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Judíos de Peki’in, c. 1930 - Wikipedia |
El emperador Vespasiano de hecho había destruido a la nación judía matando a espada y crucifixión a poco más de medio millón de judíos y desterrando a decenas de miles. Y aunque los judíos en algún momento fueron multitud, los historiadores serios como Benjamín de Tudela afirmaba que en el año 1220, en pleno siglo XIII, en Palestina habían ya pocos judíos: 1,200 contra un millón de palestinos, quienes convivían en paz. 2,085 años de mestizaje étnico y cultural en Europa hizo blanco a los morenos semitas que por tradición familiar fueron guardando algunos elementos culturales judíos, principalmente la religión, porque algo había calado hondo en su psicología, el considerarse el pueblo elegido, preferido de Dios.
Por Luciano Castro Barillas
Bueno, empecemos por decir que los judíos, como pueblo, como etnia, son una aberración histórica.
Entelequia pura o idealismo objetivo extremo. Habitaron en los países del occidente, centro y oriente de Europa a partir del año 135 d.c. cuando el emperador romano Tito los desterró, pero antes el emperador Vespasiano de hecho había destruido a la nación judía matando a espada y crucifixión a poco más de medio millón de judíos y desterrando a decenas de miles, sin embargo, la Diáspora o exilio oficial, se registra desde el año aludido. 2,085 años de mestizaje étnico y cultural en Europa hizo blanco a los morenos semitas que por tradición familiar fueron guardando algunos elementos culturales judíos, principalmente la religión, porque algo había calado hondo en su psicología, el considerarse el pueblo elegido, preferido de Dios, que cantaría sus glorias, difundiría su palabra y toleraría sus frecuentes metidas de pata, iras y contradicciones, que eso es ni más ni menos la Santa Biblia.
Los pueblos semitas o sea los descendientes de Sem, hijo de Noé, fueron tribus nómadas que habitaron lo que se conocía como Asia Menor (Irak, Transjordania, Líbano, Siria, Turquía y Palestina) y todos sin excepción se consideraban descendientes del Padre Abraham que según la leyenda había nacido en la ciudad iraquí de Ur y no sintiéndose cómodo allí por el paganismo pero sobre todo por las condiciones de esclavitud que les imponían a los hebreos, se larga un día hacia el occidente buscando la Tierra Prometida, que da la casualidad estaban ubicadas a lo largo de ambas riberas del río Jordán.
Lo que Abraham no tomaba en cuenta -más que Theodore Herzl fue Abraham el creador del sionismo- que esa región estaba habitada por muchas tribus y que eran los hebreos los intrusos con esa listura de inventarse la ideología de la Tierra Prometida por Dios, por Yavé, pera que nadie los cuestionara.
Eso los hizo repartirse leño desde hace 4,000 año con los habitantes de la primitiva Palestina pues, entre otras tribus, esa región frente al mar Mediterráneo la habitaban los arameos, hurrianos, galileos, itureos, amorreos, nazarenos, samaritanos, edomitas, filisteos, cananeos, palestinos, amalekitas, amoritas, moabitas, madianitas y, sin embargo, entre tantas tribus existentes, da la casualidad que ellos eran elegidos por el Dios Invisible, El que no se Ve, atolladero filosófico canijo pues no había para sus rivales y la mentalidad de esa época era manera de desmentirlo, porque sencillamente no se miraba.
Listura de listura, creo, pues como dicen los sectores populares en el Medio Oriente, los judíos son sagaces, pero los sorprende un armenio y un checheno engaña a los dos. Los hebreos se cambiaron de nombre, un nombre más propicio para sus intereses materiales de apropiación de los márgenes del río Jordán: Israelitas, es decir, “el que lucha con Dios”, y cuando no, si ellos se autoproclamaron desde entonces el pueblo elegido de Dios.
Y aunque los judíos en algún momento fueron multitud, los historiadores serios como Benjamín de Tudela afirmaba que en el año 1220, en pleno siglo XIII, en Palestina habían ya pocos judíos: 1,200 contra un millón de palestinos, quienes convivían en paz.
