La ramera de Babilonia en versión sionista

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EEUU: Cuando la religión y la política se vuelven cómplices de un hecho criminal

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***En la madrugada del 14 de junio de 2025, el estado de Minnesota fue sacudido por un hecho brutal que puso en evidencia la peligrosa complicidad que puede existir entre el fundamentalismo religioso y la radicalización política. 

Vance Luther Boelter, un contratista de seguridad, registrado en el partido republicano, pero además pastor evangélico, le quitó la vida a la congresista estatal Melissa Hortman y a su esposo Mark, dejando gravemente heridos al senador John Hoffman y su esposa Yvette, en dos ataques separados pero coordinados.

Boelter, de 57 años, se hizo pasar por policía —incluso utilizando un vehículo modificado y una máscara de látex— para irrumpir en las casas de sus objetivos durante la noche. 

En su poder se encontró una lista con cerca de 70 nombres: legisladores demócratas, defensores de la libertad de aborto, profesionales de la salud, y figuras prominentes como la congresista Ilhan Omar y el gobernador de Minnesota Tim Walz. 

Ilhan Omar es la primera persona de origen somalí y primera mujer de religión musulmana que ocupa un escaño en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, por el 5º distrito de Minnesota. 

Mientras que Walz ha estado en contra de la brutalidad policial, a favor de la legalización del cannabis recreativo, y apoya el derecho al aborto y los derechos LGBTQ. Ambos son demócratas.

Pero este no fue un arrebato impulsivo de Vance Luther Boelter; fue un plan premeditado, una cruzada motivada por el odio político y la ideología religiosa. 

El gobernador Walz no dudó en calificar el hecho como un "acto dirigido de violencia política". Pero sería un error detenernos sólo en la política. Porque Boelter no es sólo un extremista republicano, es además un ferviente cristiano, pastor desde 1993, fundador del grupo evangelizador “Ministerios de Reformación”, y autodeclarado "nacido de nuevo". 

En sus sermones difundidos en línea, asegura que Jesús transformó su vida y bendijo su familia con cinco hijos. También aprovecha el púlpito para denigrar a personas de diferentes orientaciones de género, diciendo que "el enemigo se ha metido en sus mentes y almas".

Boelter, en realidad, representa un fenómeno peligroso y creciente: la santificación de la ideología. A través del filtro religioso, convirtió sus prejuicios personales en una cruzada divina. 

Para él, las personas que no comparten su visión son amenazas existenciales contra la moral, la nación y “Dios”. Y cuando alguien cree que está cumpliendo una voluntad sagrada, no reconoce límites humanos ni democráticos: la violencia se convierte en un acto redentor.

¿No es esto precisamente lo que han hecho los fanáticos religiosos a lo largo de la historia?

 Desde las Cruzadas hasta los atentados yihadistas, pasando por los crímenes de médicos que practican abortos, el patrón es el mismo: una ideología inflexible, legitimada por un dogma sobrenatural.

Algunos dirán que Boelter sufría de problemas mentales. 

Tal vez. Pero su delirio fue alimentado por una cosmovisión religiosa que demoniza al otro, que opone el bien y el mal como categorías absolutas, y que premia la obediencia ciega por encima del pensamiento crítico. 

El fundamentalismo cristiano que predicaba Boelter —como tantos otros pastores en EE.UU.— no es sólo una expresión de fe: es un dispositivo de adoctrinamiento que fabrica mártires armados.

En Estados Unidos, donde la religión se mezcla tanto con la política, como no debería ocurrir en una democracia occidental, el terreno para estos actos está fértil. 

El Partido Republicano, cada vez más invadido por sectores evangélicos radicales, no sólo tolera este discurso, sino que lo amplifica. Donald Trump, idolatrado como el ungido por muchos de estos sectores, ha alimentado la narrativa del enemigo interno, de la traición demócrata, del “país robado”. 

Y Boelter fue uno más que creyó estar defendiendo a “Dios” y a la patria.

Pero lo más inquietante es que no es un caso aislado. Boelter no actuó sólo en términos ideológicos: representa a una porción de la población que ve la política como una batalla espiritual. 

Y mientras no se cuestione públicamente el rol de la religión como catalizador del extremismo, seguirán creciendo los aspirantes a justicieros celestiales con rifles automáticos.

Nosotros estamos convencidos de que las creencias sin evidencia no sólo son inofensivas mientras no se impongan; cuando se convierten en base de acción política, son una dinamita. No perdamos de vista que este crimen fue cometido por un creyente, y no a pesar de su fe, sino precisamente por ella. 

Así que es hora de dejar de fingir que la religión es una fuerza siempre benévola. La fe, cuando se combina con poder y odio, arrebata vidas.

Esta vez le quitó la vida a una legisladora electa democráticamente y a su esposo, e hirió a una pareja más… dejando un país más dividido, más asustado, y más necesitado de una reflexión incómoda pero urgente: ¿cuánto más vamos a tolerar que el púlpito y la política caminen de la mano hacia la tragedia?

[Godless Freeman]

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