Si hay que buscar un lugar en el mundo donde la gente hable bien de Lee Harvey Oswald, ese sitio podría ser Minsk.
En 1959 Bielorrusia formaba parte de la URSS, aquel paraíso comunista al que viajó el que después sería asesino del presidente John F. Kennedy deslumbrado por el socialismo.
Dicen de él que era “el único americano en la ciudad”.
Dicen de él que era “el único americano en la ciudad”.
Atrás quedaba una madre irresponsable, una trayectoria mediocre en el ejército de un país, EEUU, que le había decepcionado.
“He vivido en una sociedad capitalista decadente donde los trabajadores son esclavos”, había dicho ese mismo año en una carta a las autoridades soviéticas para adoptar la ciudadanía del país.
Allí se cruzó en su camino un estudiante de medicina de cuarto curso, Ernst Titovets (Krasnoyarsk, 1939). Era una de las pocas personas en el entorno del norteamericano que hablaba inglés, así que pronto se convirtió en su sombra.
Allí se cruzó en su camino un estudiante de medicina de cuarto curso, Ernst Titovets (Krasnoyarsk, 1939). Era una de las pocas personas en el entorno del norteamericano que hablaba inglés, así que pronto se convirtió en su sombra.
“Lee me pareció una persona educada y brillante, su ruso era bueno porque ya llevaba unos meses en el país”, explica a La Voz de Rusia Titovets.
Ambos iban juntos a conocer chicas, “y Oswald me regañaba si hablaba en inglés, quería practicar”. El joven de Nueva Orleans era bastante popular entre las estudiantes del lugar, y con frecuencia se presentaba en alguna de sus habitaciones sin previo aviso.
Pero no sólo llamaba la atención a las féminas. Oswald también era seguido de cerca por la KGB, que desconfiaba de un norteamericano marxista.
Le habían puesto un nombre en clave: Nalin.
En ruso significa rodaballo, un pez plano que se suele esconder en agujeros oscuros.
“Oswald sabía que lo seguían de cerca”, recuerda Titovets, que estos días ha acudido a Dallas, la ciudad donde fue asesinado Kennedy, para participar como invitado en un ciclo de conferencias con motivo del 50 aniversario del magnicidio y es autor de El capítulo ruso de Oswald.
Titovets está convencido de que Oswald no lo hizo.
“Oswald sabía que lo seguían de cerca”, recuerda Titovets, que estos días ha acudido a Dallas, la ciudad donde fue asesinado Kennedy, para participar como invitado en un ciclo de conferencias con motivo del 50 aniversario del magnicidio y es autor de El capítulo ruso de Oswald.
Titovets está convencido de que Oswald no lo hizo.
“Era un hombre pacífico, estaba en contra de las armas”, recuerda el profesor Titovets, que se especializó en neurocirugía y ha desempeñado un importante papel en Minsk como jefe de un equipo de investigación.
Oswald sigue siendo un enigma para la historia contemporánea.
Oswald sigue siendo un enigma para la historia contemporánea.
¿Habló alguna vez de Kennedy? “Sí, Oswald estaba orgulloso de Kennedy, mi amigo era un patriota, lo quería y pensaba que el presidente podía resolver muchos problemas”, asegura Titovets.
Según una compañera de aquellos años, Oswald dijo que Kennedy “era el único presidente sensible”.
Sin embargo estas aseveraciones no cuadran con la trayectoria de Oswald, que antes de acudir a Minsk llegó incluso autolesionarse en Moscú para evitar ser expulsado cuando la URSS se negó a extenderle el visado.
Sin embargo estas aseveraciones no cuadran con la trayectoria de Oswald, que antes de acudir a Minsk llegó incluso autolesionarse en Moscú para evitar ser expulsado cuando la URSS se negó a extenderle el visado.
Sus actitudes agresivas en la adolescencia y sus declaraciones despreciativas sobre su país han quedado reflejadas en todo tipo de documentos.
