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Costa Rica: Desafíos del progresismo posible


Al frente de un partido que expresa el progresismo posible en la Costa Rica neoliberal del siglo XXI, los avatares de la política le dan a Luis Guillermo Solís y al Partido Acción Ciudadana la oportunidad de asumir la difícil tarea de gobernar un país que vive en medio de varias encrucijadas.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

El ciclo electoral centroamericano de los últimos seis meses finaliza este domingo 6 de abril con las elecciones presidenciales que, en una segunda ronda de votación, decidirán al nuevo presidente de Costa Rica. Salvo que ocurra una sorpresa de dimensiones mayúsculas, en la que el exceso de confianza y el abstencionismo se confabulen para derribar los pronósticos y las condiciones sui géneris de esta campaña (que incluyó el “retiro” a nticipado del candidato del oficialismo), el ganador será Luis Guillermo Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC).

 Su triunfo representaría una ruptura formal en el dominio de la asociación político-empresarial que logró constituirse como hegemónica desde la década de 1990, y que ha resultado funcional al modelo de acumulación dominante, basado en el libre comercio bajo las reglas estadounidenses, la subordinación política al capital extranjero, la tercerización de la economía y la apuesta casi dogmática por la industria maquilera de manufacturas y servicios.

Solís, un historiador y profesor universitario, reconocido en el mundo académico costarricense y centroamericano, hizo carrera política en el Partido Liberación Nacional durante 30 años, hasta que se separó de esa agrupación por discrepancias éticas en el año 2005; hoy, al frente de un partido que expresa el progresismo posible en la Costa Rica neoliberal del siglo XXI, los avatares de la política le dan la oportunidad de asumir la difícil tarea de gobernar un país que vive en medio de varias encrucijadas: una de estas, es la de una sociedad que reclama un cambio en la gestión de lo público, pero que, al mismo tiempo, por cuestiones propias de su cultura política y por la influencia del terror mediático, cede fácilmente a la paranoia anticomunista y recela de todo aquello que se presente como alternativo o que cuestione los intereses de los grupos de poder (y esto vale tanto para la política interna como para la política exterior). Otra encrucijada es la que plantea la sombra del continuismo, no ya a nivel del sistema de partidos, sino del modelo de desarrollo asumido por Costa Rica desde hace más de tres décadas.

Frente a este panorama, no son pocos los desafíos que surgen para Solís y el PAC, y que, en un esfuerzo de síntesis, podríamos identificar en dos grandes aspectos: por un lado, al margen de maniobra de que dispondrá un presidente cuya fracción legislativa no es mayoritaria en el Congreso, y en la que tendrá que negociar agendas con los partidos de derecha y ultraderecha, con los fundamentalistas religiosos, y con la izquierda del Frente Amplio de la que, en campaña, y por cálculo electoral, negó una y otra vez cualquier posibilidad de alianza.

Por otro lado, y directamente relacionado con lo anterior, hay dudas razonables sobre el compromiso efectivo de un gobierno del PAC por subvertir –con todo lo que esto implica- el orden neoliberal que hoy campea en la economía, y que influye de manera decisiva en las políticas sociales, ambientales, laborales, educativas y culturales; o si por el contrario, viviremos una suerte de gatopardismo (cambiar para que nada cambie), con relevos en la administración de la cosa pública –bajo el discurso del gobierno de unidad nacional-, pero sin cuestionar en lo fundamental un modelo que concentra la riqueza en pocas manos, y aumenta sistemáticamente la desigualdad, la pobreza y reduce las posibilidades de movilidad social. 

El tono conciliador que asumió el candidato Solís en sus reuniones con las cámaras empresariales, alimenta la percepción de que podrían emprenderse reformas puntuales, mas no cambios de mayor alcance.

En definitiva, lo que está en discusión en Costa Rica es la posibilidad de recuperar el rumbo del desarrollo inclusivo y de oportunidades para las mayorías, y eso pasa, necesariamente, por rescatar lo que alguna vez fue un Estado Social de Derecho ejemplar para América Latina, y que hoy luce desguazado por el neoliberalismo y sus políticas entreguistas del fruto acumulado por décadas de trabajo nacional.

Acometer esta tarea con audacia, concitar el apoyo popular para hacer efectiva la acción y participación ciudadana, y resolver las tensiones internas inevitables en un partido en que coexisten tendencias de derecha e izquierda, será crucial para que Luis Guillermo Solís perfile el rumbo de su gobierno; y en particular, para que logre responder a una enorme responsabilidad histórica: la de no defraudar la esperanza de un cambio real que demanda la sociedad costarricense.

http://connuestraamerica.blogspot.com/2014/04/costa-rica-desafios-del-progresismo.html

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