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Efectivamente, la revolución no será televisada

http://www.insurgente.org/images/stories/5937577466_e60fa08c7e.jpg La televisión británica entrega a la policía todo lo grabado en la revuelta. 

Miles de veces nos han repetido que las imágenes que vemos en televisión son una ventana abierta el mundo, que nos acerca a cualquier acontecimiento independientemente de donde ocurra, que valen más que mil palabras, que son garantía de libertad porque nos permite informarnos…, y el sentido popular ha certificado el hecho haciendo suya la frase “lo he visto en televisión”, como garantía inequívoca de veracidad objetiva.
 
Por todo ello resultaba inexplicable, a los ojos de millones de personas, que la presencia de las cámaras de televisión no fuera bien recibida en determinadas manifestaciones, reuniones y asambleas. 

Se llegó incluso a polemizar, entre los asistentes a esos actos, cuando algún manifestante tapaba el objetivo de la cámara o invitaba al operador a no grabar, porque siempre había participantes que seguían poniendo por encima de todo el respeto a los medios de comunicación, confiando en que esas imágenes, por breves que fueran, multiplicaban la convocatoria. 

El resultado del trabajo visto luego en informativos y reportajes era, en general, tan deleznable y tergiversado que se acuñó el eslogan “Televisión manipulación” cuando aparecían las dichosas cámaras.
 
El problema seguía siendo no asumir de una vez por todas la propiedad del medio, su carácter de enemigo en una sociedad dividida en clases.

La misión de su trabajo al servicio de los poderosos no puede albergar dudas. 

Y para corroborarlo, estos días, con la desvergüenza que da la impunidad, se nos ha dicho que las cámaras de televisión británicas al terminar de grabar, sacaban la cinta y se la entregaban a la policía para ayudar a localizar a los manifestantes. 

La excusa era que había algunos robando en grandes almacenes, pero la realidad era hacer un mapa exacto de las personas que hartas de estar hartas han salido a las calles a gritar contra un sistema que los aborrece, conocer con exactitud la identidad de cada uno de los rebeldes.

Las cámaras han aparecido rápidamente, y lo han hecho como una herramienta represiva al servicio de la policía. 

Taparse la cara se convierte en un mecanismo defensivo, no tanto para los pocos que entran a robar en una tienda (¿serán esos los infiltrados?) sino para los que le gritan a la cara a los cuerpos represivos que su trabajo es estar al servicio de este fascismo disfrazado de democracia parlamentaria, al que los dueños de las cámaras le siguen poniendo colonia para que no apeste.

inSurGente.

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