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Charlotte Baltodano Egner : Testimonio


 
Charlotte Baltodano Egner (Eva), se ganó la confianza de un guardia raso, Nieves López Mantilla, que había estado entre 1975 y 1977 en los campos de concentración de Waslala, Río Blanco y La Carpa.

Nieves contó a Charlotte confidencialmente su amarga experiencia en el campo de concentración de Waslala en las montañas del Norte, y gracias a su relato -que Charlotte escribió al dictado- podemos conocer el trato de la Guardia a los campesinos en los campos de concentración.

 La reproducción literal de su texto es la siguiente:

“Llegué a Waslala el 2 de febrero de 1977.

Estuve en las montañas del Norte nueve meses.

Al llegar me di cuenta de que había varios campesinos en el hoyo.
 Tenían aproximadamente 6 meses sin sacarlos al sol. 
El comandante era el Mayor José Juan Villalta, alias “Aním”, que murió en un accidente.
 Allí en Waslala, como a los 15 días, sacaron del hoyo a 4 compañeros que estaban, según pude observar, con un alto grado de desnutrición. 
Se les daba de comer un poquito de arroz crudo y guineos (plátanos). 
Sólo los sacaron media hora para tomar un poco de sol y los volvieron a meter.
 Una semana después llegó de la montaña un helicóptero trayendo dos campesinos que fueron metidos en ese mismo lugar. 
Más tarde fueron sacados por un agente de seguridad de los que llamábamos “Ojón”.
 Les llevaron a una sala destinada a interrogatorios y torturas. 
Como a las 6 de ese mismo día le aplicaron la “Ley de fuga” a uno y fue atrozmente acribillado a balas por un centinela.

Vi como cayó en un acantilado.

 Bajamos a ver y todavía estaba vivo por lo que yo pedí una camilla para que lo lleváramos, pero un oficial me dijo que lo arrastráramos y así lo hicimos y fue enterrado allí mismo en el cuartel, en el PC (Puesto del Comando).
 El que quedó en el hoyo desapareció y no lo volví a ver.

En marzo llegaron a Waslala cuatro personas, una de ellas de apellido Rizo.

 Llegaron a visitar a un hermano de Rizo que vivía allí en Waslala.

Los oficiales se dieron cuenta de que eran guerrilleros e inmediatamente fueron hechos prisioneros. 
Llegó un helicóptero y se los llevó con rumbo desconocido.

Me imagino que los tiraron del helicóptero porque uno de los guardias que trabajaba en el PC me informó.

Por esos mismos días llegaron unos padres norteamericanos que trabajaban en esa región y preguntaron por un sin número de campesinos que habían sido capturados por las patrullas.
 El Mayor Aním les dijo que no tenían a nadie preso allí y que no sabía de quiénes le estaban hablando.

La política de Derechos Humanos estaba activa y nosotros nos dimos cuenta de que una misión Internacional de Derechos Humanos llegaría a muchos cuarteles en el Norte.

 Fue cuando nos seleccionaron para cumplir una misión especial y al día siguiente fuimos trasladados en un helicóptero al interior de la montaña.

Puestos allí, empezamos a excavar y a hacer el hoyo más profundo y empezamos a notar un olor fétido y hediondo y seguimos excavando hasta encontrar un sin número de cadáveres hasta de 42 personas, de ambos sexos y todo tipo de edad: niños, jóvenes, mujeres, hombres, viejos...que habían sido asesinados en diferentes formas.

Unos a tiros y otros con arma blanca.

Entonces comprendí cuál era nuestra misión especial.

Sacamos los cadáveres, les echamos gasolina y les quemamos hasta reducirlos a cenizas.
 Éramos 15 guardias y un oficial y los restos que quedaron los enterramos allí mismo y no dejamos ninguna huella.

El helicóptero nos trasladó nuevamente a Waslala.
Nos formaron y nos dijeron que nadie se debía acercar a nosotros y nos dijeron (el Teniente Ilarios y el Comandante Pejsiando -su pseudónimo-) que nosotros no sabíamos nada, que no habíamos visto ni hecho nada, que solamente habíamos andado en la zona de Kiskiwita. 
Más tarde supe que la patrulla que había cometido esas atrocidades fue la patrulla al mando del Teniente Ilarios.

 Días antes, esa patrulla había tiroteado a un sin número de ellos con el pretexto de que eran colaboradores del FSLN.

La verdad era que los habían matado para hacerse con todo lo que tenían porque eran campesinos que tenían pequeñas riquezas económicas.

Más tarde fuimos asignados a otra misión que consistía en fabricar huellas que acusaran a otros propietarios como colaboradores del FSLN.

 Estuvimos en otra patrulla al mando del Tte. Kenny o Kennedy.

 Después se saqueó y se incendió un rancho y se recogió todo el ganado, que se vendió posteriormente a personas que no pude identificar.

