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Uruguay: Mario Roberto Santucho y los Uturuncos



Entre los primeros pasos del ERP, Mario Roberto Santucho, su comandante, tomó contacto con los Uturuncos.
Aquí uno de sus protagonistas narra con lujo de detalles aquel encuentro.

Julio César Robles -a quien sus compañeros de la Resistencia Peronista llamaban "Mickey"-, es uno de los últimos uturuncos que aún vive.

 Como se sabe, esta fue la primera guerrilla argentina. Cuya aparición en escena ocurrió con la toma de la Jefatura de Policía de la ciudad de Frías, Santiago el Estero. 

Desde allí -en el límite con Catamarca- los uturuncos, haciendo un rodeo, se internaron en la selvática montaña del Tucumán.

Robles tiene ahora setenta y ocho años; pese a haber nacido en Buenos Aires, reside actualmente en Córdoba.

J.C.: ¿Cómo fue el vínculo entre los uturuncos y Mario Roberto Santucho?

Julio C. Robles: Tengo tendencia a dispersarme en mis conversaciones, por lo tanto trataré de ser ordenado en mi narración. Empezaré por contarle mi relación con los compañeros de Roberto Santucho.

La fecha exacta, esto sí que no lo recuerdo, pero sí la época, que fue a fines del año 1968... o los primeros meses de 1969.

Estando circunstancialmente en la casa de un compañero uturunco, Abshalón Leiva, en la localidad de Alto Verde, provincia de Tucumán, este me manifiesta que estaba en contacto con unos compañeros de la ciudad de Concepción y que pertenecían al PRT. 

Y que había congeniado con ellos, ya que tenían varios puntos de coincidencias, en los planteos programáticos.

J.C.: ¿Ellos vivían en Alto Verde?

Julio C. Robles: No, según me dijo Abshalón, de estos compañeros uno era de La Plata y otro de Tucumán... y un tercero que no recuerdo su procedencia. S

e habían mimetizado entre la población de Concepción, y habían montado un pequeño taller de carpintería, desde donde realizaban una cautelosa militancia política revolucionaria.

Es así que tomamos contacto con estos "carpinteros" y luego de amistosas charlas, comprendo que para mí no había demasiada afinidad política... sólo unas pocas coincidencias ideológicas. Pero sí una fraterna solidaridad revolucionaria. Es luego de conocernos que nos invitan a participar en una reunión. Esta se realizaría en San Miguel de Tucumán , durante los proximos días.

Abshalón Leiva ya había participado en algunas reuniones anteriores, pero como la cosa parece que era algo importante para el grupo, les manifiesto que no era mi intención sumarme al movimiento. Aclarado esto, sí los acompañaría a Tucumán, para pasear un poco por la ciudad y al finalizar la reunión nos encontraríamos, para volver juntos a Alto Verde.

J.C.: Usted, entonces, no fue a la reunión con el PRT...

Julio C. Robles: No, me quedé dando vueltas por la ciudad de Tucumán... Cerca de la medianoche volvimos a encontrarnos, en un café frente a la Plaza Independencia, en una esquina haciendo diagonal con la casa de gobierno, que era el lugar preestablecido para reencontrarnos. Además de los antes nombrados compañeros, llegaron acompañados por otra persona... y que no era otra que Mario Roberto Santucho... 

Yo no lo conocía, ni su nombre significaba nada para mí, pues en ese entonces era alguien absolutamente desconocido. En rápida charla, café de por medio, y luego de un ameno intercambio de ideas, quedó en volvernos a encontrar a Leiva y a mí, en la localidad de Alto Verde para charlar de cosas importantes.