Lo europeos de cultura judía que estaban en Alemania y España ya para el año 1,039, o sea en el siglo XI, ya no hablaban hebreo y solo conservaban su religión.
Los ashkenazis hablaban alemán y los sefarditas español.
Por sus costumbre ellos mismos se aislaban pues no le entraban a las sabrosas salchichas y cervezas alemanas ni a los jamones ahumados de Cáceres ni a los chorizos de Extremadura, con eso de que consideraban a los cerdos “animales inmundos”, porque en esos años los puercos vagabundos comían de lo mero bueno, es decir, heces fecales.
Sus costumbres los hizo vivir en ghettos o barrios separados, nadie los separó, se separaron solos con eso de considerarse los “preferidos de Dios” y por lo tanto muy cuidadosos de no relacionarse con la chusma.
Pese a sus actitudes segregacionistas, había algo mundano de lo que nunca se apartaron, como lo fue su temprano afán de acumulación monetaria.
Muy dados al trabajo y a la austeridad y no teniendo inicialmente otros bienes más que las monedas, se dedicaron a prestar para sobrevivir y después por pura codicia, inventando de este modo los bancos. Resulta pues que su tendencia a adorar El becerro de oro nunca los abandonó, pese a la cólera que le dieron a Moisés en el desierto cuando subió a la montaña sagrada a recoger las tablas pétreas de los Diez Mandamientos y que en un arranque de ira hubiera querido rompérselas en la cabeza junto a las hechoras de sus vidas.
Pero la vida no fue asunto fácil para los judíos en Europa, fueron expulsados de Inglaterra en 1290 siendo todavía pobretones, de Francia en 1306, de España en 1492 al descubrirse América y de Alemania -la más tolerante con ellos- en el año de 1550.
Sin embargo, pese a esas cosas feas de los judíos, muchos países europeos, Francia para empezar, les reconocen sus derechos 1926 años después de haber llegado por allí de pura vacilada, en 1791, ahora eran ricos y respetables, claro está.
No era tampoco este otorgamiento de derechos por las lindas caras judías, claro está. Lo mismo hace Grecia en 1830, Bélgica en 1831, Holanda en 1849; Inglaterra en 1867, Hungría en 1870, Italia en 1871 y Suiza en 1917.
Al sobrevenirse la Primera Guerra Mundial en 1914 son los judíos los que prestan el dinero a la corona inglesa para mantener y ganar la guerra con el banquero Rothschild a la cabeza, Mayer y Speyer. Resultado de la derrota alemana y de su aliado Turquía, quien a la sazón sojuzgaba a Palestina, se suscribe un acuerdo secreto entre Francia e Inglaterra, las potencias triunfadoras en la guerra; el Acuerdo Sykes-Picot, para repartirse el Imperio Otomano o Asia Menor: Irak y Palestina para Inglaterra y Siria y Líbano para Francia.
Al sionismo que ya tenía amplia difusión en Inglaterra, estos resultados bélicos le caían como anillo al dedo.
A partir de 1935-1939 empieza la lucha en Palestina. Las organizaciones terroristas judías como la Haganáh (1935), Stern (1939) y la peor de todas, la Irgún, la emprende contra todos, incluso contra los ingleses que se oponen al sionismo. Ya por esos años la emigración llegaba a los 400 mil judíos contra un millón de palestinos.
El sionismo en Inglaterra y en toda Europa Occidental se desarrolla con gran impulso en los dos primeros decenios del siglo XX, como oposición al socialismo triunfante en Rusia, pese a que Thedore Herzl, judío húngaro (1860-1904) tenía algunos años de haber pasado a mejor vida, no obstante su ponzoña, perdón su ideología; encontraba día a día más seguidores.
El sionismo eran ideas inconsistentes, solo creíbles por fanáticos religiosos sin ningún discernimiento, que creían que en esa colina de Jerusalén, nombrada 152 en la Biblia, Dios, alias Yavé, establecería su gloria; en una expresión de nostalgia enfermiza porque querer restituir una nación extinta. Sería como si los mayas regresaran a lo que actualmente es el territorio guatemalteco y expulsaran a todos los chapines, luego de siglos de haber desparecido de las sabanas del Petén. O que los antiguos persas volvieran y sacaran a los iraníes o los antiguos hititas expulsaran a los europeizados turcos.
