
Un pantalón se incendia cerca de Detroit y llueven misiles en Yemen:
¿efecto mariposa?
Para Mohamed Hassan la amenaza terrorista es sólo un
pretexto.
En este nuevo capítulo de nuestra serie «Comprender el mundo
musulmán» nuestro especialista nos explica el verdadero reto de Yemen:
luchar contra la democracia en el Golfo para conservar el control del
petróleo.
Yemen ha saltado a las portadas de los periódico
desde el atentado fallido del avión Amsterdam-Detroit: es ahí donde se
habría adiestrado al joven terrorista nigeriano. ¿Cómo este país, aliado
de Estados Unidos, se ha podido convertir en un refugio para al Qaeda?
En
primer lugar debemos observar este fenómeno que se repite: cada vez que
un régimen apoyado por Estados Unidos está amenazado aparecen
terroristas.
En el caso de los países musulmanes, esto recae sobre al
Qaeda.
Este grupo fantasma aparece ahí donde unos movimientos
nacionalistas o antiimperialistas hacen tambalearse a gobiernos títeres
apoyados por Estados Unidos.
Es lo que ocurre hoy en Yemen.
Este país
está dirigido por un régimen corrupto aliado de Washington.
Pero está
amenazado por unos movimientos de resistencia.
Y de pronto
aparece este joven nigeriano que embarca con explosivos en un avión con
destino a Detroit.
No tiene sentido.
Este supuesto terrorista estaba en
las listas de vigilancia desde que su padre previno a las autoridades
estadounidenses.
Además, Estados Unidos dispone de importantes
dispositivos de seguridad y de material puntero: ¡con sus satélites
podrían decir si uno come un bocadillo de atún o de pollo!
Esta historia
de terrorismo parece una cuestión interna que muestra que a Estados
Unidos se le escapa la situación de Yemen y que sus intereses están en
peligro.
¿Por qué Yemen se ha vuelto tan importante para Estados Unidos?
El
presidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh, lleva treinta años en el
poder.
Su régimen es corrupto, pero está alineado con la política de
Estados Unidos.
Un grupo de resistentes en el norte del país y de
separatistas en el sur amenazan la estabilidad del país.
Si un
movimiento revolucionario derroca a Saleh, esto podría tener un impacto
en toda la región y animar a los resistentes que luchan dentro de los
Estados pro-imperialistas de la región, particularmente contra el
régimen feudal de Arabia Saudí.
Además, cuando en Yemen
estallaron los combates contra los resistentes del norte la Liga Árabe
dirigida por Egipto condenó inmediatamente a los rebeldes y dio su apoyo
al gobierno yemení.
Todavía estoy esperando que esta misma Liga condene
las agresiones de Israel contra Líbano y la franja de Gaza.
El Consejo
de Cooperación del Golfo, una organización consagrada a los intereses
occidentales que agrupa a algunos países productores de petróleo,
también condenó a los resistentes de Yemen.
Para Estados Unidos, que
está en plena recesión, su colonia saudí no puede ser amenazada por
movimientos de resistencia.
En efecto, Arabia Saudí proporciona una
parte importante de petróleo a Washington y constituye un precioso
aliado en el Golfo. Si la región se volviera inestable, esto tendría
graves consecuencias para Estados Unidos.
¿Quiénes son estos resistentes del norte del país?¿Cuáles son sus reivindicaciones?
Desde
hace varios años el gobierno se enfrenta en el norte de país a la
resistencia armada de hutis, que toman su nombre del fundador de este
movimiento, Hussein al-Huti.
Murió en combate hace cuatro años y su
hermano tomó el relevo.
Al igual que la mayoría de los yemeníes en el
norte los hutis son zayditas.
El Islam se divide en varias corrientes
como el sunnismo o el chiísmo.
A su vez estas corrientes se despliegan
en diferentes ramas y el zaydismo es una rama del chiísmo.
El
propio presidente Saleh es zaydita, pero los hutis no reconocen su
autoridad.