En el viaje de vuelta, en un viejo automóvil de mi propiedad, a través de la charla que mantenían entre los compañeros y en la cual yo poco participaba, me entero de lo que había ocurrido en la reunión. Esta se había realizado en una Iglesia Católica... había habido un rompimiento amistoso en las filas del PRT. Pues el grupo que lideraba Santucho había sostenido una firme resolución para prepararse en la lucha armada. Cosa que algunos de los otros concurrentes no compartían, por considerar dicha postura como apresurada. Parece que no renegaban de la misma, pero pensaban que era prematura.

J.C.: ¿Su charla en el café fue el único encuentro con Santucho?

Julio C. Robles: No... A los pocos días nos encontramos nuevamente con Santucho... Esta vez venía acompañado por uno de los carpinteros. Fue en la casa de Leiva, lugar donde me alojaba en mis pasos por Alto Verde. Tuvimos una larga charla entre los cuatro presentes y en un momento dado Santucho nos propone unirnos al grupo definitivamente. Porque era su intención iniciar una lucha armada para derrotar al régimen imperante y establecer en el poder un gobierno popular y revolucionario.

Si bien la iniciativa despertaba en Leiva y en mí una inocultable simpatía, le manifestamos que como revolucionarios teníamos nuestra propia identidad: el Peronismo -con mayúsculas... (en ese entonces, todavía pensábamos que Perón podía volver, para concretar la revolución inconclusa en el año 1955). Y por lo tanto, le dijimos a Santucho, no los íbamos a acompañar en esa lucha. Porque además de la diferencia ideológica, pensábamos sinceramente en que la cosa no iba a andar...

J.C. ¿Qué opina a la distancia, de lo que llegó a ser el ERP de Santucho, posteriormente?

Julio C. Robles: ...ya vé lo equivocados que estábamos... porque si bien la cosa no llegó a un final deseado, la sangre derramada servirá como simiente a nuevas generaciones que estén dispuestas a luchar por la vida, la justicia y libertad. Aunque personalmente preferiría que los muertos estuvieran a nuestro lado, que no hubiera sangre como simiente para los que vendrán y estar con estos viejos compañeros, compartiendo un vino y una encendida charla debajo de una morera en algún paisaje perdido de la campiña tucumana.

Siguiendo con la narración, y llegado al punto de nuestra amistosa negativa a sumarnos al planteo realizado por Santucho, este nos pide una "colaboración". Esta colaboración consistía en acompañar a un grupo de futuros combatientes a los lugares que nosotros conocíamos en la montaña, para ver la factibilidad de, en un futuro, establecer campamentos y depósitos de elementos y víveres, para cuando empezaran a operar en la montaña. De inmediato el compañero Leiva y yo le transmitimos nuestra conformidad para acceder al pedido. Y fijamos una fecha muy próxima para subir al cerro. En la fecha establecida nos preparamos, por nuestro lado los compañeros uturuncos Abshalón Leiva, Genaro Zuletta Nuñez y yo. 

El compañero Leiva, había tenido siempre sus puertas abiertas para los combatientes uturuncos, y además, había arriesgado su seguridad y la de sus pequeños hijos, en momentos difíciles... Como cuando estábamos en el monte, entre los años cincuenta y nueve y sesenta y tres... junto con su mujer Eugenia Rosa Almirón de Leiva: en una pequeña moto, nos trasladaban noticias y algunos pocos víveres hasta orillas del rio Cochuna -que era el lugar de encuentro que habíamos fijado.

El compañero Genaro Zuletta Nuñez, oriundo de la localidad de Río Chico y radicado en Concepción, había estado preso en la cárcel de esa localidad, entre los años l959 y 1960, por su participación en la toma del destacamento de la policía ferroviaria del Ferrocarril Mitre, en la ciudad de Tucumán. Fue integrante de la Segunda Campaña, en el año 1963, cuando se sumaron compañeros venidos de Cuba, donde habían recibido instrucción sobre guerra de guerrillas en la Sierra Maestra.

J.C.: ¿Santucho también fue a explorar los cerros con ustedes?

