
****La decoración kitsch de su residencia de Mar-a-Lago sirvió de telón de fondo a Donald Trump para convencer a los dirigentes de los bancos centrales y los ministros de Finanzas de los países aliados de Washington de que van a tener que pagar las deudas de Estados Unidos.
Desde hace un mes la acumulación de acontecimientos críticos alrededor de Estados Unidos, de Ucrania y de la Unión Europea está resultando cada vez más difícil de interpretar ya que cada una de las potencias implicadas trata de disimular sus cartas.
Los dirigentes europeos asumen una posición aparentemente estúpida, asegurando que persisten en su apoyo a los nacionalistas integristas ucranianos mientras que los gobiernos de Estados Unidos y Rusia ya se han puesto de acuerdo sobre la necesidad de restaurar la paz.
Pero es posible que las reuniones diplomáticas de muy alto nivel estén sirviendo para escamotear otro asunto: la prevención de una importante crisis económica en Occidente. En ese caso, Washington tiene que aterrorizar a sus aliados para obligarlos a asumir el peso de la deuda estadounidense.
La desdolarización –o sea, el hecho de prescindir del dólar estadounidense en los intercambios internacionales y circunscribir su uso únicamente al mercado interno de Estados Unidos– ha sido desde hace tiempo como el “abominable hombre de las nieves”, todo el mundo ha oído hablar de él… pero nadie está seguro de haberlo visto.
Pero, ante las medidas coercitivas unilaterales –las mal llamadas “sanciones” cuya aplicación Estados Unidos impuso a sus aliados para castigar a Irán y posteriormente a Rusia–, las autoridades rusas han creado un Sistema de Transferencia de Mensajes Financieros (SPFS), China estableció un Sistema de Pagos Interbancarios (CIPS) y la Unión Europea se dotó del Instrumento Europeo de Apoyo a los Intercambios Comerciales (INSTEX). ¿Resultado? El uso de dólar estadounidense ha perdido terreno, un 25%, en los intercambios internacionales.
Eso sucede mientras que la deuda pública de Estados Unidos se eleva en este momento a la astronómica suma de 34 000 millardos de dólares [1] y sólo una tercera parte de esa suma colosal está en manos de inversionistas extranjeros, según la publicación especializada Forbes [2].
Si ciertos acreedores de Estados Unidos, principalmente China y Arabia Saudita, exigieran el pago de lo que se les debe, eso desataría una crisis económica de proporciones similares, como mínimo, a la de 1929.
Son numerosos los economistas que regularmente advierten sobre esa posibilidad. Pero, según Jon Hartley, de la Hoover Institution, a pesar de esas advertencias los bancos centrales no han reducido el volumen de dólares acumulados en sus reservas de divisas desde el inicio del conflicto en Ucrania.
El 20 de febrero, una videoconferencia impartida por el analista Jim Bianco, y mencionada repetidamente por la agencia Bloomberg [3], sacó nuevamente a la luz esas inquietudes.
Según el analista Jim Bianco, la administración Trump sigue actualmente un plan que denomina “el Acuerdo Mar-a-Lago”.
La administración Trump espera restructurar radicalmente la carga de la deuda estadounidense reorganizando el comercio mundial a través de los derechos de aduana o aranceles, devaluando el dólar y, a fin de cuentas, reduciendo el costo de su deuda.
El objetivo de todo eso sería poner la industria estadounidense en igualdad de condiciones con las de sus competidores en todo el mundo.
El principio que implementa el “Acuerdo Mar-a-Lago” tiene que ver con un artículo de Stephen Miran, del Manhattan Institute [4] y es precisamente Miran la persona que el presidente Trump ha designado para presidir el Consejo de Asesores Económicos (CEA) de la Casa Blanca.
El 22 de enero, el propio Donald Trump pronunció, por videoconferencia ante el Foro de Davos, un discurso que parece apuntar en ese sentido.