Sin embargo los sionistas creían en eso, que podían establecerse los judíos en Palestina, en una coyuntura tan oportuna, pues la corona británica estaba hasta el tope de deudas, lo que hizo ponerse de acuerdo al banquero Rothschild con el primer ministro de Inglaterra Chamberlain para establecer en Uganda el primer Estado Judío, obviando la presencia de los ugandeses. Se propuso otros territorios para fundar el Hogar Nacional Judío: Argentina, Angola, Santo Domingo, Siberia, Madagascar, las Guyanas y Australia. Las justificaciones sobre el Estado Judío pasaban por los disparates y el cinismo de Israel Zangwill, judío-inglés sionista, al afirmar:
“La mayor dificultad resulta del hecho de que Palestina esté ocupada por los árabes. Pero los árabes son nómadas y no han creado en Palestina valor alguno material ni espiritual, por lo tanto, lo mejor que debiera hacerse será invitar a toda la población árabe a abandonar Palestina a fin de que en ella los hebreos constituyeran su hogar”.
Bonito, ¿no? O lo que afirmaba Chaim Weizman, sionitas y banquero en 1918: “Existe un país que, parece, se llama Palestina; un país sin población. Y, por otro lado existe un pueblo judío que no tiene país”.
O lo comunicado, de lord a lord, que se conoce como La Declaración Balfour y que no deja de asombrar por tanta desvergüenza de estas “decentes” personas: “Estimado Lord Rothschild: Tengo mucho placer en transmitirle, en nombre de su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones sionistas, declaración que ha sido sometida al gabinete y aprobada por él.
El gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío y pondrá su mayor empeño en lograr esta finalidad, debiéndose entender claramente que nada se hará que pudiera perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina o los derechos y estado político de judíos en cualquier otro país. Lord Lionel Balfour”.
Y, claro, para tomar tan trascendente decisión no se consultó a ningún palestino, de los 690 mil que era la población total de ese país por esos años, ni a ninguno de los 30 mil judíos que allí vivían pacíficamente, ni tampoco a los miles de judíos que vivían en toda Europa.
Toda una medida democrática de Su Majestad, sus lacayos y sus financistas. Más honesto, el presidente USA, Woodrow Wilson propuso una comisión para consultar a los palestinos y fueron dos los gringos que se movilizaron al respecto, míster King y míster Crane que rindieron el siguiente informe al regresar de Damasco: “La población no judía de Palestina -casi nueve décimas del total- está firmemente en contra del programa sionista en su totalidad.
Someter a un pueblo que opina así, a la ilimitada inmigración judía y aplicar presiones financieras para que entreguen la tierra, sería una grave violación del principio de la libre determinación de los pueblos”. Todas estas recomendaciones fueron pasadas por alto y las consecuencias de estos actos irresponsables de políticos trapaceros son los problemas trágicos de la actualidad. Incluso Winston Churchill, redomado y reaccionario politiquero, metió su cuchara opinando de este modo:
“Los sionistas irán a Palestina basados en el derecho, en sus antiguos lazos históricos y no en la tolerancia. Para llevar a cabo esta política, es necesario que la comunidad judía de Palestina esté en condiciones de aumentar su población mediante la inmigración”.
A partir de 1935-1939 empieza la lucha en Palestina. Las organizaciones terroristas judías como la Haganáh (1935), Stern (1939) y la peor de todas, la Irgún, la emprende contra todos, incluso contra los ingleses que se oponen al sionismo. Ya por esos años la emigración llegaba a los 400 mil judíos contra un millón de palestinos. Pero volviendo atrás en el tiempo, resulta que no fueron los nobles cruzados ni los nazis después los grandes perseguidores de judíos.
