Juheiman al-Oteiby |
El comportamiento de Arabia Saudita en la región está siendo objeto de un seguimiento particularmente intenso desde que la dinastía de los Saud se ha convertido en principal fuente de la escalada y la violencia desatadas en los últimos tiempos por los grupos terroristas-takfiristas en Irak, Siria, Líbano e incluso en varias regiones de Rusia.
Arabia Saudita está furiosa y busca un premio de consolación en la región. Está tratando de obtener compensaciones por las grandes confrontaciones actuales y para ello se alía con Francia.
Trata de sabotear los acuerdos que están gestándose entre Estados Unidos y Rusia y que pasan por el reconocimiento de la derrota de Occidente en Siria y de la categoría de Irán como potencia regional.
Todo ello ilustra la difícil situación que enfrenta el reino wahabita como resultado del derrumbe de su influencia en la región, gracias a la resistencia de Siria ante la guerra universal desatada contra ella por Arabia Saudita, Qatar, Turquía e Israel.
Los cambios registrados han sacudido los cimientos del papel saudita, que data de hace más de medio siglo. El ascenso de Irán no es el único cambio estratégico, aunque sí el más acentuado.
Ese factor se ha hecho sentir incluso en el seno mismo del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que constituye el primer círculo donde se ejerce la influencia saudita. Los acontecimientos en Bahréin y Yemen crean también las bases de un dramático cambio en los cotos privados del reino.
El posible establecimiento de una monarquía constitucional en Bahréin, la consagración de la diversidad política en Yemen o el resurgimiento de Yemen del Sur constituyen graves desafíos que sin dudas tendrán repercusión en el interior de la propia Arabia Saudita, donde el malestar social y político, ahogado durante décadas, puede estallar súbitamente.
Además, durante los 3 últimos años los movimientos de protesta se han expresado con fuerza en las redes sociales, donde millones de jóvenes de los países del Golfo dan rienda suelta a su malestar y su sed de libertad.
Pero la cólera y la decepción por sus derrotas en Siria no son lo único que explica la determinación de los Saud en utilizar y respaldar a los grupos takfiristas en toda la región, en el marco de una campaña global que amenaza al mundo con una nueva generación de terroristas.
Esa misma carta terrorista ya fue utilizada, hace 40 años, por Estados Unidos, socio del reino wahabita, antes del retroceso de la influencia estadounidense.
Una de las principales causas del comportamiento saudita reside en factores internos. La difusión del pensamiento extremista sirve para desviar la atención de la juventud saudita de forma que no piense en pedir cuentas a la dinastía, aliada de Occidente, que controla todas las riquezas del país y lleva un tren de vida caracterizado por la opulencia más extrema y el mayor desenfreno.
Casi se ha olvidado el incidente de la ocupación de la Kaaba en La Meca, el 20 de noviembre de 1979, durante la primera insurrección desatada por un grupo takfirista surgido del núcleo mismo de la institución wahabita.
Aquel movimiento estuvo encabezado por Juheiman al-Oteiby, hombre proveniente de las filas de la Guardia Nacional y que había estudiado, al igual que sus camaradas, en los institutos religiosos oficiales wahabitas. Prácticamente se ha olvidado aquella rebelión, ahogada en sangre, porque se trataba de un grito de protesta en contra de la corrupción y la injusticia del sistema saudita.
El llamado de al-Oteiby a considerar apóstata el régimen saudita encontró un eco favorable entre la juventud y los rebeldes reclutaron cientos de jóvenes dispuestos a tomar las armas para tomar por asalto la Kaaba. Las fuerzas de seguridad no lograron controlar la situación y Riad tuvo que alquilar los servicios de las fuerzas especiales de Francia para aplastar la insurrección.
Un año después del movimiento de al-Oteiby, la familia Saud, en cooperación con Estados Unidos, desencadenaba la primera ola de terrorismo takfirista en Afganistán y financiaba el armamento de la Hermandad Musulmana en Siria en su guerra contra el Estado sirio, que se había pronunciado resueltamente contra los acuerdos de Camp David. Riad y Washington legitimaban así el primer núcleo de las redes de al-Qaeda, fruto de la cooperación entre Occidente y los Saud.
A esa nebulosa terrorista se le asignaron misiones en Chechenia, en Bosnia, Somalia, Sudán, Argelia, Yemen, Irak, Líbano, Irán, Siria y otros países.
Todas esas guerras, financiadas por Arabia Saudita, han servido las estrategias estadounidenses y, al mismo tiempo, han permitido desviar la atención de los miles de jóvenes wahabitas enviados a practicar la Yihad en tierras lejanas, entre las que no se hallaba –claro está– la tierra palestina.
Uno de esos jóvenes era Majed al-Majed, el jefe de las Brigadas Abdallah Azzam, la rama de al-Qaeda que reclamó la autoría del doble atentado suicida perpetrado el 19 de noviembre de 2013 contra la embajada de Irán en Beirut.
Las circunstancias de la captura y posterior muerte de Majed al-Majed son muy sospechosas. El Ejército Libanés demoró 9 días en confirmar oficialmente su arresto y al día siguiente del anuncio dijo que había muerto como consecuencia del deterioro de su estado de salud.
