Al concentrarse enteramente en los supuestos lazos entre cuatro
activistas de Hizbulá y el atentado de 2005 que mató al primer ministro
Rafik Hariri, la acusación presentada por el Tribunal Especial para
Líbano durante este mes ha continuado la práctica anterior de la
investigación de la ONU de negarse a reconocer la evidencia mucho más
potente de que una célula de al-Qaida fue responsable del asesinato.
Varios
miembros de una célula de al-Qaida confesaron en 2006 que habían
realizado el crimen, pero luego repudiaron sus confesiones y afirmaron
que fueron torturados.
Sin embargo, la trascripción de uno de
los interrogatorios, fue publicada por un periódico de Beirut en 2007,
muestra que el testimonio fue suministrado sin coerción y que sugería
que ciertamente al-Qaida ordenó el asesinato.
Pero la Comisión
Internacional Independiente de Investigación de las Naciones Unidas
(UNIIIC) estaba determinada a culpar por el crimen a Siria o a su aliado
libanés Hizbulá y se negó a seguir la pista de al-Qaida.
Detlev
Mehlis, el primer jefe de la UNIIIC, estuvo convencido desde el
principio de que la inteligencia militar siria y sus aliados libaneses
habían realizado el atentado y llegó a extremos extraordinarios para
vincular a Ahmed Abu Adas, quien había aparecido en un vídeo
reivindicando la responsabilidad por el asesinato a un grupo previamente
desconocido, la inteligencia siria.
Violando la regla general
de que los investigadores no revelan el testimonio de testigos
específicos fuera de la sala del tribunal, Mehlis describió el
testimonio de “una serie de fuentes, confidenciales y otras”, que dijo
“apuntaban a que Abu Adas fue utilizado por autoridades sirias y
libanesas como chivo expiatorio para los crímenes…”
Mehlis citó
a un testigo quien afirmó que había visto a Adas en el vestíbulo afuera
de la oficina del director de inteligencia sirio en diciembre de 2004, y
a otro quien dijo que Adas había sido obligado por el jefe de la
inteligencia militar siria a registrar el vídeo en Damasco 15 días antes
del asesinato y que luego fue encerrado en una prisión siria.
Mehlis
citó a un tercer testigo, Zouheir Saddiq, diciendo que Adas había
cambiado de opinión sobre la realización del asesinato por cuenta de la
inteligencia siria “en el último minuto” y que había sido muerto por los
sirios y su cuerpo colocado en el vehículo que llevaba la bomba.
El
esfuerzo de Mehlis por ajustar el vídeo de Adas a su narrativa de
responsabilidad siria por la muerte de Hariri comenzó a derrumbarse
cuando los cuatro “falsos testigos” que habían implicado a la
inteligencia siria y libanesa en el asesinato, incluido Saddiq, fueron
desacreditados como perjuros.
Mientras tanto ocurrió una
importante avería en el caso cuando autoridades libanesas arrestaron a
11 miembros de una célula terrorista de al-Qaida a fines de diciembre de
2005 y comienzos de enero de 2006.
Los miembros de la célula
confesaron rápidamente ante los interrogadores que habían planificado y
realizado el asesinato de Hariri, informó The Daily Star el 6 de junio de 2008.
Obviamente,
sobre la base de gran parte del interrogatorio de los miembros de la
célula, el gobierno libanés escribió un informe interno en 2006 diciendo
que, en un punto después del asesinato, Ahmed Abu Adas había estado
viviendo en el mismo apartamento en Beirut que el “emir” de la célula de
al-Qaida, Sheik Rashid.
El texto completo del informe fue filtrado a Al Hayat, que lo publicó el 7 de abril de 2007.
El
informe dice que Rashid, cuyo nombre real era Hassan Muhammad Nab’a,
había jurado lealtad a Osama bin Laden en Afganistán en 1999 y después a
Abu Musab al-Zarqaui en Iraq.
Rashid también había estado
involucrado en el “Grupo Dinniyeh” que lanzó un intento armado para
crear un mini-Estado islámico en el norte del Líbano en 2000, solo para
ser aplastado por 13.000 soldados libaneses.
Los miembros de
la célula de al-Qaida se retractaron posteriormente de sus confesiones
cuando fueron juzgados por tribunales militares en el verano de 2008 por
“complotar para cometer actos terroristas en suelo libanés”, afirmando
que las confesiones habían sido obtenidas mediante la tortura.
Pero
los miembros de la célula de al-Qaida estaban detenidos por el
Ministerio del Interior, cuyos máximos funcionarios tenían interés
político en ocultar la información obtenida de ellos.
