Hoy, 15 de enero, se cumplen 106 años del asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, dos de los principales líderes de la Revolución Alemana y fundadores del Partido Comunista de Alemania (KPD).
Los dirigentes fueron asesinados el 15 de enero de 1919 en Berlín a manos de los Freikorps, bajo las órdenes del gobierno socialdemócrata de la República de Weimar.
Ambos habían jugado un papel crucial en la lucha internacional contra el capitalismo durante la Primera Guerra Mundial y habían sido figuras clave en el levantamiento espartaquista de enero de 1919, una insurrección socialista revolucionaria que buscaba derrocar al gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert e instaurar un Estado Socialista en Alemania.
El asesinato de estos dos revolucionarios se produjo tras su arresto, en un contexto de creciente represión contra el ala izquierda del movimiento socialista.
Los socialdemócratas, que inicialmente habían respaldado algunas demandas del proletariado durante la Revolución, pronto se distanciaron de las aspiraciones más radicales representadas por los espartaquistas.
Ebert, líder del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y presidente del gobierno provisional de la República de Weimar, temía el avance de las ideas comunistas y veía en Luxemburgo y Liebknecht una amenaza para la estabilidad de su gobierno.
Así, con el apoyo de paramilitares de la organización Freikorps, que actuaban como fuerzas represivas contra el movimiento obrero, el gobierno socialdemócrata ordenó la ejecución extrajudicial de ambos líderes en un acto de traición de los ideales socialistas y marcando otro hito en la escisión definitiva del movimiento socialista internacional.
El asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fue un punto de no retorno para la relación entre la socialdemocracia alemana y las fuerzas revolucionarias.
Mientras que Ebert y los suyos buscaban preservar el orden burgués y evitar una revolución proletaria, Luxemburgo y Liebknecht lucharon por una transformación revolucionaria de la sociedad.
La muerte de estos referentes del proletariado revolucionario no solo representó la eliminación física de dos de las figuras más brillantes del movimiento socialista, sino que también simbolizó el fracaso de la revolución en Alemania y la consolidación de una estructura política que abrió el camino a la deriva reaccionaria en Alemania.
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