Julio C. Robles: Sí... Los componentes del PRT que integraban esta exploración eran: un joven de alrededor de 25 años de apellido Hevia, su padre era para ese entonces el dueño de uno de los principales hoteles de aquella época, el Plaza Hotel de Tucumán, ubicado enfrente a la Plaza Independencia en su vereda Norte. El edificio, un hermoso ejemplar arquitectónico de aquellos tiempos, aún existe y creo que funciona allí una dependencia municipal o del gobierno de la provincia. Otro, un joven tal vez de la misma edad del anterior, probablemente estudiante universitario del sur, porteño o rosarino, deducción hecha por su forma de hablar. Otro, uno de los carpinteros... y el propio Santucho.

Partimos al anochecer desde Alto Verde,en el viejo automóvil que le conté anteriormente, manejado por un joven sobrino de Leiva, que una vez pasada la localidad de Alpachiri, nos dejó a un costado de la ruta y regresó con el auto hasta el lugar de donde habíamos partido.

Además de algunas mochilas con elementos y víveres, llevamos una carpa liviana y, como todo armamento, una carabina de caza calibre 22 y un viejo revólver calibre 32, con una sola carga, de seis u ocho tiros, no recuerdo bien. Y sí bastantes municiones para la carabina, por si cazábamos algo... También algunas cañas de pescar, porque habíamos combinado que si teníamos algún contratiempo con alguna fuerza policial, nuestra versión sería que salíamos de campamento a cazar y pescar.

Durante toda la estadía no tuvimos contratiempos de ninguna naturaleza. La primera noche acampamos en una zona cercana al Río Cochuna, en el kilómetro treinta y dos y medio de la ruta. Este lugar era bien conocido por nosotros, porque allí se instaló el primer campamento de los Uturuncos, en Octubre del año 1959. Al amanecer del día siguiente, y luego de unas cuatro horas de caminata, llegamos a una espaciosa cueva, que nos había servido de refugio en oportunidades anteriores.

Dentro de esa gran cueva armamos la carpa, y luego de comer, entre sorbos de reconfortante café instantáneo, en distendidas charlas convenimos que, a la mañana siguiente, Santucho y el carpintero volverían a la civilización para cumplir con compromisos que tenían pendientes. La tarde fue provechosa porque era la intención de Santucho tomar contacto con gente de Cuba y tal vez viajar a la isla. Y yo tenía la posibilidad de abrirle un camino, que al parecer funcionó

J.C.: Usted tenía alguna relación con el gobierno de Cuba, en ese entonces...

Julio C. Robles: En realidad, algo indirecto. Quien manejaba en ese entonces los contactos con los cubanos era Ricardo Rojo, un abogado amigo del Che... Rojo había sido, en representación de Frondizi, el que había firmado el pacto electoral Perón-Frondizi del año 1957, junto con John W. Cooke, representante de Perón. Ese pacto fue acordado y firmado en la República de Chile. Con Ricardo Rojo yo tenía un conocimiento bastante lejano, pero con posibilidades ciertas de llegar a él.

Le dí a Santucho la dirección de un bar de la calle Viamonte al 900, donde trabajaba como encargado de turno un compañero uturunco llamado José Frazzi, con quien fui a la escuela primaria. Y al tiempo, al volver a Buenos Aires, este amigo me dijo que le había concretado una entrevista a Santucho con Ricardo Rojo, pero que "no tenía más noticias del santiagueño". Mientras tanto, los que quedamos en el cerro estuvimos aproximadamente diez días explorando los alrededores, marchando hacia unos viejos aserraderos abandonados, lugares que también nos sirvieron de refugio en los años sesenta. Y después de esas incursiones acompañamos hasta la ruta a los dos compañeros del PRT que marcharon hacia Tucumán.

J.C.: Supongo que le habrán venido recuerdos, al volver a internarse en el monte...