Pero nosotros nunca pensamos que el propietario fuera a denunciar.

Pero él se fue a Matagalpa al Comando a presentar sus quejas y se creó una junta militar para dirimir responsabilidades.

 El Tte. K. fue retirado de la patrulla y reconcentrado en el cuartel de Waslala para investigarlo.

 Pero según me di cuenta, él negó toda participación en el robo e implicaron como único responsable a un guía de la patrulla, que era un campesino del que nunca pude saber el nombre.

 Era auxiliar de la Guardia y parece que lo mataron porque por las noches él me manifestó miedo y estaba aterrorizado porque iban a matarlo.

 El hombre que mataba a todos los campesinos era Attimo Briceño.

Ese individuo se vanagloriaba de haber matado a más de 70 personas.

Por su nombre me di cuenta de que era Mosco.

El cementerio donde estaban los campesinos se situaba en la falda del Cerro donde se posaba el helicóptero allí, en el cuartel de Waslala.

Otro sitio en el que se pueden encontrar cadáveres de personas asesinadas es donde están actualmente las instalaciones de Abastos, donde se encuentran las armas y municiones del cuartel general de Waslala.

Después fuimos a otra misión con 3 alistados más a una zona de Yaosca a traer víveres para la tropa.
 Llegamos a la casa de un campesino.

Le preguntamos si tenía huevos y él contestó que no tenía, pero un alistado se introdujo en la casa y encontró una cesta de huevos.

Entonces el campesino fue acusado de colaborar con el FSLN y fue sacado con violencia y torturado para que dijera dónde estaban los del FSLN.

Él negó todo y nosotros le destrozamos la choza y lo dejamos allí.

El jefe era un sargento y le dijo que eso era para que se acordara siempre de nosotros.

Nos marchamos con los víveres y regresamos al cuartel.

 Cabe aquí decir que los huevos y la carne de res son para los oficiales, que nosotros comemos comida enlatada que nos mandan los EE.UU., de la que utilizaban en Vietnam, y arroz y frijoles.

Quince o veinte días después fuimos en otra patrulla al sector de Iyas, a seguir a elementos subversivos que se encontraban en esa zona, según gente (Jueces de Mesta) que llegaron a denunciar. 
A los dos días llegamos a una finca donde los propietarios no querían cooperar con nosotros.

Había dos muchachas muy bien parecidas y hermosas y enseguida empezamos a buscar la manera de hacerles el amor.

Al no lograr nuestro objetivo, un alistado y un clase “bujía” agarraron a las muchachas, las violaron y las golpearon de una manera salvaje.

Después les advirtieron que no fueran a denunciar porque si lo hacían, al regreso ellos iban a incendiar la finca y a arrasar todo.

Anduvimos haciendo reconocimiento de toda la zona, pero no encontramos absolutamente nada y regresamos al cuartel”.

Otra de las mujeres detenidas, Rosa Argentina Ortíz (Sofía), que era la jefa del grupo de la Central de Policía, dejó también constancia en cartas escritas desde la Central de Policía de los padecimientos a los que fue sometida en el cuartel de Río Blanco y después de la situación en la Central.

En Río Blanco le hicieron un intenso interrogatorio y la aislaron, dejándola esposada por los pies a un tubo de hierro durante veinticuatro horas.

Posteriormente, en otro cuarto, soportó una de las peores torturas que se aplicaban a las mujeres y que, desgraciadamente no era nada infrecuente: la piñata, que unos diez Guardias le hicieron por tres veces.

Le ataron una camisa a la cabeza para que no pudiera ver; la desvistieron -ella dice que fue “pieza por pieza y con gran morbosidad”-, la esposaron con las manos hacia delante y la colgaron de una cuerda al techo.

Después, dice literalmente, “me manosearon sádicamente todo el cuerpo, pero haciendo énfasis en mis partes más íntimas y abriéndome los muslos salvajemente”.

La golpearon con el puño cerrado en el estómago y la mecieron para todos lados, en realidad, como una piñata.

Acto seguido la bajaron y le cambiaron la posición de las esposas, esta vez con las manos hacia atrás, volviendo a hacer exactamente lo mismo.

Todo ello, según sus propias palabras, “riéndose con el cinismo que les caracteriza y acompañado de un sinnúmero de improperios”.

 Después la amenazaron con matarla y le colocaron una pistola en la frente

En sus cartas muestra una preocupación constante por el estado de salud de algunas compañeras que tienen sospechas de tumores e infecciones y cuya demanda de que las viera un ginecólogo era constantemente desatendida

Por último, también informaba de que seguían aisladas, pero habían hecho pequeños huecos en las paredes de sus celdas para poder comunicarse.

*Aporte del Compañero Abraham Cubillo

http://bitacoradeunnicaraguense.blogspot.com/2012/03/testimonio-recogido-por-la-comandante.html

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