Arabia Saudita ejerció fuertes presiones para obtener su extradición, por temor a que revelara los nombres de los príncipes y jeques sauditas que lo financiaban y le impartían órdenes.
Varios artículos de la prensa libanesa habían advertido sobre la posibilidad de que Majed al-Majed fuera eliminado en el hospital para impedir que hiciese revelaciones incómodas.
Y tenían razón. Después de su muerte, el diputado iraní Mohammad Hassan Ashgari declaró que las confesiones de Majed al-Majed habrían sido acusatorias para Arabia Saudita.
Los Saud siguen temiendo al espectro de Juheiman al-Oteiby, quien tomó las armas contra una dinastía que utiliza descaradamente la religión para someter y cegar a los pobres, con el fin de seguir acaparando para sí misma las inmensas riquezas petroleras del país.
Declaraciones y posicionamientos
Michel Sleiman, presidente de la República Libanesa
«Mediante contactos con Arabia Saudita y con el rey Abdallah he logrado garantizar un respaldo excepcional al ejército y es con alegría que así lo anuncio al pueblo libanés.
El rey Abdallah ha decidido ofrecer al Ejército Libanés una ayuda de 3 000 millones de dólares que permitirá adquirir armamento moderno.
Esas armas se comprarán al Estado francés. Es la ayuda más importante en la historia del Líbano y del ejército.
La ayuda saudita permitirá armar la tropa con armamento francés y yo espero que París responda rápidamente a ese pedido.
Las armas se comprarán al Estado francés lo más rápidamente posible, dadas las relaciones históricas que lo vinculan al Líbano y la estrecha cooperación militar entre ambos países.»
Naim Kassem, secretario general adjunto del Hezbollah
«El criminal atentado contra Haret Hreik es parte de una serie negra. No sólo se apunta contra el Hezbollah sino contra la gente común.
Hemos visto atentados en las diferentes regiones libanesas durante el año pasado, lo cual confirma que existe un plan global que más que contra una parte y dejando de lado a los demás en realidad está dirigido contra todos los libaneses.
Es un proyecto criminal dirigido contra el Líbano y cuyo objetivo es poner en peligro su estabilidad. En realidad no importa quién lo ejecuta.
Quien lo hace es estúpido y corrupto, eso no es importante. Lo importante es más bien el proyecto global cuyo objetivo es destruir el país, fomentar la fitna [División o guerra civil entre musulmanes. NdT.], desviar la atención de lo que hace Israel y fragilizar el Líbano, que ha resistido ante los vientos del nuevo Medio Oriente.
El Hezbollah no intercambiará acusaciones con ninguna parte y no responderá a las calumnias lanzadas aquí y allá. Pero decimos a todos que nadie quedará a salvo del proyecto criminal, bajo cualquier color y bajo cualquier forma –que es por demás un proyecto multinacional.
La respuesta sería, en nuestra opinión, alcanzar un acuerdo político y esforzarse por formar rápidamente un gobierno de unión nacional ya que si inmunizamos la escena interna mediante esa cohesión política neutralizaremos el entorno que favorece a los terroristas takfiristas y los demás.
En cambio, cualquier paso en falso, cualquier acción unilateral o que busque marginar a otro en el plano político, equivaldrá a favorecer la desestabilización y los proyectos criminales.
Llamamos a sacar las enseñanzas de ese acto criminal perpetrado contra el barrio sur y a tender la mano al otro.
Nuevamente tendemos la mano y reafirmamos que es en nombre de la estabilidad política y del entendimiento político que estamos enfrentando a los criminales.
Nadie puede suprimir al otro. Ese comportamiento facilitará que otros vengan de todas a ajustar sus cuentas locales, regionales e internacionales en territorio libanés.
Sin entendimiento político, el Líbano se verá camino a la ruina.»
Walid Joumblatt, jefe del Partido Socialista Progresista
«Para inmortalizar el recuerdo de Mohammad Chatah y de las víctimas inocentes que cayeron junto a él es necesario atenerse a la moderación y al diálogo a pesar del dolor y la pena.
La trampa de los asesinos consiste en acentuar el caos que reina en toda la región bajo la forma de sangrientos conflictos que pueden prolongarse.
Hoy, mientras el Medio Oriente y el mundo árabe en general viven circunstancias difíciles, los libaneses deben evaluar la situación interna con mucho raciocinio y realismo para preservar los importantes progresos registrados en años y evitar más deterioro a todos los niveles.»
Assem Kanso, diputado libanés (Partido Baas)
«Los discursos posteriores al asesinato de Mohammad Chatah se inscriben en el contexto de las acusaciones contra Siria, al igual que el asesinato de Rafic Hariri. Ahora acusan también al Hezbollah.
El asesino de Mohammad Chatah es Arabia Saudita.
El ex primer ministro Fouad Siniora trabaja para los servicios de inteligencia israelíes y eso lo informó el propio Rafic Hariri.
Rafic Hariri confirió a la Resistencia una legitimidad internacional y Fouad Siniora quiere quitarle las armas a la Resistencia.»