Piensen en la nueva Libia como el último y espectacular capítulo de
las series del Capitalismo Siniestro.
En lugar de armas de destrucción
masiva, nos encontramos con la R2P (“responsabilidad para proteger”).
En lugar de neoconservadores, ahí tenemos a los imperialistas humanitarios.
Pero
el objetivo es el mismo: el cambio de régimen.
Y el proyecto es el
mismo: desmantelar completamente y privatizar una nación que no estaba
integrada en el turbo-capitalismo; abrir otra (lucrativa) tierra de
oportunidades para el turboalimentado neoliberalismo.
Todo nos viene
especialmente bien, todo es útil, ahora que nos encontramos en medio de
una recesión casi global.
Llevará algún tiempo; el petróleo libio
no regresará completamente al mercado hasta dentro de unos 18 meses.
Pero ahí tenemos también la reconstrucción de todo lo que la
Organización del Tratado para el Atlántico Norte (OTAN) ha bombardeado
(sin olvidar que en Iraq aún no se ha reconstruido gran cosa de todo lo
que el Pentágono arrasó en 2003…).
En cualquier caso, y en teoría
–desde el petróleo a la reconstrucción-, se avecinan jugosas
oportunidades para hacer negocios.
El neo-napoleónico Nicolas Sarkozy de
Francia y el británico David Cameron de Arabia creen que están
especialmente bien posicionados para aprovecharse de la victoria de la
OTAN.
Pero no hay garantía de que la nueva bonanza libia sea suficiente
para sacar a los antiguos poderes coloniales (¿neocoloniales?) de la
recesión.
Será sobre todo el presidente Sarkozy quien ordeñe, en
todo lo que valen, las oportunidades de negocio para las compañías
francesas como parte de su ambiciosa agenda “estratégica del
reorientación” de Francia en el mundo árabe.
Unos medios de comunicación
franceses serviles no dejan de regodearse con que esta era “su” guerra,
repitiendo una y otra vez que decidió armar a los rebeldes sobre el
terreno con armamento francés, en estrecha cooperación con Qatar,
incluyendo una unidad clave de comandos rebeldes que se trasladó por mar
desde Misrata a Trípoli el sábado pasado al comienzo de la “Operación
Sirena”.
Bien, Sarkozy vio realmente el comienzo de todo cuando el
jefe de protocolo de Muamar Gadafi desertó y se fue a París en octubre
de 2010.
En ese momento fue cuando empezó a incubarse todo el teatro del
cambio de régimen.
Bombas por petróleo
Como señalé anteriormente (véase “Bienvenidos a la democracia en Libia”
del 24 de agosto), los buitres ya están sobrevolando Trípoli para
atrapar (y monopolizar) el botín.
Y sí, la mayor parte de las acciones
desplegadas tienen que ver con el reparto del petróleo, como manifestó
Abdeljalil Mayuf, director de información de la compañía “rebelde”
Arabian Gulf Oil:
“No tenemos problema con las compañías de países
occidentales como Italia, Francia y Gran Bretaña.
Pero puede que
tengamos algunos inconvenientes políticos con Rusia, China y Brasil”.
Sucede
que estos tres países son miembros destacados del grupo BRICS de
economías emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que
están actualmente creciendo mientras que las economías atlantistas y
bombardeadoras de la OTAN están varadas en el estancamiento o en la
recesión.
Sucede que también los cuatro BRICS más importantes se
abstuvieron de aprobar la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la
ONU, el timo de la zona de exclusión aérea que se metamorfoseó en el
cambio de régimen facilitado por la OTAN desde arriba.
También ellos
vieron la historia muy clara desde el principio.
Para empeorar aún
más las cosas (para ellos), sólo tres días antes de que el AFRICOM del
Pentágono lanzara sus primeros 150, más o menos, Tomahawks
sobre Libia, el coronel Gadafi dio una entrevista en la televisión
alemana haciendo hincapié en que si atacaban el país, todos los
contratos alrededor del petróleo irían a parar a las compañías rusas,
indias y chinas.
Así pues, los ganadores de la bonanza del
petróleo son los ya nombrados: los miembros de la OTAN más las
monarquías del Golfo.
Entre las compañías implicadas: British Petroleum
(BP), la Total de Francia y la compañía nacional petrolera de Qatar.
En
cuanto a Qatar –que envió aviones de combate y de reclutamiento a las
líneas del frente, además de “rebeldes” entrenados en técnicas de
combate exhaustivas que ya están administrando las ventas de petróleo en
la zona oriental de Libia-, se revelará que la guerra misma fue una
decisión inversora muy acertada.
Antes de los largos meses de
crisis que están llegando ahora a su jugada final con los rebeldes en la
capital, Trípoli, Libia estaba produciendo 1,6 millones de barriles al
día.
