Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

No es ningún secreto lo que han estado tramando

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Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Las observaciones posteriores a Wikileaks de David Cameron sobre la ayuda paquistaní al enemigo en el Hindu Kush no deberían tomarse demasiado en serio. El “estallido” cuidadosamente orquestado en India tenía el propósito de complacer a sus anfitriones y sellar algunos negocios (Cameron y Cable se están esforzando por cuenta de la industria de armamentos británica). Todo forma parte del chismorreo.

La reacción oficial de Pakistán fue igualmente falsa. Ya que a Islamabad le es imposible atacar al organillero, la emprende contra el mono. 
 
Mientras tanto todas las partes saben perfectamente lo que ha estado haciendo el ejército paquistaní con diversas facciones talibanes desde que Afganistán fue ocupado hace casi nueve años. Hace tres años un agente de inteligencia estadounidense fue asesinado a tiros por un soldado paquistaní en semejantes conversaciones –como informó la prensa paquistaní-. 

Una fuente cercana a los militares paquistaníes me dijo el año pasado en Islamabad que agentes de inteligencia de EE.UU. estuvieron presentes en recientes conversaciones entre el ISI (Servicio de inteligencia paquistaní) y los insurgentes. No hay motivos para que alguien se muestre sorprendido. La causa, también, es obvia. La guerra no se puede ganar.

No es precisamente un secreto que Pakistán nunca abandonó realmente a los talibanes después del 11-S. ¿Cómo iba a hacerlo? Fue Islamabad la que organizó la retirada de los talibanes de Kabul para que EE.UU. y sus aliados pudieran apoderarse del país sin un combate. Los generales paquistaníes aconsejaron a sus amigos afganos que esperaran el momento adecuado.

La insurgencia creció a medida que la guerra en Afganistán se deterioraba. El caos social y la corrupción política del grupo de Hamid Karzai hicieron que la ocupación extranjera fuera aún peor a los ojos de muchos afganos, incorporando a una nueva generación de pastunes a la batalla  -hombres jóvenes que no habían formado parte del régimen desplazado-. Son estos neotalibanes los que han organizado efectivamente la propagación de la resistencia, que como reveló el diagrama de artefactos explosivos improvisados se ha extendido virtualmente a cada parte del país.

Matthew Hoh, un ex capitán de marines que sirve como oficial político en Afganistán, renunció al servicio en septiembre de 2009. Su explicación fue clara: “La insurgencia pastún, que se compone de múltiples grupos locales, aparentemente infinitos, se alimenta por lo que el pueblo pastún percibe como un ataque continuo y permanente, que data de siglos, contra la tierra, la cultura, las tradiciones y la religión pastunes por enemigos internos y externos… He observado que la masa de la insurgencia no combate por la bandera blanca de los talibanes, sino más bien contra la presencia de soldados extranjeros e impuestos aplicados por un gobierno no representativo en Kabul”.

En 2007, EE.UU. trató de apartar gradualmente a una sección de los insurgentes de Mullah Omar, el líder talibán, ofreciéndoles posiciones en el gobierno. Los dirigentes neotalibanes se negaron a unirse a un gobierno mientras hubiera tropas extranjeras en el país. 

Pero a fin de comenzar por establecer los contactos, el ejército paquistaní fue de una importancia crítica. Este ejército, utilizado como cobertura por EE.UU. en varias ocasiones, se vio obligado a dejar de lado su pellejo islamista (necesario para la yihad contra la Unión Soviética). Eso enfureció a muchos dentro de sus filas, y hubo tres atentados contra la vida del general Musharraf.

El ISI, cuya autonomía siempre se ha subestimado, fue colocado bajo un control casi total, y el general Ashfaq Kayani (quien reemplazó a Musharraf como jefe del estado mayor del ejército) lo reorganizó integralmente. Unos pocos elementos delincuentes se revelaron cuando aprobaron el ataque contra la embajada india en Kabul en 2008; fueron inmediatamente castigados y eliminados. 

Hoy, los ataques contra el ISI se han hecho convenientes para Occidente, que necesita al general Kayani y por lo tanto no puede atacarlo directamente. No hay modo de que el ISI u otra ala de las fuerzas armadas pueda ayudar a los insurgentes sin el conocimiento de Kayani, y éste sabe perfectamente que a fin de preservar los contactos con los insurgentes que combaten a la OTAN hay que ofrecerles unas pocas recompensas.

Hace algunos meses Karzai estaba tan desesperado por hacer la corte a los talibanes que solicitó al general Eikenberry, el conciliador embajador estadounidense en Kabul, que borrara a toda la dirigencia de los talibanes, incluido Omar, de la lista de personas más buscadas. Eikenberry no se negó pero sugirió que cada caso se considere por sus propios méritos. Qué mejor indicación de que la guerra está perdida.

WikiLeaks parece haber reanimado temporalmente a Karzai. “Es una cuestión diferente si Afganistán tiene la capacidad de encarar esto”, dijo en respuesta a una pregunta sobre el apoyo de Pakistán a los talibanes, “…pero nuestros aliados tienen esa capacidad. La pregunta es ahora, ¿por qué no hacen nada?”

Pero lo hacen. Y lo han estado haciendo desde que Barack Obama asumió la presidencia. Los ataques con drones tenían el propósito de destruir el apoyo a los insurgentes al otro lado de la frontera. En su lugar, han llevado a la desestabilización de Pakistán.

El año pasado, el ejército desplazó por la fuerza a 250.000 personas del distrito Orakzai en la frontera afgana y las colocó en campos de refugiados. Muchos juraron vengarse, y grupos militantes han atacado al ISI y a otros centros militares. El 8 de junio de este año, combatientes con granadas y morteros atacaron un convoy de la OTAN en Rawalpindi. Quemaron cincuenta vehículos de la OTAN y se informó de más de una docena de soldados muertos.

La cosa sólo puede empeorar. Es hora de que Obama abandone todos los pretextos utilizados para justificar una guerra que sólo puede llevar a más muertes pero a ninguna solución. Ahora se necesita desesperadamente una estrategia de salida.

……
El último libro de Tariq Ali The Protocols of the Elders of Sodom and other Essays, acaba de ser publicado por Verso.

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