
El Presidente de la República Nicolás Maduro, invitó a la lectura del texto «El laberinto de los tres minotauros», del filósofo José Manuel Briceño Guerrero, llanero con formación cosmopolita, el cual es el Nº 19 de la Colección Bicentenario Carabobo.
Libro ya clásico en la literatura filosófica venezolana.
Trata de lo que denomina el autor los tres discursos que han dominado a América.
Se integra por la «Identificación de Europa desde una identificación con Europa», «Identificación de América desde una identificación con Europa. América como Paideia», «Vicisitudes y prospecto de la Paideia» y el «Discurso salvaje».
El primero, es el Discurso europeo segundo, parte de la idea que la Europa Segunda surgida de la Europa Primera (Grecia) nos invadió e impuso un tipo de razón, de la ciencia y la técnica que se encuentra desde los siglos XVII y XVIII, y que se expresó en la política, ciencia, educación, movimientos civiles y militares y que llega hasta el siglo XIX. «Sus palabras clave en el siglo pasado fueron modernidad y progreso. Su palabra clave en nuestro tiempo es desarrollo» y sirve de justificación a las potencias mundiales para la invasión y el dominio.
Otro lo conforma el discurso cristiano-hispánico o «discurso mantuano heredado de la España imperial, en su versión americana característica de los criollos y del sistema colonial español».
En este se afirma que en lo «espiritual, la trascendencia del hombre, su pertenencia parcial a un mundo de valores metacósmicos, su comunicación con lo divino a través de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, su ambigua lucha entre los intereses transitorios y la salvación eterna, entre su precaria ciudadela terrestre y el firme palacio de múltiples mansiones celestiales».
En la práctica este discurso cierra la posibilidad de igualdad para las grandes mayorías, y se afianzó durante los siglos de colonia y pervive con fuerza silenciosa en el período republicano hasta nuestros días.
Este lo presenta el discurso occidental hispánico como el de la segunda Europa como extraño y ajeno, representa de una alteridad inasimilable en cuyo seno sobrevive en sumisión aparente, rebeldía ocasional, astucia permanente y oscura nostalgia.
A todos estos se opone el «Discurso salvaje», lo considera el albacea de la herida producida en las culturas originarias de América —las llama precolombinas—, derrotados por los conquistadores así como de las culturas africanas por el pasivo traslado a América en esclavitud, «albacea también
de los resentimientos producidos en los pardos por la relegación a larguísimo plazo de sus anhelos de superación.
Pero portador igualmente de la nostalgia por formas de vida no europeas no occidentales, conservador de horizontes culturales».
En el desarrollo de las formas como se expresan estos discursos, cuestiona categorías que hemos utilizado sin estudiar la pertinencia de su impronta, como el de mestizaje del cual afirma «Mestizaje es una palabra ligada a una perspectiva biológica, a la noción de raza y cruce de razas, a la noción de raza superior y raza inferior. En un momento dado la noción de raza incluía diferencias de orden biológico que imposibilitaban o facilitaban determinados logros culturales».
Por ello, el mestizo, «producto del cruce de razas, era considerado inferior biológicamente a los hombres de raza pura, aunque algunos le atribuían virtudes particulares para ciertas actuaciones de supervivencia ».
En la actualidad «la noción de raza se limita oficialmente a formulaciones minimalistas referentes rasgos aparienciales secundarios dentro de la unidad de la especie humana», pero conlleva una carga epistémica cuestionable de la diferenciación entre quienes se ubican por encima de la línea de lo humano y quienes están por debajo de ella: las grandes mayorías oprimidas y explotadas, justificada por esta misma radicalización.
Entonces, constituye un reto afrontar desde las perspectivas que, por ejemplo plantean hoy las Epistemologías del Sur de este texto de Briceño Guerrero, donde pueden surgir elementos importantes en la decodificación de los medios de dominio de la colonialidad del Poder, del Saber y del Ser.
POR: Manuel Briceño Guerrero