militar, como la Fuerza de Reacción Rápida de los Marines trasladada hace muy poco al cercano Kuwait.

 El aeropuerto ya está protegido por entre 300 y 500 soldados estadounidenses apoyados por helicópteros de ataque Apache y aviones no tripulados. Es probable que los Apache enviados recientemente a combatir a la provincia de Anbar dejen ese lugar. Si los combatientes del EI atacaran el aeropuerto, los estadounidenses se verían obligados a defenderlo, por lo que habría combate entre ambas fuerzas. Si eso sucediera, el EI perdería en el terreno, pero ganaría por haber llevado a Estados Unidos a lo más profundo del lodazal.

En un panorama más amplio, la actual coalición anti-islámica de “más de 60 países” que Estados Unidos ha conseguido juntar no puede durar mucho tiempo. Está destinada a colapsar por tratarse de una acumulación de objetivos contrapuestos en el largo plazo. Tarde o temprano, lo más probable es que Estados Unidos vuelva a encontrarse solo, como al final pasó en la última guerra de Iraq.

El resultado más factible de tanta matanza, sea cual sea la suerte del Estado Islámico, es el empeoramiento del caos ya existente en Iraq, Siria y otros países de la región, incluyendo posiblemente Turquía. Tal como observó Andrew Bacevich, “Aun si ganamos, perdemos”. La pérdida de control de los costos reales de esta guerra pedirán una respuesta para esta pregunta: ¿Controló Estados Unidos alguna vez la situación?

En septiembre, Siria se convirtió en el decimocuarto país del mundo islámico –desde 1980– en ser invadido, ocupado o bombardeado por Estados Unidos. Durante todos estos años de guerras estadounidenses, los objetivos han cambiado sin cesar; mientras tanto, la situación del Gran Medio Oriente no ha parado de empeorar. ¿Construcción de democracias? 

Ya no se volverá a hablar mucho de esta cuestión. ¿Petróleo? Estados Unidos está empeñado en convertirse en un exportador neto. ¿Acabar con el terrorismo? Esta es hoy la excusa más habitual, pero la evidencia nos muestra ya que tantas luchas en la región solo alientan tanto el terror como el terrorismo. Dentro de casa, el discurso de los que infunden el temor crece en intensidad y nos conduce a un estado de seguridad nacional cada día más omnipresente y al aumento de las justificaciones para un mayor control social.

El peor escenario: La guerra estadounidense en la totalidad de Medio Oriente transita su tercera década sin un final a la vista, un torbellino que arrastra vidas, recursos económicos y mentales de Washington, mientras son ignoradas otras importantes cuestiones. ¿Qué sería posible que vaya mal con esto?

Peter Van Buren hizo sonar su silbato cuando en su primer libro, We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People (Fuimos claros: cómo ayudé a perder la batalla por el corazón y la cabeza del pueblo iraquí) denunció el despilfarro y la mala administración del Departamento de Estado de EEUU. Miembro regular de Tom Dispatch, Peter escribe sobre acontecimientos de actualidad en su blog WeMeantWell. Su nuevo libro, Ghosts of Tom Joad: A Story of the #99Percent (Los fantasmas de Tom Joad: una historia del 99 por ciento).

Notas:

* Justamente hoy, 17 de octubre de 2014, mientras estoy traduciendo este párrafo, me entero de que, gracias a un acuerdo entre el ejército nigeriano y la milicia Boko Haram, las adolescentes podrían ser liberadas (http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-257742-2014-10-17.html). (N. del T.)

** La palabra “denunciante” no tiene la sonoridad, ni la vistosidad, ni el simbolismo de “whistleblower” (literalmente: soplador de silbato) del original en inglés. (N. del T.)


Peter Van Buren
TomDispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García

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