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El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

"No tenemos para comer y pagamos 300 euros por una casa que nos quitaron"

 
Carmelo Javier confiesa sentirse impotente, mientras pasa de atrás hacia delante las hojas de cupones que sostiene entre las manos.

"Ahora vendo cupones", aquí, en Lomo Blanco, afirma entre resignado y agradecido, alguien que asegura no entender cómo ha llegado a sus 43 años sin tener nada que ofrecer a sus hijos," ni un triste regalo de reyes", contiene la angustia y continúa, "después de haber empezado a trabajar con 18 años".

"Hace cuatro años llevaba una vida normal, con los problemas de cualquiera, trabajaba en el sector de la construcción y ocupaba el puesto de oficial de 2ª en una empresa de ferrallas. Ingresaba más de 1.200 euros al mes y vivía en mi casa con mi mujer y nuestros cuatro hijos, el mayor de 14 años, una niña de 10 y dos gemelos de 6.
 
 "Se la puedo enseñar desde fuera -añade Carmelo- está dos calles más abajo, no sabe lo duro que es pasar por delante cada día y no poder entrar. 
 
Pagábamos 300 euros de hipoteca".
 
 Un gasto, asegura Carmelo, que "nos podíamos permitir".

El primer contratiempo, recuerda, "llegó con la subida de la hipoteca, pero gracias al sueldo que percibía entonces junto al de mi mujer, que es camarera, y con grandes esfuerzos hicimos frente al cambio" que, en su caso, se alzó a 600 euros al mes.

DRAMA FAMILIAR

Carmelo levanta la mano con los cupones y desde el banco en el que está sentado saluda a un vecino que sube por la acera de enfrente, quien al oír el tema de conversación y sin aminorar el paso le grita: "España no se hunde porque la mierda flota". 
 
Carmelo no tiene humor para reír "la broma" y continÚa con la conversación.

"Con la entrada de la crisis cerró la empresa y quedé en el paro, eso sí que fue un problema".
 
 Las salidas reales se agotaban para una familia que intentaba salir adelante con 450 euros de paro y los 600 euros aproximadamente de su pareja.

"Una vez agotado el paro", cuenta Carmelo, "estuvimos viviendo en la casa durante un año sin poder pagar la hipoteca, no es que no quisiera pagar la casa es que no podía, ¿qué hacía?, ¿no le daba de comer a mis hijos? No podíamos pagar ni los recibos de la luz, estuvimos más tiempo sin luz que con ella".

Mientras soportaban la situación, recuerda, "llegó la noticia del deshaucio y posteriormente nuestra separación.
 
"¿Qué familia hace frente a algo así?, se pregunta Carmelo, lo primero que ocurre es que empiezas a discutir, la tensión no te deja ver claro, es agotador no tener salida".
 
 Fuimos a hablar con el banco y con un abogado pero el banco no nos dio salida alguna, ella se fue a casa de sus padres con nuestros cuatro hijos. 
 
Y yo terminé en una casa de acogida". Desde entonces, la ayuda que percibe de 426 euros se la da a su ex mujer para la manutención de los hijos.

Carmelo ha vivido a ratos en casas de familiares, pasó dos noches en la calle por evitar decir a su familia la situación en la que se encontraba y finalmente fue llevado por un vecino a una casa de acogida. 
 
"Es una época que no quiero ni recordar". Desde hace un tiempo colabora con una empresa de venta de cupones de la OID en la que cobra a comisión "algo que no da ni para la comida", aunque asegura estar muy contento realizando este trabajo y muy agradecido con la ONG. 
 
Su mujer saca adelante a los cuatro hijos y paga la hipoteca de la que era su casa donde aún están dentro sus muebles y de la que desde entonces y hasta hoy cuelga el cartel "Se Vende". 
 
Una hipoteca cuyo impago podría dejar en la calle al abuelo de los niños, padre de la ex mujer que consta como avalista y también quedó en el paro con la llegada de la crisis.

"Aquí vivíamos sin grandes lujos y tirábamos para adelante como podíamos, dígame usted, ¿qué pinta esta casa cerrada?, ojalá se metieran okupas".

AYUDA DE LOS VECINOS DE NUEVO LOMO BLANCO

Carmelo Javier recibió esta semana la buena noticia de la asociación de vecinos de Nuevo Lomo Blanco (NLB) cuyo vicepresidente, Rafael Hernández comenta con alegría el logro. 
 
"Llevamos apenas un año al cargo de la NLB y hemos conseguido un banco de alimentos por el que llevamos trabajando desde el comienzo, tanto Carmelo como otros vecinos del barrio recibirán al menos ayuda alimenticia".

Carmelo agradece la ayuda y confiesa su verdadero deseo en este momento, "Mi ilusión es conseguir un trabajo que pueda desarrollar a mi edad, me da igual cuál sea, yo quiero trabajar, de vigilante, de freganchín o de vendedor de cupones, me gustaría tener un sueldo con el que llevar una vida normal, poder pagar una casa y ocuparme de mis hijos, yo no miro el futuro, vivo día a día y me preocupan mis hijos"

Carmelo no pierde la esperanza de ser uno entre muchos ciudadanos que, "aunque no hayamos recibido formación ni estudios estamos acostumbrados a trabajar, somos personas activas con derecho a un puesto de trabajo, algo gordo está fallando en este sistema"

Miles de preguntas sin respuestas se aglutinan ante la impotencia de querer y no poder entender una situación a la que cada día se ven abocados más ciudadanos.

"La primera vez que trabajé tenía 18 años y empecé trabajando de barrendero, luego como albañil y más tarde en la construcción donde estuve los últimos años de mi vida laboral, y hoy no tengo nada. 
 
Nunca me he visto en una situación así", afirma.
 
 "Ojalá pudiera dar a mis hijos la vida que me dieron mis padres, vivíamos de una manera humilde, pero nunca nos faltó nada"

Como muchos ciudadanos, Carmelo afirma que "los políticos no entienden lo que está pasando la gente como él" y les pide "que se acerquen a la realidad, que no se queden tan lejos y que luchen y organicen para ayudar a la gente a salir de esta situación injusta".

Hoy, son miles de ciudadanos que, como él, viven gracias a sus propias fuerzas y se alimentan de la caridad que encuentran a su paso.
 
 Es un ciudadano más entre los muchos que sufren la marginalidad que crece día a día en Canarias, provenientes de la clase media a quienes la difícil situación laboral, que afecta a más del 30% de nuestra población, merma sus fuerzas y sus ánimos empujándolos a ampliar el sector más pobre.

Carmelo hace el recuento de las ganancias de hoy y se alegra cuando ve que las monedas le dan para comer algo en el bar de enfrente y poder continuar su jornada hasta las 14:30. 
 
Ya en la puerta del bar donde le saludan cariñosamente, comenta entristecido, "yo no robo porque a mí me pillan, pero anda que si no, ya verías".

http://www.canariassocial.com/canarias/item/15032-no-tenemos-para-comer-y-pagamos-300-euros-por-una-casa-que-nos-quitaron

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