El hecho es que Yemen es un país muy pobre: su economía
descansa principalmente en una agricultura en declive, algunas rentas
petrolíferas, un poco de pesca así como en la ayuda internacional y el
dinero enviado por los trabajadores en el extranjero.
Con todo esto,
sólo un puñado de personas del entorno del presidente se beneficia de
las pocas riquezas del país mientras que la población es cada vez más
pobre.
La mayoría de los yemeníes tienen menos de treinta años pero
ninguna perspectiva de futuro: en 2009 el paro llegaba al 40%.
Por lo
tanto, los hutis interpelaron al gobierno acerca del subdesarrollo de la
región, de la falta de agua y de los problemas de infraestructuras.
Pero el presidente Saleh no respondió a sus llamamientos.
Después los
hutis emprendieron una lucha armada. Su bastión es la ciudad de Saada,
lo cual es muy simbólico: en esta ciudad se instaló hace más de diez
siglos el fundador del zaydismo yemení.
Los combates cerca de
Saada causan estragos. Hay varios miles de refugiados y el gobierno
acusa a Irán de apoyar a los rebeldes …
Esta acusación es
falsa. Irán es un país de mayoría chií, pero los zayditas de Yemen, por
su manera de rezar y por muchas otras cosas, en realidad son más
cercanos de los sunníes.
Si la resistencia yemení tiene suficientes
armas para seguir el combate durante los próximos diez años es porque se
beneficia de la ayuda de una parte del ejército yemení.
En efecto,
muchos de los soldados y oficiales también son zayditas.
Los combates en
la región ya han causado más de 150.000 refugiados y los militares
zayditas ven que sus hermanos sufren.
Algunos incluso se unen a la
resistencia.
Por consiguiente, el presidente Saleh tiene que
movilizar a sunníes oportunistas en el seno del ejército para luchar
contra la resistencia en el norte, lo que no deja de tener
consecuencias: este presidente zaydita, que ya utilizó sus convicciones
religiosas para movilizar a la población y al ejército, hoy apela a unos
sunníes para luchar contra otros zayditas. Saleh está perdiendo todo el
apoyo que le quedaba en el norte del país.
La
historia de Yemen es esencial para entender lo que ocurre hoy.
En su
configuración actual el país nació de la fusión en 1990 de la República
Democrática Popular de Yemen del Sur y de la República Árabe de Yemen
del Norte.
Estos dos Estados tuvieron recorridos diferentes…
La
creación del norte se remonta a más de diez siglos antes de la llegada
de los zayditas a Saada.
Pero en 1962 estalla una revolución para
derrocar al régimen feudal e instalar un república.
Nasser, el
presidente egipcio defensor de la independencia árabe, apoya al
movimiento revolucionario.
Por su parte, Estados Unidos, Gran Bretaña,
Arabia Saudí y el sha de Irán envían mercenarios para socorrer a los
elementos reaccionarios del antiguo régimen feudal y debilitar a Nasser.
El conflicto desemboca en una guerra horrible en la que pierden la vida
más de diez mil soldados egipcios.
Finalmente el gobierno republicano
no es derrotado pero sale muy debilitado del conflicto.
No tiene medios
para iniciar una revolución cultural, para democratizar completamente al
país ni para industrializarlo.
Aunque el imán-rey que dirigía el país
huyó a Arabia Saudí, una gran parte de Yemen del Norte continúa en una
situación feudal.
¿Y en el sur?
Yemen del Sur tuvo
un recorrido diferente. Lo colonizaron los británicos para bloquear la
expansión de los franceses, que se habían apropiado de Djibouti, y de
los rusos, que se extendían hasta Asia central.
Pero también se trataba
de mantener el dominio británico en el Golfo Arábigo y en el paso
estratégico de Hormuz.
Gran Bretaña fue quien construyó la ciudad
portuaria de Adén en Yemen del Sur.
Esta ciudad se volvió muy importante
para el imperio Británico.