La denominación misma del “Acuerdo Mar-a-Lago” es una referencia al “Acuerdo del Plaza” de 1975, en el que Estados Unidos adoptó una política tendiente a reducir el valor del dólar para reactivar las exportaciones estadounidenses.
En la práctica, debido al mal manejo de los mecanismos financieros, la reactivación de la economía de Estados Unidos provocó una grave recesión en Japón.
El 21 y el 22 de enero pasados, Donald Trump reunió a los ministros de Finanzas del G7 y los jefes de los bancos centrales en su residencia de Mar-a-Lago. Y parece que los recibió diciéndoles: «De aquí no sale nadie hasta que hayamos llegado a un acuerdo sobre el dólar.» [5] El acuerdo antes mencionado cuenta por consiguiente con la aprobación de los aliados de Washington.
La idea central sería que el Tesoro estadounidense emita obligaciones del Estado federal que no acumulen intereses (los llamados “cupones cero”), obligaciones que sólo podrían cambiarse por dinero al contado al cabo de 100 años. Washington debería obligar sus aliados a convertir sus préstamos –o sea, la deuda estadounidense– en “cupones cero”.
Si aceptamos como bueno este análisis, tenemos entonces que reinterpretar varias acciones del presidente Trump, como la cuestión de los aranceles o derechos de aduana y su decisión de crear un fondo soberano. Vistos desde ese ángulo, esos actos de la administración Trump parecen mucho menos erráticos de lo que dice la prensa internacional. De hecho, parecen más bien totalmente lógicos.
Eso nos lleva a plantear que Donald Trump está tratando de aplicar un control de daños ante el posible derrumbe económico del “imperio estadounidense” de Joe Biden. Trump estaría actuando de hecho como lo hicieron en su momento Yuri Andropov, Konstantin Chernenko y Mijaíl Gorbachov, quienes trataron de hacer un “control de daños” ante el derrumbe inminente del “imperio soviético” de Leonid Brejnev.
Si llamo la atención sobre esta hipótesis es sobre todo porque, en mi opinión, el golpe de Estado que tuvo lugar en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 no tuvo otro objetivo que retardar el derrumbe ya previsible del “imperio estadounidense”. Las dos últimas décadas han sido sólo un plazo de gracia que, lejos de resolver el problema, lo ha hecho mucho más complejo.
Tratemos de recordar: en 1989 el ruso Mijaíl Gorbachov, primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, decide reducir los gastos del Estado, corta brusca e implacablemente la ayuda a los aliados de la URSS y, de hecho, los deja libres.
Al mismo tiempo, la población de Alemania oriental (la RDA) derriba el muro de Berlín, mientras que los polacos llevan miembros del sindicato Solidaridad al senado y a la cámara baja de su país. Esos cambios marcan el fin del imperialismo del ucraniano Leonid Brejnev, quien desde 1968 había impuesto a todos los aliados de la URSS la obligación de adoptar, defender y preservar el modelo económico de Moscú.
Lo que hoy estamos viendo es probablemente un proceso similar: Donald Trump, presidente de Estados Unidos, disuelve el “imperio estadounidense”, como trató de desmantelarlo en 2017 [6]. El 28 de julio de 2017, en los primeros días de su primer mandato presidencial, Donald Trump había reorganizado el Consejo de Seguridad Nacional sacando de ese órgano al director de la CIA y al jefe del Estado Mayor Conjunto.
Aquella medida dio lugar a 3 semanas de batallas internas en Washington, que terminarían con la renuncia forzosa del consejero de seguridad nacional que Donald Trump acababa de nombrar, el general Michael Flynn.
En aquel momento, el general Flint se apartó de la escena pública, pero después de un tiempo reanudó su actividad entre los seguidores de Donald Trump y actualmente organiza en Mar-a-Lago reuniones para los grupos opositores de los países aliados de Washington.