El primer perseguidor de judíos fue otro judío mala onda y que la iglesia lo tiene por Apóstol, aunque nunca, por cierto, conoció a Jesucristo en persona y que conoció su doctrina ya bastante tergiversada, dándole con el ego que se cargaba su toque personal.
Me refiero, ni más ni menos, al locazo Saulo de Tarso, el apóstol Pablo, que además de esquizofrénico era epiléptico y quien camino de Damasco persiguiendo cristianos y judíos (llevaba parejo) fue enceguecido por Dios del único ojo con que contaba, porque además de ser tuerto, también era chaparro.
Fue ayudado por Ananías, quien al mejor estilo de Jesús, le impuso las manos en el único ojo, quien al instante vio con el ojo que ya lo tenía chueco y juró ser otro y no meterle ya nunca más el cuchillo o sobarle la espada en el cuello a ningún cristiano. Nada baboso, se hizo ciudadano romano y dio por predicar por todas partes su evangelio, “made in Pablo”.
Pablo, odioso como siempre, escribió para la posteridad lo siguiente, lo cual lo puede encontrar usted en 1ª. Tesalonicenses, versículos 2, 15, 16: “Los judíos dieron muerte a nuestro señor Jesucristo y a los profetas, y a nosotros nos han perseguido (haciéndose el chiquito) y no agradan a Dios y contradicen a los hombres.
Y por eso vino la ira de Dios sobre ellos hasta el fin”. Pero la realidad es que Pablo dice las cosas a medias, no precisando que a los judíos no se les persiguió por ser judíos, sino porque no cumplían las leyes romanas.
Concluimos, entonces, que el primer antisemita fue el “apóstol” Pablo, para que no culpabilicen solo al buena gente de Hitler. Pablo creó el anatema que ha perseguido a los judíos por siempre al afirmar: “Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos”.
Desde ese tiempo surgió el mito de El Judío Errante, de los asesinos de Cristo, porque los romanos no se hicieron cargo de la travesura, pese a que crucificaron a Cristo. Le cargaron el muerto a los, ahora sí, pobres judíos, por lo que el emperador Teodosio les suprimió todos su derechos en el año 410
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Los judíos, como pueblo, como etnia, son una aberración histórica. Entelequia pura o idealismo objetivo extremo. Habitaron en los países del occidente, centro y oriente de Europa a partir del año 135 d.c. cuando el emperador romano Tito los desterró, pero antes el emperador Vespasiano de hecho había destruido a la nación judía matando a espada y crucifixión a poco más de medio millón de judíos y desterrando a decenas de miles.
En fin, lo que han dado por llamar el pueblo judío es una población europea superpuesta, impostada sobre un territorio que abandonaron durante más de dos mil años y que luego el colonialismo inglés le da vida a través del sionismo, no por otras cosa que no haya sido el dinero.
El pueblo judío como tal dejó de existir hace más de dos mil años y los blancos que hoy lo habitan son solo gente de religión judía, ideología religiosas revitalizada con fines políticos de ocupación, en contra de la justicia y la verdad histórica.
Quizá las maldiciones sean ciertas porque lo dicho Por Saulo de Tarso o Apóstol Pablo se fueron cumpliendo inexorablemente con los judíos en todos los lugares donde sentaban sus reales.
Nadie los quería porque, ciertamente, tenían sus mañas, tal era guardar el sábado, prestar dinero a interés, sustraerse de las comunidades y realizar ritos “raros” si se comparaban sus rituales con la liturgia cristiana.
La iglesia en el Concilio de Letrán (1215) fue quien impuso a los judíos la obligación de llevar un distintivo y no Adolfo Hitler. Éste loco solo imitó lo de la estrella de David.
Los judíos tuvieron que llevar a partir de ese año un pedazo de tela de colores que acabó siendo amarillo o de portar si no les gustaba el susodicho retal, un gorro picudo, como cono; de color verde o amarillo. Entre las conclusiones del concilio estaba este sesudo análisis de los holgazanes allí concentrados: “En los países en que los cristianos no se distinguen de los judíos y de los sarracenos por la forma de vestir ha habido relaciones entre cristianos y judíos o sarracenos, o viceversa.
