Pablo Gonzalez

La lucha revolucionaria no acaba con la lucha por la independencia nacional


«Estamos en contra de los teóricos revisionistas que predican que ahora, toda lucha revolucionaria debe ser reducida a la lucha por la independencia nacional, por conquistarla y defenderla frente a la agresión de las potencias imperialistas, negando la lucha por la liberación social.

Parecen ignorar que la victoria de esta última asegura al mismo tiempo la libertad, la independencia y la soberanía nacional de forma plena y completa. 

Estos abogados del régimen explotador «olvidan» que la lucha de clases entre el proletariado y sus aliados, por un lado, y la burguesía del país y sus aliados del exterior, por el otro, prosigue siempre de forma encarnizada y que un día conducirá a ese momento preciso, a esa «situación revolucionaria», como dice Lenin, en la que revolución estalla.

 Las condiciones cada vez más favorables que se crean en el mundo para el amplio desarrollo de las revoluciones antiimperialistas y democráticas y para que estén dirigidas por el proletariado, deben ser aprovechadas para pasar de la lucha por la independencia nacional a una fase más avanzada, a la lucha por el socialismo. 

Lenin nos enseña que la revolución debe ser llevada hasta el final, liquidando a la burguesía y su poder, y recalcó con especial insistencia que sólo sobre esta base se puede hablar de libertad, independencia y soberanía verdaderas.

Según nuestro concepto marxista-leninista; en una sociedad con clases antagónicas, que está dominada por la clase feudal o la burguesía, el pueblo no puede gozar de libertad y soberanía. La libertad, la independencia y la soberanía tienen un contenido político-social concreto.

 La libertad y la soberanía verdaderas y plenas son aseguradas en las condiciones de la dictadura del proletariado. Mientras que en aquellos lugares donde el Estado se encuentra en manos de las clases explotadoras, las relaciones económicas y políticas desiguales entre los explotadores y los explotados y entre los países, llevan a la pérdida o a la restricción de la libertad y de la soberanía del pueblo.

 Por consiguiente, no puede hablarse de una verdadera libertad y soberanía nacional, y mucho menos de soberanía del pueblo, en los países que se encuadran en el «mundo no alineado» o en el «tercer mundo». 

Sólo sobre la base de un análisis científico cimentado en la teoría marxista-leninista se puede definir correctamente qué pueblo es verdaderamente libre y cuál está subyugado, qué Estado es independiente y soberano y cuál es dependiente y oprimido. 

La teoría marxista-leninista explica claramente quiénes son los opresores y explotadores de los pueblos y qué camino deben seguir éstos para ser libres, independientes y soberanos». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Efectivamente, la revolución no es una marcha triunfal en línea recta



«Los grandes dirigentes del proletariado Marx y Lenin han señalado y recalcado que la evolución no es una marcha triunfal en línea recta. 

Cosecha victorias pero también sufrirá derrotas, avanza con zigzags y va ascendiendo gradualmente.

 La historia del desarrollo de la sociedad humana demuestra que la sustitución de un sistema social por otro superior no se realiza en un solo día, sino que abarca toda una época histórica.

 Tampoco las revoluciones burguesas, que reemplazaron el sistema de explotación feudal por el capitalista, pudieron salvarse en numerosos casos de la contrarrevolución. Un ejemplo de ello lo constituye Francia, donde la revolución burguesa, la revolución más profunda y radical de la época, no logró instaurar ni consolidar de inmediato el régimen capitalista. 

Después de su primera victoria en 1789 la burguesía y las masas trabajadoras se vieron obligadas a alzarse de nuevo repetidas veces en revolución para derrocar a la monarquía feudal de la dinastía de los borbones y el sistema feudal en general e instaurar definitivamente el régimen burgués.

La época de las revoluciones proletarias acaba de empezar. La aparición del socialismo representa una necesidad histórica que emana del propio desarrollo objetivo de la sociedad.

Esto es algo inevitable. 

Las contrarrevoluciones que se han producido, los obstáculos que salen al paso pueden prolongar por cierto tiempo la vida al caduco sistema explotador, pero son impotentes para contener el avance de la sociedad humana hacia su porvenir socialista». (Enver Hoxha;Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

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