Se podría decir que era el Hong Kong o el
Macao de la época.
Igualmente se envió a muchos extranjeros a la región.
La pirámide social estaba compuesta de la siguiente manera en
esta sociedad colonial: los británicos presidían en la cima y a
continuación venían las comunidades somalíes e indias que constituían
una especie de tampón con la última clase, los yemeníes.
Era una
estrategia clásica de los colonos británicos: utilizar a un grupo de
individuos contra otro para preservarse a ellos mismos.
Al hacerlo,
todas la personas a las que Gran Bretaña consideraba peligrosas en su
colonia india (como los nacionalistas o los comunistas) eran enviados al
exilio en Adén.
Como hemos visto para Somalia, ¿estos presos políticos van a influenciar en curso de la historia en la región?
Completamente.
En 1967 unos movimientos independentistas hacen huir a los colonos
británicos y dos años después nace la República Democrática Popular de
Yemen.
La gobierna el Partido Socialista Yemení, una coalición de
diversos elementos progresistas en parte heredados de los presos de
Adén.
En ella hay comunistas, nacionalistas, liberales, baathistas
procedentes de Siria o Iraq…
Todos estos actores se encuentran reunidos
bajo la insignia del Partido Socialista.
Yemen del Sur se
convierte entonces en el Estado árabe más progresista de la región y
conoce sus mejores años con una reforma agraria, igualdad entre los
sexos, etc.
Sin embargo, el Partido Socialista sigue estando compuesto
de muchos elementos con orígenes diversos.
Los comunistas enmarcan el
partido y mantienen una cierta cohesión, pero cada vez que hay que hacer
frente a un reto importante las contradicciones estallan claramente.
A
causa de una falta de base industrial y del carácter pequeño burgués de
la coalición, estas contradicciones desembocan en asesinatos,
¡literalmente, sus miembros se matan entre sí!
El partido conocerá
entonces tres sangrientas revoluciones internas y la última le será
fatal.
La mayoría de los cuadros ideológicos que dirigían el partido son
asesinados y el ala liberal se pone a la cabeza del movimiento.
Por
consiguiente, es un partido Socialista muy débil el que gobierna Yemen
del Sur cuando se lleva a cabo la reunificación de ambos Yemen en 1990.
Aunque las partes norte y sur del país tuvieran unos recorridos
relativamente diferentes, siempre habían inscrito en sus agendas
respectivas al unificación del país.
Entonces, ¿por qué hay que esperar hasta 1990 para que se unan el norte y el sur?
En
el norte el Estado era muy débil desde la guerra. Estaba dirigido por
unos liberales desprovistos de ideas verdaderamente revolucionarias y
controlados por los países del Golfo, sobre todo, Arabia Saudí.
En
efecto, el vecino saudí proporcionaba armas y dinero a la clase feudal
para debilitar al gobierno central.
Para Arabia Saudi, un Yemen del
Norte tribalizado era más fácil de controlar. El sur, en cambio, se
había convertido en un bastión de las ideas progresistas.
En plena
Guerra Fría era considerado un enemigo de la región y había que situarlo
en cuarentena.
Pero en 1990 las cosas habían cambiando.
Para
empezar, la Unión Soviética se había desmoronado y la Guerra Fría había
acabado.
Además, el Partido Socialista Yemení ya no representaba una
gran amenaza.
En efecto, sus dirigentes ideológicos habían sido
suprimidos durante al tercera revolución interna del país.
Por
consiguiente, la reunificación de Yemen ya no presentaba un gran peligro
para los países de la región y para los intereses estratégicos de los
occidentales.
Ali Abdullah Saleh, que ya era presidente de la República
Árabe de Yemen desde 1978, dirigió el país.
Hoy continúa en el poder.
En
1990 Yemen es el único país junto con Cuba que se opone a la guerra en
Iraq. Veinte años después, si bien Castro se sigue enfrentado a los
«yankees », Saleh, por su parte, se ha situado al lado de Estados Unidos
en su guerra contra el terrorismo. ¿Cómo explica usted este cambio?