Para que en adelante semejantes enormidades no puedan atribuirse al error, queda decidido que a partir de ahora los judíos de ambos sexos se distinguirán de los demás pueblos por su vestido, tal como, por otra parte, les fue prescrito por Moisés.
No se mostrarán en público durante la Semana Santa, pues algunos de ellos en dichos días visten sus mejores galas y se burlan de los cristianos enlutados. Quienes contravengan a ello serán debidamente castigados por los poderes seculares, para que no se atrevan más a escarnecer a Cristo en presencia de cristianos”.
Pese al sometimiento, a la opresión en la que vivían los judíos, también florecieron en esa baja Edad Media intelectuales como el filósofo Moisés Maimónides, quien traducía los escritos de Aristóteles del griego. La iglesia se dio cuenta de su actividad y prohibió inmediatamente la lectura del filósofo griego “bajo pena de muerte y perdición de su alma”.
La iglesia avanzó en sus actitudes retrógradas y oscurantistas y se creó El Santo Oficio o Inquisición, para combatir herejes, pero sobre todo para combatir a personas que se atrevían a pensar e instituyó la orden de los dominicos, curas fanáticos, fundamentalistas de su época, pues como dijera Gregorio IX, en 1224 (…) fue creada para combatir los excesos de la ciencia entre los creyentes. Según Juan Antonio Lorente, secretario de la Inquisición, los asesinados por el Santo Oficio fueron 341,021 judíos y musulmanes, que por usar un mismo atuendo les cayó parejo.
Ante esta represión muchos judíos prefirieron volverse cristianos, o sea conversos, como le llamaban los cristianos. Sin embargo los judíos a este judío convertido al cristianismo le llamaban marranos. O coches si eso judío hubieran vivido en Guatemala.
Pero los antisemitas emergían por todas partes, Martín Lutero, que además de reformista fue en sus últimos años un consumado borracho y padre de la iglesia luterana, tenía sus cosillas y, arrebatado por el “espíritu santo” o sufriendo una resaca de las que solo él se sabía gastar, escribió con su aliento alcohólico:
“Aún no hemos podido saber qué diablo los trajo a nuestro país; no fuimos nosotros los que fuimos a buscarlos a Jerusalén. Nadie quiere saber nada de ellos; tienen libres los caminos y el acceso al campo; pueden irse a su país cuando quieran; les haríamos regalos con placer para liberarnos de ellos, porque los judíos son una pesada carga para nosotros, un azote, una pestilencia y una desgracia para nuestro país.
Y la prueba es que a menudo han sido expulsados por la fuerza: de Francia (a la que llaman Sarpat.), donde tenían un cómodo nido; recientemente de España a la que llaman Sefarad), su nido preferido; y este año también de Bohemia donde, en Praga, tenían otro nido, predilecto. Finalmente, durante mi vida, de Ratisbona, de Magdeburgo, y de muchos otros lugares.
No vivieron tan bien en sus campiñas bajo David y Salomón como viven en las nuestras, donde roban y saquean cada día. Sí, los tenemos prisioneros -al igual que tengo prisioneros a mi cálculo, a mis úlceras, y a cualquier otra enfermedad que haya cogido y que tenga que padecer: ¡me gustaría mucho mandar (a esas miserias) a Jerusalén, con los judíos y su séquito!
Dado que es cierto que no los tenemos prisioneros ¿cómo es posible que hayamos recibido tantas pruebas de enemistad por parte de tan nobles personajes? No tratamos de putas a sus mujeres, tales como ellos hacen con María, la madre de Jesús, no les tratamos de hijos de puta, tal como ellos hacen con nuestro señor Jesucristo.
Esos imbéciles, los papistas y los obispos, se han comportado de tal manea con los judíos, que un buen cristiano habría intentado hacerse judío. Si yo hubiera sido judío, hubiera intentado mejor ser cerdo que cristiano, al ver como esos necios e ignorantes gobierna y enseñan la fe cristiana. Han tratado a los judíos como si fueran perros y no hombres… y los judíos son los parientes, los primos y los hermanos de Nuestro Señor”. No cabe la menor duda que Lutero, gracias al alcohol, tenía pensamientos contradictorios e impulsos absurdos.