“Simplemente era marxista y quería conocer ese mundo de primera mano”, asegura Titovets, “sin embargo, al final acabó sintiéndose decepcionado”.
“Simplemente era marxista y quería conocer ese mundo de primera mano”, asegura Titovets, “sin embargo, al final acabó sintiéndose decepcionado”.
Su desencanto con la URSS fue una mezcla de apreturas económicas y sensación de ahogo, tal vez por la vigilancia a la que era sometido tanto en la fábrica donde lo habían colocado como en su casa.
“Recuerdo que una vez me dijo que había micrófonos en su apartamento”, dice Titovets. Oswald utilizó la palabra bug, que en inglés no sólo significa micrófono oculto sino también bicho.
“Así que en un principio pensé que estábamos buscando gusanos en su casa: me miró como si fuese imbécil”, recuerda riendo este viejo doctor, que ha participado en Dallas en una ceremonia de rehabilitación de la figura de Oswald.
Hasta tal punto fue crucial el papel de Titovets en la aventura rusa de Oswald que fue él quien hizo que conociese a la que luego sería su mujer, Marina Prusakova, y lo acompañó en su regreso a EEUU en 1962 como Marina Oswald.
Hasta tal punto fue crucial el papel de Titovets en la aventura rusa de Oswald que fue él quien hizo que conociese a la que luego sería su mujer, Marina Prusakova, y lo acompañó en su regreso a EEUU en 1962 como Marina Oswald.
“Venía a la ciudad un profesor a impartir una lección y después había baile, que es lo que a mí me interesaba. Conseguí dos entradas y allí conoció a Marina”.
Lee estaba por aquel entonces recuperándose de un duro desengaño amoroso con otra rusa: Ella German. “Era una compañera de la factoría y él estaba muy pillado por ella; en cambio, Ella no”, recuerda Titovets. Oswald dio el paso, pero ella lo rechazó.
De la mano de Marina Oswald empezó una nueva vida en Minsk, aunque la sombra de la decepción ya se cernía sobre él.
Lee estaba por aquel entonces recuperándose de un duro desengaño amoroso con otra rusa: Ella German. “Era una compañera de la factoría y él estaba muy pillado por ella; en cambio, Ella no”, recuerda Titovets. Oswald dio el paso, pero ella lo rechazó.
De la mano de Marina Oswald empezó una nueva vida en Minsk, aunque la sombra de la decepción ya se cernía sobre él.
“Empezó a percibir la hipocresía del sistema, a criticar los planes quinquenales… se dio cuenta de que no podía sacrificar un sistema por otro”.
Oswald empezó a sentirse seguido, “y desde luego que lo estaba”.
Su rastro de aquellos años es un rompecabezas.
Su rastro de aquellos años es un rompecabezas.
En su petición de ciudadanía soviética está escrito: “Soy comunista y obrero”.
En sus pruebas con los marines hay unas puntuaciones pésimas en las pruebas de puntería, con unas marcas un poco por encima del mínimo y un promedio por debajo de lo aceptado.
Cuando compartió con sus amigos soviéticos su trabajo en una base en Japón decía haber visto “el imperialismo americano en todas sus formas”.
Y en la nota que dejó en su intento de suicidio en una bañera de un hotel en Moscú decía: “He hecho un largo viaje para encontrar la muerte, pero amo la vida”. Son piezas que no encajan en el curriculum del francotirador más famoso de la historia, pero tampoco es un disidente al uso.
Los amigos que dejó atrás en la URSS, en la actual Bielorrusia, recuerdan al Oswald sonriente que leía cómics en el suelo. Incapaz de disparar esos tres tiros que cambiaron el curso de la historia hace cincuenta años.
je/kg
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.
Los amigos que dejó atrás en la URSS, en la actual Bielorrusia, recuerdan al Oswald sonriente que leía cómics en el suelo. Incapaz de disparar esos tres tiros que cambiaron el curso de la historia hace cincuenta años.
je/kg
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.