La trascripción
completa del interrogatorio de uno de los miembros de la célula fue
filtrada al periódico de Beirut Al Akhbar en octubre de 2007 por un funcionario descontento ante la oposición del ministerio a hacer algo con las confesiones.
La
trascripción muestra que el testimonio de por lo menos uno de los
miembros contenía información que solo podía haber sido conocida por
alguien que estuviera informado de detalles de la conspiración.
El
testimonio provino de Faisal Akhbar, un sirio con pasaporte saudí quien
admitió libremente haber formado parte de la célula de al-Qaida.
Testificó que Khaled Taha, un personaje que la comisión de la ONU
admitió posteriormente que estaba estrechamente asociado con Adas, le
había dicho a principios de enero de 2006 que había sido emitida una
orden para el asesinato de Hariri, y que debía ir a Siria para ayudar a
que Adas hiciera un vídeo sobre la toma de responsabilidad del grupo por
el asesinato.
Akhbar recordó que Sheikh Rashid le dijo en
Siria inmediatamente después del asesinato que había sido cometido
porque Hariri había firmado las órdenes para la ejecución de militantes
de al-Qaida en el Líbano en 2004. Akhbar también dijo que le dijeron
aproximadamente el 3 de febrero de 2005 que un equipo de al-Qaida
libanesa había estado vigilando a Hariri desde mediados de enero.
Akhbar
también dio a los interrogadores algunos detalles que eran
evidentemente falsos, incluyendo la afirmación de que Abu Adas había
efectivamente muerto en la misión suicida.
Esa fue la idea que la célula
había promovido en una nota agregada al vídeo hecho por Adas.
Cuando
se le cuestionó al respecto, Akhbar admitió de inmediato que un joven
de Arabia Saudí, enviado por al-Qaida, había sido el atacante suicida.
Reconoció que Rashid le dijo que, si era detenido, debía informar a los
servicios de seguridad que no sabía nada sobre el tema de Abu Adas, y
que debía advertir a los otros miembros de la célula para que hicieran
lo mismo.
Pero el interrogador empleó una pregunta capciosa
para establecer si Akhbar conocía realmente la conspiración de
asesinato.
Dio al cuadro de al-Qaida una lista de 11 números de
teléfono, cuatro de los cuales eran falsos, y le preguntó si recordaba
cuáles fueron utilizados en los preparativos para el asesinato.
Akhbar
corrigió inmediatamente al interrogador, diciendo que solo había habido
siete números en los preparativos para el asesinato, incluyendo a los
cinco miembros del equipo de vigilancia.
Esa respuesta correspondió a la
información que ya había sido obtenida por la investigación, de la cual
no habían informado los medios noticiosos.
La reacción de la
UNIIIC, bajo su nuevo jefe, el belga Serge Brammertz, ante la aparición
de una narrativa totalmente diferente respecto al asesinato fue apartar
el enfoque de la cuestión de quiénes eran los verdaderos perpetradores
del atentado.
En su informe de marzo de 2006, Brammertz dijo
que la “prioridad” de la UNIIIC “fue otorgada no al equipo que realizó
el asesinado sino a los que ‘posibilitaron’ el crimen”.
Y
Brammertz todavía no había abandonado la historia originalmente colocada
por testigos falsos en 2005 de que el papel de Adas en la producción
del vídeo había sido manipulado por la inteligencia siria.
En
su informe de junio de 2006, Brammertz dijo que la Comisión seguía
“manteniendo la idea” de que el que detonó la bomba puede haber sido
“forzado a hacerlo”.
Y en el informe de septiembre de 2006, sugirió que
Adas puede haber sido forzado a entregar el vídeo, tal como Mehlis había
sugerido en 2005.
A pesar del informe oficial del gobierno
libanés que lo confirmó, Brammertz nunca reconoció en público que Adas
estaba profundamente involucrado con una célula de al-Qaida, y mucho
menos que sus miembros habían confesado haber cometido el asesinato de
Hariri.
Daniel Bellemare, fiscal del Tribunal Especial para el
Líbano, prefirió, de la misma manera, no considerar esa evidencia, que
contradice directamente la afirmación en su acusación de que fue un
agente de Hizbulá –no al-Qaida– quien había convencido a Adas para que
hiciera el vídeo.
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Gareth Porter es historiador
investigativo y periodista de Inter-Press Service especializado en
política de seguridad nacional de EE.UU.
La edición en rústica de su
último libro:
Perils of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam, fue publicado en 2006.