Pero la saña contra los judíos no se quedaba solo en Alemania, el ilustre Francisco de Quevedo, gloria de las letras españolas en su Siglo de Oro, era un convencido antisemita que en 1633 dirigió una carta o pieza literaria al monarca Felipe IV, en un rollo espantoso que desdice grandemente de ese personaje de la cultura universal y que él intituló “Execración contra los judíos”, para complacer a alguno por allí o porque racista extremo realmente sentía eso y no era tan inteligente, por lo que se lee o porque algún guapo judío le hizo algo a su hermana:
“Solo Dios permite que dure esta infernal ralea para que, en su perfidia execrable, tenga vientre donde pueda ser concebido el Anticristo… sus uñas despedazan la tierra, sierpes son que caminan sin pies, , vuelan sin alas, resbaladizos… ratones son, enemigos de luz, amigos de las tinieblas, hediondos, inmundos, asqueroso, subterráneos… esta es gente que produce plagas… el vaho de su vecindad inficiona, su sombra atosiga… pues si persiguieron a Cristo, ha de creerse que también a nosotros perseguirán… la pérfida nación hebrea… desta maldita y nefanda nación… corruptos y abominables en sus tratos.
No hay quien haga bien, no hay ni uno…los abominables judíos, su perfidia y bestial superstición desta abatida y vilísima nación hebrea… son tan malos que no pueden ser peores… QUEMAR Y JUSTICIAR A LOS JUDÍOS SOLAMENTE SERÁ CASTIGO. QUEMAR Y HACER POLVO SU CAUDAL, SERÁ REMEDIO… Merecen la total expulsión y desolación, siempre malos y cada día peores, ingratos a su Dios y traidores a su Rey… PEREZCAN, SEÑOR TODOS Y SUS HACIENDAS”.
Luego que tiene lugar la Revolución Francesa y muchos de los judíos eran personas pudientes, acomodadas; la proclamación de los derechos del hombre tuvo efectos beneficiosos para los judíos, quienes ahora veían que volaban las cabezas de nobles y reyes y ya no precisamente la de ellos, que los obispos y papas estaban devaluados con eso de la separación de la Iglesia y el Estado; fueron acomodándose paulatinamente en la sociedad burguesa y tuvieron acceso a los colegios y universidades.
La Revolución francesa trajo a los judíos la emancipación y los judíos fueron vistos desde entonces como gente común y corriente disponiéndose a hacer lo que ellos mejor saben hacer: habilidosos financieros y ágiles comerciantes.
El siglo XIX fue una época de mucha tranquilidad para los judíos y en Inglaterra un judío llegó a ser primer ministro, tal el caso de Disraeli, con la reina Victoria (a la que le fascinaba mucho el miembro viril de sus súbditos) y que fue de hecho el mejor primer ministro de su historia, con eso de la bulla que le han hecho al tal Winston Churchill.
Pero en una parte de Europa los judíos seguían sufriendo grandes vejámenes como si fuera la Edad Media. El zar Alejandro I los expulsó de las ciudades, les obligó desde los 12 años a prestar servicio militar por 25 años e impedidos de trabajar y un millón de judíos pasaron penas indecibles, principalmente hambre, de la que murieron dos terceras partes.
Pero otro zar, dentro la gran agitación que se daba ya en los campos y ciudades de Rusia cuya revolución social venía lentamente gestándose, liberó a los siervos (nada menos que 40 millones de seres humanos en condiciones de esclavitud) y les otorgó básicos derechos, que en su momento eran escandalosos, para los popes y nobles que nunca les gustó trabajar, solo comer del trabajo ajeno.
Por esa época nacía en Alemania un judío -Carlos Marx- que cambiaría el pensamiento y las acciones de los hombres para siempre, tal lo hiciera Cristo en su momento.
