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¿LLEGÓ POR FIN LA INDEPENDENCIA?

Europa/África/
***La generación mundial que vivió su época adulta en las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, fue testigo del gran sismo político y económico que significaron las revoluciones y cambios (a veces violentos a veces no) que acompañaron la lucha anticolonialista de África y que transformaría el mapa del continente, trayendo independencia y soberanía formal a esos pueblos tan sufridos y explotados por parte de las metrópolis europeas.

El adjetivo “formal” es muy importante y pertinente debido a qué, la mayoría de esas nuevas naciones, sujetos del Derecho internacional, con territorio, Estado, gobierno, bandera y pueblos definidos, nunca dejaron de estar bajo el control de sus antiguas metrópolis.

Un control menos obvio (que no necesitaba de “Compañías de indias”, gobernadores y virreyes, burocracia colonial, ni ejércitos de ocupación y cipayos), pero más efectivo, barato, rentable y a tono con el sistema del capitalismo global y la democracia liberal dominante.

Las metrópolis coloniales, con el pasar del tiempo y las circunstancias históricas, se transformaron en los “hermanos mayores”(“big brothers”) de cada uno de las nuevas repúblicas africanas “independientes”, que antes de la descolonización formal les pertenecieron como colonias.

La ideología, política, religión, idioma, burocracia, cultura, sistema educativo, todo en réplica menor (casi caricaturizada) fueron impuestas por sus nuevos “socios” europeos a estos nuevos Estados. 

Sin embargo, el dominio de las mismas a través de la transculturización de la población, la educación de las élites locales en sus antiguas metrópolis, la creación de Fuerzas Armadas y de seguridad (entrenadas, armadas e ideologizadas por europeos y también por los gringos), sólo cede en importancia al control de sus recursos naturales, su sistema financiero, productivo y comercio exterior.

Si a partir del siglo XVI, África fue invadida y colonizada en la mayor parte de su territorio, en el siglo XIX, la necesidad de una nueva revolución industrial (para satisfacer el salto tecnológico que garantizara el desarrollo, la satisfacción de la demanda, la competencia capitalista y la posibilidad de victoria en las venideras guerras mundiales) obligó a Europa a buscar otros objetos, otros bienes de la explotación colonial (además del esclavismo, el oro y plata, pieles, madera y soldados como carne de cañón para sus guerras) que saciaran sus ingentes necesidades de materias primas, para entonces casi agotadas en Europa occidental.

La variedad de los recursos naturales y sus incalculables reservas de África estaban a la mano de potencias coloniales. Pero había un “pequeño” problema:

Todo el continente ya estaba privatizado por las metrópolis, pero sin ningún orden que diera pie a un dominio “legal” de cada territorio en particular. 

Así surgieron acuerdos bilaterales y un tratado colectivo de repartición de África en la infame reunión de las siete potencias coloniales europeas ( más otros siete países foráneos) concluida en Berlín en 1885, donde “civilizadamente” y atendiendo el poderío de las fuerzas armadas y la economía de cada una de ellas. 

El imperio británico y el imperio francés se quedaron entonces con la mayoría de los más ricos territorios.

Para propiciar y hacer funcional tal acuerdo era necesario dividir el territorio en porciones definidas atendiendo la argumentación de los socios más poderosos.

 Así, fundamentalmente, surgieron los territorios de todos y cada uno de los países que hoy conforman África. 

Los militares, industriales, políticos contrataron a geógrafos y cartógrafos quienes con tiralíneas y compases diseñaron las fronteras sin tener en cuenta la historia de los pueblos, su cultura, las particularidades sociales, étnicas, sociológicas, territoriales, religiosas, comerciales ni de cualquier otra particularidad que en su conjunto son responsables de la convivencia pacífica, el desarrollo humano y la sobrevivencia de los pueblos originarios.

Con estas nuevas fronteras artificiales, Europa se garantizó el dominio, la explotación y el sometimiento por guerras intestinas (tribales, civiles e internacionales) interminables y la existencia de gobiernos inestables o (en el léxico de inepta ONU) “Estados fallidos”.

