El Heraldo – En la pantanosa costa de La Mosquitia de
Honduras, pueblos enteros viven del tráfico de cocaína: a plena luz del
día, hombres, mujeres y niños descargan de lanchas rápidas fardos de la
droga destinados a Estados Unidos.
A lo largo de la costa atlántica, los ricos de la zona son
propietarios de decenas de haciendas, yates y mansiones, producto del
tráfico de drogas.
Y en San Pedro Sula, las bandas de narcotraficantes cuentan con
ejércitos de vendedores callejeros que recurren frecuentemente a la
violencia y hacen que las tasas de asesinatos de esta ciudad costera sea
comparable a la de Kabul.
Este empobrecido país centroamericano ofrece hoy una importante
escala a las drogas que viajan de Sudamérica a Estados Unidos y tiene
una de las tasas de homicidios más altas del mundo como consecuencia de
la violencia que conlleva este tráfico ilegal.
“Honduras es el punto de trasbordo número uno de los traficantes que
transportan la cocaína hacia Estados Unidos a través de México”,
manifestó un agente estadounidense que no puede ser identificado por
razones de seguridad.
Un informe del Departamento de Estado estadounidense difundido en
marzo describe a Honduras como “una de las escalas más importantes para
la cocaína que viene de Sudamérica”.
Casi la mitad de la cocaína que llega a Estados Unidos pasa por algún
punto de la costa o de la selva hondureña. Funcionarios de Honduras y
Estados Unicos calculan que entre 20 y 25 toneladas de cocaína son
trasbordadas aquí todos los meses.
Las autoridades interceptan tal vez un 5%, según estimados de la
Associated Press en base a cálculos oficiales de la cantidad de drogas
que pasa por aquí y la cantidad de confiscaciones.
No es fácil interrumpir ese flujo, de acuerdo con Alfredo Landaverde,
exasesor del ministerio de Seguridad de Honduras, porque no hay muchas
otras fuentes de dinero en efectivo.
“Tenemos que reconocer que esta es una sociedad muy vulnerable,” dijo
Landaverde. “Es un país penetrado por la corrupción, (en) altos mandos
de la policía, empresarios y políticos”.
La aislada costa atlántica, pobre y cuya frontera con Guatemala
–destino de buena parte de la cocaína que pasa por aquí– no está
demasiado custodiada, es un paraíso para los traficantes.
“Cuando los traficantes descargan los cargamentos de las lanchas en
(la provincia de) Gracias a Dios, puedes ver hasta 100 personas de todas
las edades ayudando”, comentó el agente estadounidense.
“El año pasado se confiscaron 12 toneladas de cocaína, según el
gobierno hondureño, lo que representa una significativa mejoría en
relación con los años previos, pero es de todos modos un porcentaje
mínimo de las 250 a 300 toneladas que pasan anualmente”.
La mayor parte de la cocaína llega a Honduras por vía marítima, en
lanchas rápidas, barcos de pesca e incluso naves sumergibles. En julio,
la Guardia Costera de Estados Unidos, con ayuda de Honduras, detuvo un
sumergible capaz de transportar 7.5 toneladas de cocaína.
Pescadores que en el pasado vivían de la pesca de langostas hoy están
pendientes de una especia mucho más cotizada, la “langosta blanca”,
como se denomina a los fardos de cocaína que dejan caer los traficantes
para evitar ser pillados o para que los recoja otra embarcación.
Honduras es además el principal centro de contrabando aéreo de la
región. De los cientos de vuelos ilegales que parten de Sudamérica hacia
el norte, el 79% hacen escala en Honduras, según el agente
estadounidense.
El 95% de esos vuelos procede de Venezuela, que se ha
transformado en otras escala importante para la cocaína proveniente de
otros países.
Las escalas en Honduras eran tan ventajosas y era tan fácil conseguir
avionetas que los traficantes en algún momento simplemente quemaban los
aparatos una vez en tierra, en lugar de ensayar despegues peligrosos de
pistas muy rudimentarias.
El año pasado, no obstante, cambiaron de política y siguieron usando
las avionetas para llevar el dinero de regreso a Colombia, según el
informe del Departamento de Estado.
Las autoridades hallaron 9 millones de dólares escondidos en bolsas
de plástico en el baúl de un automóvil y detectan valijas con millones
de dólares en los aeropuertos locales.
Este año, en que se hizo más difícil conseguir avionetas, los
traficantes se robaron un aparato de una base del ejército en San Pedro
Sula, de acuerdo con Landaverde, quien dijo que los soldados fueron
cómplices en el robo.
“El avión se había dejado afuera, y llegan un tipos, lo enciendan y
se van”, relató. “Nadie deja un avión así, listo para volar”.
Uno de los soldados involucrados en ese episodio fue arrestado en
septiembre junto con otros ex soldados, cuando supuestamente esperaban
un vuelo de traficantes en la costa atlántica.