La Revolución Socialista Soviética hizo de los judíos ciudadanos de pleno derecho, acabando para siempre con los ghettos y pogroms, al menos durante la revolución soviética era eso.
Luego de terminada la Primera Guerra Mundial con la derrota de Alemania, que tuvo que aceptar el humillante Tratado de Versalles, los nobles, grandes militares y curas echaron la culpa a los judíos de la derrota y que no eran precisamente los judíos alemanes, sino los judíos ingleses, que le dieron a la insaciable reina Victoria -no de dinero, ustedes ya saben de qué- tal cantidad de plata que Inglaterra era prácticamente de ellos.
Pero pagaron las consecuencias los judíos alemanes a quien esa elite de alemanes inútiles había llevado al desastre.
Ese es el motivo del surgimiento del nacionalsocialismo de Hitler, aunque la causa no identificada por su miserable cerebro era el no darse cuenta de la escisión de la sociedad europea en clases e intereses ya en época del imperialismo.
Este personaje ya se dejaba ver desde su infancia: era hijo de una campesina violada por su patrón judío, niño problema de bajísimo cociente intelectual que nunca pudo terminar la primaria, fue también expulsado de la casa paterna porque no lo aguantaban, rechazado de la escuela de pintura por su notoria falta de talento, informante de la policía austríaca, resentido soldado-correo de trinchera y herido de guerra (posiblemente le dieron esa tarea para salir de él porque el llevar correspondencia era sumamente peligroso) y como colofón hay que señalar sus tendencias homosexuales.
Hitler, el locazo, no servía para nada; excepto para aporrear comunistas y judíos y andar con malas juntas como sus amigotes Himmler, Goebbels, Goering y Rohm (del que se deshizo luego porque no se sometía a sus tonterías. Sobre la base de la demagogia, violencia y mentiras Hitler y sus secuaces llegan al poder y tocan una tecla sensible entre el pueblo alemán: el altísimo desempleo, que es superado por la producción militar y la creación de un ejército de millones de hombres que se ocupan de guerrear, como un trabajo más.
Todo cuanto sucede en la Segunda Guerra Mundial es el antecedente necesario para la creación en 1948 del Estado de Israel, en cuya votación final en la Asamblea General de Naciones Unidas de ese año es decidida por un guatemalteco -cuando no- de la familia García Granados. Un voto fue la diferencia, el guatemalteco, en ese nefasto día para el pueblo Palestino.
Previo a ese resultado, los judíos invasores de la tierra Palestina habían iniciado años atrás una campaña terrorista con Menahen Begin a la cabeza de la organización terrorista Irgún -después Begin fue Premio Nobel de la Paz en 1978- haciendo explotar el lujoso hotel Rey David en Jerusalén donde murieron 49 árabes, 26 ingleses y 17 judíos.
He aquí una pequeña lista de las barrabasadas cometida por el Nobel de la Paz y sus seguidores:
12 de diciembre de 1947: Ametrallamiento de un autobús cerca de Haifa con un saldo de 12 muertos.
14 de diciembre de 1947: Tropas de Haganáh atacan un pueblo árabe cerca del Tel-Aviv con 18 muertos y 98 heridos.
19 de diciembre de 1947: Haganáh ataca un poblado árabe cerca de Safad. Dinamitan dos casas con un saldo de 10 muertos, 5 de ellos niños.
20 de diciembre de 1947: Ataque terrorista de Aganáh contra el pueblo de Qazaza, dinamitan la casa del alcalde: 2 muertos.
29 de diciembre de 1947: Un comando marino de la Irgún dirigida por Beguin ataca Jaffa con un saldo de 30 muertos.
30 de diciembre de 1947: Operación comando contra la población de Balad-al- Cheik, que dejó 60 muertos.
4 de enero de 1948: Comando judío disfrazado de árabes colocan un camión con explosivos frente al Comité Nacional Árabe en Jaffa. Mueren 9 árabes y 71 quedan heridos. El edificio es destruido.
5 de enero de 1948: La Haganáh dinamita el hotel Semiramis que deja 20 muertos, entre otros, el cónsul de España.