La
oposición a la guerra de Iraq no fue fruto de la política de Saleh,
sino de los miembros del Partido Socialista Yemení que ocupaban algunos
puestos clave en el nuevo gobierno.
Sin embargo, aunque el Partido
Socialista siempre había deseado la unificación de Yemen sobre una base
progresista, estaba demasiado debilitado por sus revoluciones internas
para hacer pasar completamente su política.
Además Arabia Saudí, fiel
aliado de Estados Unidos, hizo pagar muy caro a Yemen esta toma de
postura contra la guerra en Iraq.
En efecto, el reino saudí expulsó a un
millón de trabajadores yemeníes que se beneficiaban de un estatuto
especial para trabajar libremente al otro lado de la frontera.
Esto
provocó una grave crisis económica en Yemen al tiempo que enviaba una
señal al presidente Saleh.
Éste revisó su política para convertirse
gradualmente en la marioneta del imperialismo estadounidense que
conocemos hoy.
¿Y los elementos progresistas del sur dejaron hacer?
La
reunificación supuso una gran decepción para los dirigentes del sur.
Se
lanzaron a este proceso sin una verdadera estrategia.
Y, como hemos
visto, el Partido Socialista estaba muy débil.
Por consiguiente, el
centro de poder gravitaba al norte en tormo al presidente Saleh.
El
régimen estaba corrompido, la expulsión de los yemeníes que trabajaban
en Arabia Saudí provocó una importante crisis y la situación económica
se deterioró.
Todos estos factores llevaron al sur a pedir la
secesión. Los separatistas estaban apoyados por Arabia Saudí que por
varias razones prefería ver un vecino dividido y débil.
En primer lugar,
porque mantenía discusiones con su vecino sobre el trazado de la
frontera: en efecto Yemen reclamaba unos terrenos situados en Arabia
Saudí.
A continuación, porque un Yemen unido con unos buenos dirigentes
podría traer problemas a las clases feudales de los países del Golfo
como Arabia Saudí.
Finalmente estas tensiones entre el norte y el
sur desembocaron en un conflicto.
El presidente de confesión zaydita
movilizó a la población del norte y a una gran franja del ejército en
torno a sus convicciones religiosas para luchar contra el sur de mayoría
sunní.
Los separatistas fueron vencidos lo que debilitó aún más a los
antiguos miembros del Partido Socialista en el seno del gobierno yemení.
Finalmente esta guerra ofreció al norte y a Saleh la ocasión de asentar
su dominio en los planos militar y político.
Quince años después el sur vuelve a pedir la separación. ¿Cree usted que esta vez el presidente Saleh saldrá tan bien parado?
No,
evidentemente. Saleh tiene que hacer frente a problemas por todas
partes.
El sur vuelve a reclamar un reparto equitativo del poder después
de que este gobierno corrupto prácticamente haya devuelto al país a un
estado feudal.
La situación no es aceptable para los yemeníes del sur
que tienen un pasado progresista.
Pero tampoco lo es para los hutis al
norte.
Y en este caso el presidente Saleh ya no puede movilizar a una
gran parte de la población y del ejército en torno a sus convicciones
religiosas, ¡los hutis también son zayditas!
De hecho, la resistencia
hutista ha permitido poner al desnudo la verdadera política de este
gobierno como no habría podido hacerlo ninguna estrategia en tan poco
tiempo. La población descubre lo que ocurre verdaderamente y el
descontento cada vez es mayor.
¿Cuáles son las razones de la cólera del pueblo yemení?
En
primer lugar, la situación social y económica. Mientras que el régimen
se beneficia de riquezas, el pueblo es cada vez más pobre. También está
el hecho de que Yemen se haya convertido en un bastión del imperialismo
estadounidense y que Saleh se haya puesto al lado de Washington en su
guerra contra el terrorismo.
