Un joven estadounidense de religión musulmana tuvo que pasar por detenciones e interrogatorios, fue amenazado de muerte y perseguido para defender su derecho a una vida sin espionaje, tras rechazar varias veces la oferta del FBI de ser su informador.
Naji Mansour, a pesar de que ha pasado la mayor parte de su vida en el extranjero, es estadounidense de nacimiento, por ley y cultura, pero su pasaporte azul —que sus padres vieron como un boleto para una vida global— le hizo un flaco favor, convirtiéndole en un candidato perfecto para los agentes del FBI del "reclutamiento de fuentes" en el extranjero para el trabajo de contraterrorismo, escribe Nick Baumann en su artículo en la revista 'Mother Jones'.
Naji es religioso, conservador y habla inglés y árabe, pero está muy lejos de cualquier lazo con las organizaciones terroristas y simplemente quería llevar una vida pacífica en Nairobi (Kenia), donde su familia se mudó, cuando tenía 20 años.
Pero cuando Naji terminó en el punto de mira del FBI en 2009, su vida y la de su familia se volvió un infierno: durante meses el joven fue entrevistado en varias ocasiones por las autoridades estadounidenses, detenido e interrogado por la Policía antiterrorismo de Kenia, obligado a exiliarse en Yuba (Sudán del Sur), donde las autoridades sudanesas le metieron en un calabozo del sótano y amenazaron con matarlo si no les confirmaba sus vínculos con Al Qaeda.
Tras maltratar al joven durante dos semanas, los carceleros de Naji lo escoltaron desde su celda a una luminosa habitación limpia, en la que al fin vio una cara familiar, un compatriota. Era un agente del FBI que había conocido en el pasado y quien le ofreció poner fin a su pesadilla si accedía a trabajar como informador a sueldo, algo que Naji ya había rechazado.
El periodista indica que los defensores de los derechos humanos y las libertades civiles han apodado a esta práctica del Gobierno estadounidense como la "detención por encargo", que se orquesta para asustar al objetivo y hacer que acepte sus ofertas.
Pero Naji no tenía ningún cargo y le tuvieron que soltar.
Tras salir de la cárcel, se vio solo en un país diferente y peligroso, la familia de Naji, tras semanas sin saber dónde estaba, pronto acudió en su ayuda.
Pero el FBI no parecía dejar a Naji y a sus familiares en paz: fueron detenidos en aeropuertos sin permiso de entrar o salir de un u otro país, les ponían agentes armados en la puerta, les confiscaban computadoras y teléfonos y exigían una y otra vez a Naji colaborar con su Gobierno, que también estaba presionando a la madre de Naji exigiendo que ella se encontrara con los agentes del FBI, cuando tenía que añadir a su pasaporte unas páginas adicionales para visados.
Toda esta estrategia fue planeada por el FBI para convencer a Naji de convertirse en su informador en Sudán del Sur, e hizo sufrir tanto al joven, como a su familia, que se vieron aislados por su propio Gobierno por no querer participar en sus asuntos de espionaje, y este caso no es único, asegura Nick Baumann.