Todo esto cambió formalmente en las décadas de la descolonización que mencionamos más arriba, siguiendo la ruta independentista de la India en 1930 y de América Latina en el lejano siglo XIX

Sin embargo, el dominio capitalista, con sus corporaciones transnacionales sumió en mayor pobreza a la mayoría de las naciones “independientes” del continente africano.

África se convirtió en la tierra de las dictaduras militares, los gobiernos dinásticos, los golpes de Estado, las guerras civiles, las hambrunas, pandemias, emigración y los números más terroríficos de las estadísticas socioeconómicas globales y a la vez, en el destino de casi todas las corporaciones y monopolios financieros, industriales y tecnológicos más insaciables del capitalismo global.

Los gobiernos inestables o dóciles, la gran riqueza natural de todos los elementos de la tabla periódica que garantizan la cuarta y quinta revolución industrial y las relaciones económicas internacionales injustas promovidas por los Estados Unidos y sus socios son las causas de tanto interés y tanta desgracia.

Hasta hoy en día, pese a que los yanquis desplazaron de casi todo el continente africano a las antiguas metrópolis europeas coloniales, los franceses han podido mantener en coma inducido a la mayor parte de su antiguo dominio en el continente, utilizando los métodos ya mencionados y la creación de organismos regionales africanos controlados desde parís.

Francia, que llegó tarde a la colonización de África, desde el primer tercio del siglo XIX hasta la década de 1960 del siglo XX, en distintos momentos logró sojuzgar y explotar a los territorios que hoy ocupan 17 naciones africanas, especialmente en su parte norte, occidental y central. 

Su dominio económico y político -indisputado hasta hace un par de años- hoy se centra en algunas de las naciones ubicadas en la franja eco-climática del Sahel y en la costa noroccidental.

Sin embargo, una gran ola de golpes de Estado (9 en los últimos tres años en África subsahariana) amenazan con terminar para siempre con el dominio galo en África y por ende, profundizar aún más la crítica situación socioeconómica interna de Francia y convertirla, desde el punto de vista político y geoestratégico, en una nación intrascendente.

Las Fuerzas Armadas de Níger y Gabón, con pocas semanas de diferencia, han echado del poder a sus respectivos gobernantes, fieles aliados de Francia y cuya docilidad ante las transnacionales de este país garantizaban parte importante del abastecimiento de uranio, petróleo y otras materias primas fundamentales para la seguridad energética e industrial y a la vez, importante paso obligado de recursos naturales y mercancías provenientes del resto del continente hacia la antigua metrópoli.

¿Estamos ante el capítulo final del largo dominio foráneo de África y sus recursos?

¿Es este un proceso de liberación nacional irreversible y está ligado a los grandes cambios geoeconómicos y políticos globales que deben de conducir a un nuevo orden mundial o es la continuación de un ciclo de amotinamientos y golpes palaciegos?

Depende de varios factores y el más importante es la unidad de África y sus gobiernos alrededor de la defensa de la soberanía continental y la protección de sus recursos en beneficio de sus pueblos. El capitalismo y la mentalidad cipaya está muy arraigada en las elites del poder en la mayoría de los países africanos.

Por eso vemos como positivo la defenestración de los gobiernos entreguistas de esos países hermanos, pero no podemos ocultar cierto recelo a que sean los círculos militares los que lleven adelante estos cambios, que, aunque rápidos y efectistas no van a avanzar sin el apoyo y participación masiva de la población.

Francia y sus aliados (principalmente, Estados Unidos) no dejarán tan fácilmente que su dominio siga cayendo en África. Rusia y China también han apuntado desde hace años su poder blando hacia esa importante parte de nuestro mundo y de la economía global.

Un detalle importa: Nunca en la historia contemporánea luego del final de la II GM, Europa había caído en tal estado de debilidad económica, política, social y militar como hoy en día. 

Su dependencia de los gringos se acentúa y su iniciativa propia y campo de acción se ven muy limitados. Esto los africanos lo entienden perfectamente.

La clave está en los pueblos, en su capacidad de organización y en cuanto pueden influir en los militantes a jugar un rol patriótico y crear condiciones para defender la soberanía nacional.

La lucha está planteada y será a muerte.

Edelberto Matus.

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