Esta vez, Donald Trump ha iniciado su mandato desviando prudentemente la atención de la opinión pública estadounidense hacia la eventual anexión de toda la plataforma continental norteamericana, desde Groenlandia hasta el Canal de Panamá, mientras trabaja para liquidar la guerra en Ucrania y desmantelar la Unión Europea.
Si mi hipótesis es justa, no hay que creer ni una palabra de las amenazas de anexión de territorios, como Canadá, y no creer tampoco que Estados Unidos retira sus tropas de Europa para enfrentarse a China. Tendríamos que admitir más bien que Washington abandona militarmente a sus “aliados” europeos. Puede verse, sin embargo, que mientras abandona a Alemania, Estados Unidos apuesta por Polonia para organizar Europa central, aunque sea a costa de permitir que los polacos anexen la Galitzia oriental –que hoy es parte de Ucrania.
También tendríamos que prepararnos a ser testigos de cómo Estados Unidos abandona a sus aliados del Medio Oriente, con excepción de Israel. Efectivamente, Washington acaba de reanudar el suministro de armamento a Israel y está iniciando contactos más o menos discretos con Irán a través de Rusia, mientras permite que Arabia Saudita y Turquía se repartan el Medio Oriente.
Volviendo a los últimos acontecimientos en Europa, la competición entre Francia y Reino Unido por liderear la defensa europea no debería verse quizás como una oposición a la paz en Ucrania. Francia y Reino Unido no tienen posibilidades reales de reemplazar el apoyo militar de Estados Unidos a Europa. Se trata más bien de determinar el papel que cada uno de esos dos países va a desempeñar en Europa.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, espera desarrollar su enfoque de una defensa europea basada en el arsenal nuclear francés, mientras que el primer ministro británico, Keir Starmer, trata de explotar la situación actual en provecho de Londres.
El presidente Macron está consciente de que la Unión Europea, basada en el antiguo poderío económico de Alemania, está en vías de extinción y que el presidente estadounidense Donald Trump apuesta más bien por la “Iniciativa de los Tres Mares”, elaborada alrededor de Polonia.
En respuesta, el presidente Macron podría reactivar el “Triángulo de Weimar” (Alemania-Francia-Polonia) para tratar de conservar al menos cierto margen de maniobra.
Por su parte, partiendo del mismo análisis que Macron y teniendo en cuenta el retroceso de la OTAN, el primer ministro británico Starmer buscará mantener a Alemania lo más alejada posible de Rusia –exactamente la misma política exterior que Londres ha venido aplicando durante siglo y medio.
Observen ustedes que tanto los aliados europeos de Estados Unidos como China y Arabia Saudita probablemente verán como una estafa la propuesta de aceptar “cupones cero” en lugar del pago de la colosal deuda estadounidense. Rusia, por el contrario, debería respaldar a Estados Unidos en esa maniobra.
En efecto, en el momento del desmantelamiento de la URSS, Rusia atravesó toda una década de recesión y de graves crisis internas, pero hoy necesita a Estados Unidos para no verse a solas con China.
[1] 1 millardo = 1 000 millones
[2] “Why Trump’s ‘Mar-A-Lago Accord’ Would Financially Matter To You”, Erik Sherman, Forbes, 23 de febrero de 2025.
[3] “‘Mar-a-Lago Accord’ chatter is geting Wall Street attention”; “Jim Bianco on What a ‘Mar-a-Lago Accord’ could mean for the economy”, Tracy Alloway y Joe Wiesenthal, Bloomberg, 20 y 25 de febrero de 2025.
[4] “A User’s Guide to Restructuring the Global Trading System”, Stephen Miran, Hudson Bay Capital, noviembre de 2025.
[5] «Et Donald Trump fit entrer Mar-a-Lago dans la légende du dollar» [En español, “Y Donald Trump hizo entrar Mar-a-Lago en la leyenda del dólar”], Nessim Ait-Kacimi, Les Échos, 25 de febrero de 2025.
[6] «Donald Trump disuelve la organización del imperialismo estadounidense», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de enero de 2017
https://www.voltairenet.org/article221902.html