MANUEL ARCE ISAAC / PL – Panamá está literalmente inundado de propaganda electoral que ha copado todos los espacios públicos y saturado hasta lo inimaginable las ondas electromagnéticas, al extremo de que tiene bloqueados ojos y oídos de la ciudadanía.
Avenidas, parques, plazas y hasta calles secundarias, callejones y ciudadelas están tapizados de carteles de todos los partidos y candidatos, mientras que las imágenes que se repiten cada cinco minutos o menos en los canales de televisión y el audio en las frecuencias radiales se instalan también en celulares e Internet.
Ningún espacio escapa a la fiebre publicitaria, y aunque nadie es capaz de adivinar montos, todos perciben que si ese dinero se utilizaran en la compra de nuevos vehículos colectivos o tuberías para acueductos, no habría filas ni enojo entre quienes esperan el bus o no tienen agua potable en sus barriadas.
La propaganda es tan exagerada que hasta la autoridad del tránsito tuvo que intervenir en la competencia de ver quién implanta el cartel más grande o la bandera más vaporosa en una vía pública siempre atascada como la Cinta Costera, Tumba Muerto o cualquier otra.
Hay nuevos bosques de banderas y carteles en lugares verdes que antes fueron hermosos y ecológicos como las áreas libres de Albrook que el oficialismo ha sembrado con imágenes de sus candidatos en lugar de árboles que oxigenen esa parte de la capital.
Un diario expresa hoy que las personas sienten malestar, efectos negativos y agotamiento, y piden que llegue el día de las elecciones y el desenlace para descansar del verbo con púas y la propaganda irrespetuosa. Hay excesos y sobresaturación notoria que puede ser contraproducente por el agobio que provoca.
Aún así, el presidente Ricardo Martinelli considera que tiempo y espacio son dimensiones demasiado limitadas para una campaña y pidió a comerciantes, él entre ellos con sus Super 99 y sus productos enlatados Ricamar, que cedan lugar en las ondas electromagnéticas a los políticos, entre los que también se incluye, por supuesto.