Julio C. Robles: Por supuesto... En los aserraderos que antes le mencioné, en junio del año sesenta fué donde tuvimos, como grupo, nuestro bautismo de fuego... cuando enfrentamos una numerosa patrulla de la policía y el ejército. Nos habían sorprendido con la guardia baja y por esta causa, resultó herido y detenido el compañero Santiago Transelino Molina, (alias El Teniente Hacha). También fueron detenidos varios compañeros, luego de un intenso tiroteo. Varios pudimos ganar el monte. Ese hecho se conoció como la batalla de Santa Rosa, porque así se lo conocía al paraje donde sucedieron los enfrentamientos.

J.C.: Posteriormente, ¿la Compañía de Monte del ERP se instalaría allí?

Julio C. Robles: Creo que no, deben haberlo hecho en otra parte... Es probable que el informe de los compañeros sobre los lugares conocidos en esta incursión no fueran favorables para desarrollar actividades... porque los combates que mantuvo el ERP en Tucumán, contra las fuerzas de represión, tuvieron lugar bastante más al norte de lo que fue nuestra zona de operaciones.

J.C.: ¿Tuvo alguna otra oportunidad de encontrarse con Santucho u otros de aquellos jóvenes del ERP, luego de aquella vez?

Julio C. Robles: Nunca más tuve contactos con estos compañeros; sabía de Santucho por las crónicas periodísticas, y creo que a Hevia lo detuvieron en alguna oportunidad... De los carpinteros, hasta hace unos años vivía bastante enfermo uno de los que conocí, lo llamaban Lucho; de los otros nunca más supe nada.

J.C.: Usted dijo que la reunión con el PRT se había efectuado en una iglesia, ¿puede ser?

Julio C. Robles: Referente a lo extraño de esa reunión realizada en una iglesia Católica... en cierta oportunidad Abshalón Leiva me dijo que era porque en algún momento Santucho había pertenecido a grupos confesionales de dicha iglesia y tenía amigos dentro de la parroquia. No sé si será cierto lo de su antigua pertenencia, pero estoy casi seguro de que esa reunión se realizó en un templo católico, cercano a los tribunales de Tucumán.
Creo que para esa época y con esas cosas que le cuento empieza a materializarse el nacimiento del ERP.

J.C.: De sus compañeros uturuncos, ¿puede decirnos algo más?

Julio C. Robles: Vive aún, inválido y completamente sordo el compañero José Frazzi, quien fuera el que contactara a Santucho con Ricardo Rojo y que facilitara su acercamiento con los cubanos. Es difícil la comunicación con este compañero, que vive en Buenos Aires ...periódicamente tengo contacto telefónico y el mecanismo de la charla es, primero le cuento a su esposa lo que quiero decirle, ella luego le escribe lo que le dije, y después él me contesta, sin parar de hablar, porque si quisiera hacer una repregunta no me escucha nada.
Si usted quisiera escuchar de boca de este compañero como fueron las tratativas en aquel momento, podría yo arreglar las cosas para una comunicación telefónica.

José Frazzi vive de una magra jubilación y de la ayuda de algunos compañeros de la Resistencia Peronista. Fue triste el final de muchos compañeros uturuncos, los combatientes en general salvo contados casos murieron en la más extrema pobreza. Las leyes de reparación histórica sólo contemplaban a los compañeros presos, perseguidos, exiliados, etcétera, desde el año 1976 en adelante. Gracias a Dios muchos compañeros pudieron acogerse a dichas leyes, pues la mayoría tenían una vida destrozada, es difícil después de ciertas experiencias rehacer la vida, recuperar la familia, etcétera.

Recién para el año pasado, fue sancionada una Ley de reparación para los perseguidos, procesados, encarcelados, etcétera, durante los años que van desde 1955 al año 1963. Todavía está sin reglamentar, pero aunque se reglamente, los que más la necesitaron ya están muertos...

Perdone compañero por esta monserga, pero ya le dije en una anterior que soy de dispersarme cuando charlo... 

Por Julio Carreras

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