No solo los pescadores pobres y soldados corruptos se benefician del
narcotráfico. A mediados de octubre las autoridades confiscaron 13
viviendas y haciendas lujosas y 17 lanchas, en la primera operación en
gran escala de ese tipo desde que se aprobaron en el 2010 leyes que
permiten la confiscación de bienes de presuntos traficantes.
Se cree que figuras importantes de la comunidad empresarial de la
zona que poseen hoteles, tierras y comercios están asociadas con los
carteles del narcotráfico, generalmente para lavar dinero.
Los efectos del narcotráfico no se sienten únicamente en la costa.
Copán, provincia sobre la frontera con Guatemala que es un popular
destino turístico por sus ruinas mayas, es una zona dominada por
sectores vinculados al narcotráfico, según el dueño de una radio que
pidió no ser identificado por razones de seguridad.
“Esta gente se mueve con desfachetez en el ámbito económico y
político”, relató el dueño de la radio. “Están involucrados en los
grandes negocios de turismo”.
En el otro extremo del espectro económico del narcotráfico están los
pandilleros de barrio que a menudo se hacen cargo del traslado de las
drogas e incluso de dinero hacia el norte.
Cada vez son más y la
competencia entre ellos ha degenerado en un aumento de la tasa de
homicidios.
En este país de 7.7 millones de habitantes hubo 6, 200 asesinatos en
el 2010.
Ello equivale a 82.1 homicidios por cada 100,000 personas, una
tasa muy superior a la de su vecino El Salvador, donde la tasa es de 66
por cada 100,000.
El agente estadounidense, por otro lado, dijo que “últimamente hemos
visto casos de bandas locales que compran cocaína y la revenden”.
El alto volumen de drogas que pasan por el país y la creciente tasa
de homicidios son temas de los que no es fácil hablar en una nación
donde muchos policías y militares trabajan para el narcotráfico.
Los funcionarios policiales tenían un feroz enemigo, el ministro de
seguridad Oscar Alvarez.
El ministro, sin embargo, fue despedido por el
presidente Porfirio Lobo en septiembre, tras proponer una ley para
purgar de la policía a los agentes corruptos.
Álvarez ha dicho públicamente que algunos policías corruptos que
trabajan para el narcotráfico hacen el papel de controladores de tráfico
aéreo.
Cuando se detectó un vuelo sospechoso en agosto, Álvarez le
declaró a un diario que en la zona había dos policías que no estaban
asignados a ese distrito y que sus teléfonos celulares emitieron señales
que llegaban a la torre de control donde aterrizaron los aviones.
Álvarez sostuvo que fue despedido por su campaña para limpiar las
fuerzas policiales, diciendo que “era más fácil sacar a un ministro que
sacar a un policía corrupto”.
Su sucesor Pompeyo Bonilla ha dicho que, dadas las leyes laborales de
Honduras, que protegen al trabajador, era casi seguro que si había
despidos masivos, al poco tiempo los policías hubieran sido readmitidos
en la fuerza.
Sostuvo asimismo que álvarez se excedió en su autoridad al
enviar al Congreso una propuesta de ley sin haber consultado primero
con Lobo.
“El presidente lo vio por televisión”, expresó.
Alvarez, quien se fue a Estados Unidos poco después de su dimisión,
no estuvo disponible para una entrevista, según una persona no
identificada que atendió su teléfono celular en Estados Unidos.
La embajadora de Estados Unidos Lisa Kubiske dijo que espera trabajar
bien con Bonilla.
“El gobierno del presidente Lobo es serio en su
determinación de luchar contra los carteles”, declaró Kubiske. “Cuando
hablas con ellos, antinarcóticos es casi la primera expresión que les
escuchas decir”.
Álvarez estaba acostumbrado a hacer grandes anuncios, como el de que
el capo mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán había visitado una zona de
Honduras fronteriza con Guatemala.
En marzo, policías a las órdenes de Álvarez irrumpieron en un
laboratorio en una remota región montañosa del noreste de Honduras.
Álvarez dijo que el laboratorio procesaba cocaína a partir de pasta
parcialmente procesada de hojas de coca, y que esa sería la primera vez
que se hace eso fuera de Sudamérica y una novedad alarmante para
Honduras.
El laboratorio, no obstante, aparentemente todavía no estaba
funcionando.
Bonilla dijo que se trataba de un laboratorio pequeño, que fue
desmantelado rápidamente, y que no se ha descubierto otros laboratorios
en Honduras.
“Somos más bien un paso de tránsito”, no un productor o procesador, manifestó.
Algunos dudan que el laboratorio fuese para procesar pasta de coca;
bien pudo haberse tratado de un sitio usado para cortar y empacar
cocaína, que es cortada varias veces antes de llegar a la calle.
“No tenemos indicios de que se esté procesando la cocaína en Honduras por ahora”, indicó el agente estadounidense.
“Este año se confiscaron 12,000 kilos de cocaína y todavía no hemos visto una sola onza de pasta de cocaína”.
Fuente: Rebelión