16 de enero de 1948: Dinamitan 3 casas árabes y mueren 15 árabes, 8 de ellos niños.
19 de enero de 1948: 200 judíos atacan la población de Tannovra y matan a 2 árabes.
20 de enero de 1948: Edificio quemado en Katamon.
31 de enero de 1948: Dinamitan edificio en Yazour y matan a 8 personas.
9 de febrero de 1948: Incendian edificio comercial en el centro de Jerusalén.
21 de febrero de 1948: Ataque judío con morteros con el sector árabe de Haifa con un saldo de 6 muertos y 36 heridos.
21 de febrero de 1948: Fusilamiento de 17 árabes en las calles de Tireh, sin que mediara ningún ataque previo.
15 de febrero de 1948: Ataque contra el poblado de Saasa dinamitando 30 casas, con un saldo de 60 muertos, mujeres en su mayoría.
3 de marzo de 1948: La organización terrorista judía Stern dinamita el edificio Salam en Jerusalén, matando a 14 árabes e hiriendo a 26.
13 de marzo de 1948: 3 casas quemadas en Katamon y ametrallamiento a poblado cerca Haifa. En Husseinia son dinamitadas 12 casas. La organización terrorista judía Haganáh destruye el poblado de Kfar y mata a 30 árabes.
5 de abril de 1948: Masacre de Deir Yassin. Un comando de la Irgún dirigida por Menahen Beguin destruye el poblado fronterizo a Jerusalén. La Cruz Roja recoge 254 cadáveres, incluidos niños y mujeres.
12 de abril de 1948: Ataque a Koloniah con un saldo de 14 árabes muertos.
13 de abril de 1948: Comando de la Irgún incendia Abou Shusha.
16 de abril de 1948: El poblado árabe de Sud de Castal es destruido con morteros. Comando judío ataca el antiguo campo militar británico de Tel Litvinsky y masacra 90 árabes allí refugiados.
19 de abril de 1948: 14 árabes mueren al ser dinamitada una casa en Tiberíades.
20 de abril de 1948: Dinamitan 18 casas en los poblados de Beit Siruk y Biddu.
22 de abril de 1948: La Haganáh ataca Haifa matando a 60 árabes, la población huye y es ametrallada en la carretera con un saldo de 22 muertos.
25 de abril de 1948: Bombardeo sobre Haffa, obligando a los árabes a abandonar sus casas, que son saqueadas y destruidas.
28 de abril de 1948: La Irgún dinamita el puesto de policía Manshteh.
11 de julio de 1948: Moshé Dayán dirige el ataque con el pueblo de Lyda, para obligar a la población a abandonarlo. Lo mismo ocurre enseguida en Ramble. Treinta mil árabes huyen de sus casas.
12 de julio de 1948: Los árabes que se resisten a abandonar Lyda son ametrallados casa por casa, lo cual deja un saldo de 250 muertos.
Y lo consignado anteriormente es tan solo un año de terror judío contra la población árabe.
Las explicaciones de este terror es porque los ingleses se retirarían de Palestina 15 de abril de 1948 y darían el mandato a la ONU el 1 de mayo de 1948, es decir, el truquito terrorista era para que en ese mes disponible, los judíos hicieran diabluras sangrientas y que cuando llegara la misión de la ONU, pues, sencillamente, “esas tierras eran de ellos”, botando de esa manera a miles de palestino que hasta la fecha siguen errantes por el mundo.
Sin embargo, la independencia del “Estado” de Israel fue el 14 de mayo de 1948.
En fin, lo que han dado por llamar el pueblo judío es una población europea superpuesta, impostada sobre un territorio que abandonaron durante más de dos mil años y que luego el colonialismo inglés le da vida a través del sionismo, no por otras cosa que no haya sido el dinero.
El pueblo judío como tal dejó de existir hace más de dos mil años y los blancos que hoy lo habitan son solo gente de religión judía, ideología religiosas revitalizada con fines políticos de ocupación, en contra de la justicia y la verdad histórica.
Por eso reitero, los judíos no existen.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.