
La oposición constante entre la URSS y EE. UU. tiene una larga historia. Desde el inicio de la Guerra Fría, Washington elegía su rumbo político intentando adivinar y bloquear los pasos de Moscú.
La postura que adoptó la Casa Blanca en ese período fue aclarada por el presidente Harry Truman en 1947, al decir:
“Apoyar a la gente libre que se resiste a ser subyugada por presiones externas debe ser la política de Estados Unidos”.
Aunque el período de la Guerra Fría terminó hace tiempo, sus ecos aún se escuchan hoy día.
Y es que recientemente, en concreto en 2011 en el Capitolio surgió la discusión en torno a la defensa de los intereses estadounidenses de cara a la creciente influencia de la actual Rusia.
Por ejemplo, la presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, la cubano-estadounidense, Ileana Ros-Lehtinen (alias “La Loba”), anunció que “…la actitud de Moscú ha demostrado cuánto tiempo que está dispuesta a tomarse para hacer valer su influencia en una escala aun mayor“, añadiendo que “Este hecho es especialmente preocupante a la luz de la creciente dependencia europea de la energía rusa”.