Los yemeníes ven lo que ocurre en
Afganistán, Pakistán e Iraq. Para ellos es una guerra contra los
musulmanes. Por mucho que Barack Hussein Obama tenga un nombre musulmán y
haga todos los discursos que quiera, no hay otras palabras para definir
esta guerra.
Además, el gobierno yemení ni siquiera es capaz de
proteger a sus propios ciudadanos. Después de los atentados del 11 de
septiembre, algunos fueron raptados y secuestrados sin motivo.
Es lo que
le ocurrió a un eminente jefe religioso yemení.
Cuando se dirigía a
Estados Unidos para ver a su hijo, fue detenido y enviado a Guantánamo
sin un motivo válido.
Fue finalmente liberado tras seis años de
detención, pero falleció tres semanas más tarde porque su detención le
había hecho enfermar. ¡Verdaderamente, esta guerra contra el terrorismo
no cuenta con la aprobación de todos en el seno del pueblo yemení!
Por
último, Saleh reconoció las fronteras de Arabia Saudí en la disputa que
oponía a ambos países.
También autorizó a los bombarderos saudíes para
bombardear la región donde están establecidos los rebeldes hutis.
Esta
situación es inaceptable para los yemeníes. Por ello [Saleh] necesita el
apoyo de Estados Unidos que agita el fantasma de al Qaeda para poder
actuar libremente en el país.
Entonces, ¿Yemen se va a convertir en el tercer frente de Estados Unidos tras Afganistán e Iraq?
Creo
que ya lo es. El ejército estadounidense ya ha enviado misiles y grupos
especiales al lugar.
También proporciona mucho material a Yemen, pero
buena parte de éste pasa a manos de los resistentes debido a los
vínculos que mantienen con los zayditas del ejército yemení.
Hace seis
meses que Saleh lanzó una importante ofensiva contra los hutis.
También
pidió refuerzos a los ejércitos saudí y estadounidense.
No me extrañaría
que dentro de poco Israel se uniera a la partida.
Pero, a pesar de
todo, no logran acabar con la resistencia hutista. Ésta se alberga en
una región montañosa, como los talibán.
Es conocida toda la dificultad
que tiene luchar contra los rebeldes en este tipo de terreno.
Además, lo
hutis disponen de suficientes armas para luchar todavía durante mucho
tiempo.
¿Un nuevo fracaso a la vista para Estados Unidos?
La
historia parece repetirse para Estados Unidos. Por mucho que este país
esté dirigido ahora por un ex musulmán, su política no ha cambiado.
Además, el discurso de Obama puede ser muy parecido al de Georges W.
Bush: promete perseguir a los terroristas ahí donde estén.
¿Washington
agita el fantasma de al Qaeda para luchar contra los rebeldes escondidos
en las montañas de Yemen? Bush hizo lo mismo hace más de ocho años con
Afganistán y esta guerra todavía no ha terminado.
La cuestión es
saber cuánto tiempo va a durar esto todavía.
El historiador Paul Kennedy
reveló que el desfase entre la base económica y la expansión militar
era uno de los principales factores de declive de los grandes imperios.
Si la economía de una gran potencia pierde velocidad pero aumentan sus
gastos militares, esta gran potencia está condenada a hundirse y a
volverse muy débil. Ésta es la situación de Estados Unidos.
Mohamed
Hassan especialista en geopolítica y en el mundo árabe. Nació en Addis
Abeba (Etiopía) y participó en los movimientos de estudiantes en el
marco de la revolución socialista de 1974 en su país.
Estudió ciencias
políticas en Egipto antes de especializarse en administración pública en
Bruselas.
Diplomático de su país de origen en los años noventa, trabajó
en Washington, Pekín y Bruselas.
Es coautor de L’Irak sous l’occupation
(EPO, 2003) y también ha participado en diversas obras sobre el
nacionalismo árabe y los movimientos islámicos, y sobre el nacionalismo
flamenco.
Es uno de los mejores conocedores contemporáneos del mundo
árabe y musulmán.
Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos para Investig'Action