El pasado viernes 30 de diciembre me referí en estas mismas páginas de
El Sol de México al señor Fulton Armstrong, asesor de la Comisión de
Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, quien ha criticado
públicamente el secretismo y la falta de transparencia de Washington en
la asignación de fondos para promover el derrocamiento del gobierno de
Cuba.
Esas asignaciones millonarias para lograr un “cambio de
régimen” en la isla, frase eufemística para no decir derrocamiento, no
es cosa nueva.
Lo interesante del asunto ahora es que lo reconozca
públicamente un alto funcionario del gobierno estadounidense.
Y que lo
haya hecho mediante un artículo publicado en el periódico insignia de la
contrarrevolución cubana: The Miami Herald.
Y que señale, además, y
desde el mismísimo título de su texto, que “Es hora de limpiar los
programas (del gobierno estadounidense) que promueven un cambio de
régimen en Cuba”.
Al demandar que se limpien esos programas,
Fulton Armstrong está diciendo que tales acciones son ilegales, pues
–afirma– “tienen las señales de una operación encubierta de
inteligencia”.
Y agrega que esas tareas sucias que antes y durante años
fueron realizadas por la tenebrosa CIA (Agencia Central de Inteligencia)
ahora son efectuadas por la USAID (Agencia Estadounidense para el
Desarrollo Internacional), con el propósito de disfrazar de promoción
del desarrollo actividades de subversión y, al mismo tiempo, lavar la
cara de la CIA.
Así lo dice textualmente el alto funcionario:
“La USAID se ha convertido en un guerrero encubierto para socavar a los
regímenes antiestadounidenses en el mundo, sin la carga de
responsabilidad que tiene la comunidad de inteligencia” (la CIA).
Pero el asesor del Comité de Relaciones Exteriores del Senado
estadounidense no sólo censura la ilegalidad –la suciedad– con que se
desarrollan los programas destinados a derrocar al gobierno cubano.
También le incomodan (y quizá en mayor medida) que tales programas hayan
resultado un rotundo fracaso.
He aquí las palabras textuales de
Armstrong: “Como los otros millones de dólares que hemos gastado para
derrocar al gobierno cubano, estos programas han fracasado”.
Al
señor Armstrong también le preocupa la situación en que se encuentra el
“contratista” al servicio de la USAID Alan Gross, quien fue detenido en
la isla por las autoridades del país realizando actos prohibidos
expresa y categóricamente por las leyes cubanas.
Así que el alto
funcionario demanda también que Washington negocie la liberación del
agente Alan Gross, condenado a 15 años de prisión.
Y en su
texto, Armstrong se queja amargamente: “Cuando una operación encubierta
de la CIA nos sale mal y cae preso un oficial clandestino, el gobierno
de EU pone en práctica una estrategia para negociar su liberación.
Pero
cuando un contratista (un agente) encubierto de la USAID es detenido,
Washington aprieta su retórica política, le asigna más dinero al
programa comprometido y se rehúsa a comentar sobre el asunto”.
Como puede observarse, Armstrong no sólo denuncia la ceguera y la
sordera de Washington ante la ilegalidad y el fracaso de sus políticas
de hostigamiento contra el gobierno cubano, sino se lamenta de que el
gobierno de EU le dé la espalda a uno de sus agentes encubiertos y lo
abandone a su suerte.
Frente al caso de Gross, Washington,
ciego y sordo, no parece entender.
Y en vez de suspender sus actos
hostiles contra Cuba, decide ya no utilizar agentes de nacionalidad
estadounidense, y valerse solamente de nacionales de terceros países, a
fin de evitar el compromiso que implica que otro gringo sea encarcelado.
Hay indicios de que la USAID anda en busca, especialmente en México, de
nuevos mercenarios.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx