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Por un puñado de rublos: el chantaje de la Comisión Europea

Se necesita mucho dinero para librar la guerra que la Comisión Europea, presidida por Ursula von der Leyen, quiere imponer a Europa contra Rusia. La pregunta es: ¿quién paga?

Dineral

Se necesita mucho dinero para librar la guerra que la Comisión Europea, encabezada por Ursula Von der Leyen, quiere imponer a Europa contra Rusia, prevista para alrededor de 2030. Primero, el programa ReArm Europe con 800.000 millones de euros y luego SAFE (Acción de Seguridad para Europa) con 150.000 millones de euros representan una cifra astronómica e inalcanzable para una Europa ahora debilitada por treinta años de neoliberalismo desenfrenado, especulación incontrolada, lobby, la imposición del euro y bombas de relojería.

La pregunta es: ¿quién paga?

Es muchísimo dinero. La UE está aumentando la presión sobre los gobiernos europeos que se niegan a aceptar fondos para Ucrania, imponiéndoles un chantaje despreciable: se les exigirá que paguen la reconstrucción del país. Kiev exige, para empezar, un préstamo de 140.000 millones de euros y no tiene intención de detenerse ahí. 

¿Cómo se devolverá? No está claro, pero tampoco importa: ahora es el momento de que los gobiernos europeos paguen, y no pueden permitirse el lujo de contradecir los dictados de Bruselas.

Tras el rechazo a la idea de utilizar fondos rusos congelados en Europa, es preciso encontrar una alternativa. Los países más derrochadores, como Italia y Francia, tienen una deuda excesiva; los más austeros, como Alemania y los Países Bajos, son reacios a acumular más deuda; Bélgica y otros países que se oponen al uso de fondos rusos podrían verse persuadidos por la alternativa de un préstamo conjunto.

El préstamo conjunto de la UE, al igual que el nuevo programa de defensa SAFE , funciona mediante la emisión de bonos por parte de la Comisión Europea, que capta fondos en los mercados financieros y posteriormente los concede a los Estados miembros beneficiarios en forma de préstamos a largo plazo con condiciones favorables. 

Estos préstamos se conceden previa solicitud y en función de los planes nacionales, y están vinculados a la realización de compras conjuntas para reducir costes, con la posibilidad de que un solo Estado participe en dichas compras durante un período limitado. Un ejemplo de ello es NextGenerationEU , que ha destinado 750 000 millones de euros a la recuperación económica, en parte como préstamos a los Estados miembros que cumplen objetivos específicos.

Vale, aceptemos todas las estratagemas de los préstamos… Pero al final, ¿quién paga? Estamos hablando de unos 950.000 millones de euros que hay que conseguir en pocos meses para rearmar a Europa contra Rusia. En serio, ¿de dónde piensan sacarlo? Solo hay una explicación lógica: de las cuentas bancarias de los ciudadanos.

Una carrera contra el tiempo

La Unión Europea se enfrenta ahora a una carrera contrarreloj en dos frentes. Por un lado, Ucrania corre el riesgo de quedarse sin fondos a finales de marzo; por otro, la toma de decisiones podría complicarse considerablemente, ya que Hungría intenta aliarse con la República Checa y Eslovaquia para crear un bloque escéptico respecto a Kiev. La percepción general es que este es el momento decisivo.

En consecuencia, los funcionarios de la Comisión Europea están llevando a cabo un delicado ejercicio de equilibrio para lograr la aprobación del plan de activos, sobre todo porque si fracasan, el engaño de la euromanía será tan obvio que nadie creerá más en él.

Aunque el primer ministro belga, Alexander De Wever, advirtió a sus colegas en la reciente cumbre europea de que la Comisión había subestimado la complejidad del uso de fondos rusos y las posibles implicaciones legales para Bélgica, Bruselas cree que su oposición no durará más allá de diciembre, cuando los líderes se reúnan de nuevo.

El préstamo garantizado con activos rusos parece ser la única opción viable… pero hablamos de 140.000 millones de euros. ¿De dónde saldrán los otros 810.000 millones? Las matemáticas ya no tienen cabida en Bruselas.

Muchos países de la UE se han opuesto durante mucho tiempo a la emisión de eurobonos, argumentando que no quieren pagar el precio de las deudas de otros ni de gobiernos incapaces de gestionar adecuadamente sus finanzas. 

Si bien es cierto que el trienio 2020-2023 debilitó esta resistencia, y muchos gobiernos accedieron a contraer deuda conjunta para financiar el fondo de guerra, que, según afirman, tenía como objetivo reactivar la economía de la Unión, solo para ser destruido poco después en un conflicto. 

Desde entonces, Bruselas ha seguido mutualizando parte de la deuda para financiar diversas iniciativas, incluida una reciente serie de préstamos destinados a ayudar a las capitales europeas a obtener contratos militares contra Rusia. A pesar de ello, la oposición al uso generalizado de este instrumento sigue estando muy extendida.

Otra opción, una suerte de «tercera vía», consiste en localizar activos rusos por valor de unos 25 000 millones de euros en otros Estados miembros. Sin embargo, este proceso llevaría más tiempo del que Ucrania puede permitirse, lo que da la impresión de que Europa está perdiendo impulso.