Una vez que vuelva a ponerse en marcha la producción, ésta podría
hacer que los nuevos gobernantes de Trípoli recojan una cosecha anual de
alrededor de 50.000 millones de dólares.
La mayor parte de las
estimaciones sitúan las reservas de petróleo en 46.400 millones de
barriles.
Es mejor que los “rebeldes” de la nueva Libia no se
metan con China.
Hace cinco meses, la política oficial de China ya
estaba llamando a un alto el fuego; si tal cosa hubiera sucedido, Gadafi
controlaría aún más de la mitad de Libia. Pero Pekín –que nunca ha sido
fan del cambio violento de régimen- está ejerciendo por el momento una
moderación extrema.
Wen Zhongliang, el viceministro del ministerio
de Comercio, observó intencionadamente: “Libia seguirá protegiendo los
intereses y derechos de los inversores chinos y confiamos en continuar
con el proceso de inversiones y cooperación económica”.
Los comunicados
oficiales incidían sobre todo en la “cooperación económica mutua”.
La semana pasada Abdel Hafiz Ghoga, vicepresidente del poco fiable Consejo Nacional Transitorio (CNT), dijo a Xinhua que
había que respetar todos los acuerdos y contratos negociados con el
régimen de Gadafi, pero Pekín va a tener muy pocas oportunidades.
Libia
no suministró en 2010 más del 3% de las importaciones chinas de
petróleo.
Angola es un proveedor mucho más importante.
Pero China es aún
el principal cliente petrolero de Libia en Asia.
Además, China podría
ser de gran utilidad en el frente de reconstrucción de las
infraestructuras o en la exportación de tecnología.
Antes del estallido
de la guerra tribal/civil, había más de 75 compañías chinas, con unos
36.000 empleados, sobre el terreno, que fueron velozmente evacuados en
menos de tres días.
Los rusos –desde Gazprom a Rafnet- tenían
miles de millones de dólares invertidos en proyectos libios; el gigante
del petróleo brasileño Petrobras y la compañía constructora Odebrecht
también tenían intereses allí.
Aún no está claro qué pasará con ellos.
El director general del Consejo Comercial Ruso-Libio, Aram Shegunts,
está tremendamente preocupado:
“Nuestras compañías lo perderán todo
porque la OTAN les impedirá hacer cualquier negocio en Libia”.
Italia
parece haber aprobado la versión “rebelde” de “estás con nosotros o
contra nosotros”.
El gigante energético ENI parece que no va a verse
afectado, porque el Premier Silvio “bunga, bunga” Berlusconi plantó pragmáticamente a su anterior compinche al comienzo de los bombardeos en serie del AFRICOM y la OTAN.
Los
directores de ENI confían en que antes del invierno el petróleo y el
gas libio fluyan de nuevo hacia Italia.
Y el embajador libio en Italia,
Hafed Gaddur, volvió a asegurar en Roma que se respetarían todos los
contratos de la era Gadafi.
Por si las moscas, Berlusconi se reunirá con
el primer ministro del CNT, Mahmud Yibril, este jueves en Milán.
Bin Laden al rescate
El
ministro turco de Asuntos Exteriores Ahmed Davutoblu –el de la famosa
política de “cero problemas con nuestros vecinos”- también ha estado
babeando elogios a los ex “rebeldes” convertidos en mandamases.
Sin
perder tampoco ojo a la bonanza de los negocios post-Gadafi, Ankara
–como flanco oriental de la OTAN- acabó ayudando a imponer un bloqueo
naval sobre el régimen de Gadafi, cultivando cuidadosamente al CNT, al
que reconoció formalmente en julio como gobierno de Libia.
Se avecinan
las “recompensas” comerciales.
Después tenemos el complot
principal: como va a aprovecharse la Casa de los Saud de haber tenido un
papel decisivo en establecer un régimen amistoso en Libia, posiblemente
aderezado con notables salafíes; una de las razones claves de la
embestida saudí –que incluyó una falsa votación en la Liga Árabe- fue el
enorme rencor que se profesaban Gadafi y el rey Abdullah desde los
preliminares de la guerra de Iraq en 2002.
Nunca se destacará
suficientemente la cósmica hipocresía de una teocracia
medieval/monarquía absoluta ultra-regresiva que invadió Bahrein y
reprimió a sus chiíes nativos homenajeando en cambio lo que se ha
intentado hacer pasar como un movimiento a favor de la democracia en el
Norte de África.
De todos modos, es la hora de la fiesta.
Ya verán
cómo el grupo saudí Bin Laden reconstruye como loco toda Libia,
convirtiendo finalmente el saqueado Bab al-Aziziyah en el monstruoso
centro comercial de Tripolitania.
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com