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Ronald Kessler, veterano periodista y escritor que hizo escuela en el Washington Post, diario en el que trabajó durante 15 años, se ha pasado la vida hurgando entre los secretos de las agencias más reservadas de Estados Unidos.

Un acceso que le permitió destapar el escándalo de prostitución que hoy sacude al Servicio Secreto y al Pentágono. Kessler, quien actualmente es corresponsal jefe en Washington de Newsmax, un periódico virtual de tinte conservador, habló con EL TIEMPO sobre el que, asegura, es el mayor lío en la historia del organismo de seguridad.

¿Cómo se enteró del escándalo?

Durante la investigación para mi libro En el Servicio Secreto del Presidente, desarrollé muchas fuentes entre la agencia. Y una de ellas, que cree que lo que pasa es muy serio, me lo contó. 
 
Yo se lo pasé al Washington Post, que sacó la historia en su edición impresa del sábado 14 de abril.

¿Por qué cree que esto es mucho más que unas cuantas manzanas podridas y un problema cultural dentro de estas organizaciones?

No creo que esto sea común dentro del Servicio Secreto, pero sí pienso que es un síntoma de un problema mayor en la jefatura del que ha estado tomando atajos en muchas cosas. Y eso incluye, por ejemplo, dejar que personas entren a eventos en la Casa Blanca sin pasarlos por el detector de metales, o no hacerles exámenes físicos regulares ni recalificaciones en el manejo de armas. Hasta los dejan autocalificarse en este tipo de pruebas.

Es decir, han bajado la guardia.

Correcto. Los estándares han bajado en muchos frentes y por eso los problemas. Como el ingreso de una pareja, los Salahi, a una cena privada de la Casa Blanca sin haber sido invitados o estar en la lista.

¿Ha escuchado sobre este tipo de comportamientos en el pasado?

Yo no lo sé todo, pero no. Me dicen que no es algo común.

¿Qué cree que sigue ahora?

Van a incrementarse las voces que piden la salida del director del Servicio Secreto, Mark Sullivan.

¿Cree que debe irse?

Dadas las debacles del pasado, lo que me sorprende es que no lo hayan despedido.

¿Y qué tipo de soluciones le daría al problema?

La única manera de arreglar a una agencia es tener un líder confiable. Como lo que sucedió con Robert Muller cuando asumió el FBI. Sería un buen primer paso. Tener a una persona sin tantas ataduras con la agencia, como el caso de Sullivan (que lleva 20 años trabajando en ella).

Pero esto es algo que no parece exclusivo del Servicio Secreto, pues también hay militares involucrados. ¿Parece un patrón de comportamiento?

Sobre eso no sé.

¿Cree que el Congreso se va a meter de lleno en el tema?

Sí. Ya hay audiencias para esta semana. Pero de esas audiencias no sale nada. Es puro aire caliente, es donde se mezcla la política.

¿Cree que el escándalo terminará siendo parte de la actual carrera electoral?

Creo que sí. El senador Jeff Sessions dijo que esto era una prueba de las fallas en la administración Obama. 
 
Y en cierto sentido es una crítica válida, pues los problemas del Servicio Secreto no son nuevos.

¿Por qué cree que este escándalo es el más serio que sacude al organismo?

Nada se le acerca a esto en términos de la potencial brecha en seguridad que pudo existir, la vergüenza que ha causado y el hecho de que los agentes estaban totalmente fuera de línea frente a lo que se espera de ellos. No hay comparación en la historia.

Las ‘relaciones peligrosas’ del Servicio Secreto

Lo que comenzó como una tormenta el viernes pasado en Cartagena, una vez se reveló que agentes del Servicio Secreto habían llevado prostitutas al Hotel Caribe durante la Cumbre de las Américas, se ha tornado en un huracán que consume a la capital estadounidense. 
 
No ha pasado día, desde que estalló el escándalo, sin que el tema no ocupe las primeras planas de los diarios y cadenas de televisión del país, que han despachado enviados especiales a la Heroica para que sigan al milímetro el desarrollo de la truculenta historia.

El tema, además, es la comidilla de tertulias y redes sociales, donde el nombre de Colombia ahora se asocia con el turismo sexual (según el Christian Science Monitor) y a Cartagena ya se la llama ‘la Tailandia del Caribe’.

En este episodio han entrado a terciar desde el propio presidente Barack Obama hasta congresistas y figuras políticas como el candidato republicano Mitt Romney -que pidió un fuerte castigo para los implicados- y la excandidata a la vicepresidencia Sarah Palin, ofendida porque se conoció que uno de los agentes involucrados escribió en su Facebook que se situó detrás de ella durante un acto de la campaña del 2008 para “chequearle el trasero”.

La semana, a su vez, trajo consigo nuevos desarrollos. 
 
De un agente borracho que se llevó a una prostituta a su cuarto de hotel se pasó a 23 funcionarios que habrían ingresado igual número de prostitutas para lo que hoy parece fue toda una bacanal.

Seis de ellos han salido, hasta ahora, de sus cargos y se esperan más renuncias y destituciones. 
 
Al resto se los somete a exámenes para detectar si también consumieron drogas. 
 
En el país ya hay una delegación de EE. UU. que investiga los pormenores del caso.

Incluso, varios congresistas, entre ellos el senador Jeff Sessions, han salido a pedir la renuncia de Mark Sullivan, director del Servicio Secreto, y se espera que convoquen audiencias públicas para tratar el asunto. 
 
La primera de ellas sería este miércoles, cuando testificará ante la Cámara de Representantes la secretaria para la Seguridad Doméstica, Janet Napolitano, jefa directa del Servicio Secreto.

Para los congresistas, el caso no es solo el de un par de manzanas podridas, y quieren determinar si hay un patrón de comportamiento entre los miembros de este tipo de agencias.

“Los agentes tomaron toda una serie de decisiones equivocadas. 
 
Desde beber en exceso y meterse con prostitutas hasta poner a extranjeros en contacto con información sensible y exponerse al chantaje”, dijo Darrell Issa, presidente del Comité de Vigilancia de la Cámara de Representantes.

Para ellos se trata de una falla imperdonable de los hombres que custodian a Obama, que podría ser aprovechada por terroristas.



Fuente: EL TIEMPO

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