Los costos legales y humanos

La mayor parte de los activos congelados se encuentran en manos de Euroclear, un depositario financiero con sede en Bélgica, lo que expone al país a importantes riesgos legales y financieros. 

Según la Comisión, los riesgos para Bélgica siguen siendo limitados: los 140.000 millones de euros congelados solo se devolverían a Rusia si el Kremlin pusiera fin a la guerra e indemnizara a Ucrania, un escenario considerado extremadamente improbable. 

Sin embargo, Bruselas comprende las preocupaciones del gobierno belga, que teme una oleada de acciones legales por parte de Rusia, sobre todo porque Bélgica firmó un tratado bilateral de inversión con Moscú en 1989.

Sin embargo, también existen riesgos legales que no deben subestimarse.

Ante todo, hablamos de derechos de propiedad y derecho internacional. Rusia (o su banco central) argumentará que los activos siguen siendo de su propiedad soberana y que cualquier intento de utilizarlos, incluso como garantía, violaría el derecho internacional o los tratados bilaterales y daría lugar a litigios. Los líderes de la UE han descrito la idea como «utilización» o «inmovilización» de activos, en lugar de embargo, pero este marco jurídico se pondrá a prueba en tribunales nacionales e internacionales.

Luego está la cuestión de la jurisdicción. La Comisión Europea puede proponer instrumentos, pero los Estados miembros deben ponerse de acuerdo en su implementación, y algunas sanciones de política exterior aún requieren unanimidad o complejas soluciones alternativas a los tratados. 

El papel de Euroclear plantea riesgos legales nacionales específicos: Bélgica ha solicitado que la UE comparta el riesgo, ya que la mayoría de los activos se encuentran en su jurisdicción. Esta negociación político-jurídica pone de manifiesto cuestiones sin resolver en cuanto a la responsabilidad y quién firma finalmente las garantías.

La dimensión contractual también resulta compleja. Las propuestas buscan otorgar préstamos con garantía de intereses o saldos en efectivo, o bien, que un intermediario privado o supranacional (Euroclear, la Comisión o una entidad de propósito especial) emita el préstamo a interés cero, manteniendo la titularidad formal de los activos.

 Esta creatividad estructural pretende reducir el riesgo de demandas de expropiación, pero los tribunales se centran en el fondo del asunto, no en la forma: si el control económico ha cambiado, las demandas de expropiación podrían prosperar. Los análisis de expertos advierten que se trata de una novedad jurídica y, por lo tanto, impugnable.

Ahora bien, en cuanto a las cuestiones contables, surgen problemas: la Comisión busca la manera de excluir las garantías del cálculo del déficit/deuda de los Estados miembros (tratamiento contable de Eurostat), para que el programa no agrave de inmediato el déficit público. 

Sin embargo, esto depende de las decisiones técnicas de Eurostat y de la forma jurídica exacta de las garantías: si estas son exigibles o transfieren el riesgo, los presupuestos nacionales podrían verse afectados posteriormente.

¿Quién asumirá entonces la carga legal? ¿Los Estados miembros en su conjunto, Bélgica o Euroclear?

Hablemos también de los costes (ya que hablamos de gasto): si se ejecutan las garantías de los préstamos o si un litigio exige una indemnización, los tesoros nacionales podrían tener que intervenir. Aunque Eurostat inicialmente excluya las garantías de los datos del déficit, los pagos futuros se financiarían mediante impuestos, recortes de gasto o un aumento del servicio de la deuda pública, un coste que recaería sobre los ciudadanos. Reuters e informes de la UE muestran que los Estados miembros intentan evitar las repercusiones contables inmediatas, pero no la exposición económica subyacente.

Se prevén años de litigios internacionales complejos (y costosas defensas legales) por parte de Rusia o acreedores privados: los contribuyentes sufragarán los gastos de los equipos legales y los posibles acuerdos. Los tribunales podrían otorgar indemnizaciones u ordenar la restitución en casos de expropiación. El uso de reservas de alto perfil como garantía conlleva el riesgo de minar la confianza en la inviolabilidad de las reservas y los paraísos financieros europeos.

 Esto podría incrementar los costos de financiación para gobiernos y empresas, elevando indirectamente las tasas de interés de las hipotecas y los préstamos para los hogares.

Lo que es seguro es que los recursos destinados al gasto militar, las garantías y los litigios desvían fondos públicos de la sanidad, la educación y las infraestructuras. Los Estados más pequeños podrían soportar la mayor parte de la carga si el reparto de riesgos es imperfecto; los efectos distributivos recaerían de forma desigual sobre la población de la UE.

¿Y si Rusia quisiera utilizar formas de represalia igualmente contundentes?

Desde una perspectiva legal, el concepto de préstamo-reparación busca un equilibrio: proporcionar financiación sustancial a Ucrania evitando la confiscación formal de activos soberanos rusos.

Esta solución innovadora reduce el impacto fiscal inicial, pero genera posibles pasivos, exposición a litigios, riesgos para la reputación del euro y posibles costes económicos indirectos para los hogares europeos. 

La magnitud de estos costes dependerá del marco legal final, pero ya es seguro que, dada la imposibilidad de que los países europeos asuman el desorbitado coste del rearme, serán los ciudadanos más pobres quienes lo pagarán.

https://strategic-culture.su/news/2025/11/06/for-a-fistful-of-rubles-the-european-commissions-blackmail/

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