EEUU: La Doctrina Trump y el Nuevo Imperialismo MAGA

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En la guerra del futuro no habrá vencedores


En su mensaje anual a la Asamblea Federal el presidente Vladímir Putin abordó el tema del Ataque Global Inmediato. Según el mandatario, Rusia sigue atentamente el desarrollo de la situación.

Hace años que los norteamericanos están obsesionados con la idea del Prompt Global Strike (PGS) (Ataque Global Inmediato).

 La idea se basa fundamentalmente en obtener la posibilidad en lanzar un ataque no nuclear contra cualquier punto del planeta a más tardar sesenta minutos después de adoptada la resolución correspondiente. 

Desde luego que la concepción del PGS prevé las tecnologías más modernas. 

De las tradicionales, heredadas del siglo pasado, los misiles intercontinentales provistos de ojivas convencionales de alta precisión; de las modernas – los sistemas hipersónicos de alta precisión y el arma de impacto cinético.

 Se trata de barras pesadas poco fusibles de volframio de cinco a diez metros de largo, que se lanzan con alta precisión desde la órbita terrestre.

 Según los cálculos realizados por los norteamericanos, el impacto libera una energía equivalente al estallido de doce toneladas de explosivos; de las tecnologías del futuro – los medios a control remoto de neutralización de las cargas nucleares sobre la base de la física de altas energía o los aerosoles precipitados finamente divididos que imposibilitan el despegue de los aviones. 

En general, el escenario del PGS no se parece al acostumbrado escenario de la catástrofe nuclear, con que nos asustaban durante toda la segunda mitad del siglo pasado. 

Sin duda alguna, la guerra del futuro será no menos catastrófica, pero la modelarán según patrones totalmente diferentes. 

El clásico misil balístico intercontinental como elemento del ataque global inmediato presenta toda una serie de defectos. 

Y el primero de ellos consiste en que su lanzamiento es fácil de detectar con los actuales medios de defensa antimisiles. Si el PGS se lanza contra un país del tercer mundo, este defecto no tiene mayor importancia.

 Si se lo hace contra una potencia tecnológicamente avanzada, el asunto adquiere un giro desagradable para el agresor.

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